Al comentar el vers. 1 del II capítulo Straubinger
dice: “nótese también... la fórmula cada vez más apremiante en que Jesús
anuncia su Venida: Vengo a tí (II, 5); vengo a tí presto (II,
16); hasta que Yo venga (II, 25); vendré como ladrón (III,
3); mira, pronto vengo (III, 11); estoy a la puerta y
golpeo (III, 20)”.
Por su parte Castellani al comentar la Iglesia
de Tiatira dice en II, 25: “La Parusía aparece en el horizonte: primera
mención de ella en estas cartas”.
¿Qué decir al respecto? Creemos que Castellani
tiene razón y que lo que se dice en II, 5 y II, 16 no se refiere
a la Parusía sino a un juicio particular a la Iglesia que va a
implicar el fin de la época y el comienzo de la siguiente.
Poirier en
su tesis doctoral “Les septes Églises”, pag. 27 ss comenta:
“El examen de conciencia que instituye Cristo
en cada una de las Iglesias termina con una exortación seguida de una amenaza o
una promesa en la cual anuncia su venida. He aquí, en resumen, los pasajes
paralelos:
Éfeso (II, 5) : arrepiéntete; si no, vengo a ti.
Esmirna: (Nada)
Pérgamo (II, 16): Arrepiéntete, pues; que si
no, vengo a ti.
Tiatira (II, 25): Lo que tenéis, tenedlo bien
hasta que Yo venga.
Sardes (III, 3): arrepiéntete. Si no velas vendré
a ti como ladrón.
Filadelfia (III, 11): Pronto vengo.
Laodicea (III, 20): He aquí que estoy a la
puerta y golpeo.
Fácilmente podemos distinguir en estos textos dos
fórmulas diferentes que anuncian la venida de Cristo: “vengo a ti”
y “vengo”. El primer grupo se refiere a un juicio particular e
“implica visiblemente un castigo para temer”[1]. Pero
estos castigos individuales no pueden referirse al fin del mundo[2]. En
Tiatira, por ejemplo, el castigo de Jezabel y sus hijos quedará como un
testimonio ante todas las otras iglesias que Cristo escudriña riñones y
corazones y da a cada uno según sus obras (II, 23). Lo mismo en Éfeso
cuyo único castigo será el cambio de lugar del candelabro. Por el contrario, la
otra expresión “Vendré” o “Vengo” es el anuncio de la Parusía, y
no una amenaza. Al cuarto ángel no se le anuncia el retorno como algo
inminente: simple exhortación a tener hasta que venga, lo que supone dificultades
por venir antes del retorno definitivo. Evidentemente que el sexto ángel, que
no merece reproche alguno, no es amenazado con ningún juicio particular. El
“Vengo pronto” no puede referirse sino al fin del mundo, más cercano en la sexta
que en la cuarta Iglesia. “En cuanto al séptimo ángel, aunque (Cristo)
le reprende y amenaza casi con la misma severidad que al quinto, sin embargo no
le dice: “Si no te conviertes, vengo a ti”. Le habla como al sexto ángel, pero
acentuando aún más la proximidad de su Venida: “He aquí que estoy a la puerta y
golpeo. Si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él y cenaré con
él y él conmigo”.[3]
¿Esta gradación puede ser fortuita? Es bastante
difícil admitirlo; sobre todo cuando se considera que el “vengo” a Filadelfia
se coloca después del anuncio de la gran prueba que todo el mundo debe esperar.
Si se admite con la tradición que se trata de la persecución del Anticristo,
encontramos exactamente el pensamiento de San Pablo: el Señor no vendrá
antes que haya tenido lugar la apostasía y que se manifieste el hombre de
pecado (II Tes II, 3).”
“… la fórmula parecida “sobre todo el mundo habitado”
(III, 10), muestra bien que se trata de una cierta universalidad en
contraste con el caso particular de Filadelfia. Pero, al mismo tiempo, salta a
la vista la desproporción. ¿Qué puede significar esta promesa de Cristo en
recompensar la fidelidad desta pequeña iglesia de protegerla de una calamidad
universal?
Los modernos, como Swete y Allo,
interpretan la promesa divina diciendo que se trata de “la preservación de
todos los trastornos que deben preceder la Parusía, en general, todo el tiempo
futuro que se confunde en la misma perspectiva profética”. Du Plessis
se opone a causa de la precisión del texto: “Yo te guardaré de la hora de la
tentación” y no simplemente “yo te guardaré de la tentación”; “lo cual se
relaciona manifiestamente con una tentación especial, cuya hora está fijada por
adelantado y que se extenderá al mismo tiempo a toda la Ciudad del mundo”.
Sea lo que sea deste argumento, todo el contexto supone, en sentido literal
propio, y Allo no debería dejar esto de lado, que los habitantes de
Filadelfia serán los testigos salvados de una persecución general, lo cual se
opone a toda probabilidad histórica, tanto pasada como futura. No queda más que
una salida, por el sentido literal simbólico: la Iglesia de Filadelfia
representa todos los cristianos fieles de una época determinada, presumiblemente
la del Anticristo”.[4]
[1] Du Plessis, Les derniers temps,
t. 2, pag. 63.
[2] Nota nuestra: A través de todo este pasaje
el autor confunde Parusía con fin del mundo.
[3] Du Plessis, Les derniers temps,
t. 2, pag. 63. El
autor continúa: “Esta doble alusión a la profecía evangélica (Mc. XIII, 29;
Mt XXIV, 33) y a la parábola de las vírgenes (Mt. XXV) es significativa:
permite considerar a la séptima iglesia, la de Laodicea, como una figura de la
Iglesia Católica cercana al fin del mundo”.
[4] Esta conclusión se
confirma por la mención de la conversión de los judíos; lo cual pone todo el
contexto en armonía con San Pablo (Rom XI).
Nota nuestra: Creemos que el autor confunde aquí dos cosas: primero
la conversión parcial, de la cual se habla en la Iglesia de Filadelfia,
con la conversión total a la cual alude San Pablo cuando dice: “todo
Israel será salvo” (Rom. XI, 26) y en segundo lugar que lo que se
le promete a la Iglesia en la época de Filadelfia es la preservación de la
persecución que tendrá lugar bajo el Anticristo, es decir, en la iglesia
siguiente: la de Laodicea.