Sebastián Randle, Castellani
maldito, 1949-1981. Vórtice, Buenos Aires, 2017. Pag. 712. Ver AQUI.
Y
al final salió. Se hizo esperar nomás, pero salió. La (re)conocida editorial Vórtice del infatigable Alejandro Bilyk
ha dado a luz por fin la segunda parte de la biografía de Castellani escrita
por Sebastián Randle.
Casi
15 años han pasado desde la primera parte, la cual generó entre no pocos
lectores un inmenso revuelo por ciertas conclusiones del Autor[1].
Conclusiones sobre las cuales no hablaremos, entre otras cosas porque leímos el
libro allá lejos y hace tiempo cuando todavía éramos junior (o al menos más que ahora) y deberíamos leerlo de nuevo para
poder opinar.
Pero
sí vamos a decir algo, aunque más no sean dos palabras, sobre la segunda parte.
La
edición, como ya nos tiene acostumbrado Vórtice,
es impecable: buena calidad de papel, mejor encuadernación, y a diferencia del
famoso ladrillo verde, este tomo es portable sin mayores problemas. Y como
diría el Autor: Je.
Sobre
el contenido, antes que nada, es forzoso reconocer la elegante prosa del Autor,
en extremo agradable y que hace que el libro se lea sin dificultad de un tirón
(o de cuatro) a pesar de la abultada cantidad de páginas.
Como
se desprende del título, la segunda parte abarca los últimos 33 años de vida
que el Autor va siguiendo uno a uno en forma muy prolija; período en extremo
interesante y el más rico en cuanto a la producción literaria.
La
biografía está muy bien lograda y el autor sabe hacernos apreciar y saborear lo
mejor de Castellani.
Entremos
de a poco en el libro.
Lo
primero que salta a la vista es la profusión de notas (¡más de 1000!) que
denotan, claro está, una riqueza de bibliografía inigualable.
El
libro posee dos ventajas inapreciables. En primer lugar, el acceso a muchos
textos inéditos, en particular a los diarios del Padre (¡una verdadera joya!)
como así también a muchas cartas escritas por Castellani que ayudan a situar las
cosas en su debido contexto y en segundo lugar, todos los testimonios de
primera mano que el Autor pudo reunir a lo largo de los años.
Mientras
leíamos el libro, la pregunta que saltaba constantemente a nuestra mente era
“¿cuándo se terminarán las disputas legales tan estériles como estúpidas y
podrán editar los diarios completos?”. Sí, com-ple-tos,
y nada de excusas (pag. 673).
Otra
idea que se nos vino, y que seguramente no hemos sido los primeros, fue
“¿cuándo van a publicar las cartas?”. Cartas a Gamallo, a Graffigna, e via dicendo.
Hay
que decir que 38 años después de su muerte, Castellani tuvo su Bollery[2] y
parece imposible imaginar que alguien pueda alguna vez superar esta biografía.