miércoles, 27 de junio de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 9


9. Y cuando den los Vivientes gloria y honor y acción de gracias al sentado sobre el trono, al Viviente por los siglos de los siglos,

Notas Lingüísticas:

δώσουσιν” (den): está en futuro. Cfr. Zerwick, Graecitas n. 28 y Abel, Grammaire, n. 68 c.

Allo: "ὅταν (cuando) significa en este caso "cada vez que".


Comentario:

Gloria y honor, cfr. Sal. XXVIII, 1 y XCV, 7.

Lambrecht[1]: “Según K.J. Jörns, existe um cambio mayor entre IV, 8 y 9. Formula cuatro observaciones interesantes:

(1) En IV, 8c el término ἐρχόμενος (que viene) no designa la esencia eterna de Dios (como suce con el “que era y que es”) sino que señala una futura acción inminente de parte de Dios.

(2) La frase ὅταν δώσουσιν (IV, 9, ¡en futuro!) no es “iterativo” sino que se refiere a un evento futuro específico: “cuando (= “en cuanto” y no “cada vez que”) los Vivientes den gloria… al sentado en el trono… entonces los veinticuatro Ancianos se postrarán” (IV, 9-10).

(3) IV, 9-11 anuncia un nuevo comienzo: algo está a punto de suceder que va a producir la reacción tanto de los Vivientes como de los Ancianos. Jörns opina que tenemos que postular aquí que este evento es: el Sentado sobre un trono tomando el rollo en su mano derecha. En IV, 2-3 el rollo no se menciona todavía; V, 1 lee: “Y vi sobre la diestra del sentado sobre el trono un libro escrito por dentro y por fuera, que había sido sellado con siete sellos”. Es lógico suponer que, según la concepción de Juan, Dios tomó el rollo probablemente después de IV, 8.

(4) Toda la sección IV, 9-11 puede ser considerada como “antifonal” (= canto alternativo) que, como un todo, es un himno respuesta a la acción de Dios, precisamente el hecho de tomar el libro. V, 9 reproduce de manera indirecta el himno cantado por los Vivientes; los vv. 10-11 contienen los gestos de adoración y el himno “responso” de parte de los Ancianos sobre la dignidad: dado que Dios creó en una oportunidad, entonces es capaz de actuar de nuevo en los últimos tiempos y es digno de recibir por esto honor y gloria…”.

El punto 2 parece suceder en dos oportunidades: en V, 13 después que el Cordero toma el libro (comienzo de la septuagésima semana); y en XI, 15 tras la séptima trompeta (¿y en XIX, 4 después de la caída de Babilonia?).

Straubinger: “Pirot hace notar que, en adelante, “el Trono será colocado, según la tradición de Is. VI, 1, en el interior de un Templo celestial (VII, 15), prototipo del terrestre (Ex. XXV, 40; Heb. VIII, 5) con un altar de los holocaustos (VI, 9), un altar de los perfumes (VIII, 3) y sin dudas un Santo de los santos con su Arca de la Alianza (XI, 19)”. Añade que “esta porción del Templo será sin duda la residencia de la divinidad”.

Allo: “En el v. 8 comenzó la gran liturgia de la corte celeste, en honor de Dios creador y gobernador del mundo. Ὅταν (cuando), que aquí es frecuentativo, y los verbos en futuro, muestran que el autor prevé todos los desarrollos y cánticos que van a seguir; Juan no ha escrito el recitado de esta visión antes de conocer las otras, lo cual es un signo muy neto de la unidad de su plan. El Trisagion de los Animales llama a los tres términos de la bendición del v. 9".

Bartina: "Si tuviera que buscarse alguna diferencia a las palabras del Apocalipsis, se diría que la gloria mira a la esencia divina; el honor al dominio; las gracias a los beneficios con que Dios colma la creación".

Fillion: "Cuando su alabanza era más acentuada, más ferviente (en este sentido hay que entender las palabras cuando dabanvers. 9, puesto que según el v. 8, el trisagio de los cuatro animales simbólicos no tiene interrupción), los veinticuatro Ancianos, daban a su vez un homenaje solemne al Señor".

Fillion: "La locución al que vive por los siglos de los siglos es sinónima de "el que es y el que era y el que viene".


[1] A structuration of Revelation 4, 1-22, 5, en “L`Apocalypse johannique el l`Apocalyptique dans le Nouveau Testament”, pag. 91, nota 35.

sábado, 23 de junio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (IV de IX)


3. PARABOLA Y ALEGORIA

Como la parábola es a la comparación lo que la alegoría a la metáfora, para apreciar la afinidad entre la parábola y la alegoría, hay que estudiarla en las nociones fundamentales de comparación y metáfora.

COMPARACIÓN Y METÁFORA. -

Sean estos dos ejemplos: "Quasi agnus coram tondente se, obmutescet" (Is. LIII, 7); "Ecce Agnus Dei" (Jn. I, 29.36). El primero es una comparación, el segundo una metáfora. La semejanza entre ambos es manifiesta: en uno y otro se relaciona de alguna manera a Cristo con el cordero. Pero, más que la semejanza, interesan las diferencias, que pueden reducirse a cuatro capítulos principales.

Diferencia verbal. -

En la comparación se halla, casi siempre explícitamente, la partícula comparativa como, que en la metáfora ni se halla ni puede hallarse. Aunque meramente extrínseca, esta diferencia es esencial, y sirve de signo distintivo o de criterio que no permite confundir la comparación con la metáfora.

Diferencia semántica. -

En la comparación las palabras se toman en sentido propio, en la metáfora en sentido prestado o trasladado. En el primer ejemplo antes aducido el cordero es un cordero propio y real; en el segundo no hay tal cordero, sino que el que se presenta bajo la imagen de cordero no es otro que Cristo.

Diferencia en la estructura. -

En la comparación el sujeto y el término, distintos entre sí, se yuxtaponen el uno al otro; en la metáfora, borrada la distinción, se compenetran o funden en uno, es decir, suprimido el nombre del sujeto, se expresa éste con el nombre mismo del término. Así en el primer ejemplo (completo) se expresan el sujeto (el Mesías) y el término (cordero); en cambio, en el segundo ejemplo el sujeto (no expresado) se designa con el nombre mismo del término (cordero).

Diferencia psicológica. -

lunes, 18 de junio de 2018

La Iglesia local de Roma, por Mons. Fenton (II de II)


En tiempos más recientes el interés en esta tesis particular se centró en el tema de la manera en que Dios unió el primado al episcopado de la Iglesia local de Roma.

Algunos, como Domingo Palmieri, consideran probable que San Pedro recibió una orden divinamente revelada para establecer su Sede permanentemente en Roma antes que asumió el liderazgo de la Iglesia local de la Ciudad Eterna[1].

Otros, como Reginaldo Schultes, creían que esa orden previa era muy improbable, pero insistía que un mandato divino explícito se le dio probablemente a San Pedro antes de su martirio[2].

Otros, como el cardenal Franzelin y los Obispos Felder y D`Herbigny, opinan que la decisión final de Roma hecha por San Pedro se debió a un movimiento de la gracia o inspiración divina de tal naturaleza de descartar la posibilidad de cualquier transferencia de la Sede primacial desde Roma en cualquier momento posterior[3].

El Cardenal Billot sostenía que Roma retenía su posición dispositione divina (por divina disposición), y que esta tesis, aunque todavía no ha sido definida, sin dudas puede serlo[4].

Es interesante notar que Gerardo Paris escribió que era más probable que el primado sobre la Iglesia universal fue unido al episcopado de Roma iure divino, saltem indirecto (por derecho divino, al menos indirecto)[5]. La posibilidad de ese mandato divino indirecto generalmente no ha sido considerada en la eclesiología escolástica reciente.

Una gran mayoría de teólogos desde el Concilio Vaticano ha sostenido la tesis que, de una u otra manera, el primado está permanentemente unido a la Iglesia local de Roma iure divino (por derecho divino). Dentro de esta mayoría encontramos eclesiologistas tan destacados como el Cardenal Camilo Mazzella, Bonal, Tepe, Crosta, De Groot, Hurter, Dorsch, Manzoni, Bainvel, Tanquerey, Herve, Michelitsch, Van Noort, y Lercher[6].

jueves, 14 de junio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (III de IX)


NOCIÓN ANALÍTICA DE LA PARÁBOLA. -

Antes de ensayar una definición sintética de la parábola conviene analizar sus elementos constitutivos. En la parábola se distinguen fácilmente tres elementos: a) la imagen parabólica; b) la sentencia o verdad significada; c) el contacto (conexión, correspondencia, analogía o proporción) entre la imagen y la sentencia. Estos tres elementos corresponden a los tres respectivos de la comparación: la imagen es el término, la sentencia es el sujeto, el contacto entre ambos es el medio o punto de comparación.

a) Imagen parabólica. - A diferencia del simple término de comparación, la imagen parabólica aparece revestida de estas propiedades: es una narración, más o menos desarrollada, de apariencia histórica; pero no es propiamente histórica (aunque no raras veces tiene fundamento histórico, como la parábola de las Minas), sino fingida o poética[1]; es además verosímil y humana, por cuanto en ella actúan y hablan los hombres, no los animales, como en la fábula.

b) Sentencia significada. - Es una verdad moral: en lo cual conviene hasta cierto punto con la fábula; de la cual, empero, se distingue radicalmente, por cuanto la verdad parabólica es de orden más elevado, es decir, religioso y espiritual, o, más concreto, es el Reino de Dios bajo alguno de sus múltiples y variados aspectos.

c) Contacto entre la imagen y la sentencia. - Es éste el punto más delicado y discutido de la parábola. Comencemos por lo cierto, para precisar mejor el grave problema. Es claro que en la imagen parabólica existe un núcleo primordial (equivalente a la comparación básica latente en la parábola) que se completa con rasgos que le dan la forma de historia. De ahí el problema: ¿todos estos rasgos complementarios son de un mismo género, o bien hay que distinguir unos rasgos propiamente integrantes de otros puramente ornamentales? En otros términos: además del núcleo, que es evidentemente significativo, ¿existen otros elementos en la parábola igualmente significativos, o bien todos, fuera del núcleo, están desprovistos de significación? O bien, ¿el contacto existente entre la imagen y la sentencia se limita a sólo el núcleo o se extiende también a otros elementos?

sábado, 9 de junio de 2018

La Iglesia local de Roma, por Mons. Fenton (I de II)


La Iglesia local de Roma, por Mons. Fenton

Nota del Blog: El siguiente trabajo, una verdadera joya, es obra de nuestro ya conocido Mons. Fenton y fue publicado en The American Ecclesiastical Review, CXII (junio de 1950), pag. 454-464.

El original puede consultarse AQUI.-

***

Según la divina constitución del reino de Nuestro Señor sobre la tierra, la pertenencia a ese reino, la Iglesia militante, normalmente comporta una pertenencia en alguna sociedad local o individual dentro de la Iglesia universal. Estas sociedades individuales dentro de la Iglesia católica son de dos clases: primero están las diversas Iglesias locales, las asociaciones de fieles en las diversas regiones de la tierra y luego están las religiones, asambleas de fieles organizados unice et ex integro (exclusiva y completamente) para la obtención de la perfección de parte de quienes son admitidos a ellas. Según la Constitución Apostólica Provida mater ecclesia,

“La disciplina canónica del estado de perfección, en cuanto estado público, fue tan sabiamente ordenada por la Iglesia que, cuando se trata de Religiones clericales, generalmente las Religiones hacen el oficio de diócesis para todo aquello que se refiere a la vida clerical de los religiosos y la adscripción a la Religión sustituye a la incardinación clerical a una diócesis”[1].

Entre estas sociedades individuales que viven dentro de la Iglesia universal de Dios sobre la tierra, la Iglesia local de Roma ocupa manifiestamente una posición única. Los teólogos de los días antiguos acentuaban estas prerrogativas de la Iglesia Romana con bastante fuerza. Desafortunadamente, de todas formas, en nuestros tiempos los manuales de teología, considerados como grupo, se preocupan casi exclusivamente sobre la naturaleza y características de la Iglesia universal, sin explicar mucho la enseñanza sobre la Iglesia local. De acuerdo con esta tendencia, decidieron enseñar sobre el Santo Padre en relación a la Iglesia dispersa por todo el mundo, y le han dado en comparación poca atención a su función precisamente como cabeza de la Iglesia cristiana en la Ciudad Eterna.

Así, tanto nosotros como aquellos a los cuales Dios nos encargó instruir, podemos tender a olvidar que es precisamente por el hecho que preside sobre esta congregación local particular que el Santo Padre es el sucesor de San Pedro y de esta forma la cabeza visible de toda la Iglesia militante. La comunidad cristiana de Roma era y es la Iglesia de Pedro. La persona que gobierna esa comunidad con poder apostólico en nombre de Cristo es el sucesor de Pedro, y es de esta manera el vicario de Nuestro Señor en el gobierno de la Iglesia universal.

Definitivamente la enseñanza más común entre los teólogos escolásticos es que el oficio de la cabeza visible de la Iglesia militante está inseparablemente unido al puesto del Obispo de Roma y que esta unión absolutamente permanente existe en razón de la constitución divina de la Iglesia. En otras palabras, una gran mayoría de teólogos que han escrito sobre este tema particular, han manifestado la convicción que ninguna voluntad humana, ni siquiera la del Santo Padre, puede hacer del primado de jurisdicción sobre la Iglesia universal la prerrogativa de alguna sede episcopal que no sea la de Roma o separar de alguna otra manera el primado del oficio y las prerrogativas esenciales del Obispo de Roma. Según esta enseñanza ampliamente aceptada, el sucesor de San Pedro, el vicario de Cristo en la tierra, no puede ser otro más que el Obispo que preside sobre la comunidad cristiana local de la Ciudad Eterna.

martes, 5 de junio de 2018

Las parábolas del Evangelio, por J. Bover (II de IX)


2. QUÉ ES PARÁBOLA

Como la base de la parábola es la comparación, hay que comenzar por establecer los elementos constitutivos de ésta.

COMPARACIÓN. -

En la comparación existen tres elementos esenciales: el sujeto, el término y el medio (o punto) de comparación, relacionados entre sí por la partícula como (u otra equivalente). En la comparación "Omnes nos —quasi oves— erravimus" (Is. LIII, 6), el sujeto es "omnes nos", el término “oves”, el medio o punto de comparación "erravimus", relacionados entre sí por la partícula "quasi". El sujeto y el término no ofrecen especial dificultad: baste notar la diferente principalidad de uno y de otro. Desde el punto de vista real y lógico, lo principal es el sujeto, que es de quien se habla y en orden a cuya mejor declaración se echa mano del término; en cambio, desde el punto de vista literario, el término es el elemento diferencial, sin el cual no existiría la comparación, y en este sentido es el principal. Alguna mayor explicación exigen el punto de comparación y la partícula comparativa.

El medio de comparación puede emplearse explícita e implícitamente. Explícitamente, como en la comparación antes aducida, que es el verbo "erravimus". Implícitamente como en ésta: "Omnis caro ut foenum" (I Ped. I, 24), en que no se expresa en qué se parecen la carne y el heno. Cuando se expresa explícitamente, puede hacerse de varias maneras: o con una sola palabra común al sujeto y al término, como "erravimus" en la misma comparación de antes, o con la misma palabra repetida, como en la comparación "Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus" (Sal. XLI, 2); o bien con diferentes palabras como en esta otra: "Quomodo… imber… inebriat terram…: sic… verbum meum… prosperabitur…” (Is. LV, 10-11). Hay que notar que cuando es una misma palabra común al sujeto y al término, unas veces se toma respecto de ambos en sentido propio, como en "Resplenduit facies eius sicut sol" (Mt. XVII, 2); otras, en cambio, propiamente sólo se dice del término, y del sujeto metafóricamente, como en "Justus ut palma florebit" (Sal XCI, 13). En este último caso la comparación se matiza de metáfora, caso que luego estudiaremos más en particular.

La importancia de estos diferentes modos de presentar el medio o punto de comparación está en que éste puede ser uno de dos maneras muy diferentes: o por identidad o por simple proporción, es decir, que puede ser o unívoco o análogo. Es unívoco en comparaciones como ésta: "Resplenduit facies eius sicut sol"; es simplemente análogo en estas otras: "Iustus ut palma florebit”, "Omnes nos quasi oves erravimus".

La partícula comparativa como generalmente se expresa, y es la que caracteriza la comparación. Alguna vez, empero, se omite, como en este ejemplo: "Homo nascitur ad laborem et avis ad volatum" (Job V, 7). Comparaciones parecen también estos dos ejemplos: "Favus mellis composita verba" (Prov. XVI, 24); "Vinum novum amicus novus" (Eccli. IX, 15); aunque en absoluto "favus mellis" y "vinum novum", en vez de términos de comparación, podrían ser términos metafóricos. La diferencia esencial de estas dos interpretaciones la explicaremos más adelante.

El objeto de la partícula como es expresar la conveniencia (unívoca o análoga) del sujeto con el término en el medio de comparación, que es como el punto de contacto entre ambos. Es esencial para la adecuada inteligencia de la comparación el discernir o apreciar la extensión o medida de este contacto. Es ya proverbial que "comparatio non tenet in omnibus". El contacto, por tanto, entre el sujeto y el término es parcial, limitado solamente a un aspecto o propiedad particular. Pero tampoco es necesariamente, por así decir, un punto indivisible: puede ser más o menos extenso: y del aprecio exacto de esta extensión, mayor o menor, depende la recta interpretación de la comparación.

Todas estas propiedades y variedades de la comparación se reflejarán en la parábola y se habrán de tener en cuenta para su recta interpretación.