miércoles, 30 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (VI de XVI)

VI

¡HASTA QUE VENGA!

I Cor. XI, 26

"Encerrado en la prisión de este cuerpo reconozco carecer de dos cosas: alimento y luz. Por esto Señor, me has dado a mí, enfermo, tu cuerpo sagrado para alimento de mi alma y de mi cuerpo y has puesto tu palabra como una lumbrera delante de mis pasos. Sin estas dos cosas no podría vivir bien, pues la Palabra de Dios es la luz de mi alma y tu Sacramento el pan de vida"[1].

Así se expresa el autor de la Imitación.

Diremos con él que verdaderamente "dos mesas" están puestas para nuestra peregrinación terrenal y que es preciso alimentarse de uno y otro "pan", sentarse a una y otra "mesa": la mesa de la Escritura y la mesa de la Eucaristía[2].

Hemos dicho ya qué importancia tiene masticar el pan profético y leer la Biblia: "No menospreciéis las profecías" (I Tes. V, 20). Pero no menos importante es alimentarse y beber abundantemente de Aquél que habita con nosotros bajo las apariencias de un poco de pan y de vino.

San Pablo señala a los Corintios el verdadero espíritu con que deben tomar el pan y el cáliz: "Porque cuantas veces comáis este pan y bebáis el cáliz, anunciad la muerte del Señor hasta que Él venga" (I Cor. XI, 26).

El día en que comprendí esta frase quedé deslumbrada por su fuerza y su potente grandeza ¡Cuántas veces la había repetido… especialmente durante la fiesta del Santísimo Sacramento, ¡pero la enseñanza de San Pablo había caído en un corazón cerrado! Nunca había comprendido la unión estrecha de la Comunión con el retorno glorioso de Jesús ¡Pero la comunión es un perpetuo anuncio!... "¡HASTA QUE VENGA!".

domingo, 27 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (V de XVI)

V

COSAS QUE LOS MISMOS ANGELES
DESEAN PENETRAR

I Ped. I, 12

Estascosas que los mismos ángeles desean penetrar"… ¿no son acaso los tiempos misteriosos de "el día del Señor"?

Hemos dicho que Cristo se había revelado principalmente, después de la Resurrección, como el Mesías paciente, a causa de la incomprensión que el pueblo tenía de este misterio; pero los apóstoles, enseñados por el Espíritu Santo, — "El os anunciará las cosas por venir" (Jn. XVI, 13) — van a ser los campeones de estos misterios de gloria.

Los anuncios de la Vuelta y del Reino son renovados alrededor de trescientas veinte veces en el Nuevo Testamento, pues, en adelante la atención del cristiano debe estar dirigida hacia ese día: "Helo aquí, ya viene". Los apóstoles hablan a menudo, como si el Señor debiera volver durante sus vidas.

De todas maneras, los acontecimientos pasados, aquellos de la humillación y de la muerte de Cristo son recordados igualmente y el apóstol Pedro nos propone, en su primera epístola, una síntesis muy viva y muy personal de la plenitud del misterio de Cristo.
Ha visto las horas dolorosas de su Señor; ha visto también su gloria en la Transfiguración, en la Resurrección, en la Ascensión.

Hablará con conocimiento de causa y hará notar que los profetas judíos habían escrito principalmente para los cristianos, que podrían ver el cumplimiento de las profecías: las "de los sufrimientos" y las "de las glorias".

Os regocijáis con gozo inefable y gloriosísimo, porque lográis el fin de vuestra fe, la salvación de (vuestras) almas. Sobre esta salvación inquirieron y escudriñaron los profetas, cuando vaticinaron acerca de la gracia reservada a vosotros, averiguando a qué época o cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo que profetizaba en ellos, al dar anticipado testimonio de LOS PADECIMIENTOS de Cristo y de sus GLORIAS posteriores. A ellos fue revelado que no para sí mismos sino para vosotros, administraban estas cosas que ahora os han sido anunciadas por los predicadores del Evangelio, en virtud del Espirito Santo enviado del cielo; COSAS QUE LOS MISMOS ÁNGELES DESEAN PENETRAR (I Ped. I, 8-12)”.

miércoles, 23 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (IV de IV)

III. SAN PEDRO Y SAN PABLO EN ANTIOQUÍA

El llamado incidente de Antioquía, con el discurso de San Pablo contra San Pedro a que dió lugar, parece a primera vista una grave dificultad contra el primado de San Pedro. No es, pues, de maravillar que los protestantes hayan querido sacar partido de esa dificultad, que han exagerado, contra la tesis católica del primado de San Pedro. Sin embargo, mirada de cerca, esa dificultad se desvanece; más aún, se convierte en argumento positivo, más eficaz todavía que los anteriores, en favor de la tesis católica. Vamos a demostrarlo. Mas antes será conveniente reproducir el pasaje en que habla San Pablo del incidente de Antioquía.

Dice el Apóstol:

Mas cuando vino Cefas a Antioquía, me opuse a él abiertamente, porque era culpable. Porque antes que viniesen ciertos [hombres] de parte de Santiago, comía con los gentiles; mas cuando vinieron, se retraía y recataba de ellos, temiendo a los de la circuncisión. Y le imitaron en esta simulación también los demás judíos, tanto que el mismo Bernabé se vió arrastrar a esta simulación. Mas cuando vi que no andaban a las derechas conforme a la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: "Si tú, judío como vives a lo gentil, y no a lo judío ¿cómo fuerzas a los gentiles judaizar?"… (Gal. II, 11-14).


Antes de analizar este pasaje conviene notar dos cosas.

Primeramente, algunos antiguos pretendieron que el Cefas de quien se habla no era San Pedro, o bien que la actitud de San Pablo no fué de seria oposición, sino una especie de comedia convenida de antemano con el mismo San Pedro. Sin duda, estas hipótesis cortarían de raíz la dificultad. Pero no las admitirnos, ni nadie las admite hoy día. Supondremos, porque es evidente, que San Pablo habla con San Pedro, o, si se quiere, contra San Pedro, y que habla de veras.

Además, hablamos ahora de la autoridad de San Pedro, no de su infalibilidad. En absoluto, puede subsistir la autoridad sin la prerrogativa de la infalibilidad, como de hecho la tienen los jefes de los estados. Notemos, sin embargo, de paso, que San Pablo no ataca la doctrina de san Pedro, sino su proceder práctico. Más aún, desde el momento que ataca a San Pedro de inconsecuencia y de simulación, por el mismo caso da testimonio positivamente  de que San Pedro no erró en la doctrina; si erró fué precisamente porque no conformaba sus obras con su doctrina. Queda en pie la sentencia de Tertuliano: que el  error de Pedro "conversationis fuit vitium, non praedicationis" (De praescript., 23. ML 2, 42). O como alguien ha dicho modernamente, con un juego de palabras insinuado por San Pablo, el error de Pedro no fué de ortodoxia, sino de ortopedia.

domingo, 20 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (IV de XVI)

IV

LES HIZO HERMENÉUTICA DE LO QUE EN TODAS
LAS ESCRITURAS HABÍA ACERCA DE ÉL

Lc. XXIV, 27

Junto a la circunstancia típica de que Jesús se valió para darse a conocer en Nazaret, en que dió cumplimiento y vida al "rollo del Libro que de Él está escrito", otros dos episodios, dos lecciones bíblicas no menos características, nos muestran cómo, después de su resurrección, quiso fundar la enseñanza de sus discípulos sobre el cumplimiento de las profecías en su persona.

Jesucristo insistía sobre "todo lo que han dicho los profetas" (Lc. XXIV, 25).
Este deseo del Maestro fué comprendido por los evangelistas. Los Evangelios — principalmente de Juan y Mateo — refiriendo los acontecimientos de la vida de Cristo, se apoyan constantemente sobre textos proféticos ¡Cuántas veces leemos en el Evangelio: "A fin de que se cumpliese la profecía" o "Está escrito"!

Las dos lecciones bíblicas dadas por Jesús han sido relatadas por San Lucas en el capítulo XXIV. Ellas tuvieron lugar en la tarde de la resurrección, como conclusión de su vida de sufrimiento. Son las primacías de la vida "de gloria" como dirá el apóstol Pedro.

El primero de los relatos de San Lucas nos muestra a Jesús bajo el aspecto de un viajero, que encuentra a los discípulos, que se dirigían de Jerusalén a Emmaús. Estaban tristes, Jesús les habló, "pero sus ojos estaban como cerrados" — ¡siempre ojos para no ver! — y no le reconocieron. Entonces Jesús les preguntó y expusieron la causa de su tristeza, la condenación a muerte, la crucifixión… de un profeta, poderoso en obras y palabras delante de Dios: "En cuanto a nosotros esperábamos que Él sería el que libraría a Israel". Encontramos aquí, tomado a lo vivo el pensamiento mismo de los íntimos de Cristo.

miércoles, 16 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (III de IV)

II. SAN PEDRO, «APÓSTOL DE LA CIRCUNCISIÓN»

Para entender exactamente el valor y significación del apostolado de la circuncisión, que San Pablo atribuye a San Pedro, hay que leer la relación que nos hace el Apóstol de su ida a Jerusalén para someter la aprobación de su Evangelio a los jefes de la Iglesia madre. Recogeremos solamente los conceptos más importantes para nuestro objeto.

Transcurridos catorce años —dice—, subí de nuevo a Jerusalén… Subí conforme a una revelación. Y les expuse el Evangelio que predico entre los gentiles, y en particular a los que figuraban, por si yo corría o había corrido en vano… Pues bien: los que figuraban nada me impusieron, sino al contrario, viendo que me había sido confiado el Evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión —pues el que infundió fuerza a Pedro para el apostolado de la circuncisión, me la infundió también a mí para [el de] los gentiles—, y reconociendo la gracia que me había sido dada, Santiago, Cefas y Juan, los que eran considerados como columnas, nos dieron las diestras [en prenda] de unión a mí y a Bernabé, de suerte que nosotros [evangelizásemos] a los gentiles, y ellos a la circuncisión (Gal. II, 1-9).

Este pasaje, en que San Pablo parece equiparar su apostolado con el apostolado de Pedro, frecuentemente ha sido presentado como una dificultad contra la existencia de un primado de jurisdicción único y universal. No obstante, examinado atentamente, lejos de ser una dificultad contra el primado, es un argumento positivo en su favor. No será difícil el demostrarlo.

Mas antes notemos brevemente que el apostolado de que aquí se habla no significa, directamente a lo menos, potestad de jurisdicción, sino más bien el ministerio de la predicación. Y la distribución o demarcación de este apostolado entre Pedro y Pablo no es exclusiva y cerrada. Como San Pablo predicó con frecuencia a los judíos, así también San Pedro predicó no pocas veces el Evangelio a los gentiles. Con esta demarcación etnológica o geográfica sólo se señala el campo ordinario del ministerio evangélico asignado a los dos príncipes de los apóstoles.

Previa esta declaración, todo nuestro raciocinio se resume en estas afirmaciones:

a) Por una parte, San Pedro, como Apóstol de la circuncisión, posee la autoridad suprema sobre la Iglesia de los judío-cristianos;

b) Por otra parte, San Pablo, el Apóstol de la incircuncisión, y con él toda la Iglesia de los cristianos venidos de la gentilidad, está sometido a la jurisdicción del Apóstol de la circuncisión.

c) Conclusión de estas dos afirmaciones combinadas es que San Pedro era el jefe supremo de la Iglesia universal. Procedamos por partes.

domingo, 13 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (III de XVI)

III

HE AQUÍ QUE VENGO
–ASÍ ESTÁ ESCRITO DE MÍ EN EL ROLLO DEL LIBRO–


Sal. XL, 8

Los magos habían sido conducidos a Jerusalén por la señal de la estrella; ahí vuelven a encontrar otra fuente de conocimiento divino: la profecía. Les fué revelada por la voz de los sacerdotes, y alumbrados los magos por estas dos sagradas manifestaciones: signo y profecía, llegaron a Belén y descubrieron al Rey de los reyes.

Si la profecía para los magos tuvo una importancia tan grande, — los condujo a Jesús, — ¿acaso no tuvo también en el curso de la vida del Mesías un cumplimiento permanente? ¿No podría decirse que todas las profecías bíblicas vienen a concentrarse sobre la persona del Hijo de Dios? "He aquí que vengo –así está escrito de Mí en el rollo del Libro– (Sal. XL, 8)[1].

Todo esto estaba escrito para su primera venida y todo está escrito para el futuro.

Los profetas han sido los depositarios de los secretos del Padre, referente a su Hijo: "Pues Yahvé, el Señor, no hará nada sin revelar su secreto a sus siervos los profetas" (Am. III, 7).

Ellos han escrito toda la vida de Cristo: su vida pasada, su vida presente, su vida futura. Jesús ha desenrollado la primera parte del rollo del Libro cumpliendo a la letra las profecías referentes a su primera venida. Desenrollará el rollo hasta el fin al venir por segunda vez, para cumplir, con no menos exactitud, las profecías referentes a su Vuelta y a su Reino glorioso[2].

Podemos decir que los "secretos" de Dios, confiados a sus servidores los profetas, están divididos en dos grupos proféticos.

El primero anunciaba el nacimiento del Mesías, su vida humillada, la revelación de la ley de gracia, y sobre todo, las circunstancias precisas de su muerte dolorosa. Jesús mismo ha puesto el sello sobre estas profecías y, a fin de señalar su completa realización, sus últimas palabras, — notémoslo bien — sus últimas palabras antes de su muerte, — fueron: "ESTA CUMPLIDO". "Consummatum est". ¡Ya todo está hecho!" (Jn. XIX, 30). Los profetas habían escrito: ¡El Cristo ha cumplido!
El segundo grupo profético anunciaba un Mesías glorioso y rey con todos los grandes acontecimientos del fin de los tiempos: restauración de Israel y de Jerusalén; vuelta gloriosa de Cristo para reinar con sus santos, día de venganza de la justicia divina, después nuevos cielos y tierra nueva, un reino sin fin.

miércoles, 9 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (II de IV)

I. LA VISITA DE SAN PABLO A SAN PEDRO

Escribe el  Apóstol:

Pasados tres años, subí a Jerusalén para visitar (ἱστορῆσαι) a Cefas, y estuve con él quince días, de los demás apóstoles no vi sino a Santiago, el hermano del Señor (Gal. I, 18-19).

Antes de examinar el valor teológico de este testimonio, es indispensable una breve exegesis de este importante pasaje.

Después de su largo retiro en la Arabia, San Pablo, vuelto a Damasco, sube desde allí a Jerusalén para visitar a Cefas. Que este Cefas sea San Pedro, hoy día nadie lo pone en duda, porque es evidente. Habla San Pablo de Cefas como de uno de los apóstoles, y entre los apóstoles no había otro Cefas más que Simón Pedro. Donde es de notar este nombre de Cefas, que sin más explicación da Pablo a Simón, hijo de Joná. Se ve por aquí que el nombre arameo de Cefas que Jesu-Cristo impuso a Simón, precisamente al prometerle la autoridad suprema sobre toda la Iglesia, se empleaba corrientemente aun en el mundo griego como su nombre propio. Si ya no preferimos decir que Pablo emplea enfáticamente el nombre de Cefas, para dar razón de la visita que le hizo. Como si dijese: visité a Simón por ser el jefe supremo de la Iglesia.

La palabra visitar, que hemos empleado a falta de otra más exacta, no reproduce adecuadamente la fuerza del verbo original ἱστορῆσαι que significa conocer de vista, tener una entrevista, visitar por atención y respeto.

Con ello quiere decir San Pablo que deseó conocer personalmente a San Pedro, ofrecerle sus respetos y hablar detenidamente con él. Y con él estuvo quince días, hospedado, a lo que parece, en su misma casa. Con este interés en visitar y hablar a Cefas contrasta singularmente la actitud de Pablo respecto de los demás apóstoles. No sólo no tuvo el intento de visitarles, sino que ni siquiera les vió, a excepción de Santiago. La manera indirecta de mencionar, como por vía de preterición, el hecho de haber visto simplemente a Santiago, indica el carácter ocasional de este encuentro y la importancia secundaria que le atribuía San Pablo. Y esto que Santiago era el obispo de Jerusalén y el hermano del Señor.

lunes, 7 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (II de XVI)

II

PARA SER UN SIGNO DE CONTRADICCION

Lc. II, 34

Los magos fueron conducidos por medio de una señal al niño Rey, la señal de la estrella. Dios da a menudo señales para hacer conocer su poder, hacerse adivinar bajo el símbolo. "Y para que puedas contar a tu hijo, y al hijo de tu hijo, las grandes cosas que Yo hice en Egipto, y los prodigios que obré en él, a fin de que sepáis que Yo soy Yahvé”  (Ex. X, 2).

Jesús dió diez y nueve señales de su Vuelta futura. Los apóstoles habían pedido una sola: "¿Cuál es la señal de tu advenimiento?" (Mt. XXIV, 3).

Jesús dió varias señales, y tanto éstas como las profecías deben ser consideradas atentamente si se quiere penetrar los misterios que anuncian.

El Señor Jesús había querido que sus contemporáneos tuviesen muy en cuenta las señales que El ofrecía: aquella de la serpiente de bronce para marcar su muerte, aquella de Jonás para figurar su entierro y resurrección; aquella del Templo demolido y reconstruido en tres días para anunciar su muerte y la transformación de la Sinagoga. Ofreció también el signo de su realeza comparándose a Salomón: "Y ved que hay aquí más que Salomón" (Mt. XII, 42).

Pero todas estas señales a los ojos de los judíos sólo fueron señales de contradicción. El Mesías será rey, pero no un crucificado colgado del madero como la serpiente, o sepultado como Jesús.
Los magos también buscaban un rey, y ¡encontraron un niño pobre! ¡Qué fuerza la del contraste! Su fe sincera sobrepasó las apariencias. Adoraron y reconocieron en ese pequeño cuerpo humano: el hombre, el Dios y el Rey.

Fe profunda y robusta, necesitaban los contemporáneos de Jesús, para guiarse en medio de semejante dédalo de signos contradictorios.

La Virgen María fué la primera que recibió en lo más íntimo de su ser, el choque del misterio de Cristo. El Ángel le había dicho de su Hijo: “El Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su, reinado no tendrá fin” (Lc. I, 32-33).

jueves, 3 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (I de IV)

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas

Nota del Blog: Imposible alabar en pocas palabras un libro tan hermoso y macizo como La Teología de San Pablo del P. Bover. Después de encontrar lo que él llama “el pensamiento generador” pasa luego a analizar los antecedentes de la Redención, la persona del Redentor, la Redención misma, para luego seguir con Mariología, Eclesiología, Sacramentos, Justificación y Gracia, Virtudes Teologales y para dar, al fin, con la Escatología.

El P. Bover tiene páginas maravillosas en la que resaltan una diáfana claridad unida a una piedad profunda.

Su análisis sobre la Redención y su doble elemento: la sustitución penal y la solidaridad, el estudio del texto “Hecho pecado por nosotros” (II Cor. V, 21), la explicación de la imagen de la Virgen como segunda Eva con todas sus consecuencias, la razón teológica de la muerte de la Virgen, los dos estados del Cuerpo Místico y de la justificación, la comunión, el simbolismo del Matrimonio, son algunos ejemplos de grandes desarrollos llenos de maravillosas consecuencias que uno puede encontrar en el libro[1].

Indudablemente hay cosas para observar[2], pues es imposible que no las haya en una obra de casi mil páginas, pero nada de esto empequeñece en modo alguno una obra soberbia producto de casi 40 años de estudio sobre el tema.

El manejo que el autor tiene de San pablo es realmente envidiable.

Sirvan, pues, estas páginas que transcribimos sobre el Primado de San Pedro como un pequeño homenaje para el autor.

   El texto está tomado de las pag. 539-551 de la edición de la BAC (1946).

***

Sobre la autoridad o la jerarquía eclesiástica, ¿qué enseña la Epístola a los Gálatas? La Carta magna de la libertad cristiana, ¿justifica la rebeldía de Lutero, al paso que condena como una usurpación la potestad dominadora de los obispos y la autoridad soberana del Pontífice Romano? El Papa, según San Pablo, ¿es un Vicario o bien un adversario de Jesu-Cristo?

Este problema es más vital para el cristianismo que el de la justificación por la fe; las soluciones opuestas que a él dan el catolicismo y el protestantismo constituyen la diferencia más radical que a entrambos divide. La importancia del problema justificará el empeño que pongamos en su estudio.

De un modo más general y comprensivo pudiéramos estudiar el problema, recogiendo todo cuanto en la Epístola a los Gálatas enseña San Pablo sobre la autoridad jerárquica de la Iglesia. En este sentido podríamos notar que toda la Epístola no es otra cosa que un ejercicio o actuación, al mismo tiempo que una apología, de la autoridad apostólica que para sí reclama San Pablo. Señalaríamos también el hecho significativo de que San Pablo reconoce en los jefes de la Iglesia madre de Jerusalén una autoridad superior a la suya. Mas, puesto que nuestro estudio más que exegético es teológico, prescindiremos por ahora de estos hechos secundarios, para concentrar toda nuestra atención en el problema fundamental y central de la autoridad que San Pablo reconoce en el apóstol San Pedro. Este problema es verdaderamente cuestión de vida o muerte, tanto para el protestantismo como para el catolicismo.