sábado, 31 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XXIII de XXXVIII)

    3) Concepto cristiano del Mesías. 

Siguió a continuación una nueva parte de la Disputa[1]. 

“Fijada así la posición judía, Jerónimo expuso la cristiana, demostrándola en doce tesis, a partir de la ses. 27, para acabar en la ses. 36. Los rabinos judíos comenzaron su réplica en la ses. 39, siguiendo a cada réplica de los rabinos una contrarréplica de Jerónimo, a la que los rabinos no respondieron. La discusión de esas doce tesis abarca hasta la ses. 45”[2]. 

Tesis 1: El Mesías había de nacer en Belén de Judá. 

Jerónimo apeló al texto clásico de Miq. V, 2 y a cuatro testimonios de la tradición judía: a) El Targum de Jonatán sobre Miq. V, 1; b) El Comentario de Salomón Rashi a Miq. V, 1; c) El Talmud de Jerusalén, Bérakot, 5 a; d) El Béreshit Rabbá de Moshé ha-Darshán, sobre el Gen. XXX, 38. 

 

Respuesta de los Rabinos: 

Los Rabinos respondieron simplemente que “ignoraban hubiese un lugar designado para el nacimiento del Mesías” y agregaron una pequeña observación a los textos aducidos por Jerónimo, diciendo que dicen que el Mesías recién nacido estaba en Belén, pero no dicen que hubiera nacido allí. 

 

Contrarréplica de Jerónimo: 

Si el mismo día en que nació estaba en Belén de Judá, no hay duda alguna de que allí había nacido. 

 

Opinión del P. Pacios (con la cual coincidimos por completo): 

La argumentación de Jerónimo fue perfecta y la tesis quedó debidamente probada.


 [1] I.291-311. 

[2] I.291.

miércoles, 28 de octubre de 2020

El año terrible en la vida de León Bloy (III de VI)

    Hasta aquí Juana; Bloy, por su parte, continúa. 

[Después de esta página, está pegado en el diario la fotografía del pequeño Andrés en su lecho de muerte]. 

Domingo 27. – Despertado por Estefanía a las 2.30, retomo mi vigilia interrumpida. Juana, profundamente abrumada, no descenderá sino más tarde, a las 6, cuando voy a la primera misa. Rosario, oraciones angustiosas, lucha contra la fatiga. 

¿Comulgué en la misa de las 6? Muy probablemente, pero no me acuerdo, pues este triste diario está muy retrasado. Recuerdo solamente que la fatiga era inmensa y el sueño aplastante. Elevé mi alma como pude, orando a partir de ahora a este Inocente que nos protegerá in conspectu Domini. 

“Nos autem propter innocentiam suscepisti. Et confirmasti nos in conspectu tuo in aeternum[1]. 

Tal es el lenguaje que la Iglesia supone en la boca de esos pequeños muertos sin pecado por los cuales está prohibido rezar. 

Llegada de Huguenet a eso de las 8. El pobre hombre está muy conmovido y golpeado por lo que me sucede. Me dice que anoche lloró por mí. Dios quiera que haya sido capaz de rezar. No puedo sino renovar la palabra de mi carta de ayer, con muy pocas posibilidades de ser comprendido. Lo único que saco de él es el testimonio inútil de su admiración por nuestra fuerza de espíritu. ¡Qué miseria! ¿Espera, pues, hasta vernos con convulsiones? 

Hacia las 9 visita del segundo médico. Este es educado y humano. Me da ciertas palabras certificando que la muerte le parece natural. Escaparemos, pues, al horror de una autopsia. Estamos tan tristes que esta misericordia casi me sorprende. 

Habiéndose ido Huguenet, Jury vino casi enseguida. Nueva emoción. Este querido niño se arroja en nuestros brazos sollozando. Esta explosión de ternura de parte de un amigo tan joven y reciente, que ha reemplazado a tantos otros tan antiguos, no será olvidada. 

Diversos trámites con él. Municipalidad. La hora del cortejo está decidida para mañana a las 9 de la mañana, sin más obstáculos. 

Visita al sacerdote de la parroquia, cargado con servicios fúnebres. Elijo la última clase. 9.75 francos. Habrá misa.

domingo, 25 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XXII de XXXVIII)

    Un poco más abajo se explaya el Autor sobre los bienes prometidos a Israel y trae estas interesantes palabras: 

“Pero al ser elegido un pueblo especial para que de él descendiese el Mesías, que había de obrar la redención y bendición de las naciones, se hicieron promesas especiales a ese pueblo para moverlo a mantenerse fiel, y esas promesas fueron condiciona das a su fidelidad (…) el pueblo estaba ya formado e interesaba mantenerlo fiel instrumento de los designios divinos; la bendición principal no eran los bienes terrenos, sino el ser el pueblo de Dios, participar ya en cierto modo de la obra redentora del Mesías cuando todas las naciones estaban sumidas en la noche de la idolatría (Deut. XXVI, 18-19). Esta era la verdadera grandeza del pueblo de Israel, con la cual ninguna otra grandeza puede compararse. Dejaría de ser exclusiva con la venida del Mesías. Pero esto, lejos de mermar la gloria de Israel, la aumentaría, ya que con ello empezaría su imperio espiritual sobre todo el mundo: de Sión saldría la ley para todas las naciones (Is. II, 3): y éstas la aceptaron al dársela Jesucristo. Esa es la gran gloria del pueblo de Israel, ante la cual palidecen todas las glorias de orden político que puedan concebirse; esa era la gloria que vio el anciano Simeón cuando, teniendo a Jesús en brazos, lo saludó como “luz para iluminar a los gentiles, y gloria de su pueblo Israel” (Lc. II, 32). 

Y más abajo continúa: 

“Paz y abundancia y, por parte de los pueblos vecinos, respeto y consideración. La historia de Israel confirma abundantemente esta interpretación. Eso fué, en efecto, y no otra cosa, lo que Dios les concedió siempre que fueron fieles, aun en los tiempos más gloriosos de David y Salomón. 

Pero esas promesas particulares a Israel estaban condicionadas a su fidelidad, y no tanto a su conducta moral como a su fe (Ex. XIX, 5-6; XXIII, 20-22; Deut. XI, 10-27; XXVIII, 1-68.) De ahí que frecuentemente se le anuncie la dispersión entre las naciones, y aun la destrucción (Lev. XXVI, 27-45; Num. XXIV, 24; Deut. IV, 25-31.40; V, 33; VIII, 1.19-20; XXXI, 16). Pero se le promete el perdón y la restauración siempre que se convierta (Deut. XXIX, 22-XXX, 20). La historia de Israel nos demuestra que el cumplimiento de esas promesas iba vinculado ante todo a la conservación de la verdadera fe. Así todas las opresiones que sufren en tiempo de los Jueces vienen determinadas por la práctica de la idolatría. Y es esa misma idolatría, contra la que en vano luchan los profetas, la que acarrea la cautividad asiría y babilónica. Había, es verdad, otros pecados, que también llevaron su castigo; pero la idolatría era la fuente de ellos y el motivo principal de la cautividad. 

Ello nos lleva a la conclusión de que, si hoy los judíos están dispersos por el mundo, sin patria y sin santuario, es porque son infieles a la verdadera fe que Dios les exige para su repatriación y su perdón. No conocen al verdadero Dios, porque no reconocen al verdadero Mesías Jesucristo (Mt. XI, 27; Jn. VIII, 57-58). Ese desconocimiento de Jesucristo es lo único que puede explicar su cautividad, ya que, si Jesucristo no fuera Dios, tendrían ellos la fe verdadera; y profesando la fe verdadera, Dios los volvería a su patria, según lo tiene prometido. Por eso, el argumento que con frecuencia toca Jerónimo en la Disputa de que la cautividad actual es prueba clara de que rechazaron al verdadero Mesías, nos parece de lo más excelente, y todas las explicaciones que de esa cautividad intentaron los rabinos no hacen más que resaltar la fuerza del argumento. 

jueves, 22 de octubre de 2020

El año terrible en la vida de León Bloy (II de VI)

    [En una hoja independiente del diario y pegado en él, Madame Bloy escribió sus impresiones. Solamente la fecha y la hora son de mano de Bloy]. 

26 de enero, a las 4 de la tarde. - Ayer a las 6 de la mañana, tos terrible por casi una hora. Después de lo cual, nuestro pequeño Andrés permaneció blanco y sufriendo. Evidentemente, estaba muriendo y no lo sabía. Gemía al dormirse y se despertaba. No lo dejé solo. A las 4 tomé la resolución de darle el aceite para quitarle las flemas que parecían impedirle respirar. Después de eso, durmió más tranquilamente y las cucharadas de flor de naranjo que le había dado parecían haberlo calmado. Desde la mañana estaba envuelto en una guata. A eso de las 8 bebió con apetito un biberón de leche pasteurizada mezclada con agua y caldo de pollo. Después de eso se durmió sin haberse fatigado mucho. Volví a tener esperanzas. Veía a mi pequeñito bienamado curado, reincorporándose de su extrema debilidad. Un segundo biberón de leche, etc. tuvo el mismo feliz efecto. Luego, a medianoche, dado que parecía tener mucha hambre y temiendo darle el biberón por tercera vez, le di harina lacteada. Eso lo hizo toser y devolvió todo. Abatido de nuevo, se durmió y me acosté a su lado. A las 3 se quejó. Lo puse junto a mí. Su diente, su primer orificio, parece hacerlo sufrir más que nunca. Está a punto de salir. Mete su puño en la boca, muerde todo en forma desesperada. Me levanto con él y trato que tome algunas cucharadas de agua de flor de naranjo. Muy difícil. De repente perdió el aire. Lo pongo contra mi hombro, que parecía ser la posición que más amaba. Me paseo con él llorando y rezando, pidiendo auxilio, horrorizada de escuchar que su respiración era cada vez más dura y que parecía desgarrarme. Entonces, de repente, cayó de mi hombro. Comprendo y corro a la escalera para llamar a León gritando: 

¡El pequeño se muere, el pequeño se muere!”. 

León llega justo para verlo entregar su último suspiro en mis brazos mientras me mira. Le doy unas gotas de oporto, pero no sirve para nada. Es el fin. 

No puedo decidirme a dejarlo – quisiera acunarlo por siempre. 

Lo visto con una ropita blanca, lo pongo en su cuna y a las 5.30 decimos el angelus junto a este pequeño nacido durante el angelus. 

¡Qué sufrimiento! ¡Qué pesadilla! ¡Que Dios se apiade de nosotros! La pequeña Verónica al despertarse me pide verlo y me abraza cuando me vé llorar. Quiere ir a verlo junto al Niño Jesús. Quiere abrazarlo y dejo que lo haga. 

Cómo hubiéramos adivinado que este niño tan fuerte, pero que después de dos meses no era tan alegre como antes, no estaba designado para crecer junto a Verónica, que lo adoraba y a quien ella adoraba.

lunes, 19 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XXI de XXXVIII)

    Llegado a este punto, el P. Pacios intenta resumir la cuestión y dar como tres principios para toda la disputa con los judíos, el primero de los cuales nos parece muy importante[1]: 

“Hay que tener en cuenta las dos venidas del Mesías: la primera como Redentor, la segunda como Juez: la una en humildad, la otra en gloria. Gloria y humildad, triunfo y oprobios y aun muerte afrentosa anuncian los profetas con respecto a Cristo: todos esos anuncios han de cumplirse, pero es de evidencia que no simultáneamente. Los vaticinios gloriosos referentes al Mesías que aún no se hayan cumplido en Cristo o en su Iglesia no hay inconveniente en transferirlos a la segunda venida del Mesías. En esto está conforme toda la tradición cristiana. La única diferencia está en lo que se refiere a la amplitud de esa transferencia, pues mientras los que propenden al milenarismo los trasladan casi todos, y en un sentido literal, a la segunda venida del Mesías; los antimilenaristas los entienden en lo posible en un sentido espiritual, y los muestran así cumplidos en la Iglesia militante o triunfante, que es el verdadero Reino de Cristo: con todo, aun éstos dejan diversos elementos cuyo cumplimiento está reservado a la segunda venida”. 

Principio básico que nunca se debe perder de vista. 

En nota al pie señalaba lo siguiente: 

“En este principio insisten, entre otros, Orígenes, Tertuliano, quien ve profetizado en Is. LIII (e Is. VIII, 14; Sal. VIII, 6; XXI, 7) la venida en humildad, y en Dan. VII, 13-14 la venida en gloria; el olvido de esto fué, según él, el origen del error de los judíos: se fijaron sólo en la gloria y no comprendieron la humillación; y, ya antes que ellos, había echado mano de este principio San Justino, (Dial. con Trifón, 14) el cual advierte lo mismo comentando a Miq. IV, 1-7 donde, después de decir que la primera parte del vaticinio (v. 1-5) se cumplió en la primera venida del Mesías, en la conversión de los gentiles, y que la segunda parte (v. 6 y 7) se cumplirá en la segunda venida (Dial. con Trifón, 110)”. 

El segundo principio dice así: 

“Hay que tener en cuenta que los profetas tenían que servirse de las realidades presentes para describir las futuras. De ahí que los términos de Israel, Jerusalén, etc. tengan en esas profecías un sentido espiritual con que significan la Iglesia futura y aun la misma bienaventuranza eterna. En este sentido espiritual de las profecías coincide también toda la tradición cristiana: únicamente se observan divergencias cuando se trata de verificar en cada caso cuándo tienen sólo ese sentido espiritual, o bien cuando haya que admitir además un sentido material. 

viernes, 16 de octubre de 2020

El año terrible en la vida de León Bloy (I de VI)

El año terrible en la vida de León Bloy 

Así titula Joseph Bollery uno de sus capítulos, siguiendo al mismo Bloy: es aquel en el cual tiene que describir el más atroz de sus años que terminaría con las desgarradoras palabras con las cuales cierra El Mendigo Ingrato. Estamos en el año 1895. 

Todos notan la similitud de esas páginas con los capítulos X, XI y XII de la segunda parte de La Mujer Pobre, y no es para menos, pues salta inmediatamente a la vista. Como dice el mismo Bloy en la introducción que hace a Mi Diario: 

“Cada uno de mis libros es una confesión arrancada por la tortura”. 

El 12 de febrero de 1894 nacía su primer hijo, y así lo refleja en su diario: 

“Nacimiento de mi hijo Andrés, a la hora del Angelus del mediodía. 

Como la comadrona es protestante, el bautismo no podrá realizarse de inmediato”. 

Lo mejor será hacer lo mismo que Bollery y transcribir directamente del diario, del original, pues hay muchas cosas que no fueron publicadas en vida. 

“Enero 1895.- 

Viernes 25. - Encuentro a Juana atormentada por el estado de Andrés. El pobre niño tose mucho. Lo atribuye a la extrema dificultad de la dentición. 

Día triste y penoso. Nuestro pequeño Andrés ha tenido esta mañana una crisis de tos que lo ha abatido extremadamente. Juana está muy triste. Desde esta crisis que suponemos es simplemente nerviosa y causada por la dificultad inaudita de su dentición, se ha puesto pálido hasta la lividez. 

(…) 

Encuentro a Juana un poco consolada. Andrés ha bebido fácilmente un biberón, pero no cesa de gemir en su cuna. 

Hacia las 11, nuevo biberón del que vomita el primer trago, pero que acaba pronto con avidez. 

[Agregado al margen]. Recuerdo que no se borra. Habiendo interrumpido su bebida mi amado hijo por un minuto, tendió hacia mí su brazo, gesto que le es familiar. Temiendo distraerlo durante mucho tiempo, no me acerqué, aunque tuve muchos deseos. Fue la última vez que había de ver ese gesto. 

Nos persuadimos que ese apetito es un signo de los más reconfortantes y me voy a dormir, no sin haberle pedido a Juana que me llame ante la primera alarma. 

martes, 13 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XX de XXXVIII)

     A continuación, el P. Pacios analiza más en detalle las objeciones de los Rabinos y las respuestas de Jerónimo para defender el porqué de la interpretación alegórica en estos pasajes. 

1) Si las profecías que de suyo admiten explicación material se interpretan en sentido figurado, toda la Sagrada Escritura habría de entenderse figuradamente, incluso la creación del mundo, los 10 Mandamientos y la Historia de los Patriarcas. 

Resp. La interpretación de las profecías no se hace al arbitrio propio, sino según las declaró el Mesías y sus Apóstoles. Y el Mesías enseñó la interpretación literal para la Creación, Mandamientos e Historia de los Patriarcas[1]. 

2) Si la Ley se interpreta en sentido literal, la Ley será una. Si en sentido espiritual, habrá tantas leyes como intérpretes. 

La respuesta es la misma: no hay más intérprete que el Mesías; por lo tanto, la Ley sigue siendo una, pues la interpretación no se deja al arbitrio de cada cual. Y es evidente que entre la interpretación de los rabinos y la del Mesías, hay que preferir la de éste. Aquí se ve claramente cómo la cuestión de la venida del Mesías es la primordial, ya que Él es el que nos ha de dar la verdadera interpretación de la Sagrada Escritura. 

3) Todos están concordes en que las palabras santuario, arca, Israel, David, sacerdote, rey, etc. y otras semejantes se entienden materialmente en el primero y segundo templo. Y como no hay ninguna razón para cambiar su significado, lo mismo se deben entender materialmente cuando se habla de ellas para los tiempos mesiánicos (en el tercer templo). Igualmente, las palabras que anuncian la ruina de Israel se entienden materialmente, y materialmente se cumplieron. Por consiguiente, también se han de entender materialmente, y materialmente cumplirse, los vaticinios sobre la reparación de Israel. 

Resp. La objeción no procede, porque en los tiempos mesiánicos se mudó la condición del mundo con respecto a la Ley, cuya duración era de 2.000 años hasta el Mesías. Por eso las profecías que se refieren a la reparación de la cautividad babilónica se entienden y se cumplieron materialmente, porque aún no había cambiado la condición del mundo; pero las que se refieren a los tiempos del Mesías, que había de traer los bienes espirituales, son susceptibles de interpretación espiritual. Y nos fuerzan a darles esa interpretación: 

sábado, 10 de octubre de 2020

Las dos Genealogías de Cristo, por P. Drach

 Las dos Genealogías de Cristo, por P. Drach

 Nota del Blog: El siguiente texto está traducido de un libro monumental escrito por Paul Drach, Rabino converso, llamado “De l`Harmonie entre l'Église et la Synagogue”, (1844) tomo 1, pag. 244-249.

Paul Drach


***

 La genealogía de Nuestro Señor está elaborada de dos maneras diversas en san Mateo y en san Lucas. Los evangelistas, pues, no se pusieron de acuerdo para engañarnos; y, por otra parte, ¿cómo podrían haberlo intentado en medio de una nación donde todas las familias conservaban todavía con cuidado sus tablas genealógicas, de las que se guardaba un doble en los archivos públicos? Nos parece que unas palabras serán suficientes para explicar las dos genealogías que de ninguna manera se contradicen, pero que fueron escritas desde el punto de vista de los lectores para los cuales el escritor sagrado cogió la pluma. 

El publicano Leví, devenido apóstol san Mateo, escribió su evangelio para instrucción de los judíos y en la lengua siro-jerosolimitana que hablaban, debía probarles, según sus costumbres y leyes, que Jesucristo era el descendiente de David, el hijo de David que la nación esperaba desde hace tanto tiempo. Ahora bien, se admitía entre los hebreos que nombrar la familia de un hombre, era designar al mismo tiempo la de su mujer, dado que, por regla general, las mujeres estaban obligadas a desposarse con un hombre de su tribu y de su familia[1], sobre todo cuando, en ausencia de hermanos, debían heredar las tierras de sus padres, las cuales no debían salir nunca de la tribu[2]. Según la ley de Moisés, el marido pasa a ser el heredero de su esposa y los hijos siguen siempre a la tribu de su padre, pues podía darse el caso, aunque muy raro, de que los esposos fueran de tribus diferentes. La mujer se fundía en la familia de su marido, como en nuestra legislación un hijo adoptivo, y ya no era nada de aquella de la cual salía. La regla era: la familia de la madre no es una familia. Es así que Isabel, mujer del sumo Sacerdote Zacarías y por lo tanto de la tribu de Leví, era prima de la Santísima Virgen que pertenecía, por su nacimiento, a la tribu de Judá. 

miércoles, 7 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XIX de XXXVIII)

    Estas fueron las seis condiciones de los judíos, pero simultáneamente a esta discusión se desarrolló otra acerca de cuatro razones con que Jerónimo quiso demostrar que la reedificación de Jerusalén y el templo y la reunión del pueblo de Israel, consideradas como obras mesiánicas, debían entenderse espiritual y no materialmente[1]. 

1) Razón de Jerónimo: 

Según Sanedrín 94a, Dios quiso hacer Mesías a Ezequías, absteniéndose de hacerlo sólo porque Ezequías no le hizo un himno de acción de gracias por la victoria de Senaquerib. Pero en tiempo de Ezequías, el pueblo estaba en la tierra de promisión y Jerusalén y el templo, edificados. Si, pues, hubiese sido hecho Mesías y los textos que hablan de esa reedificación y de la reducción de la cautividad se hubieran de entender materialmente entonces Ezequías, hecho Mesías, no hubiese podido cumplirlos. Por consiguiente, esos textos no se deben entender materialmente, so pena de hacer mentirosos a los profetas. 

 

Respuesta de los Rabinos: 

Los profetas profetizaron lo que ocurriría de hecho y no se preocuparon de profetizar lo que hubiera ocurrido caso de que Ezequías hubiere sido Mesías. 

 

Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra): 

La respuesta judía a este argumento nos parece buena, los profetas profetizaron acerca del que sería Mesías, no del que pudiera haber sido; si Ezequías hubiera sido el Mesías, hubieran profetizado de otro modo[2]. 

 

2 y 3) Razones de Jerónimo: 

Así como el tabernáculo, cambiadas las circunstancias, cesó con David y Salomón para dar lugar al templo, así éste y Jerusalén habían de cesar para dar lugar a la Iglesia, llegado el tiempo de la gracia con el Mesías. Si el tabernáculo era figura del templo y por esto cesó llegado el templo, el templo y Jerusalén son figuras de la Iglesia, y han de cesar definitivamente llegada ésta. 

domingo, 4 de octubre de 2020

Miserere mei Deus, por el P. Thibaut S.J. (II de II)

   Hay peticiones que son tanto o más cómodas hacer por sí mismo que por otro y, lo más a menudo, cuando gemimos espontáneamente Miserere mei Deus, son gracias naturalmente deseables las que así solicitamos. Quisiéramos que Dios reduzca al mínimum la cruz sin la cual la salvación es imposible. “Tened piedad de mí”, significa entonces: “¡Tened cuenta de mi debilidad, desconfiad de mi bajeza, obrad con dulzura, etc.”! Así no rezaba San Agustín: “Hic ure, hic seca, modo parcas in aeternum”: “Obrad intrépidamente, Señor, tallad sobre lo vivo, emplead el hierro y el fuego; nada será poco para evitar el infierno”. ¿Cuántos cristianos estarían encantados de saber que se reza por ellos de esta manera? 

¡La mayoría de los enfermos apelan a la piedad divina pidiendo la curación y no la paciencia que en el noventa y nueve por ciento de los casos vale más que la curación! ¡Uno entiende que, en este caso, Dios se haga rogar! Al pedir un don menor, rechazamos uno mejor. El santo pedirá la salud, pero es para tener el medio de sufrir más y de ayudar más eficazmente a sus hermanos. Al esperar sin impaciencia la curación que considera sinceramente como un don más grande, aprovechará sus sufrimientos y los hará retornar para la gloria de Dios y la salvación de las almas. Si no se le devuelve la salud, comprenderá que, contrariamente a su anterior apreciación, la enfermedad es para él un don mejor y se tendrá por escuchado más allá de sus deseos. 

Incluso a los más grandes santos les pasa lo mismo que a Jesús en Getsemaní, que tienen miedo y dudan ante el sacrificio que Dios les propone. Entonces, sin escrúpulos, ruegan por ellos mismos: Miserere mei Deus. Quieren decir: “Señor, véis mi debilidad y es preciso que me deis lo que me pedís”: “Da quod iubes et iube quod vis”. Sucede también a los santos que pierden la paciencia y, no pudiendo más, apelan a la indulgencia divina. Les pasa, para consuelo de los pobres pecadores, que son presa de tentaciones tan violentas que ya no saben si son amigos o enemigos de Dios. ¿Qué oración pueden entonces sacar de su corazón sino el De profundis o el Miserere mei? 

 Si está permitido a los más grandes santos replegarse así sobre ellos mismos en ciertos momentos, ¿cómo estará prohibido a los débiles y pusilánimes multiplicar los clamores a la piedad? Sin dudas no es esa la oración más sublime y los soberbios dirán incluso que es la oración de los cobardes. Pero la falta de coraje que no se transfigura en prudencia a sus propios ojos, la cobardía que se confiesa y deplora no es un vicio imperdonable como la suficiencia de los orgullosos. El temor al infierno es menos noble que el abandono de los quietistas: sin embargo, ésta es una herejía y aquélla no. 

jueves, 1 de octubre de 2020

La Disputa de Tortosa (XVIII de XXXVIII)

    6) Condición de los Rabinos: 

En tiempo del Mesías tendrá lugar la guerra de Gog y Magog (Ez. X; XXXVIII; XXXIX; Zac. XIV, 1). 

 

Respuesta de Jerónimo: 

Jerónimo (ses. 26), pone esa guerra al fin del mundo, dirigida por el Anticristo. 

 

Contrarréplica de los Rabinos:

 Los judíos objetaron (ses. 37) que esa guerra, según Ez. XXXIX y Zac. XIV, deberá hacerse contra Israel, ya establecido en su tierra, y contra Jerusalén. 

 

Contrarréplica de Jerónimo: 

El nombre de Israel se aplica a cuantos creen en el Mesías: toda patria que posean los cristianos es Israel, y la Iglesia a que pertenecen es Jerusalén. Y contra esa Iglesia será la guerra de Gog y Magog. 

 

Opinión del P. Pacios: 

La respuesta de Jerónimo es buena, si bien muchos exégetas no tendrían inconveniente en conceder que, para el tiempo de esa guerra, ya Israel, convertido, habitaría en su tierra. Jerónimo no apunta esta solución, porque para él los judíos jamás volverán a poseer su tierra. 

 

Nuestra opinión: 

Es la de Lacunza y Straubinger, los cuales distinguen ambas guerras: la de Ezequiel ciertamente es contra Israel (y en esto tienen razón los judíos), pero sucede antes del Anticristo, e incluso (inmediatamente) antes de la conversión parcial de Israel y la venida de Elías (esto último ya es opinión nuestra); en otras palabras, inmediatamente antes del comienzo de la última Semana de Daniel que, por otra parte, parecería estar claramente aludida en XXXIX, 9:

 Entonces los habitantes saldrán de las ciudades de Israel, y prenderán fuego a las armas y las quemarán, así como los escudos, las rodelas, los arcos, las saetas, las mazas y las lanzas; y serán pábulo para el fuego por siete años”. 

La guerra de la que habla San Juan en el cap. XX sucede hacia el final del Milenio y no tiene nada que ver con el Anticristo que, al momento de esa guerra, ya está en el infierno (XX, 10). 

Notemos, una vez más, siempre el mismo problema: los judíos toman las profecías que les conviene en sentido literal y las que no en sentido alegórico, y Jerónimo hace otro tanto.