domingo, 31 de enero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (II de V)

II

"EN NOMBRE DE SU APARICION Y DE SU REINO"

II Tim. IV, 1

Lo que yo narro aquí lentamente, se precipitó en mi espíritu con una violencia, una rapidez sorprendente. Aquellos que han conocido horas de luz intensa, saben que bastan algunos instantes para el trabajo divino. Un minuto, bajo el rayo transformador, es más poderoso en resultados que años de estudio intelectual.

Entonces, numerosos textos de Escrituras se presentaron en mi memoria en apoyo del primero:

Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor”. (I Tes. IV, 17).

Y el Evangelio de San Lucas, el de la misa de esa misma mañana:

¡Bienaventurados esos servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando! En verdad, os lo digo, el se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. Y si llega a la segunda vela, o a la tercera, y así los hallare, ¡felices de ellos!(Lc. XII, 37-38).

¡No había aplicado estas palabras, pensaba yo, más que al día de mi muerte! ¡Pero esto es un error evidente, esto es falsear su verdadero sentido! Esta interpretación es el fruto de un individualismo un poco culpable, ¡como si no hubiera nada interesante fuera de nuestra "pequeña persona"! Sentía una impresión de disgusto profundo por este egoísmo espiritual que lo desmenuza todo, lo reduce todo, lo limita todo, lo refiere todo al odioso yo y deja a Dios en la penumbra.

Entonces me apareció con nuevos trazos luminosos la grandeza de la segunda venida de Jesús: el único acontecimiento futuro que merece retener la plenitud de nuestra atención.

Comprendí que si la expectación del Mesías había dominado la existencia humana, desde el Edén hasta Belén, la esperanza de su vuelta domina al mundo cristiano desde la Ascensión sobre el Monte de los Olivos, hasta su aparición gloriosa, que se hará "de la misma manera" que su partida (Hech. I, 11).

¡Esperanza de su vuelta! ¡Expectación de su venida! ¡Pero eso es evidentemente lo que el apóstol Pablo tiene en vista cuando habla de aguardar el cumplimiento de "la bienaventuranza!" (Tit. II, 13).

Por primera vez sentía que la "pequeña esperanza" de Péguy, debía transformarse, llegar a ser una poderosa palanca que nos levante "hasta lo que está detrás del velo; donde, como precursor, Jesús entró" (Hebr. VI, 19-20) y de donde volverá a nosotros.

Nuestra, "viva esperanza" (I Ped. I, 3) son estas palabras:

¡VOLVERÁ! ¡REINARÁ!

miércoles, 27 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (X de X)

Conclusión.

A través de este pequeño estudio hemos procurado conocer con mayor detalle algo más sobre esa misteriosa y no menos famosa Mujer del capítulo XII del Apocalipsis. Hemos intentado seguirla a través de su recorrido, primero desde Jerusalén hacia Babilonia, luego en su huída hacia Petra, al sur de Jordania, pasando antes por el Monte Nebo y al final, tras los tres años y medio de protección divina, la hemos visto hacer su entrada triunfal en la ciudad Santa junto a Nuestro Señor.

Por último, hemos indagado las razones que la llevaron a Babilonia como así también hemos visto su angustia expresada en muchos Salmos al verse perseguida por sus enemigos, pero también hemos sido testigos de la poderosa protección de Dios en favor de su muy amada.

Ya para terminar, actualicemos un poco la tipología bíblica.

Salida de Egipto:

1.- Egipto – Persecución Interna – Signación (Dinteles de las casas) – Castigo (muerte de los primogénitos) –  Salida – Columna de nube y de fuego - Dos Alas - Persecución Externa (Faraón envía ejércitos) – Destrucción de los ejércitos enemigos (el mar se abre y se cierra) – Cántico de los salvados[1] - Desierto – Penitencia[2] - Entrada en la tierra Prometida.

Capítulo XII del Apocalipsis:

2.- Babilonia – Persecución Interna – Signación (sexto Sello) – Castigo (Primeras cinco Trompetas) – Salida – Columna de nube y de fuego[3] - Dos Alas - Persecución Externa (Satanás envía ejércitos) – Destrucción de los ejércitos enemigos (la tierra se abre y se cierra) – Cántico de los salvados - Desierto – Penitencia - Entrada en la Tierra Prometida.


Es curioso notar cómo Israel, pueblo de dura cerviz, recién se doblega ante Dios a la segunda oportunidad, como el primero de los hijos de la parábola de Mt. XXI, 28-32.

Por ejemplo, Abrahám, antes de trasladarse a Canaán por mandato divino, se detiene en Harán (Hech. VII, 2-4) y Dios tiene que decirle por segunda vez que se traslade a la tierra prometida.

Los hermanos de José recién lo reconocen la segunda vez (Gen. XLII-XLV, citado por San Esteban en Hech. VII, 12-13. Ver la nota de Straubinger).

Israel recién entrará convertido a la Tierra prometida, la segunda vez[4], etc. etc.

Seguramente se podrán encontrar muchos ejemplos más, pero todos se resumen en esta gran verdad:

Israel no aceptó al Mesías en la Primera Venida y lo hará recién en la Segunda.

Para lo cual será preciso que Dios la saque de nuevo de la Tierra Santa, la lleve al desierto, le hable al corazón y la prepare para entrar de nuevo triunfalmente en la Tierra Prometida, según lo vemos profetizado en uno de los versos más hermosos de los Salmos (CXXV, 5-6):

“Los que siembran con lágrimas
Segarán con júbilo.
Yendo, iban llorosos,
Llevando la semilla para la siembra;
Volviendo, vendrán con exultación,
trayendo sus gavillas”.




[1] Aquí tenemos una nueva similitud con la huída a Egipto (Ex. XV), y según Lacunza (Tercera Parte, cap. VIII) se trata de El Cantar de los Cantares. Cfr. Sal. XXXII, 3; XXXIX, 4; XLI, 9; XCV, 1; XCVII, 1; CXLIII, 9; CXLIX, 1; Is. XXXV, 10; XLII, 10-11; Ver también Apoc. V, 9; XIV, 3 y XV, 3.

[2] Lo que debía haber sido una purificación o prueba terminó siendo un castigo. La rebelión de los judíos impidió que la entrada en la tierra de promisión diera lugar “al descanso sabático para el pueblo de Dios” (Heb. IV, 9) y desde entonces todo lo que le sucedió a Israel fue una figura de lo que realmente hubiera ocurrido si hubieran sido fieles.

[3] La columna de nube y fuego que protegía a Israel en su travesía por el desierto (cfr. Ex. XIII, 20; Sal. LXXVII, 14; CIV, 39; Sab. X, 17; XIX, 7; I Cor. X, 1) parece que se repetirá en los tiempos de que venimos hablando como leemos en el Sal. CXX, 5-6:

Es Yahvé quien te custodia;
Yahvé es tu umbráculo
y se mantiene a tu derecha.
De día no te dañará el sol,
ni de noche la luna.

Y el v. 8 termina el Salmo diciendo:

Yahvé custodiará tu salida y tu llegada,
ahora y para siempre.

Lo cual se aplica sin problemas a la salida de Babilonia y llegada a Petra de que venimos hablando.

[4] Lo que debió haberse cumplido la primera vez tras la salida de Egipto, debe cumplirse alguna vez, pues ese es el plan de Dios, y de ahí que haya tantas similitudes entre la huída de Egipto y la de Babilonia.

domingo, 24 de enero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (I de V)

AL LECTOR

No abras este libro si no estás resuelto
a proseguir su lectura con orden y método,
con oración y humildad de espíritu, con
atención hasta el fin.


INTRODUCCION

El mismo Dios de la paz os santifique plenamente;
y vuestro espíritu, vuestra alma y vuestro cuerpo
sean conservados sin mancha para la Parusía
de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es El que os llama,
y Él también lo hará. (I Tes. V, 23-24).


I

A TODOS LOS QUE HAYAN AMADO SU VENIDA

(II Tim. IV, 8).

La mañana de San Silvestre de 1932, último día del año, leía atentamente la Epístola y el Evangelio que el Misal Romano nos propone para esta fiesta. De repente, una viva luz iluminó aquellos textos. Mis ojos se detuvieron sobre el fin de la epístola: "A todos los que hayan amado su venida", y no podían despegarse de ahí: "A todos aquellos que hayan amado su venida". ¡Su venida! ... ¡Su venida!, repetía lentamente dentro de mí, mientras mi corazón latía y el pensamiento del apóstol Pablo tomaba más y más precisión y fuerza dentro de mi espíritu... "A todos aquellos que hayan amado su venida".

¡Cómo, exclamaba yo, en el silencio de mi corazón, "... esta corona de justicia" que yo deseo tan ardientemente cada vez que leo la Epístola, será dada a aquéllos que habrán amado la venida de Jesús![1]

Pero ¿amo yo la venida de Cristo? No, ni siquiera pienso en ella. Vagamente creo que vendrá al fin del mundo, pero no estaré ahí. Pienso a menudo en mi muerte, y este pensamiento me causa gozo, pues espero de la misericordia divina la gloria del cielo; pero yo no me intereso por la Vuelta maravillosa de Jesucristo, que puede producirse mañana, en una hora: "Esperad de hora en hora su Aparición", decía Clemente de Alejandría. ¡En cuanto a amarla!... Los tiempos misteriosos de "el día del Señor" son, para mí, visiones espantosas; estrellas que caen del cielo, sol que se vela, diversos cataclismos al estruendo destructor de los jinetes del Apocalipsis y trompetas que resuenan. La venida gloriosa de Cristo Jesús con sus santos, me parece no tener más que un interés secundario; evidentemente no la "amo". Constato que el apóstol Pablo refiere la suprema recompensa, es decir, "la corona de justicia" a la guarda de la fe y al amor ardiente de la venida de Cristo, cuando venga a glorificar su Iglesia y sus Santos.

No había jamás establecido este paralelo, tampoco había notado la orden de San Pablo a Timoteo:

"Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, el cual juzgará a vivos y a muertos, tanto en su APARICIÓN como en su REINO: predica la Palabra…" (II Tim. IV, 1-2a). Pablo refiere la predicación apostólica a esta vuelta de Cristo. Aún más, ¡es a causa de ella que se debe predicar!

Esto es, pues, un hecho capital, un suceso central, la llave de bóveda de todo el edificio cristiano. Es preciso esperar la aparición de Cristo y su Reino.

¡El volverá! ¡El reinará!




[1] "He peleado el buen combate, he terminado la carrera, he guardado la fe. En adelante me está reservada la corona de la justicia, que me dará el Señor, el Juez justo, en aquel día, y no sólo a mí sino a todos los que hayan amado su venida" (II Tim. IV, 7-8).

jueves, 21 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (IX de X)

Por su parte, si hemos de tomar la otra traducción, entonces dominador es un sustantivo y alguien distinto del Cordero. Ésta traducción explicaría algunas cosas:

a) En primer lugar el pasaje de Isaías LXIII, 1-6:

¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra con vestidos teñidos (de sangre)? ¡Tan gallardo en su vestir, camina majestuosamente en la grandeza de su poder! “Soy Yo el que habla con justicia, el poderoso para salvar.” “¿Por qué está rojo tu vestido y tus ropas como las de lagarero?" “He pisado yo solo el lagar, sin que nadie de los pueblos me ayudase: los he pisado en mi ira, y los he hollado en mi furor; su sangre salpicó mis ropas, manchando todas mis vestiduras. Porque había fijado en mi corazón el día de la venganza, y el año de mis redimidos había llegado. Miré, mas no había quien me auxiliase, me asombré, pero nadie vino a sostenerme. Me salvó mi propio brazo, y me sostuvo mi furor. Pisoteé a los pueblos en mi ira, y los embriagué con mi furor, derramando por tierra su sangre.”

Hay mucho por decir aquí pero retengamos nada más que el Mesías va desde Bosra, pero ¿a dónde? La respuesta está en el cap. XIX del Apocalipsis, vv. 11-16:

Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea. Y sus ojos, llama de fuego y sobre su cabeza, diademas muchas; teniendo un nombre escrito que nadie sabe sino Él mismo. Y vestido con un vestido teñidos en sangre, y se llama su Nombre “la Palabra de Dios”.  Y los ejércitos, los (que están) en el cielo, le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino blanco, puro. Y de su boca sale una espada aguda, para con ella herir a las naciones. Y Él las destruirá con cetro de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso. Y tiene sobre el vestido y sobre su muslo un nombre escrito: Rey de reyes y Señor de Señores.

b) El “dominador” contra el cual lucha Nuestro Señor no sería otro más que el Anticristo; de hecho ese es uno de los tantos nombres que recibe en las Escrituras[1], como vemos en Is. XIV, 3-6:

El día que Yahvé te dé descanso de tus penas y de tu angustia y de la dura servidumbre a la cual estuviste sujeto, cantarás este canto sobre el rey de Babilonia, y dirás: “¡Cómo se acabó el opresor! ¡Cómo terminó la opresión! Yahvé ha hecho pedazos la vara de los impíos, el cetro del dominador, el cual azotaba a los pueblos con furor, hiriéndolos sin cesar, y en su saña tiranizaba a las naciones persiguiéndolas sin piedad[2].

lunes, 18 de enero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Prólogo

PROLOGO

Cuando las calamidades provenientes de la naturaleza o de los hombres caían sobre los países, cuando crisis graves, económicas o políticas afligían a los pueblos, los cristianos de antaño pensaban a menudo que esas tribulaciones eran señales precursoras de la segunda Venida de Cristo.

Y nosotros, en una época de ciencia y racionalismo, ¿podemos asistir a las revoluciones que conmueven el mundo — sobre todo estos últimos veinte años — sin hacernos aún esta pregunta: “¿No serán éstas señales del fin de los tiempos?”?

No queremos demostrarnos "simples", creyendo en lo invisible y en el cumplimiento de profecías, o anti científicos, suponiendo que el "Fin del Mundo" puede estar cercano.
Debemos explicarnos. Si nuestro estudio bíblico se propone recordar a los cristianos la infalible y gran promesa de la Vuelta del Señor, si quiere mostrarles que esta Vuelta será la manifestación de la gloria de la Iglesia — Esposa de Cristo — y de todos los hijos de Dios, en ningún caso significa que la Parusía[1] sea sinónimo de "Fin del Mundo".

La idea de unir la Vuelta de Cristo a una conflagración cósmica, como si el primer acontecimiento debiera ser seguido inmediatamente por el otro, procede de una mala interpretación del texto original griego. Las palabras "sunteleia tou aiónos" (Mt. XIII, 39; XXIV, 3; XXVIII, 20) debieran ser traducidas por "El Fin" o "El Término" de la "Edad Presente", o aún por "Terminación" o "La Consumación del Siglo". Enseñan el fin de la edad presente, de la generación que "no pasará antes que todas estas cosas acontezcan" (Mt. XXIV, 34).

Cristo, en su Advenimiento, resucitará y transformará lo suyo; estaremos en condiciones muy distintas a las de nuestra vida presente. Pero no se ha dicho — fuera de algunos cataclismos y señales en el sol, la luna y las estrellas — que debamos esperar entonces la destrucción del mundo visible. Por el contrario, el Apóstol Juan, en el Apocalipsis describe "Los nuevos cielos y la nueva tierra" después del "siglo venidero", solamente en la aurora del reino final "en los siglos de los siglos"[2].

Si se objetara que decimos en el Credo: "Vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos", contestaríamos: ¿No decimos también: "Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato"?
Sin embargo, no deducimos de este acercamiento que Jesús nació y murió el mismo día. ¿No acaecerá lo mismo con su segunda venida y el juicio general?

Su aparición gloriosa será el primer hecho de un ciclo de acontecimientos detallados en el Apocalipsis (Cap. I y XIX-XXII), como su Nacimiento fué el primer hecho del ciclo de acontecimientos de su vida terrestre, detallados en los Evangelios.
Aceptamos el desarrollo histórico de todos los acontecimientos de la primera Venida de Cristo, en carne, pero generalmente reducimos al solo juicio general los de la Segunda Venida, en gloria.

¿Por qué?

Porque estos hechos futuros son aún profecías no realizadas en la historia; están "tras el velo" de lo invisible y del misterio.
Sin embargo, nuestro espíritu humano, si no está regenerado del pecado original, rechaza todo lo que no ve, no controla, no palpa. "Encubres estas cosas a los sabios y a los prudentes, y las revelas a los pequeños" (Mt. XI, 25).

viernes, 15 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (VIII de X)

A esta altura ya debería estar claro el lugar preciso en el cual estará la Mujer, pero pareciera que Dios ha querido acumular testimonio sobre testimonio para que nos cuidemos bien de no alegorizar todos estos pasajes; y como si nada de esto fuera suficiente, parece habernos indicado hasta el nombre mismo del desierto, para lo cual tendremos que volver, como lo habíamos prometido más arriba, a Isaías XVI y repasar la traducción del versículo 1.

Antes que nada debemos notar que caben dos versiones posibles y que la interpretación variará, en lo accidental, según la que se adopte.

La primera dice:

Envía el Cordero dominador de la tierra, desde Petra por medio del desierto al monte de la hija de Sión.

Ya San Jerónimo había reconocido que el hebreo admite otra variante:

Envía el Cordero al dominador de la tierra, desde Petra por medio del desierto al monte de la hija de Sión.

Antes de entrar en el análisis de ambas traducciones notemos lo más importante para nuestro ensayo y es el cambio radical con respecto a la traducción de Lacunza.

Aquí tenemos, después de mucho andar, el lugar preciso donde habitará la Mujer los tres años y medio del reinado del Anticristo.

 
Monte Nebo - Petra


martes, 12 de enero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Carta Prólogo

El que ha de Volver

Estudios Bíblicos sobre la Segunda Venida de Cristo.

Magdalena Chasles

Nota del Blog: Damos comienzo a la publicación de un interesante estudio sobre la segunda Venida de Nuestro Señor. La autora posee un muy buen manejo de las Escrituras unido a una sólida piedad. Las “meditaciones”, si así nos es lícito llamar a cada capítulo, brillan más que nada por su sencillez y claridad.
De más está decir que no siempre coincidimos con la exégesis de la autora, y esto lo decimos de una vez para siempre, ya que sería extremadamente tedioso para el lector que marcáramos nuestras diferencias a cada paso. Solamente en algún que otro momento nos permitiremos señalar algunas cosas.

Traducido especialmente para la "Colección "Vita Nova" con permiso especial de la autora  y seguido de "La Venida del Señor en la Liturgia", por J. Pinsk[1], Doctor en teología.

"A nombre de su aparición y de su Reino"

(II Tim. IV, 1)


CARTA PROLOGO[2]

Estimada señora:

He leído su libro. Lo he leído con el mayor interés. "Nova et vetera", es una tesis nueva, sobre un tema muy antiguo. Ud. nos refiere con mucha claridad, cómo esta cuestión fué considerada importantísima en la primitiva cristiandad, y cómo los cristianos, no viendo llegar la segunda venida del Señor, concluyeron por no pensar más en ella, como tampoco piensan en el fin del Mundo.

Pero la Iglesia no olvida, y dos veces por lo menos durante el año litúrgico nos hace una solemne advertencia: una vez en el Domingo 24° y último después de Pentecostés, y una vez en el Evangelio del 1° Domingo de Adviento. Y la prosa incomparable del "Dies irae", que fué compuesta, no para el oficio de difuntos, donde se encuentra actualmente, sino para el primer Domingo de Adviento, insiste sobre el fin de todas las cosas, sobre esa vuelta del Señor y el juicio último y definitivo. El oficio de difuntos de hoy día está por lo demás penetrado del pensamiento del fin de los tiempos, porque para el difunto la muerte es el fin de todo lo que ha visto, conocido y amado sobre la tierra.

sábado, 9 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (VII de X)

A primera vista parecería que ni el Apocalipsis ni el resto del Nuevo Testamento pueden prestarnos más ayuda, así que todos nuestros ojos deberán voltear hacia el Antiguo Testamento.

Descendamos de lo general a lo particular.

Isaías es el primero en decirnos que la Mujer estará escondida:

Is. XXVI, 20-21[1]:

Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tus puertas tras de ti[2]; escóndete por un breve instante hasta que pase la ira. Pues he aquí que Yahvé sale de su morada para castigar la iniquidad de los habitantes de la tierra.


Más en concreto, encontramos profecías que coinciden con el Apocalipsis al señalarnos el desierto:

El Sal. LIV, 7-8, citado más arriba, dice:

“Y exclamo: ¡Oh si tuviera yo alas como la paloma para volar en busca de reposo!” Me iría bien lejos a morar en el desierto…”.

En el Sal. LXII (vv. 1-2.8-12) encontramos a David, como tipo de la Mujer[3]:

miércoles, 6 de enero de 2016

Algunas Notas a Apocalipsis III, 11-12

11. Vengo pronto; mantén firme lo que tienes para que nadie tome tu corona.

Comentario

Sobre la corona, ver la misma promesa a Esmirna en II, 10.

Jesucristo viene pronto, es decir dentro de muy poco tiempo, ya que la sexta y séptima Iglesias suman, juntas, siete años.

Straubinger: “Para que nadie te arrebate la corona”. La idea es de un robo, es decir, de perder el premio prometido y no que otro tomará su premio en su lugar.

Castellani: "Mantén lo que tienes, otra vez la consigna del tradicionalismo, de la Iglesia anterior".


12. Al que venciere lo haré columna en el templo de mi Dios y no saldrá más y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo desde mi Dios y el nombre mío, el nuevo. 13. El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Comentario

Sobre la Jerusalén nueva cfr. Apoc. XXI-XXII; Gal. IV, 26 y Heb. XII, 22.

Sobre el nombre nuevo cfr. Apoc. II, 17; XIV, 1; XIX, 12-13; Is. LVI, 5; LXII, 2; LXV, 15.

Sobre el nombre, cfr. Apoc. VII, 3; XIV, 1 y XXII, 4.

Sobre el nombre de la Jerusalén Terrena cfr. Ez. XLVIII, 35.

domingo, 3 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (VI de X)

Tratemos de avanzar un poco más, para lo cual, volvamos a Lacunza, pero esta vez tendremos que ir al Fenómeno IX, El Tabernáculo de David.

Citamos, una vez más, in extenso[1]:

El capítulo XVI de Isaías empieza con esta misteriosa oración: Envía, Señor, el Cordero dominador de la tierra, de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión[2]. Estas palabras, y todas las que siguen hasta el versículo 6, no hay duda que son oscurísimas, no solamente consideradas en sí mismas, sino aun consideradas con todo su contexto, que es el que suele abrir el verdadero sentido, y aclarar las cosas más oscuras. Ni se conoce por ellas solas, con ideas claras, de qué misterio se habla, ni de qué tiempos, ni a qué propósito se dicen. La explicación que hallo en los intérpretes, confieso simplemente que no me satisface[3] (…)

Yo propongo aquí otra inteligencia de este lugar de Isaías (…)

Primeramente, convengo con todos, y me parece claro e innegable, que el profeta, al empezar el capítulo XVI, hace una especie de paréntesis o breve digresión, en que extiende por un momento su vista hacia otros tiempos muy futuros, y hacia otros sucesos muy diversos y mucho mayores que aquellos de que va hablando. Esto es frecuentísimo en Isaías, y se puede con verdad decir que es de su propio carácter. Para esta breve digresión le da una ocasión bien oportuna, no la viuda Rut, Moabita, sino el mismo Moab, contra quien va profetizando, y cuya profecía se cumplió plenísimamente en tiempo de Nabucodonosor. (Véase todo el capítulo XLVIII de Jeremías.) Mas no puedo convenir en que el paréntesis o digresión de Israel sea tan breve que comprenda solamente el versículo 1; a mí me parece claro que pasa algo más adelante hasta incluir dentro de sí todo el versículo 5, sin lo cual no sé cómo se puede dar algún sentido razonable y conforme en la historia sagrada, a estos cinco primeros versículos del capítulo XVI; véase aquí el texto seguido.
     Envía, Señor, el Cordero dominador de la tierra, de la piedra del desierto al monte de la hija de Sión. Y sucederá que como ave que huye, y pollos que vuelan del nido, así serán las hijas de Moab en el paso del Arnón. Toma alguna traza, junta el Ayuntamiento; pon como noche tu sombra al mediodía; esconde a los que van huyendo, y no descubras a los que andan errantes. Morarán  contigo mis fugitivos; Moab, sírveles de lugar en que se escondan de la presencia del destruidor; porque fenecido es el polvo, ha sido rematado el miserable (o el que hace miserables), que rehollaba la tierra. Y será establecido el trono en misericordia, y se sentará sobre él en verdad en el tabernáculo de David, quien juzgará y demandará juicio, y dará prontamente a cada uno lo que es justo (…)

Mi modo de discurrir es éste: