miércoles, 31 de julio de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VIII, 2


2. Y vi a los siete ángeles, los que delante de Dios están de pie y se les dieron siete trompetas.

Notas Lingüísticas:

Iglesias: “Les fueron entregadas, se entiende, por Dios (sujeto agente de esa voz pasiva “teológica”); vale lo mismo para el v. siguiente: “se le entregaron”.

Zerwick: "Estar de pie ante" es un hebraísmo que significa a los siervos del rey (Dios) que están ante el trono prontos para todo servicio".


Comentario:

Estos siete ángeles “de la presencia” son los mismos que aparecen en I, 4 (siete espíritus delante del Trono); III, 1 (siete espíritus); IV, 5 (siete antorchas de fuego que arden ante el trono); V, 6 (siete cuernos y siete ojos).

Sobre los 7 Ángeles de la presencia ver Tob. XII, 5. Cfr. también Lc. I, 19 y tal vez Ez. IX, 2.

Straubinger: "En Tob. XII, 15 se habla también de los siete ángeles. El libro de Enoc (XX, 2-8) los nombra así­: Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Saraquiel, Gabriel, Remeiel".

Straubinger: "Las trompetas son señal de juicio (Is. XXVII, 13; Joel II, 1; Mat. XXIV, 31; I Cor. XV, 52; I Tes. IV, 16).

Allo: “Estos ángeles son figuras conocidas, como lo muestra el artículo τοὺς (los) antes de ἑπτὰ (siete). Son los “Ángeles del Rostro” o los “Ángeles de la presencia”.

Wikenhauser: "Al abrirse el séptimo sello el vidente contempla aún otro cuadro: la entrega de las siete trompetas a los siete ángeles que permanecen delante de Dios; la escena constituye la transición a la segunda serie de plagas. Estos ángeles son los siete príncipes de los ángeles o ángeles del trono, que en la Biblia reciben también el nombre de arcángeles, cfr. a propósito Tob. XII, 15: "Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que están en la presencia y tienen acceso a la majestad de Dios" (el códice Vaticano lee: "Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que transportan las oraciones de los fieles y tienen acceso a la gloria del Santo"); Lc. I, 19: "Yo soy Gabriel, que asisto ante Dios". Las palabras "que están de pie ante Dios" indican que se trata de un grupo de ángeles de elevada categoría, que sirven a Dios muy de cerca".

Wikenhauser: "La trompeta, que ya en el Antiguo Testamento aparece en relación con los sucesos escatológicos, también en el Nuevo Testamento anuncia la llegada de los últimos tiempos".

Fillion: “Tubae: σάλπιγγες: trompetas de guerra que debían dar la señal de crisis importantes. Cfr. Joel II, 1; Mt. XXIV, 31; I Cor. XV, 52, etc”.

domingo, 28 de julio de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (IV de X)


6 Ἐγένετο ἄνθρωπος, ἀπεσταλμένος παρὰ θεοῦ, ὄνομα αὐτῷ Ἰωάννης: 7 οὗτος ἦλθεν εἰς μαρτυρίαν, ἵνα μαρτυρήσῃ περὶ τοῦ φωτός, ἵνα πάντες πιστεύσωσιν δι' αὐτοῦ. 8 οὐκ ἦν ἐκεῖνος τὸ φῶς, ἀλλ' ἵνα μαρτυρήσῃ περὶ τοῦ φωτός.

“6 Apareció un hombre, enviado de Dios, que se llamaba Juan. 7 Él vino como testigo, para dar testimonio acerca de la luz, a fin de que todos creyesen por Él. 8 Él no era la luz, sino para dar testimonio acerca de la luz”.

En esa lucha de las tinieblas no queda la luz vencida. Después de un decrecimiento que, así como el menguante de la luna, semeja el preludio de su extinción definitiva, ella reaparece con nueva fuerza y con nuevo esplendor. Φαίνει (luce) dijo el versículo anterior, usando el tiempo presente para mejor designar la persistencia y también la identidad de la luz en el período de iluminación que acaba y en el otro que ahora comienza.

Es ya la neomenia mesiánica. ¡Y cuán naturalmente, y cuán bellamente el evangelista introduce aquí a San Juan como el portador del anuncio, como el testigo de la nueva luz!

En efecto, la neomenia de ordinario no podía celebrarse sin una testificación solemne. El cálculo astronómico no entraba en el ritual judío, sino que la neomenia era fijada cada mes mediante observación. Al aproximarse la fecha presumida, una expectación general, de que tan sólo pueden dar pálida idea algunas costumbres religiosas del Islam que de esa se derivan, dominaba en Jerusalén y en las ciudades y en las villas de Judea y de Galilea y de más allá del Jordán. Las miradas de todos se fijaban en el horizonte y, al punto de aparecer la luna nueva, los caminos de la ciudad santa se llenaban de celosos israelitas para ser los testigos primeros, los testigos oficiales y ganar las albricias de la nueva luz. Un día, refiere el Rosch ha-schana (1, 6, en lo sucesivo sea R. H. la sigla), desde las llanuras de Séphela y de Sarón subían presurosos más de cuarenta pares de testigos, pasaban ya por Lydda cuando allí los detuvo Rabbi Akiba: era día de sábado y faltaban aún cuarenta kilómetros para llegar a Jerusalén; además, ¿a qué cansarse en una competencia inútil y para un testimonio que había de ser tardío? Pero lo supo Rabban Gamaliel y envió quien dijera al atrevido Rabbi, en tono de autoridad y de severa reconvención:

"Si tú detienes así a la gente, sepas que te haces responsable de los tropiezos del porvenir".

jueves, 25 de julio de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VIII, 1


Capítulo VIII

1. Y cuando abrió el sello, el séptimo, se hizo silencio en el cielo como media hora.

Comentario:

Sobre el silencio en otros contextos puede verse Sof. I, 7; Hab. II, 20 y Zac. II, 17.

Straubinger: “Véase la probable explicación de este silencio en la nota a VI, 12 ss. Según ello este silencio sería la continuación del 5º sello y el silencio sería el de los santos que allí clamaban y ahora esperan los acontecimientos que se describen de aquí en adelante. Según otros, el silencio sería simplemente la interrupción de las alabanzas de IV, 8 ss y V, 8 ss, mas no explican el motivo de ella. Pirot reconoce que “aquí esperábamos el desenlace final y solo vemos un final de acto”, y añade que “la apertura del 7º sello permite la introducción de una nueva serie de catástrofes”, cosa que no parece posible según las expresiones de nuestra citada nota a VI, 12 ss. Cfr v. 3 y nota”.

Creemos que el principal error está en ver en VI, 12-17 al sexto Sello. La solución parece mucho más sencilla: cuando el Cordero abre el sexto Sello, San Juan ve los sucesos previos a la Parusía (VI, 12-17), cuya visión termina con la pregunta “¿quién puede estar de pie?”. Esta pregunta es respondida con dos visiones: la primera es el sexto Sello propiamente dicho (VII, 1-8), mientras que la segunda visión responde quiénes van a estar de pie en el cielo cuando suceda la Parusía (así como el sexto Sello indica los que van a estar de pie en la tierra. Cfr. Lc. XXI, 36).

Ahora bien, al abrirse el séptimo Sello, hay en el cielo un silencio de media hora. Este silencio implica que tanto antes como después hubo voces o algún tipo de sonido. Lo que hubo antes son las oraciones de los mártires del quinto Sello pidiendo venganza por su sangre derramada, los cuales callan al abrirse el séptimo Sello, y después del silencio de media hora, suena la primera Trompeta (a menos que el silencio sea interrumpido en realidad por los truenos, voces, etc. del v. 5).

Bover: “El silencio en el cielo como de media hora es silencio de expectativa: es el preludio de las siete trompetas. El último cuadro de la primera película, la de los sellos, es un anuncio de la siguiente. El séptimo sello comprende, por tanto, el ciclo entero de las trompetas. Así lo exige la solemnidad con que se introduce la abertura del libro de los siete sellos, cuyo remate no puede ser un silencio de media hora, en que nada se ve ni oye, si no es el ciclo de las trompetas”.

lunes, 22 de julio de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (III de X)


Estimamos, por lo contrario, que las consideraciones hasta ahora aducidas, aun a primera vista, han de parecer obvias y razonables y que son realmente tales que ya sobrepasan los límites de una noble y objetiva congruencia. Con todo no se adelantan aquí como prueba, sino para que, al surgir la prueba, quede ella desde luego confirmada, y brille de seguida la realidad de la tesis en su punto y en su orden dentro del prólogo y dentro la amplitud de todo el evangelio. La verdadera prueba, empero, ha de estar en la perícope I, 5-9. Intentemos ahora inquirirla mediante una exégesis sencilla y documentada, siquiera tan sólo sea de los elementos literarios del pasaje, sin bajar al fondo teológico que, como todos los comentaristas católicos, admitimos y suponemos.

a) καὶ τὸ φῶς ἐν τῇ σκοτίᾳ φαίνει (y la luz en las tinieblas luce)
b) καὶ ἡ σκοτία αὐτὸ οὐ κατέλαβεν (y las tinieblas no la recibieron) (v. 5)

a) ¿Cuál es esta luz? Seguramente aquí se habla del Verbo de Dios. La grandiosidad de la idea induce a buscar el elemento comparativo, con que se la expresa, fuera de lo vulgar, en los grandes luminares del firmamento; no en el sol que preside el día y no luce en la obscuridad, como requiere el texto, antes bien la disipa enteramente; sino en la luna que tiene para tan sacra comparación el título también sagrado de ser el astro indicador de las solemnidades religiosas; el astro que, presidiendo la noche, da siempre la sensación de luz que brilla en las tinieblas, sobre todo durante los períodos de su crecimiento y de su decrecimiento final (Cfr. Gen. I, 16; Enuma Elis t. V. l. 12-13. ANAL. SAC. TARRAC. I, 214).

b) Esta variedad de fases lunares impresionó la imaginación popular y dió origen a una serie de locuciones que llevan la imagen más o menos expresa de una lucha entre luz y tinieblas, locuciones que se hallan en todas partes, que pertenecen al lenguaje de las apariencias sensibles y que no incluyen en sí ninguno de los varios elementos mitológicos con que en no pocos pueblos antiguos fueron precisándose y viciándose, bajo las influencias de sus falsas concepciones religiosas.

De aquel fondo popular, pero limpio e incontaminado, tomaron los escritores bíblicos bellos rasgos descriptivos. Ejemplos tenemos en este verso del prólogo de San Juan y en uno de los versos finales de la citada estrofa del Eclesiástico sobre la luna (XLIII, 9): pasajes bien paralelos y que por tanto hemos de juntar aquí, para que mutuamente se expliquen y corroboren.

viernes, 19 de julio de 2019

Cristo Maestro y la estabilidad del Dogma Católico, por J. C. Fenton (III de III)


Otra cuestión se plantea en este punto, duda motivada por el espléndido trabajo leído por el P. Walter Burghardt, S.J., en la reunión de la Sociedad teológica Católica de América en Detroit en junio pasado. La pregunta es esta: ¿Puede la ecclesia docens hacer nuevas definiciones o condenas sin mirar hacia los monumentos del pasado? En otras palabras, ¿puede la ecclesia docens, solamente teniendo en cuenta su propia conciencia, examinando el contenido de su propio conocimiento del mensaje revelado y, por lo tanto, sin ninguna referencia al pasado o a los monumentos del pasado, resolver todas las cuestiones sobre la Fe Católica? O, para hacer la pregunta aún de otra manera, en forma más concreta: ¿pudo el Santo Padre haber definido el dogma de la Asunción corporal de Nuestra Señora a los cielos sin referirse a la enseñanza y documentos del pasado con tal que determinara la conciencia o convicciones de la ecclesia docens sobre esta enseñanza?

La respuesta correcta y precisa a estas preguntas, o para ser más exactos, a esta cuestión, está lejos de ser un tema simple. Parecería, de todas formas, que la comprensión de la posición del Santo Padre y de los otros miembros de la ecclesia docens como embajadores de Jesucristo puede ser muy útil para arribar a semejante respuesta.

Como Cabeza de Su Cuerpo Místico, Nuestro Señor empodera, ayuda y en realidad mueve a su ecclesia docens para las declaraciones autoritativas y precisas de Su mensaje divino a Sus discípulos dentro de Su Iglesia. Sus embajadores son comisionados por Él para declarar como verdad divinamente revelada lo que ha sido presentado como tal semper, ubique y ab omnibus (siempre, en todas partes y por todos) por la autoridad magisterial de Su Iglesia. Puesto que son embajadores, y por lo tanto las causas principales de sus declaraciones del mensaje de Dios, están obligados a obrar conforme a los designios de la prudencia humana (o del don de consejo) en el correcto cumplimiento de esta tarea.

Absolutamente hablando, una vez que se ha establecido que una enseñanza particular es propuesta aquí y ahora como dogma de la Iglesia católica ubique et ab omnibus, es completamente cierto que siempre ha sido presentada así en la Iglesia verdadera y católica. Pero, del mismo modo, una vez que se ha establecido que la ecclesia docens ha declarado realmente tal enseñanza como dogma católico en el pasado, es completamente cierto que es enseñado como dogma católico aquí y ahora por todas partes y por todos los miembros de la ecclesia docens. Aun así, la tremenda gravedad de la materia en cuestión parecería hacer moralmente imposible emitir una definición sin recurrir a un examen de la creencia de la Iglesia en el presente, como así también a los monumentos del pasado. Y parecería que los dones carismáticos otorgados por Nuestro Señor a la ecclesia docens para el cumplimiento correcto y apropiado de su divino encargo deben incluir la disponibilidad de recursos por los cuales la enseñanza del pasado en la Iglesia puede ser examinada a fin de ver claramente cómo ha sido presentada en realidad la doctrina en cuestión por parte del magisterium en los tiempos pasados.

martes, 16 de julio de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (II de X)


II

Conveniencia del símil de la neomenia con las ideas del prólogo y de todo el evangelio de San Juan, en sus notas litúrgica y mesiánica. - Prueba exegética de la existencia de este símil en la perícope Jn. I, 5-9: a) el verso 5 y su paralelo de la luz lunar en el Eclesiástico XLIII, 9; b) el testimonio de la luz en los versos 6-8 y el antiguo ceremonial israelita del testimonio de la luz neoménica, reflejado en el Rosch ha-schana, en el Muhtasar y en las costumbres islámicas; c) fuerza descriptiva del verso 9; resumen y valor doctrinal y literario de la perícope, según la explicación propuesta.

***

Para expresar altísimos conceptos teológicos hay en el prólogo de San Juan las conocidas metáforas de luz y de tinieblas, las cuales, a nuestro ver, en el verso 5 se puntualizan y articulan, formando, sin menoscabo del valor dogmático, algo así como una delicadísima alegoría de la neomenia mesiánica, que se extiende sobre los cuatro versos consecutivos, ilumina precisiones del texto evangélico que sin ella quedan obscuras, y afirma más y más la íntima unidad del pasaje, precisamente allí mismo, donde la crítica racionalista intenta ahora introducir sus teorías fragmentistas.

Comencemos por advertir que el símil de una neomenia, lejos de ser algo extraño, es bien acomodado a las ideas del prólogo, a la contextura de todo el evangelio, a la nota litúrgica y a la mesiánica que en él campean.

Por la suavidad de su luz, la eficacia de sus influencias y sobre todo por la ordenada variedad de sus fases despertó siempre la luna vivo interés en el espíritu de los pueblos, según lo prueban las historias y las literaturas. En la vida social y religiosa de los pueblos antiguos ese interés fué sostenido y aún acrecentado por las facilidades que ofrecía la luna para una computación del tiempo. En esto la moderna filología escrutando el viejo fondo de las lenguas antiguas descubre vestigios curiosos e inequívocos de una singularísima preponderancia lunar. Uno mismo, por ejemplo, es el vocablo sumérico "En-zu" para designar "luna" y "señalador de tiempo", idéntica relación incluye la palabra babilónica "Sin" (J. Helm, Der israelitische Sabbath, p. 14, etc.), y también las lenguas de la familia indogermánica, el sanscrito, el zend, el griego, el eslavo, el gótico, el antiguo prúsico… para significar "mes" y "luna" se sirven de la misma raíz (Boisacq. Dict. Étym. de la Langue Grecque, 1923). Es que la luna, con cada una de sus cuatro fases (7 3/8 días) y con el ciclo completo de ellas (29 1/2), fija aproximadamente la semana y el mes, dando los elementos primordiales de aquella computación, casi diríamos, prehistórica, que después vinieron adoptando civilizaciones nobilísimas como casi todas las semíticas del Asia occidental, la griega y la romana.

sábado, 13 de julio de 2019

Cristo Maestro y la estabilidad del Dogma Católico, por J. C. Fenton (II de III)


Con respecto a la expresión o afirmación de las divinas verdades de fe católica por parte de Nuestro Señor, existe una función muy especial a la que alude Pío XII. Como nos recuerda la Mystici Corporis, la revelación pública divina que aceptamos con asentimiento de fe teológica dentro de la Iglesia Católica es en primer lugar un cuerpo de verdades que Jesucristo expresó y describió en forma efectiva a Sus apóstoles y discípulos a través de Su vida pública en la tierra. Además, parte de ese mensaje está contenido en los libros canónicos escritos por los discípulos de Nuestro Señor como instrumentos inspirados por Dios. Así, los libros y la expresión de la verdad que se contiene en ellos, deben ser atribuidos a Dios como causa principal, y a la sagrada humanidad de Jesucristo como causa instrumental unida a la divinidad. Según la doctrina de la Mystici Corporis, pues, Nuestro Señor actúa como Maestro dentro de Su Iglesia en el sentido de que es verdaderamente el Autor de los libros inspirados que contienen parte del mensaje divinamente revelado sobre el cual se ocupa primera y esencialmente el magisterium de Su Iglesia.

Incluso restringiéndonos a la consideración de la influencia de Nuestro Señor como causa o Autor de los libros inspirados por los cuales los fieles son adoctrinados con respecto a la salvación eterna y sobrenatural, Su función es algo muy diferente de otros autores meramente humanos que han trabajado dentro del reino de Dios en los días antiguos. Santo Tomás, para dar un ejemplo muy ilustre, escribió muchos libros que sirven para la instrucción de los fieles dentro de la sociedad de los discípulos de Nuestro Señor. Sin embargo, sería imposible decir que Santo Tomás obra ahora como maestro, en sentido propio y estricto, dentro de la Iglesia. Su influencia es virtual, emana del poder que ejerció cuando enseñó realmente durante su vida sobre la tierra.

Nuestro Señor, por otra parte, vive ahora, precisamente como Maestro, dentro de Su Iglesia. Los libros de los que es Autor son expuestos y explicados por hombres a los que ha comisionado, por hombres que obran y enseñan en virtud del poder que les comunica aquí y ahora. Así, la obra de expresar y llevar la verdad a los discípulos dentro de la Iglesia, la función que es preeminentemente la tarea del maestro, es algo que está llevando a cabo de hecho dentro de la Iglesia en cada momento, y que le da, desde este punto de vista, el título de Maestro de la Iglesia en sentido estricto y propio.

Pero, aunque esto sea verdad con relación a la parte de la divina revelación cristiana que se contiene en los libros inspirados, sobre todo los del Nuevo Testamento, bien nos podemos preguntar sobre la función doctrinal de Nuestro Señor dentro de la Iglesia con referencia al mensaje público revelado como un todo, o incluso con relación a esa parte que no está contenida en los Libros Sagrados. La encíclica Mystici Corporis contiene una instrucción precisa también sobre este punto. En este documento, el Santo Padre señala el hecho que Nuestro Señor mismo enriquece la ecclesia docens y particularmente al Obispo de Roma con los dones de sabiduría, ciencia y conocimiento,

miércoles, 10 de julio de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (I de X)


La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio

Nota del Blog: Interesantísimo estudio del P. Bartomeu Pascual, un exégeta catalán perfectamente desconocido por nosotros hasta que leímos dos pequeños trabajos suyos, uno de los cuales es el que presentamos en esta oportunidad.


El texto se puede leer en Analecta Sacra Tarraconensia, vol. III (1927), pag. 33-66.


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NOTAS PARA UN COMENTARIO DE SAN JUAN I, 5-9,
por el Doctor BARTOMEU PASCUAL.

I

Observación previa sobre el espíritu litúrgico de San Juan, revelado en sus principales obras y en un texto de Polícrates. - Valor literal e histórico de ese texto. - Su importancia para la crítica bíblica.


***

Comenzando un estudio acerca del cuarto evangelio, publicado en ANALECTA SACRA TARRACONENSIA (vol. 2, pp. 407-426), escribíamos lo que sigue:

"El evangelio de San Juan es el de las festividades de Jerusalén y tiene un manifiesto carácter litúrgico que se prolonga sobre su otra grande obra del Apocalipsis".

Eso repetimos hoy, si cabe, con mayor encarecimiento, al empezar esta nueva investigación sobre el prólogo de aquel evangelio. Y, si no seguimos transcribiendo ni completando aquí las citas escriturarias con que entonces lo confirmábamos, es porque preferimos esta vez llamar ante todo la atención sobre la historicidad de un pasaje extrabíblico que por otra vía ilustra el mismo concepto; esto es, sobre el conocido texto de Polícrates o, mejor dicho, sobre una sola y rapidísima frase que en él se contiene, pertinente a nuestro propósito.

Las palabras son breves y por eso más interesantes. Gratior haustus e rivulo est, dijo San Ambrosio con fina psicología; y, en verdad, con singular placer las recogemos para nota introductoria del presente trabajo.

Eusebio de Cesarea, en su Historia Eclesiástica (5, 24, 1-8), al tratar la cuestión de los cuartodecimanos, pone un largo fragmento de la epístola vehementísima que Polícrates, Obispo de Éfeso y presidente de la asamblea de los obispos de Asia, dirigió, por los años 190, al Papa Víctor manifestándole la práctica allí vigente y su unánime sentir en favor de la coincidencia de la Pascua cristiana con la judía, afirmándolo como intangible tradición recibida de apóstoles y de varones apostólicos, cuyas tumbas y cuyos recuerdos religiosamente se guardaban en aquellas iglesias. Entre esos pone al apóstol San Juan, "que llevó la lámina de oro".

domingo, 7 de julio de 2019

Cristo Maestro y la estabilidad del Dogma Católico, por J. C. Fenton (I de III)


Nota del Blog: El presente trabajo fue publicado en The American Ecclesiastical Review, 125 (1951) pag. 208-219.

El texto original puede verse AQUI


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Existe actualmente un considerable interés en promover la causa de una fiesta litúrgica especial de Cristo Maestro. Por lo tanto, será muy ventajoso estudiar la misión doctrinal de Nuestro Señor, especialmente como es ejercida en Su Iglesia del Nuevo Testamento. Es obvio, por supuesto, que, durante el transcurso de Su vida pública aquí en la tierra, las actividades de Nuestro Señor dentro de la comunidad de Sus discípulos incluían la obra de enseñanza, y que su enseñanza entonces lo era en el sentido más estricto del término. No es menos obvio que, desde el tiempo de Su gloriosa Ascensión a los cielos, Nuestro Señor, como Cabeza del Cuerpo Místico que es Su Iglesia, ha iluminado esta sociedad. Iluminó la Iglesia como parte del oficio por el cual el Espíritu Santo, que habita en la Iglesia como la Fuente de su unidad y vida, realizó una función que ha hecho que el magisterium católico hable de Él como el Alma de la Iglesia Católica.

Dos cuestiones sobre la actividad doctrinal de Nuestro Señor en Su Iglesia son de especial interés e importancia hoy en día. Primero ¿esa actividad doctrinal en la Iglesia debe ser clasificada como enseñanza en sentido estricto de forma que Nuestro Señor es propiamente el Maestro o Magister de los fieles que viven aquí y ahora en Su Reino sobre la tierra? Segundo, ¿de qué forma esta actividad doctrinal de Nuestro Señor en Su Iglesia sirve para explicar la inherente estabilidad del dogma católico?

La encíclica Mystici Corporis del Santo Padre contiene un excelente resumen sobre la doctrina Católica de la función de Nuestro Señor como Iluminador de Su Iglesia. Esta enseñanza se encuentra en la parte de la encíclica que trata sobre la obra de Nuestro Señor como Cabeza de su Cuerpo Místico. El documento explica que, como Cabeza del Cuerpo Místico, Nuestro Señor posee una superioridad en cuanto a la excelencia sobre todos los miembros, y que ejerce su jefatura por medio de su gobierno sobre la Iglesia a través de Su conformidad con Sus miembros, en razón de la plenitud de vida sobrenatural que existe dentro de Él, y finalmente en razón del influjo de vida que comunica al Cuerpo y a sus miembros. Por medio de este influjo, Nuestro Señor ilumina y santifica a la Iglesia y a sus miembros. Este es el texto pertinente de la encíclica:

“Porque así como los nervios se difunden desde la cabeza a todos nuestros miembros, dándoles la facultad de sentir y de moverse, así nuestro Salvador derrama en su Iglesia su poder y eficacia, para que con ella los fieles conozcan más claramente y más ávidamente deseen las cosas divinas. De Él se deriva al Cuerpo de la Iglesia toda la luz con que los creyentes son iluminados por Dios, y toda la gracia con que se hacen santos, como Él es santo”.

Cristo ilumina a toda Su Iglesia, como resulta evidente de casi innumerables pasajes de la Sagrada Escritura y de los Santos Padres.

jueves, 4 de julio de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VII, 17


17. Porque el Cordero, el (que está) en medio del trono los apacentará y los guiará a fuentes de aguas vivas y borrará Dios toda lágrima de sus ojos.

Citas Bíblicas:

Análogas promesas vemos a los viadores durante el Milenio:

Is. XXV, 6-8: “Yahvé de los Ejércitos dará a todas las naciones en este monte un banquete de pingües manjares, un festín de vinos generosos, de manjares grasos y enjundiosos, de vinos puros y refinados. Y Él destruirá en este monte el velo que cubría todos los pueblos, la cobertura tendida sobre todas las naciones. Destruirá la muerte para siempre. Enjugará Yahvé el Señor las lágrimas de todos sus rostros, y de toda la tierra quitará el oprobio de su pueblo. Pues Yahvé ha hablado.

Apoc. XXI, 3-4:Y oí una gran voz desde el trono que decía: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres y Él fijará su tabernáculo con ellos y ellos serán sus pueblos y Él mismo será “El Dios con ellos”. Y enjugará toda lágrima de sus ojos; y la muerte no existirá más; ni lamentación, ni grito, ni dolor existirá más, porque las cosas primeras pasaron”.

Sobre las fuentes de las aguas de la vida:

Apoc. XXI, 6: “Y díjome: “Se han cumplido. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida".

Apoc. XXII, 1.17: “Y me mostró un río de agua de vida, claro como cristal, que sale del trono de Dios y del Cordero (…) Y el Espíritu y la Novia dicen “Ven”, y el que oye, diga “Ven” y el que tenga sed, venga, el que quiera, reciba agua de vida gratis".

Cfr. por supuesto todo el pasaje del diálogo entre Jesús y la samaritana en Jn. IV.


Comentario:

Notar:

Hambre = pastoreará.

Sed = fuentes de aguas de vida.

Caerá sobre ellos el sol ni ardor alguno = ¿enjugará Dios toda lágrima de sus ojos?


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¿Las cuatro bienaventuranzas de Lc VI, 20 ss?

1) Bienaventurados los pobres, porque es vuestro el reino de Dios = ¿Ardor del sol?

2) Bienaventurados los hambrientos porque os hartaréis = hambre y sed.

3) Bienaventurados los que lloráis porque reiréis = enjugará toda lágrima de sus ojos.

4) Bienaventurados cuando los hombres os odiaren, os excluyeren, os insultaren y prescribieren vuestro nombre, como pernicioso, por causa del Hijo del hombre = ¿Martirio?

Parecería que estas aguas de la vida son comunes a los Santos de la primera resurrección como a los viadores durante el Milenio.

Se dice que Dios enjugará sus lágrimas acaso para señalar que estos mártires tendrán aquel don del cual los santos decían que era un signo de predestinación.