jueves, 30 de diciembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (IX de XVI)

 ARTÍCULO III 

II Proposición 

El catorce de la luna, los cuartodecimanos hacían el festín Pascual sin ninguna relación con el misterio de la Resurrección 

Cuando se dice que los cuartodecimanos hacían la Pascua el catorce de la luna, se debe entender el catorce de la luna en el mismo sentido que se lo entiende en los mandamientos que Moisés dio a los Judíos de comer su Pascua el catorce de la luna. Pero los Judíos comieron su Pascua la noche del catorce de la Luna. 

Sostengo, pues, que cuando se dice que los cuartodecimanos hacían la Pascua el catorce de la luna, quiere decir, en primer lugar, que hacían la noche del catorce el festín de la Pascua. 

No solamente los cuartodecimanos sino también otras iglesias habían mantenido, en la celebración de los misterios de la fiesta de Pascua, y en las cosas que estaban relacionadas, algunas ceremonias de los Judíos. Sin embargo, las habían vuelto cristianas por el fin que se proponían y por el significado que le daban. Tal era la más considerable y esencial de todas, quiero decir, la manducación del Cordero Pascual, e incluso algunas observaciones legales que la precedían, sin hablar de la observancia que era, y que hoy en día es todavía universal, de no hacer la Pascua antes del catorce de la luna, según lo que está señalado en el cap. XII del Éxodo y tal como lo señalan a menudo San Epifanio, San Ambrosio, San Agustín, etc. al hablar de la celebración de la Pascua. 

San Epifanio, al tratar del error de los cuartodecimanos, en un pasaje del artículo donde es muy difícil comprender lo que ha querido realmente expresar, sin embargo, deja muy en claro lo que afirmo con respecto al Cordero Pascual. 

Los cuartodecimanos, dice[1], hacen la Pascua el catorce, es preciso que hagan venir el cordero desde el diez, y que lo guarden hasta el catorce”.

 Esto es lo que agrega con respecto a los Católicos: 

La Iglesia Católica, recogiendo todo lo que es necesario para la celebración de este santo Misterio, no se aleja de la verdad. Pues no sólo observa el día catorce, sino también una semana toda entera, observando como siete días de sábado, a fin de que sobre el modelo de cosas que hizo el Señor, todo se termine por la Resurrección y por la alegría del festín Pascual. También, además del día catorce de la luna, observa el curso del sol, a fin de no hacer dos pascuas en el mismo año y que no haya un año sin Pascua. Es por eso que hemos observado de tal forma el catorce de la luna, que esperamos siempre que pase el equinoccio para hacer la Pascua y finalmente obramos de forma que el fin de todo este tiempo sea el domingo. Tomamos también un cordero desde el día diez, representando el nombre de Jesús por medio de la iota (que es la cifra diez y la primer letra de Jesús[2]), de forma que no omitimos nada de todo aquello que puede contribuir a la solemnidad de esta santa fiesta de la Pascua”. 

lunes, 27 de diciembre de 2021

El Cristo sentado de Venizy y su Blasón, por Charbonneau-Lassay (El Vulnerario de Cristo)

El Cristo sentado de Venizy y su Blasón,

por Charbonneau-Lassay

 

Nota del Blog: Presentamos, como habíamos prometido (ver AQUI), unas páginas de El Vulnerario de Cristo. El siguiente texto está tomado de la sección V del cap. XIX. 

***

Los tres últimos siglos de la Edad Media fueron realmente un mundo extraño y poderosamente expresivo. En ningún momento de su vida, la humanidad ha sentido en sus manos, como en esta época, vibrar su alma bajo los grandes soplos de la Fe. 

Por eso los artistas de la época fueron tan personales en sus concepciones, sin que ninguno de ellos pareciera haber violado la disciplina del arte, amplia y precisa a la vez, que impuso las formas generales en cada uno de estos tres admirables siglos. 

Los artistas de Francia, liberados de todas las viejas influencias del paganismo muerto, creadores del arte más bello, más etéreo que jamás haya existido, ocupaban el primer lugar en el mundo; y como eran sinceros y profundos escrutadores de almas, sabían crear excelentemente actitudes impresionantes. 

Llenos de espíritu cristiano, y a menudo incluso de verdadera ciencia espiritual, postraron sus mejores talentos sobre todo ante dos de los grandes dogmas de la fe cristiana: al misterio de la Eucaristía construyeron iglesias incomparables, y al de la Redención, las llenaron de maravillas de arte que permanecen entre las obras más elocuentes y patéticas del genio humano. 

Las artes de los siglos XI y XII sólo habían mostrado a Dios triunfante en la cruz; el XIII colocó allí al “Varón de Dolores” y glorificó los instrumentos de su suplicio; el XIV concibió a un Cristo convulso, retorcido por el sufrimiento, y lo coronó de espinas; el XV, por el contrario, lo mostró colgado lastimosamente en la cruz, sin sangre y erguido, casi como un fantasma. 

Heredero de la adoración entusiasta de las generaciones anteriores por la Sangre del Salvador, por ese rescate púrpura pagado a la Justicia en nombre de la Humanidad, así redimida, este siglo XV supo hacer brotar de su fe creaciones de un asombroso patetismo. 

Así, en honor a esta sangre sagrada, y para mostrar su eficaz virtud de purificación y redención, inventó esas impresionantes “fuentes de Vida” en las que todo un pueblo de pecadores se baña a veces en profundas pilas llenas de la Sangre divina que cayó de las llagas del Crucificado. 

sábado, 25 de diciembre de 2021

El Vulnerario de Cristo, por Louis Charbonneau-Lassay (reseña)

El Vulnerario de Cristo, la misteriosa emblemática de las llagas del cuerpo y del corazón de Jesucristo, por Louis Charbonneau-Lassay, publicado por Gauthier Pierozak Éditeur, X+438 pág. 

***

 


La imponente figura de Charbonneau-Lassay, erudito arqueólogo y simbolista francés, ya es conocida seguramente por el lector de este blog, dado que hemos publicado una reseña de su monumental libro El Bestiario de Cristo, así como también un capítulo completo del mismo (ver AQUI y AQUI la primera parte, respectivamente). 

El Vulnerario de Cristo, que era, en la mente del Autor, la continuación de El Bestiario de Cristo, tuvo numerosas vicisitudes, que da cuenta, muy someramente, el prólogo del traductor. Terminado apenas unos meses antes de morir, el manuscrito original fue entregado, por los herederos, a la misma casa editorial que había publicado El Bestiario, pero fue devuelta, más de diez años después, rechazando la propuesta. Como si todo esto no fuera suficiente, apareció un falso editor que se había comprometido a publicarlo, pero el original nunca más apareció, y el libro jamás vio la luz. 

Más de cincuenta años después, Gauthier Pierozak pudo comprar todos los escritos que había dejado Charbonneau-Lassay, y gracias a la lectura de algunas cartas y otros documentos (todo lo cual da cuenta en la edición francesa), fue capaz de reconstruir el libro, que fue publicado en su original francés, allá por 2018 (ver AQUI). A comienzos de este año, y después de casi tres años de trabajo, se pudo publicar la traducción inglesa (ver AQUI), y ahora es el turno de la flamante edición española, “la hermosa lengua de Cervantes y San Juan de la Cruz”, como leemos en el prólogo. 

Este hermoso libro, que no puede dejar de interesar a todos cuantos hacen de la Devoción al Sagrado Corazón su escuela y su vida, a quienes, como León XIII, ven en ella “un poderoso remedio para los males de nuestros días”, o, para tomar prestadas las palabras al gran Pío XI: 

“¿No están acaso contenidos en esta forma de devoción el compendio de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta, puesto que constituye el medio más suave de encaminar las almas al profundo conocimiento de Cristo Señor nuestro y el medio más eficaz que las mueve a amarle con más ardor y a imitarte con mayor fidelidad y eficacia?”. 

Charbonneau-Lassay posee un profundo conocimiento arqueológico, simbólico y artístico, que nos ayuda a apreciar a cada paso las bellezas de esta devoción. Lejos de esa piedad pueril y sosa tan propia del siglo XIX, a la que fustiga una y otra vez, el Autor sabe que solamente una piedad cimentada en bases sólidas será capaz de producir frutos abundantes y duraderos.

jueves, 23 de diciembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Misterio de los primeros Reyes (I de III)

    9. El Misterio de los primeros Reyes 

“Tu ruina, oh Israel, viene de ti,

y sólo de Mí tu socorro.

¿Dónde está tu rey?

¡Que te salve en todas tus ciudades!

¿Y tus jueces, puesto que dijiste:

“Dame rey y príncipes”?

Yo te doy rey en mi ira,

y te lo quito en mi indignación”,

Os. XIII, 9-11 

El rey, pedido por Israel y que Dios le dio en su cólera será, sin embargo, el depositario, después del sacerdote, del poder misericordioso y justo, y si es, como David, “según el corazón de Dios”, presentará la figura de Cristo Rey. 

Por medio de su magnífica fuerza, el Eterno restablece sobre un plan más maravilloso lo que Satanás y el hombre, muy a menudo esclavo de la Serpiente antigua, quisieron aniquilar. Si el gobierno teocrático pierde su unidad, si la dirección ya no es en “sentido único” sino en “sentido triple”, sin embargo, por medio de este nuevo organismo –la realeza– Dios manifestará su poder. 

Apoyado sobre el sacerdocio, esclarecido por el profetismo, el rey debía conducir a Israel, mantenerle abierto el camino de la salvación, hacerle progresar en la espera del Mesías-Salvador. Éstos son los modos de vida que debía realizar la realeza, mucho más que salvaguardar a Israel de las naciones conquistadoras y de hacer de él un pueblo guerrero. 

Es preciso comprender la realeza de Israel por medio de una visión mística del plan divino y no por medio de consideraciones humanas, políticas o sociales[1]. 

El óleo de la unción se derramará sobre la cabeza del elegido, como sobre la del sacerdote, para hacer de él, el “ungido del Eterno”, un “cristo”, y, por lo tanto, un rey de justicia y de paz, no un rey de sangre, de compromisos idolátricos y de guerra. Es debido a que la familia de David, de la tribu de Judá, será elegida para ser la línea mesiánica, que cada retoño del tallo de Jesé –el padre de David –será marcado con un signo sagrado. 

lunes, 20 de diciembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (VIII de XVI)

 ARTÍCULO II 

I Proposición 

Los cuartodecimanos no celebraban nunca en el catorce de la luna

lo que llamamos hoy Fiesta de la Pascua 

Lo que hoy llamamos la fiesta de la Pascua es la fiesta de la Resurrección, pero los cuartodecimanos no celebraban nunca la fiesta de la Resurrección el catorce de la luna. Es lo que me propongo probar. 

En primer lugar, sostengo que no se encontrará ningún autor antiguo más de trescientos años después del Concilio de Nicea que haya culpado o acusado a los cuartodecimanos que solemnizaban la fiesta de la Resurrección el catorce de la luna, ninguno que, hablando de sus polémicas con las otras iglesias, haya dicho eso. Se dice correctamente que hacían la Pascua el catorce de la luna, pero pretendo probar que por la palabra Pascua no se debe entender el misterio de la Resurrección. 

En segundo lugar, ¿con qué sentido hubieran solemnizado ese día el misterio glorioso de la Resurrección del Salvador? La fiesta fue instituida en la Iglesia desde el nacimiento del Cristianismo en memoria del triunfo de Jesucristo y de la victoria que reportó sobre la muerte y el infierno. No fue sino el dieciséis y diecisiete que triunfó de esa manera. Por qué hacer la memoria el catorce, día en que fue arrestado, entregado a sus enemigos, que sucumbió por algún tiempo bajo su fuerza, y Él mismo pronunció esta palabra: Pero ésta es la hora vuestra, y la potestad de las tinieblas (Lc. XXII, 53). 

En tercer lugar, atribuir a los cuartodecimanos una conducta tan bizarra como esta, es atribuírsela no solamente a muchos sabios y santos Obispos de las iglesias de Asia en tiempos del Papa Víctor y a muchos más de la misma índole que vivieron desde entonces hasta el Concilio de Nicea, sino que además es atribuírsela a San Policarpo, discípulos de los Apóstoles, y por último a San Felipe y al mismo San Juan. 

Pues hay que señalar aquí que la tradición sobre la cual el Obispo de Éfeso y sus colegas, los demás Obispos, se apoyaban para oponerse al Papa Víctor era una verdadera tradición. Polícrates prueba bien su verdad y nadie jamás la refutó. 

"Pues nosotros celebramos el día verdadero y genuino, sin añadir ni quitar cosa alguna. Pues en Asia se han extinguido algunos grandes luminares, que han de resucitar en el día de la venida del Señor, cuando éste baje del cielo, lleno de majestad y de gloria, y resucite a todos los santos. A saber: Felipe, uno de los doce Apóstoles, que murió en Hierápolis, y dos de sus hijas que envejecieron en la virginidad; y además otra hija del mismo, que, inspirada por el Espíritu Santo, vivió y descansa en Éfeso. También Juan, que se recostó en el seno del Señor, que fue también sacerdote y llevó la lámina (de oro en la frente); fue, por último, mártir y doctor. Este Juan acabó sus días en Éfeso. También Policarpo, que fué obispo en Esmirna y mártir, y Tráseas, obispo de Eumenia y mártir, que descansa en Esmirna. ¿Qué decir de Sagar, obispo y mártir, que murió en Laodicea? ¿Qué del bienaventurado Papirio, qué del eunuco Melitón que hizo todas las cosas inspirado por el Espíritu Santo, el cual está enterrado en Sardis, esperando la venida del Señor de los cielos, en el cual ha de resucitar? Todos ellos observaron conforme al Evangelio el día de la Pascua en la luna decimocuarta, sin variar nada, sino siguiendo constantemente la regla de la fe. También yo, Polícrates, el menor de todos vosotros, conforme a la tradición de mis antepasados, a algunos de los cuales he alcanzado: pues siete de mis parientes fueron obispos, a los cuales me he sumado en octavo lugar. Todos ellos celebraron el día de la Pascua cuando el pueblo judío rechaza la levadura[1]. 

viernes, 17 de diciembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Realeza en Israel (III de III)

   Samuel, que tomó entonces la dirección del pueblo, estaba puesto en la situación más grave de todas, pero, acostumbrado a no dejar caer por tierra ninguna palabra de Dios, fue reconocido antes que nada como “profeta del Eterno” (I Rey. III, 20-21), luego, juez de los hijos de Israel (I Rey. VII, 6-15) y, por último, sacerdote, ofreciendo el corderito que aún mamaba, intercediendo por Israel (I Rey. VII, 7-17). 

Samuel recogió estas cargas, tan características, que hacían de él casi alguien igual a Moisés, un instrumento perfecto de liberación en manos de Dios, una poderosa figura de Cristo. 

Todos los grandes sufrimientos nacionales despiertan los sentimientos religiosos, provocan acercamientos políticos, suscitan abnegaciones patrióticas. Samuel logró promover en Israel destruido el sentido de su culpa. Clamó primero al Eterno, luego provocó un gran despertar religioso y patriótico: 

“Arrojad los dioses extraños, congregaos y yo rogaré”. 

El Eterno fue servido, Él solo. Las tribus se agruparon en Masfá para luchar contra el invasor. Entonces Samuel tomó un corderito que mamaba y lo ofreció todo entero en holocausto al Eterno. 

Pero los filisteos se inquietan. Cuando quieren atacar, Dios asiste a los suyos. El trueno suena y los filisteos son derrotados; no volverán más al territorio de Israel. 

Una paz tan admirable, venida tan súbitamente, debía instruir al pueblo, mostrarle que su verdadero rey, su jefe militar era solamente Jehová de los ejércitos[1]. 

Pero el deseo de defender las fronteras en caso de nuevos ataques filisteos, suscitó de nuevo el pedido de un rey: 

“Mira; tú has envejecido, dijeron los ancianos de Israel a Samuel, y tus hijos no andan en tus caminos. Pon ahora un rey sobre nosotros que nos juzgue, como lo tienen todos los pueblos”. 

Samuel vio con disgusto que le dijeron: 

“Pon ahora un rey sobre nosotros que nos juzgue”. 

martes, 14 de diciembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (VII de XVI)

La Disciplina de los Cuartodecimanos,

para la celebración de la Pascua 

Todo el mundo ha escuchado hablar de los Cuartodecimanos, personas llamadas así porque uno de sus puntos de religión era hacer la Pascua el día catorce de la luna del primer mes de los Judíos, sobre el modelo de esta nación; pero me animo a decir que pocos saben en qué consistía precisamente su uso y lo que el Concilio de Nicea quiso decidir sobre el tema. Parece que los sabios han descuidado este punto de la historia, que no era, sin embargo, indigno de su atención y de su crítica. Intentaré desarrollarlo destruyendo los falsos prejuicios que se tienen comúnmente al respecto por medio de las siguientes proposiciones, que se les oponen completamente. 

Primera Proposición: Los cuartodecimanos no celebraban nunca en el catorce de la luna lo que hoy llamamos la fiesta de la Pascua. 

Segunda Proposición: Ese día hacían el festín Pascual sin ninguna relación con la Resurrección de Nuestro Señor. 

Tercera Proposición: Para ellos, celebrar la fiesta de Pascua y según sus usos, era celebrar la fiesta de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. 

Cuarta Proposición: Celebraban la Resurrección el tercer día después del catorce de la luna. 

Quinta Proposición: El Concilio de Nicea no tuvo en vistas impedir que lo que hoy llamamos la Fiesta de la Pascua no cayera el día de la Fiesta de la Pascua de los judíos. 

Sexta Proposición: Tampoco tenía en vista impedir que el día de la Pasión de Nuestro Señor cayera el día de la Fiesta de la Pascua de los Judíos. 

Séptima Proposición: Solamente pretendió sobre este tema que la Pascua de la Iglesia no dependiera de la de ellos, ni de sus cálculos ni de sus ciclos, suponiendo que los tuvieran. 

Octava Proposición: Algunos sabios han malinterpretado el texto griego de Eusebio y Sócrates en los pasajes en donde hablan de los cuartodecimanos y han corrompido el de Sozómeno y Nicéforo queriéndolos corregir según sus prejuicios. Las pruebas de esta última proposición estarán esparcidas en diversas partes de esta obra. 

Esta es toda la materia de esta disertación que haré lo más corta que pueda. 

 

ARTÍCULO I 

Historia de las controversias sobre la Pascua 

sábado, 11 de diciembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Realeza en Israel (II de III)

   Pero “un mal espíritu” no tardó en establecerse entre los habitantes de Siquem y aquel que, muy fácilmente, habían puesto como su cabeza. 

Al momento del sitio de Tebes, Abimelec llegó hasta la torre fortificada y se acercó a la puerta para prenderle fuego, pero una mujer le arrojó sobre la cabeza un trozo de piedra de molino que le rompió el cráneo. Inmediatamente llamó al joven que portaba sus armas y le dijo: 

“Saca tu espada y mátame, para que no digan de mí: le mató una mujer.

Le traspasó entonces el joven, y así murió. Así retribuyó Dios a Abimelec el mal que había hecho contra su padre, Gedeón, matando a sus setenta hermanos. También sobre la cabeza de los hombres de Siquem hizo Dios caer todo el mal que habían hecho. Así se cumplió en ellos la maldición de Joatam, hijo de Jerobaal” (Jue. IX, 51-57). 

Abimelec es realmente el tipo de alguien cuya cabeza debe ser aplastada por la descendencia de la mujer... ¡cabeza triturada por una piedra de molino lanzada por una mujer! 

Lo que hace a la figura aún más asombrosa es la hecatombe de los setenta hijos de Gedeón, que corresponden a las setenta personas de la familia de Jacob, el conjunto de la descendencia de Israel al tiempo del descenso a Egipto (Ex. I, 5). Satanás esperaba suprimir la familia de Gedeón que se le oponía. 

Los años pasaron. Las tentativas de realeza no fueron renovadas durante las judicaturas de Jefté, Sansón y Helí, pero el malestar por la creciente idolatría, por la inmoralidad de los benjamitas, y, sobre todo, la amenaza de los enemigos que se levantaban por todas partes, hacían la vida amarga a Israel. El deseo de un jefe permanente se hacía cada vez más necesario. 

Helí, juez y sumo sacerdote en Israel, no debía agradar al pueblo. Era muy débil con respecto a sus hijos, grandes pecadores ante Dios. Debido a esta culpable actitud, el Eterno rechazó la casta sacerdotal de Helí. Pero en medio de este deterioro general se abrió una puerta de esperanza por medio de una mujer. Ya una mujer había librado el pueblo de Samaria de manos de Abimelec, el rey usurpador, figura de Satanás, y he aquí que una mujer –una vez más una mujer– va a proclamar el carácter real del Hijo de Dios y darle por primera vez el nombre de Mesías. 

miércoles, 8 de diciembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (VI de XVI)

 Reflexiones sobre este Sistema 

En un sistema de la naturaleza del que se trata, se debe considerar la calidad de los principios sobre el que se establece, y cómo pueden contribuir a la explicación de las dificultades de la materia que se pretenden esclarecer. 

Este no supone nada que no sea recibido comúnmente, a saber, en primer lugar, que los días para los Hebreos, principalmente los días solemnes, comenzaban por la noche. Y supuesto esto, el Autor pide solamente que uno no se deje confundir por ideas ordinarias, según las cuales llamamos “noche” al fin del día, sino que se haga la idea de Moisés y de los Hebreos para entender este pasaje del Levítico: 

“El día catorce del mes, a la noche, es la Pascua de Jehová” (Lev. XXIII, 5). 

Pues dado que esta Pascua, al hacerse al comienzo del día catorce, se hará de noche y la noche del catorce, no se le hace ninguna violencia al texto de la Escritura; por el contrario, si se hubiera hecho la noche posterior que era el comienzo del quince y día de fiesta, parece que la Escritura hubiera debido decir que la Pascua sería el quince, y que no debiera haber opuesto, como lo hace en esta ocasión, el catorce al quince: 

“El día catorce del primer mes será la Pascua de Jehová. El día quince de este mes será día de fiesta” (Num. XXVIII, 16-17). 

El Autor del Sistema hubiera podido remarcar que en uno de los pasajes que él mismo citó, Moisés, al hablar del comienzo del primer día de los Ázimos, lo llama la noche del primer día de los Ázimos; es en Deut. XVI: 

“Durante siete días no se verá levadura contigo en todos tus términos, y de la víctima inmolada a la noche del día primero, no quedará nada hasta el día siguiente” (v. 16). 

El primer día de los Ázimos por la noche, según el Escritor Sacro, significa el comienzo o la primera noche del primer día de los Ázimos. ¿Por qué, pues, la noche del catorce del mes no significará, según el mismo santo Profeta, el comienzo o la primera noche del catorce del mes, teniendo allí tantas razones para darle este significado a esta expresión? 

domingo, 5 de diciembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Realeza en Israel (I de III)

   8. La Realeza en Israel 

Fijos en Canaán, los hebreos, a pesar de las órdenes divinas, no tardaron en unirse con las poblaciones indígenas. A la cría de rebaños agregaron el trabajo de los campos y ciertas industrias cananeas. Pero sobre todo se dejaron seducir por la religión de esos pueblos groseros y, en un sincretismo culpable, unieron al culto del Eterno la adoración de los Baales y de las Astartés. 

Parece que se desarrollaron la magia, la invocación de los muertos, el uso de sortilegios idolátricos, la veneración de las divinidades domésticas o terafim. 

La moral se rebajó y el escándalo de Gabaá (Jue. XIX) prueba que las costumbres de Sodoma estaban muy extendidas. Las tribus se disgregaron y la autoridad sacerdotal era impotente para conservar la ley mosaica en su pureza. 

Dios suscitó entonces hombres que, uno después de otro, fueron los defensores, los salvadores del pueblo. Se los llamó Jueces, de la palabra hebrea Shôfèt, que encontramos en el Suffète cartaginés. 

Desde Josué –cuyo nombre es el mismo que el de Jesús– hasta Samuel, que tendrá el doble carácter de sacerdote y juez, nos es presentada una secuela de jefes. Todos fueron instrumentos pasivos en las manos divinas, y permitieron al Todopoderoso librar, por medios débiles, a su pueblo agobiado, ahogado, saqueado por los moabitas, los filisteos, los amonitas y los madianitas. 

Los Jueces escribieron en el “rollo del Libro” una página sobresaliente que anuncia a Cristo, Hijo del hombre, Servidor ante el Padre, que se irguió “como un retoño, cual raíz en tierra árida” (Is. LIII, 2) pero al mismo tiempo “un poderoso Salvador... un Salvador para librarnos de nuestros enemigos” (Lc. I, 69-71). Los Jueces fueron eso: salvadores para Israel. 

El más famoso de ellos, Gedeón, había comprendido este misterioso rol que debía jugar. Llamado a librar a su pueblo, aceptó partir al combate con un ejército irrisorio, pues Dios había exigido, sucesivamente, una separación. ¡Un puñado de trescientos hombres, lámparas escondidas en cerámicas y algunas trompetas...! De esta manera, atacó al ejército madianita, numeroso como una invasión de langostas. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (V de XVI)

   Primera Objeción: 

En primer lugar, se objeta: No es seguro que los Hebreos hayan partido de Ramesés a la caída del sol, que en el pasaje que he citado del Deuteronomio se trata de la Pascua o del sacrificio del Cordero que se hace hacia la caída del sol. 

Respuesta: 

Lo que he dicho sobre estos dos artículos basta para hacer ver la debilidad de esta objeción. El texto es claro en lo que respecta al tiempo de la salida de Egipto: 

“Inmolarás la Pascual al ponerse el sol, a la hora en que saliste de Egipto” (Deut. XVI, 6). 

Por el hecho de que Moisés diga que se inmolará una víctima que llama Pascua, no hay que concluir que los Israelitas no salieron a la caída del Sol, porque el texto es claro más arriba, sino que hay que concluir de este texto formal solo, y más aún cuando se lo une con los del Éxodo y los Números que he citado, hay que concluir, digo, que se le da el nombre de Pascua a otro sacrificio distinto al del Cordero Pascual. Esta consecuencia es indudable, dado que la víctima de que se trata fue inmolada el día quince en el momento en que los Judíos salieron de Ramesés, y por lo tanto, un día después de la inmolación del Cordero. Así se ve en este capítulo la diferencia de los dos sacrificios, que se llaman Pascua. La víctima que se inmoló el catorce, y que lleva más comúnmente el nombre Pascua, era un Cordero o un Cabrito, el otro eran becerros, ovejas, etc. 

Inmolarás en la Pascua ovejas y bueyes al Señor Dios tuyo” (Deut. XVI, 2). 

Segunda objeción: 

La otra objeción tiene algo de engañoso y está sacado del capítulo XII del Éxodo, donde se dice: 

Comeréis, pues, panes ácimos en el mes primero desde el día catorce del mes por la tarde, hasta la tarde del día veintiuno del mes. No se halle levadura en vuestras casas por espacio de siete días” (vv. 18-19). 

Si se cuenta, se dirá, esos siete días desde la primera noche del catorce, donde pretendo que se comió el Cordero, terminarán pues en la primera noche del veintiuno y así el veintiuno no estaría incluido en los días de la Pascua, y no sería una fiesta, lo cual es falso, y en contra de lo señalado en el Levítico, donde el día séptimo se empieza a contar desde el quince, y, por lo tanto, el veintiuno es un día de fiesta que cierra la solemnidad de la Pascua. Por lo tanto, es preciso contar los siete días desde la segunda noche del catorce, y por lo tanto poner allí la manducación del Cordero, pues es por ella que comienza el Ázimo. 

Respuesta: 

lunes, 29 de noviembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Ley que conduce a Cristo (III de III)

 b. El Sacerdocio de Aarón 

Ahora bien, la ejecución de esta minuciosa legislación le fue confiada al sacerdocio de Aarón, asistido por la tribu de Leví. 

El rol del sacerdote es primordial en el código sinaítico. Es alrededor de él que se cristaliza todo para el ejercicio del culto, y para la ejecución de las obligaciones rituales, que comprende tanto los sacrificios, las ofrendas, los diezmos, como las enfermedades y la lepra. 

“Tendrás al sacerdote por santo, porque él es quien presenta el pan de tu Dios; por tanto, será santo para ti; pues santo soy Yo, Jehová, que os santifico” (Lev. XXI, 8). 

El sacerdote es el “puente” que une la debilidad del pueblo, las faltas colectivas e individuales, con Dios ultrajado. Es el mediador que intercede, el abogado que defiende una causa a menudo desesperada, el juez y el intérprete de la ley. 

El esplendor sacerdotal debía irradiar con sus rayos la vida de Israel a la espera del único Gran Sacerdote, el Mediador Soberano, nuestro Abogado perfecto ante el Padre: Cristo. 

Pero tocamos aquí uno de los fracasos más profundos de la Ley y una de las más grandes victorias satánicas. 

Satanás sabe que la autoridad sacerdotal es un formidable poder creado por Dios contra él y, por lo tanto, la va a atacar inmediatamente y se va a esforzar por arruinarla a los ojos del pueblo. 

Ya tiene su plan. Moisés no está; ¿no será posible seducir a Aarón, el sumo sacerdote, y hacerlo erigir un ídolo en lugar de Dios?... Me haré adorar por el pueblo, alegrándolo por medio de danzas y vino. 

Moisés estaba siempre en la montaña con Dios. Cansado por su ausencia, el pueblo le pidió entonces a Aarón que le hiciera “un dios que vaya delante de nosotros”. Aarón, sin duda por miedo, aceptó fundir un becerro de oro a imitación del buey Apis de Menfis o de Mnevis, más conocido por los hijos de Israel, que se adoraba en On. Construyó además un altar y clamó, como para excusarse: 

“Mañana habrá fiesta en honor de Jehová” (Ex. XXXII, 1-6). 

viernes, 26 de noviembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (IV de XVI)

  Para hacer la cosa más inteligible, reconstituyo en dos palabras toda esta historia conforme a los principios que he establecido y a las pruebas que he aportado. 

Al planear Moisés hacer salir cuanto antes a los Hebreos de Egipto, ordenó que cada padre de familia a la cabeza de todos los de la casa, inmolase un Cordero al comienzo del día catorce que comenzaba a la noche, que todos lo comieran con ciertas ceremonias que les señaló, a saber, que lo comieran de pie, teniendo los bastones en la mano, equipados como viajeros listos para ponerse en camino, que lo comieran con hierbas amargas y con pan sin levadura. Les ordenó además que tiñeran las puertas de sus casas con la sangre del Cordero, y que permanecieran encerrados en sus casas, porque a medianoche el Ángel del Señor iba a pasar para matar a los primogénitos en todas las casas cuyas puertas no estuvieren teñidas con la sangre del Cordero. Lo cual sucedió, en efecto, a la medianoche. Los egipcios, aterrorizados con tan terrible desastre, viendo bien que Dios los castigaba por haber maltratado y retenido a los Hebreos, no sólo les permitieron sino que incluso les rogaron salir cuanto antes de Egipto. De manera que los Judíos, dejando todos los pueblos de la tierra de Gosen, donde habitaban, vinieron a reunirse en Ramesés a fin de salir todos juntos. 

Todo el día no fue lo bastante largo para eso. Seiscientos mil hombres sin contar las mujeres y niños, el rebaño y el equipaje del que iban cargados, no podían recogerse en un momento; y no fue sino a la noche, en que comenzaba el quince del mes, que salieron como en batalla de Ramesés. 

Pero a fin de que un recuerdo tan memorable fuera eterno, Dios ordenó que todos los años en la noche del catorce de la luna, los Hebreos inmolaran un Cordero, y que lo comieran con las ceremonias que he enumerado, en testimonio de que la sangre del Cordero había librado sus casas de la espada del Ángel Exterminador. Además de eso, Dios quiso que al comienzo del día quince le sacrificaran todos los años becerros, un carnero y siete corderos en memoria del día que habían sido librados de la esclavitud al dejar Egipto, y además, que los seis días siguientes se repitiese el mismo sacrificio, que durante los siete días se abstuvieran de comer pan con levadura; todos esos días fueron llamados “días de la Pascua”, y dos, a saber, el primero, que era el quince, y el último, que era el veintiuno, fuesen días de fiesta. Este mandato está expresado largamente en el libro de los Números en estos términos: 

El día catorce del primer mes será la Pascua de Jehová. El día quince de este mes será día de fiesta. Durante siete días han de comerse panes ácimos. El día primero habrá asamblea santa, y no haréis ningún trabajo servil. Ofreceréis en sacrificio de combustión un holocausto a Jehová: dos novillos, un carnero y siete corderos primales, sin tacha; y como oblación correspondiente, flor de harina amasada con aceite. Ofreceréis tres décimos por cada novillo, dos décimos por el carnero, y un décimo por cada uno de los siete corderos; también un macho cabrío en sacrificio por el pecado, para hacer expiación por vosotros. Ofreceréis esto, además del holocausto de la mañana, que es el holocausto perpetuo. Esto haréis diariamente durante siete días. Es alimento para el sacrificio que se consume por el fuego en olor grato a Jehová y que ha de ofrecerse además del holocausto perpetuo y su libación. El séptimo día celebraréis asamblea santa, y no haréis ningún trabajo servil” (XXVIII, 16-25). 

martes, 23 de noviembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Ley que conduce a Cristo (II de III)

    La ley dada en el Sinaí era, pues, necesaria a “los hijos de Israel”. Por otra parte, ¿no tenían también los otros pueblos sus leyes sociales y culturales, como el código babilónico de Hammurabi, contemporáneo de Abraham? Es muy instructivo comparar sus exigencias con la condescendencia completamente misericordiosa del Eterno respecto de su pueblo. 

Pero el modo nuevo de gobierno divino por medio de la Ley iba a diferir considerablemente del que había establecido la alianza edénica y patriarcal. 

Dios se manifestaba directamente a Adán y a los Patriarcas; de ahora en más, hablará a los suyos por intermediarios. 

El pueblo teme entonces los encuentros divinos, las conversaciones misteriosas que, para nuestros espíritus racionalistas, son a menudo piedras de escándalo. Ahora el pueblo tiene miedo de Dios: 

“Habla tú con nosotros, y escucharemos, pero no hable Dios con nosotros, no sea que muramos” (Ex. XX, 19). 

Dios escogerá, pues, los mediadores, los instrumentos, los portavoces, colocados entre Él y su pueblo, y cuya misión será la de interceder en su favor, de gobernarlo, de transmitirle los oráculos divinos. Sacerdocio, realeza, profetismo, aparecerán sucesivamente, pero evolucionarán simultáneamente. Sin embargo, para que su poder sea eficaz, sacerdotes, reyes y profetas deberán permanecer en total dependencia de Dios; desaparecer completamente ante Él, a fin de que su gobierno teocrático pueda tener pleno desarrollo y alcanzar completo valor educativo sobre un pueblo rebelde. 

Los hijos de Israel debían crecer, alcanzar la madurez para recibir a su Mesías, estar listos para reconocer a Aquel que los iba a hacer pasar por el “nuevo nacimiento” (Jn. III, 3-7) y elevarlos a su semejanza, a fin de que fuesen sacerdotes, reyes y profetas (Apoc. V, 10). 

El plan divino era admirable, pero para su realización era necesario ante todo la santidad del sacerdote, del rey y del profeta. Sólo el profeta –salvo excepción– conservó la pureza de su misión; es admirable la fidelidad con la cual los videntes de Israel transmitieron los oráculos de Dios, sus terribles amenazas, y completaron el “rollo del Libro”, que Jesús iba a venir a desenrollar y vivir. 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (III de XVI)

   Supongo, según el sentimiento casi general de todos los fieles, de todos los Padres, y de todos los Teólogos, que Nuestro Señor Jesucristo hizo la Pascua con las ceremonias ordinarias la noche que precedió a su muerte. Lo que pregunto es si lo hizo el día estipulado por la Ley o si adelantó el día, tal como lo pretenden los Griegos y algunos Doctores Católicos. La autoridad de los Evangelios es tan formal para mostrar que no lo adelantó que, sin entrar más en materia, creo tener el derecho de suponer por un momento ese sentimiento como verdadero en virtud de las solas palabras de los tres Evangelistas. 

“El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” (Mt. XXVI, 17); 

“El primer día de los Ázimos, cuando se inmolaba la Pascua, sus discípulos le dijeron, etc.” (Mc. XIV, 12); 

“Llegó el día de los Ázimos, en que se debía inmolar la pascua, etc.” (Lc. XXII, 7). 

¿Se pueden leer estas palabras sin comprender que ese día era el primer día de los Ázimos en Jerusalén, que era el día que los Judíos inmolaban y que estaban obligados a inmolar la Pascua? 

Sobre estas palabras tan expresivas como aquellas, supongo que Nuestro Señor Jesucristo no adelantó el día marcado por la Ley para hacer la Pascua. Pero, en esta suposición mantengo que, habiendo hecho la Pascua el día catorce del mes, la hizo la noche que era el comienzo de ese día catorce. Pues si no la hizo la noche que era el comienzo del día catorce, la hizo la noche después, es decir al comienzo del día quince y como fue capturado por los Judíos algunas horas más tarde, y la mañana siguiente crucificado, se seguiría que fue arrestado, conducido al Tribunal del Presidente Romano, condenado, flagelado, crucificado y sepultado el día quince del mes, lo cual no se puede sostener de ninguna manera, y he aquí las razones: 

El día quince era el día de la fiesta de la Pascua, la más célebre de las fiestas, pero los procedimientos judiciales y los juicios estaban prohibidos entre los judíos los días de fiesta como así también la sepultura de los muertos y especialmente en este día: 

“Ningún trabajo servil haréis (en él)” (Lev. XXIII, 7). 

En segundo lugar, según San Juan, el día que Nuestro Señor Jesucristo fue crucificado era la preparación de la Pascua (Jn. XIX, 14), es decir, según el significado de la palabra preparación, era el día en el que se preparaban para la fiesta de la Pascua. Ese día, pues, no era la fiesta misma de la Pascua, y por lo tanto no era tampoco el día quince del mes. 

Por lo tanto, es cierto que Nuestro Señor hizo la Pascua la primera noche del día catorce; si la hizo, pues, en el tiempo ordenado por la Ley, como lo señalan los tres Evangelistas, se sigue que el tiempo de inmolar el Cordero el catorce del mes, era el comienzo y no el fin del catorce. 

domingo, 14 de noviembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, La Ley que conduce a Cristo (I de III)

   7. La Ley que conduce a Cristo 

a) El Sacerdocio Levítico 

El Antiguo Testamento –escribía San Agustín en La Ciudad de Dios– no es otra cosa más que el Nuevo cubierto de un velo, y el Nuevo no es otra cosa más que el Antiguo develado”. 

Es así que “la Ley fue nuestro ayo para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe” (Gál. III, 24). Tiene por misión preparar el camino, pero después de la Primera Venida del Mesías, fue un obstáculo contra la cual se dirige el Apóstol con vehemencia, muy particularmente en las Epístolas a los Romanos y a los Gálatas. Llegará incluso a hablar de la “maldición de la ley” (Gál. III, 13). 

¿Por qué, pues, esta severidad? 

La Ley del Sinaí le dio a Israel un código nuevo, cargado de minuciosas prescripciones, a las cuales iban a estar vinculados desde entonces. Era un yugo pesado del que estaban exentos los Patriarcas; un refuerzo de la “separación”. No es sólo en su tierra que el judío será un “separado”, sino en todas partes. Mezclado entre las naciones por las deportaciones, la vida comercial o por cualquier otra razón, estará unido por múltiples observancias. 

El objeto principal de la separación era hacer una “nación santa” de todo el pueblo, una nación de sacerdotes, de profetas y de reyes, social y familiarmente sabios, para conservar la unidad y evitar el desmenuzamiento de las tribus, obstaculizando ciertas iniciativas personales y bloqueando los peligros del individualismo. 

Ventajas ciertas que favorecían y protegían el desarrollo de la colectividad, pero también qué rebajamiento para el individuo, atado por múltiples prescripciones. Qué transformación de sus relaciones directas con Dios, de la simplicidad primitiva de las costumbres religiosas, de todo un comportamiento que había conservado algo de la dulzura, inocencia, pureza y simplicidad edénica. 

Desde el Edén asistimos, en efecto, a una regresión general. “Evolución regresiva”[1], sí, y marcada en todos los dominios. La unidad tiende a la multiplicidad, la libertad al yugo, el culto familiar al social. El altar, tan simple al comienzo –una piedra–, recibe el desarrollo complejo del Tabernáculo y se rodeará más tarde de la magnificencia del Templo. 

jueves, 11 de noviembre de 2021

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (II de XVI)

 Texto de Fray Luis 

Moisés, en el capítulo XXIII del Levítico, narra que Dios ordenó al pueblo de Israel inmolar un Cordero el día catorce del primer mes. A esta víctima se le dio el nombre de Pascua, nombre Hebreo que significa Paso. Porque los Israelitas, habiendo puesto sobre la puerta de sus casas sangre del Cordero que inmolaron, como estaban por salir de Egipto, el Ángel exterminador los pasó de largo a todos sin hacerles mal alguno. Un falso prejuicio según el cual se ha explicado comúnmente esta orden de Dios, ha dado lugar a cuestiones muy difíciles de resolver, que dieron mucho trabajo a los más hábiles y volvieron obscuros pasajes de la Escrituras que son muy claros y muy fáciles de entender. 

Pues sobre aquello que la Escritura señala expresamente, de que el Cordero debía ser inmolado el día catorce a la noche, la mayoría pensó que esta inmolación se hacía al fin del día catorce, porque, según las ideas ordinarias, la noche es el fin del día. Es un error que ha causado muchos apuros en la cuestión que los Intérpretes del Evangelio proponen, a saber, en qué día del mes tuvo Nuestro Señor Jesucristo la última Cena y sufrió la muerte. 

Siempre me he sorprendido que tantas personas sabias en las sagradas Letras hayan caído en este error que ha sido la causa de no sé cuántos Sistemas falsos en esta materia. Pues es lo que ha hecho imaginar a algunos que Jesucristo había adelantado el día de la Pascua de los Judíos. De aquí se fundan los Griegos para asegurar que Jesús usó pan fermentado en la institución del sacramento adorable de su Cuerpo. En una palabra, es lo que ha dado lugar a todas las quimeras que cada uno se ha forjado a su fantasía, para dar pasos en falso, antes que nada, a donde su primer error lo había comprometido. 

Digo, pues, que es un error muy grande creer que la noche para los Hebreos era la última parte del día, tal como lo es entre nosotros. La noche era el comienzo de su jornada, y así era al comienzo del día catorce en que se debía inmolar el Cordero, porque el Mandato de Dios era que había que inmolarlo la noche del día catorce: 

“En el mes primero, el día catorce del mes al anochecer es la Pascua del Señor” (Lev. XXIII, 1). 

Es lo que me propongo probar en este pequeño Tratado. He aquí en dos palabras el método que seguiré. 

En primer lugar, voy a mostrar que fue en la primera noche del día catorce del mes, es decir, al comienzo de ese día que los Israelitas inmolaron el Cordero cuando salieron de Egipto. 

Mostraré también que Jesucristo lo hizo así en su última Pascua, y que Él mismo, que era el verdadero Cordero, habiendo sido puesto en la Cruz por los judíos, se ofreció ese mismo día catorce del mes en Sacrificio a Dios, su Padre. 

Por último, explicaré en forma muy natural varios Pasajes del Evangelio que han parecido hasta ahora muy difíciles de entender. 

Pero para probar que el Cordero, que era Figura de Jesucristo, debía ser inmolado la primera noche, es decir, al comienzo del día catorce, hay que establecer lo que dije sobre el comienzo del día según el uso de los Hebreos. 

El primer día del mundo, según la manera de hablar de Moisés, comenzó por la tarde, los que lo siguieron comenzaron igual, y así todos los otros. Al hablar de las dos partes de las que está compuesta el día, nombra siempre a la noche antes que a la mañana: 

“Y hubo tarde y hubo mañana: primer día. Y hubo tarde y hubo mañana: día segundo” (Gen. I, 5.8). 

Según esta regla, el día que comienza por la noche terminará la noche siguiente, que será el comienzo de otro día. La noche será el comienzo, y la mañana será el fin y cuando la Escritura diga que hay que hay que hacer un sacrificio la noche del día catorce, es como si dijera que hay que hacerlo al comienzo del día catorce. 

Si hubiera alguna duda con respecto al día civil o natural, no la hay ni la puede haber con respecto a los días festivos. Todo el mundo está de acuerdo que esos días comenzaban por la noche: 

De una tarde a la otra, guardaréis vuestros sábados” (Lev. XXIII, 32). 

Pero, aunque el día catorce no era propiamente una fiesta, es decir, que ese día no estaba prohibido trabajar, sin embargo era un día que se celebraba y se solemnizaba a causa de la inmolación del Cordero Pascual, de la manducación de los Ázimos en el festín en que se comía el Cordero, y de los otros preparativos que se hacían para la fiesta de la Pascua que era el día siguiente, y que comenzaba a partir de la segunda noche de ese mismo día; de esta forma, se lo debe colocar entre el número de los días solemnes que comenzaban por una noche; pero voy a aportar pruebas más específicas de lo que digo.

lunes, 8 de noviembre de 2021

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Libertador (III de III)

    Los proyectos de Satanás son frustrados. Cuenta los muertos. La muerte ha golpeado todo Egipto, pero son los de su descendencia; la de la mujer ha salido indemne, por el poder de Dios, “con mano fuerte y con brazo extendido” (Deut. V, 15). Victorioso de todas las emboscadas, la sangre del Cordero obró la maravillosa liberación, la admirable puesta en libertad. 

En cuanto a Moisés, canta la gloria del Eterno y proclama que, de ahora en adelante, Israel no es solamente una familia sino un pueblo, un “pueblo adquirido” (Ex. XV, 16) –es decir, propiedad de Dios–, “la porción del Eterno, su herencia peculiar” (Deut. XXXII, 9), “el primogénito del Eterno” (Ex. IV, 22). Un pueblo “consagrado” (Jer. II, 3). Aún más, el amor divino por él es tan fuerte como el de un esposo (Jer. II, 2; Os. II, 18). 

Pero estos títulos grandiosos y llenos de sentido, anuncian una pesada responsabilidad para Israel. ¿Cómo va a reaccionar bajo el peso de esta gloria y de semejantes títulos de nobleza? Por desgracia, resistiendo a Dios, con murmuraciones, con tristezas estériles del recuerdo del fértil Egipto. Entonces será llamado el pueblo de “dura cerviz” (Deut. XXXII, 27), el que “resiste”, “un pueblo rebelde” (Is. LXV, 2). 

Y, sin embargo, Dios multiplicará los beneficios y milagros durante la estadía en el desierto. Serán como una presencia de Cristo entre los suyos. 

Bebían de una piedra espiritual que les iba siguiendo, y la piedra era Cristo” (I Cor. X, 4). 

Esta agua que brota en el desierto es realmente la que da la vida, la imagen de la gracia. ¿La piedra misteriosa no es figura del Costado abierto del Señor, donde somos invitados a beber a raudales? ¿No es también el llamado del Apocalipsis a apagar la sed en la espera ansiosa de Cristo? “Diga también quien escucha: «Ven». Y el que tenga sed venga; y el que quiera, tome gratis del agua de la vida” (Apoc. XXII, 17). 

El maná, con sabor a miel, que cae por cuarenta años, está lleno de sentidos místicos. El mismo Jesús interpreta estos sentidos cuando habla de su Carne, que dará como alimento, y de la Palabra de vida, que es también el Pan del cielo. 

“En verdad, en verdad, os digo, Moisés no os dio el pan del cielo; es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es Aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo”.

Jesús es el verdadero maná. “Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. El que come este pan, no muere” (Jn. VI, 31-58).