miércoles, 29 de marzo de 2023

El Libro de Rut, por el P. Tardif de Moidrey (reseña)

 Padre Tardif de Moidrey, El libro de Rut. Alfa Ediciones. Villa Allende, Córdoba, Argentina, 2023. Págs. 124.

 


No hay mejor presentación para este sacerdote que las palabras de Joseph Bollery en la biografía de Léon Bloy: 

Por medio de Hello, Léon Bloy conoció al P. Tardif de Moidrey, cuya influencia, para ser breve, fue tal vez la más profunda que un hombre haya ejercido sobre el espíritu del autor de El Desesperado…”[1]. 

El mismo Léon Bloy lo repetirá en sus diarios y escritos: es a él, a quien consideraba un santo, a quien debe el método para interpretar las Escrituras. La Salvación por los judíos, obra insuperable en su género, nacerá de las meditaciones según el método legado por el P. Tardif. 

El P. Tardif de Moidrey nació en Metz en 1828 y cursó primeros los estudios jurídicos, oficio que ejerció durante algún tiempo. Ingresó en el seminario francés de Roma y fuer ordenado en 1859. Estudió asiduamente a Santo Tomás y las Escrituras y se dedicó a predicar el llamado a las peregrinaciones a La Salette y a Tierra Santa, a donde había ido varias veces. 

Dice Bloy en La que llora: 

“Ese misionero, mas orador que escritor, recorrió el mundo para anunciar la Gloria de la Madre de Jesucristo, volviendo siempre invariablemente a la Salette, donde a los pies de La que llora, iba a buscar las inspiraciones de su celo apostólico.

El Discurso infinitamente extraordinario que oyeron los niños en esta Montaña, habíase convertido en centro de sus pensamientos, y su inteligencia era como uno de esos dones inexpresables que el Venerable Grignion de Montfort atribuía proféticamente a los Apóstoles de los Últimos Tiempos.

Bastarían las migajas del festín diario brindado a sus auditores por ese humildísimo, cuando hablaba de la Reina de los Patriarcas y de los Mártires, para que uno adquiriera reputación de exégeta…”. 

Este comentario al Libro de Rut, calificado de obra maestra por Paul Claudel, debía ser seguido, según la intención del autor, de otros comentarios al resto de las Escrituras, pero el rotundo fracaso de sus ventas le desanimó terriblemente y exclamaba con dolor: 

De qué sirve escribir, ¡la gente no me lee!”. 

Es una pena que no se haya dado cuenta que tal vez el escritor no escribe para sus contemporáneos y que nos haya privado de los demás comentarios que tenía en mente. 

Tal vez por un secreto deseo de hacer algo de justicia a este sacerdote tan desconocido como pobre y humilde, tal vez, digo, este libro haya sido traducido. Afortunadamente algo de justicia se le está haciendo, pues hace algo más de dos años salió lo que aparenta ser un formidable estudio sobre la vida y obra del P. Tardif: “L'abbé Tardif de Moidrey, "L'homme des désirs": suivi d'une édition critique du "Livre de Ruth" (1871) et de documents inédits”, escrito por François Gadeyne (ver AQUÍ). 

Este comentario espiritual al Libro de Rut es una hermosa aplicación de todo el libro a la vida religiosa. Es, se diría, un tejido de citas bíblicas de principio a fin. 

En 1879, el P. Tardif emprendió una nueva peregrinación a La Salette, esta vez con el mismo Bloy, quien después de varios días, tuvo que regresar a la ciudad, dejando al P. Tardif solo en La Salette. Una enfermedad repentina terminó pronto con la vida del Padre, quien murió el 28 de septiembre de 1879, día de Nuestra Señora de los Siete Dolores, y es allí donde fue enterrado, según sus expresos deseos. León Bloy nos descubre el dolor que le causó esta pérdida en las desgarradoras Cartas a Verónica. 

Por ahora el libro sólo está disponible en Amazon (ver AQUÍ), a la espera de su publicación en Argentina.



[1] Léon Bloy, essay de Biographie, vol. I, pág. 275 (1947).

domingo, 26 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (VI de VI)

VI. Destinatarios 

Más arriba me preguntaba cómo hacer para que el hombre moderno se interese hoy en día por la Biblia, y la verdad es que creo que la mejor manera es explicarla de la misma forma que aquí presentamos al lector, pues es pedagógicamente excelente dado que no solamente sirve para explicar numerosos pasajes obscuros, sino también porque hace que toda la Biblia adquiera un nuevo sentido y la podamos leer con otros ojos.

Estoy convencido que esta clase de libros es útil tanto para el ateo y racionalista que no cree en nada, como también para los judíos y, por último y, sobre todo, para los mismos miembros de la Iglesia Católica.

En primer lugar, para el ateo y racionalista porque se vería forzado a aceptar que más de mil quinientos años antes, Moisés pudo retratar perfectamente la historia de Jesucristo al delinear la de José. Como dice el P. Caron: 

La vida de ese ilustre Patriarca es ese cuadro milagroso donde están dibujados todos los misterios del Hijo de Dios: su misión, su nacimiento milagroso, su vida, sus trabajos, su pasión, su resurrección, su gloria, su omnipotencia, su unión con la Iglesia, la vocación de los gentiles, la reprobación de los judíos, el estado actual del pueblo deicida, su llamado claramente anunciado por San Pablo y todos los Profetas, la unión de los dos pueblos en el seno de la Iglesia católica, el reino espiritual del Salvador, el desprendimiento universal que exige a todos sus discípulos, el uso que hace de su autoridad para someter todo a su Padre, la sentencia que pronunciará en el último día sobre todos los hombres reunidos al pie de su trono, todos estos altos y sublimes misterios de nuestra fe están allí representados con características tan sorprendentes, y tan perfectamente inimitables, que es imposible que ningún espíritu recto y sincero los desprecie”. 

Y como si esto fuera poco, Dios –“¡Oh, profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de su ciencia!” (Rom. XI, 33)- hizo lo que nadie se atreve a hacer y es profetizar esa historia utilizando para ello instrumentos vivos, libres y racionales.

En la conclusión, nuestro autor rematará su argumentación con estas palabras: 

jueves, 23 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (V de VI)

 V. La historia de José 

Prácticamente no existe en el Antiguo Testamento ningún personaje más o menos importante, y lo mismo puede decirse de las ceremonias, sucesos, etc., que no prefigure algún aspecto de ese misterio de Cristo del que acabo de hablar.

Creo que un breve repaso por algunos de ellos nos podrá ser de alguna utilidad.

1) Adán es imagen de Cristo como cabeza de la humanidad. Este aspecto lo desarrolla san Pablo a los Romanos y en la I a los Corintios, y la imagen se ve en que, así como Adán era cabeza de la humanidad y por su pecado todos pecamos, de la misma manera Cristo es cabeza de la humanidad y con su muerte pagó la deuda de todos.

2) Abel es imagen de Cristo en cuanto mártir porque, así como Abel fue muerto por su hermano por envidia, Jesús fue muerto por sus hermanos los judíos, también por envidia.

Por eso Mt XXVII, 17-18, dice: 

“Estando, pues, reunido el pueblo, Pilato les dijo: “¿A cuál queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el que se dice Cristo?”, porque sabía que lo habían entregado por envidia”. 

3) Noé es imagen de Cristo en cuanto Salvador ya que salvó del Diluvio a quienes entraron al Arca, así como Cristo nos salva de la muerte eterna si entramos en su Iglesia.

4) Melquisedec es imagen de Cristo en cuanto Sacerdote, ya que ofreció un sacrificio de pan y vino[1].

5) Isaac, cargando con el leño en que iba a ser sacrificado por Abraham su padre, prefigura la pasión, muerte y resurrección de Jesús, entregado a la muerte por Dios Padre (Rom. VIII, 32, etc.).

6) Jacob también es una hermosa imagen de Nuestro Señor en cuanto al carácter solidario y vicario de la Redención ya que para recibir la bendición que le correspondía a Esaú, engañó a su padre vistiéndose como Esaú y recibió la bendición que en principio no le correspondía; exactamente lo mismo que hizo Jesús cuando, a fin de recibir la maldición que Dios había decretado contra Adán en el Paraíso, engañó a Su Padre “vistiéndose” de la naturaleza humana y recibió sobre Sí, ya no la bendición como Jacob, sino la maldición que todos nosotros merecíamos.

7) Moisés es imagen de Jesús como Legislador, pues, así como éste recibió de parte de Dios la ley en el monte Sinaí, de la misma manera Jesús promulgó su Ley Nueva en el conocido Sermón del monte.

lunes, 20 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (IV de VI)

 Llegados aquí, se impone una pregunta: ¿cómo reconocer el sentido espiritual? O dicho de otra manera ¿sobre qué puede tratar?

Para responder a esta pregunta, comenzaré por citar a León Bloy que dice en una de sus obras: 

Dios no puede hablar sino de sí mismo”. 

O para decirlo de otra manera, el sentido espiritual va a tratar sobre el mismo Dios, y más en particular sobre la persona adorable de Jesucristo.

Pero es imprescindible tener en cuenta que el misterio de Cristo es más amplio de lo que puede parecer a primera vista, ya que puede ser considerado en un doble aspecto: 

1) Cuerpo Físico de Jesucristo: 

Y esto a su vez se subdividirá en dos, según se trate de:

1.a) La primera Venida.

1.b) La segunda Venida. 

2) Cuerpo Místico de Jesucristo, o sea, la Iglesia Católica, a la cual hay que añadir los sacramentos que están implícitos, como así también la vida de la gracia.

San Gregorio Magno resumirá admirablemente en una frase el sentido místico, afirmando que es: 

Una acción, realmente ejecutada, significativa de otra futura[1]. 

Teniendo en cuenta estas cosas, bueno será resumir a algunos principios generales la interpretación bíblica:

viernes, 17 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (III de VI)

 IV. Interpretación 

Lamentablemente, sobre la manera de interpretar la Biblia ha existido mucha confusión, debido más que nada a una falta de uniformidad en los términos, la cual salta rápidamente a la vista de cualquiera que decida repasar la historia de la exégesis católica desde los primeros tiempos, pero no tenemos que desesperar pues creo que mucho se ha avanzado en todo este tiempo.

Lejos de mí intentar en esta pequeña introducción un análisis acabado del tema, que por otra parte estaría más allá de mis fuerzas, pero sí pretendo al menos presentar un sistema, no propio claro está, sino basado en diversos autores, a fin de tratar de ordenar y reducir a una cierta unidad todos los datos esparcidos aquí y allí.

Enseña el P. Cornely que el sentido de las Sagradas Escrituras es “todo aquello que por la intención del Espíritu Santo significan y manifiestan sus palabras, sea inmediata, sea mediatamente[1], lo cual nos da un doble sentido bíblico.

El primero es el llamado sentido literal que, como su nombre lo indica, es aquel que se obtiene analizando el significado de las palabras. Esta manera de expresar una verdad es común a todas las ciencias humanas y de ella hablábamos más arriba cuando nos referíamos a la condescendencia divina.

Dicho de otra manera, así como las palabras que usamos tienen un significado, Dios utiliza las palabras para comunicarse con nosotros; pero existe aquí una subdivisión pues, como explica Santo Tomás: 

Las palabras pueden tener un significado propio y otro figurado; y así, cuando la Sagrada Escritura habla del brazo de Dios, el sentido literal no es que Dios tenga semejante miembro corpóreo, sino lo que este miembro significa, o sea, la potencia operativa[2]. 

Este es el sentido inmediato del que habla Cornely.

martes, 14 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (II de VI)

 III. Contenido 

Pero de nada sirve al creyente tener en sus manos las Sagradas Escrituras si carece de las herramientas básicas para poder entender e interpretar este libro tan magnífico como profundo.

Antes que nada, es importante conocer a grandes rasgos cuál es el contenido de esa “carta” que Dios nos ha mandado; y, en primer lugar, no hay dudas que en los 73 libros que consta la Biblia hay muchas cosas, pero creo que todo se puede resumir a una sola:

Podríamos decir que lo que Dios nos ha revelado es, básicamente, una historia. En efecto, desde el primer versículo del Génesis, donde se narra la creación del cielo y la tierra, hasta los últimos versículos del Apocalipsis, donde se describen los cielos nuevos y tierra nueva, lo que tenemos es, en substancia, una historia.

Pero esta historia no es cualquier historia. Es, antes que nada, una historia sagrada, obviamente, como no podía ser de otra manera, pero además es, podríamos decirlo, una historia de salvación porque, como todos sabemos, Adán y Eva fueron creados de forma tal de ser capaces de conocer y amar a Dios como Él mismo se conoce y se ama; Dios quiso compartir con ellos su vida, su naturaleza, hacerlos formar parte de la familia divina. En definitiva: los creó en estado de gracia, la cual los teólogos definen, siguiendo a San Pedro, como una participación de la naturaleza divina en la criatura intelectual. Pero ese estado de amistad con Dios por el cual eran hijos adoptivos suyos, Adán y Eva lo habían recibido con la obligación de transmitirlo a sus descendientes. Era un don dado en ellos a toda la raza humana, un don que Adán había recibido como cabeza de la humanidad; pero como todos sabemos, fueron infieles a su misión, desobedecieron a Dios y pecaron. Y es por eso que somos concebidos en pecado original. Alejados de Dios. Enemigos de Dios.

Y si Dios hubiera dejado las cosas así, entonces la única historia que nos podría haber revelado hubiera sido una historia de condenación pues el hombre hubiera sido incapaz por sí mismo de pagar la deuda contraída ante Dios y de evitar el pecado, y entonces hubiera perecido eternamente en el infierno; pero en su infinita misericordia, lo que Dios hizo fue prometernos un Redentor que iba a pagar y satisfacer el pecado no sólo de ellos sino el de todos sus descendientes.

Y desde entonces lo que tenemos en la Biblia es, pues, una historia de Salvación y, por lo tanto, nada más obvio y natural que el centro de esa historia, o si me permite la expresión, el “actor principal” de esa historia, sea y no pueda ser otro más que el Salvador.

Y si el centro de esa historia es el Salvador, entonces nada más natural que Dios hable de Él a través de toda la Biblia.

 Y esta es la primera conclusión que tenemos que sacar:

Si la Biblia es una historia de salvación, entonces de una u otra manera toda la Biblia va a hablar del Salvador o estar dirigida a él.

La duda que inmediatamente viene al espíritu es de qué forma se valió Dios para hablar del Salvador a través de toda la Biblia, porque si bien está claro que el Nuevo Testamento no hace más que describir a Jesucristo y a su obra, lo cierto es que una lectura superficial del Antiguo Testamento nos puede convencer fácilmente de lo contrario.

A esta duda voy a tratar de responder a continuación al explicar lo que se ha dado en llamar los sentidos bíblicos.

sábado, 11 de marzo de 2023

Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Introducción) (I de VI)

Introducción al libro de José del P. Caron

 

Nota del Blog: Compartimos la introducción del traductor del libro del P. Caron sobre la tipología bíblica entre Nuestro Señor Jesucristo y José, hijo de Jacob, que ya habíamos reseñado AQUÍ. 

*** 

De la misma manera que el apetito es una de las mejores pruebas

de salud corporal, el gustar la Palabra de Dios,

que es un apetito espiritual, es también señal bastante segura

de la salud espiritual del alma

(San Francisco de Sales)


I. Necesidad de la Revelación 

Nos enseña la Iglesia que Dios, en su infinita bondad, y no contento con haber creado al hombre, decidió, por un acto libérrimo de su voluntad, elevarlo al estado sobrenatural, haciéndolo capaz, por lo tanto, de conocer y amar a Dios de la misma manera que Él se conoce y se ama, y que en eso, en definitiva, consiste nuestra felicidad, como ya lo enseñó Nuestro Señor cuando dijo: 

“Y la vida eterna es: que te conozcan a Ti, solo Dios verdadero y a Jesucristo, Enviado tuyo” (Jn. XVII, 3). 

Pero para que este don de Dios pudiera efectuarse en nosotros, fue preciso, como lo enseña el Concilio Vaticano I (Dz. 3005) que Dios se revelase al hombre, que se diera a conocer de alguna manera y por eso, en uno de sus tantos actos de condescendencia (tema tan caro a San Juan Crisóstomo), decidió revelarse a nosotros por el mismo medio que nos comunicamos entre los hombres: la palabra.

Por eso, pintorescamente nota el gran exégeta alemán, y nuestro por adopción, Mons. Straubinger[1]: 

“Dios pudo habernos hablado por medio de la pintura o de la música. Si así fuese, nuestro interés debería estar en todo lo que se refiere a esas artes y las leyes que las gobiernan, debido a que de ellas se habría valido Dios para expresar sus pensamientos. Puesto que Dios ha visto como medio apropiado las palabras, debemos interesarnos por esas palabras depositadas en la Sagrada Escritura y estudiarlas aun en sus matices para descubrir en ellas todo cuanto rinda plenamente y destaque al máximum la fuerza de cada expresión”. 

Pero, así como nos comunicamos entre nosotros por dos vías diversas, a saber, de manera escrita y de manera oral, la condescendencia de Dios bajó hasta allí y decidió revelarse al hombre exactamente de la misma forma: escrita y oral, y así nos dio su Palabra escrita y su Palabra oral o, dicho en otros términos, la Biblia y la Tradición.

Ya San Hilario notaba esta similitud[2]: 

miércoles, 8 de marzo de 2023

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (XVIII de XVIII)

 XII. - CONCLUSIÓN 

Nos parece que hemos justificado el título dado a estas páginas: El cardenal Billot, luz de la teología, y podemos añadir: luz de la Santa Sede. Ningún espíritu justo e imparcial se negará a reconocer los magníficos dones de esta élite de la naturaleza y los inmensos servicios que ha prestado a la doctrina cristiana.

No tenemos nada que decir sobre el conjunto de circunstancias que le llevaron a renunciar al cardenalato. El R. P. de la Brière escribió que "se le invitó discretamente a dimitir" (Études, 5 de enero de 1932). Si esta afirmación es la última palabra de la historia, no cabe duda de que el santo cardenal supo pensar con Bossuet que "las desgracias de la tierra son gracias del cielo" (Carta al mariscal de Bellefonds). En cualquier caso, abandonó la Ciudad Eterna y se retiró a la campiña romana, cerca de un venerado santuario, en una obscura comunidad de su Orden, una especie de Tebaida donde, como en la soledad de Rancé, sólo se oía "el sonido de la campana, el murmullo de los vientos y el canto de los pájaros".

Despojado de honores, no perdió nada de la excelencia de su dignidad. Bossuet, hablando de Pierre de Berulle, dijo: 

"Hombre ilustre y encomiable, a cuya dignidad me atrevo a decir que ni siquiera la púrpura romana añadió nada, tan elevado estaba por el mérito de su virtud y de su ciencia" (Oración fúnebre del P. Bourgoin). 

¿No podemos decir lo mismo del cardenal Billot: la púrpura no añadió nada y, en consecuencia, no restó nada a su dignidad, cuando la dejó? A los ojos de la posteridad, escribía R. Havard de la Montagne, siempre será el Cardenal Billot. La Iglesia y Francia le devolverán un título que ha contribuido a ennoblecer tanto por haberlo llevado como por haber renunciado a él" (Roma, 1 de octubre de 1927).

Después de una larga vida activa y militante, en su silencioso retiro, se ocupó de la reedición de sus obras, manteniendo su vigor intelectual hasta el final, como lo atestiguan ampliamente, tanto las cartas que escribió durante esos años, como todos los que tuvieron el favor de acercarse a él.

El pensamiento de la muerte le era familiar, y la gran visitante no le sorprendió cuando vino a abrir la entrada a la tierra prometida. Podía aplicarse a sí mismo las palabras de las Escrituras: "Ambulavit pes meus iter rectum, propterea bonam possidebo possessionem: He caminado rectamente y poseeré una herencia eterna, Ecli. LI, 20. Pero la tierra perdió al doctor más ilustrado y humilde de su tiempo: este es el testimonio de las conciencias rectas; será el juicio de la historia y el objeto de la admiración de la posteridad.

sábado, 4 de marzo de 2023

P. Louis H. Caron, Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (Reseña)

 P. Louis H. Caron, Similitudes entre el Santo Patriarca José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo. Alfa Ediciones. Villa Allende, Córdoba, Argentina, 2023. Págs. 194. 

 


 Hay libros que pueden hacer un bien inmenso pero que tienen la mala fortuna de pasar completamente desapercibidos. Los libros del P. Caron son un claro ejemplo de ello. De no haber sido por nuestro querido Drach, tal vez nunca hubiéramos conocido al Autor, pues jamás lo hemos visto citado en ninguna otra parte.

No encontramos explicación para semejante situación, pues, tal como ya lo describía el mismo Drach, es un libro que “espanta por su talento y erudición” y que tuvo la gracia inmensa de haber sido el instrumento del cual se valió Dios para convertir a algunos judíos.

Los lectores del Blog seguramente recordarán al autor, pues hemos publicados la tabla sumaria tanto de este libro como la del que le siguió: Isaac (ver AQUI). Libro que esperamos poder publicar algún día.

Esta clase de libros desarrolla en forma magistral el sentido típico de la Biblia, y nos muestra con un ejemplo más que patente, algo que solamente Dios puede hacer: utilizar instrumentos libres cuyas acciones profetizan la vida de Jesucristo.

Tal como dice el Autor en su introducción: 

“… sea cual sea bajo el aspecto literario el mérito de esta in­comparable historia, a los ojos de la fe tiene otro, ciertamente generalmente menos conocido, pero infinitamente más estimable: es el de ofrecernos un retrato acabado de Nuestro Señor Jesucristo. En efecto, todas las circuns­tancias de la vida de José están relacionadas tan perfectamente con Nuestro divino Salvador, que prácticamente basta con cambiar los nombres y poner en lugar del nombre de José, el de Jesucristo, para hacer la historia del Justo por excelencia.

Ahora bien, si un pintor hubiera representado, diecisiete siglos antes de la era cristiana, en un cuadro lleno de similitudes, toda la historia del Hijo de Dios ¿no se miraría y no se debería mirar a ese pintor como un hom­bre iluminado desde lo alto, como un verdadero profeta? ¿Hubiera podido representar con tan vivos colores y con tan asombrosos detalles tantos su­cesos extraordinarios sin haberlos visto? ¿Y hubiera podido verlos en otra parte que no sea en la luz infinita de aquel para quien todos los siglos están presentes, y que ve todo junto el pasado, el presente y el futuro? La inspi­ración de ese pintor estaría pues desde entonces invenciblemente probada, así como la divinidad del cristianismo. ¡Y bien! Ese misterioso pintor es José: la vida de ese ilustre Patriarca es ese cuadro milagroso donde están dibujados todos los misterios del Hijo de Dios… se descubre allí al poco tiempo, y por así decirlo, de un golpe de vista, el orden y todo el conjunto de los consejos de Dios, el plan y toda la economía del cristianismo, el resumen de todas las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento; en una palabra, la historia de Jesucristo completa, la historia de todos los siglos ya que, como lo observa el gran Bossuet, todo lo que ha sucedido desde el comienzo del mundo y todo lo que sucederá hasta el fin de los tiempos no mira más que a él solo.

Pero lo que lleva al colmo la admiración que inspira este misterioso cua­dro es que es vivo y animado; y que fue necesario, por lo tanto, que Dios, por un milagro de su omnipotencia, hiciera concurrir un gran número de sucesos extraordinarios y de voluntades libres para la ejecución del gran dibujo donde tenía pensado pintar la historia de Nuestro Señor Jesucristo en la de José y que, para formar esta fiel y viva imagen, no sólo la sabiduría de Dios condujo el pincel sino que su poder preparó los colores”. 

En las siguientes entradas publicaremos el prólogo del traductor.

Por ahora, el libro está solamente disponible en Amazon (ver AQUI), pero muy pronto nuestros amigos de Lectio y Alfa Ediciones nos darán la versión impresa en Argentina.

jueves, 2 de marzo de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 13

 13. Y hace signos grandes de forma tal que incluso fuego hace del cielo descender a la tierra delante de los hombres. 

Concordancias: 

σημεῖα (signos): cfr. Mt. XXIV, 3.24.30; Mc. XIII, 4.22; XXI, 7.11.25; Hech. II, 19; II Tes. II, 9; Apoc. XII, 1.3; XIII, 14; XV, 1; XVI, 14; XIX, 20. Ver Apoc. I, 1. 

σημεῖα μεγάλα (signos grandes): cfr. Mt. XXIV, 24; Lc. XXI, 21; Hech. VI, 8; VIII, 13; Apoc. XII, 1; XV, 1. 

πυρ (fuego): cfr. Lc. IX, 54; XII, 49; XVII, 29; Hech. II, 19; Apoc. I, 14; II, 18; III, 18; IV, 5; VIII, 5.7-8; IX, 17-18; X, 1; XI, 5; XIV, 10.18; XV, 2; XVI, 8; XVII, 16; XVIII, 8; XIX, 12.20; XX, 9-10.14-15; XXI, 8. Ver Apoc. IX, 17a. 

οὐρανοῦ (cielo): cfr. Apoc. IV, 1; VI, 13-14; VIII, 10; IX, 1; X, 6; XI, 6; XII, 4; XIV, 7; XIX, 11; XX, 1.9; XXI, 1-2. 

Καταβαίνειν (descender): cfr. Apoc. III, 12; (Jerusalén Celeste); XII, 12 (demonio); XVI, 21 (granizo); X, 1; XVIII, 1 (San Gabriel); XX, 1 (San Miguel); XX, 9 (fuego); XXI, 2.10 (Jerusalén Celeste). En Lc. X, 18 se usa el verbo πεσόντα (caer). 

γῆν (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; III, 10; V, 3.6.10.13; VI, 4.8.10.13.15; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX 1.3-4; X, 2.5-6.8; XI, 4.6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 3.8.11-12.14; XIV, 3.6-7; 15-16.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 2.5.8.18; XVIII, 1.3.9.11.23-24; XIX, 2.19; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. 

ἐνώπιον (delante): cfr. Apoc. I, 4; II, 14; III, 2.5.8-9; IV, 5-6.10; V, 8; VII, 9.11.15; VIII, 2-4; IX, 13; XI, 4.16; XII, 4.10; XIII, 12.14; XIV, 3.5.10; XV, 4; XVI, 19; XIX, 20; XX, 12. 

ἀνθρώπων (hombres): cfr. Apoc. VIII, 11; IX, 4.6.10.15.18.20; XIV, 4 (?); XVI, 2.8-9.18.21. Ver Apoc. VIII, 13. 

 

Notas Lingüísticas: 

Zerwick: “ἵνα = ὥστε, de forma tal”. 

 

Comentario: 

Esta señal del cielo por parte de la Bestia de la Tierra recuerda la que los Fariseos le pidieron a Jesús como confirmación de su veracidad (Mt. XII, 38 ss; XVI, 1 ss; Mc. VIII, 11 ss; Lc. XI, 16 ss. 29 ss; Jn. II, 18) e incluso la de Herodes (Lc. XXIII, 8) y la que profetizan Jesús y San Pablo (Mt. XXIV, 24; XIII, 22; II Tes. II, 9-11. Cfr. Apoc. XIX, 20). 

La tierra es aquí Babilonia y este prodigio parece estar relacionado con la sexta Trompeta (IX, 13-21) y la plaga mortal de la cabeza de la Bestia, mientras que los hombres son “Los habitantes de la tierra”.