domingo, 29 de septiembre de 2019

Proemio del Cardenal Billot al Tratado De Ecclesia Christi (II de IV)

La pesca milagrosa, de Henry-Pierre Picou


   Pero en verdad, nunca olvida la oración de los pobres, ni aleja su rostro de los que en Él esperan. Por lo cual abiertamente dice aquí que los vio fatigarse remando. Los vio, en efecto, el Señor trabajando en el mar, aunque desde la tierra, ya que, si bien parecería que el auxilio de la tribulación se difiere hasta la hora convenida, sin embargo, para que no defeccionen en la tribulación, protege a los suyos por piedad e incluso algunas veces los libera con manifiesta ayuda al vencer las adversidades como pisando y calmando las inmensas olas, como aquí también subsecuentemente se insinúa cuando dice:

Y a la cuarta vigilia de la noche vino a ellos, caminando sobre el mar. Mas los discípulos viéndolo andar sobre el mar, se turbaron diciendo: Es un fantasma; y en su miedo, se pusieron a gritar. Pero en seguida les habló Jesús y dijo: “¡Animo! soy Yo. No temáis”. Entonces, respondió Pedro y le dijo: “Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre las aguas.” Él le dijo: “¡Ven!”. Y Pedro saliendo de la barca, y andando sobre las aguas, caminó hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, se amedrentó, y como comenzase a hundirse, gritó: “¡Señor, sálvame!” Al punto Jesús tendió la mano, y asió de él diciéndole: “Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó[1].

La cuarta vigilia es la última parte de la noche. Trabajan, pues, durante todo el tiempo de la oscura noche, mas al acercarse el alba, y al despuntar el sol y el día eterno cual Lucífero Prometido, vino el Señor caminando sobre los furores del mar, aunque no es todavía el fin de la tempestad. Incluso parece crecer, al no reconocer al Señor cuando viene, al confundirlo con un fantasma, al salir Pedro de su nave como de su sede a caminar sobre las aguas con temor y finalmente al ya dejarse ver el impetuoso viento. Pero Cristo le tendió la mano para que no se sumerja en lo profundo y cuando ambos, Jesús y Pedro, volvieron a la nave, inmediatamente cesó el viento y como narra Juan, inmediatamente la nave fue a la tierra a donde iban (Jn. VI, 21).

Aquí ves la imagen de la nave apostólica que finalmente llega, al fin del siglo, a la costa de la tierra de los vivientes. Faltaba prefigurar lo que sucedería al final de esta felicísima navegación, pasada la noche y llegado el día. Esto está figurado en la pesca milagrosa que acontece después de la resurrección de Cristo.

jueves, 26 de septiembre de 2019

La actividad doctrinal del Concilio Ecuménico, por Mons. Fenton (III de III)


El concilio en su función doctrinal sirve también, como hemos visto, para la propagación de la fe cristiana. Y en esta línea también la integridad del mensaje revelado es de gran importancia. El concilio ecuménico trabaja para la apropiada propagación de la fe Católica insistiendo en el carácter revelado de las verdades que, aunque nos han sido en realidad comunicadas sobrenaturalmente por Dios, son menos conformes con los prejuicios y modas del mundo no-cristiano.

En uno de los pronunciamientos doctrinales más importantes y trascendentales del siglo XIX, León XIII reprobó explícitamente el error de aquellos que afirmaban que “para ganar las voluntades de aquellos que disienten de nosotros, es oportuno omitir ciertos puntos de la doctrina como si fueran de menor importancia, o moderarlos de tal manera que no conservarían el mismo sentido que la Iglesia constantemente les ha dado”[1]. Este fue el error fundamental denunciado en la Testem benevolentiae. Era la base del sistema conocido en teología como Americanismo. Era también la raíz de la teoría modernista.

Nuestro Señor ordenó a sus Apóstoles exponer a todas las naciones todas las verdades que le impuso a ellos. La propagación y difusión del mensaje cristiano forma parte integral de la actividad doctrinal de Su Iglesia. Objetivamente, no hay nada más ridículo que imaginar que cualquier hombre ha sido autorizado por Dios para limitar o modificar Su mensaje a fin que su doctrina pueda ser más aceptable o agradable a las personas por las cuales Cristo murió y a quienes está dirigido el mensaje. Nuestro Señor quiere que Su mensaje sea predicado. No consiente la difusión de algún cuerpo de doctrina que sea una falsificación parcial o errónea del Suyo.

El concilio ecuménico, en su actividad doctrinal, trabaja en contra de esta tendencia. Los Padres del concilio congregados, reunidos bajo el liderazgo y dirección de la cabeza del colegio apostólico, describen a la vista de todos los hombres la doctrina saludable de Cristo. Reprueban y condenan, no cualesquiera errores teóricos, sino aquellos que son virulentos y amenazantes al momento mismo de su convocación. Así, trabajan para hacer realidad la integridad de la fe cristiana en los miembros de la Iglesia y la integridad del mensaje cristiano que es predicado a aquellos que están fuera del rebaño.

El fin último y que corona la actividad doctrinal del concilio es pues la gloria del Dios Trino.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Proemio del Cardenal Billot al Tratado De Ecclesia Christi (I de IV)


Nota del Blog: En esta oportunidad presentamos la traducción del hermoso proemio que el Cardenal Billot, el mejor teólogo del siglo XX, escribió al mejor de sus libros, el insuperable tratado sobre la Iglesia.


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Cardenal Billot

Nada más común en los Escritores Sacros que mostrar el siglo presente bajo la similitud del basto y borrascoso mar en el que se encuentra sumergido el género humano después de la prevaricación de Adán como en un abismo profundo y tenebroso de perdición. De aquí que el Verbo, viniendo de lo alto a fin de librarnos de las profundidades y conducirnos a la tierra de los vivientes, eligió expresamente a los apóstoles que destinaba como vicarios de su obra, de entre los pescadores del mar de Galilea, diciendo:

Venid en pos de Mí y os haré pescadores de hombres” (Mt. IV, 19).

Además, quiso que su Iglesia, que instituía como medio universal de salvación, fuera figurada por aquella barca que usó continuamente y en la cual tuvo, por así decirlo, su cuasidomicilio, mientras recorría las ciudades y villas de la costa del lago de Genesareth predicando el Evangelio.

“Y sucedió que la muchedumbre se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, estando Jesús de pie junto al lago de Genesaret. Y viendo dos barcas amarradas a la orilla del lago, cuyos pescadores habían descendido y lavaban sus redes, subió en una de aquéllas, la que era de Simón, y rogó a éste que la apartara un poco de la tierra. Y sentado, enseñaba a la muchedumbre desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Guía adelante, hacia lo profundo, y echad las redes para pescar.” Simón le respondió y dijo: “Maestro, toda la noche estuvimos bregando y no pescamos nada, pero, sobre tu palabra, echaré las redes.” Lo hicieron, y apresaron una gran cantidad de peces. Pero sus redes se rompían. Entonces hicieron señas a los compañeros, de la otra barca, para que viniesen a ayudarles. Vinieron, y se llenaron ambas barcas, a tal punto que se hundían. Visto lo cual, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús, y le dijo: “¡Apártate de mí Señor, porque yo soy un pecador!”. Es que el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la pesca que habían hecho juntos; y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Pedro. Y Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora pescarás hombres”[1].

Esto es: así como hoy llenaste tus redes con tan gran multitud de peces por medio de un prodigio admirable, así también luego, y con el mismo poder y por un milagro aún mayor, sacarás las almas del profundo abismo del mundo y las conducirás a tu barca y de allí a la costa de la quietud sempiterna. Con estas palabras el Señor se dignó exponer el magno misterio (lit. sacramentum) de la pesca milagrosa, a fin de mostrarnos con este hecho lo que sucederá en la Iglesia hasta la consumación del tiempo.

Hay dos barcas, una de Pedro y otra de los hijos del Zebedeo, que representan a los dos pueblos, el de la circuncisión y el de los gentiles, de los cuales se congrega la Iglesia. Pero, a causa de la unidad del misterio, el Señor subió sólo a una de las barcas: la de Pedro y sólo a él le ordenó conducir mar adentro y lanzar las redes para pescar; finalmente, Juan y Santiago, que eran compañeros de Pedro, cumplieron su trabajo bajo sus órdenes y participaron de su bendición y abundancia. La razón por la cual la multitud de peces fue tan grande, a punto tal que las redes se rompían, es que a la confesión de la fe entran indistintamente buenos y malos, los cuales son los que desgarran la red apostólica. Por eso, la red llena de toda clase de peces no es conducida todavía a la costa, a fin de reservar allí a todos los peces, sino que tanto los peces buenos como los malos llenan la nave, en lo cual está significado el estado presente de la Iglesia. Luego vendrá el tiempo en que, sentados a lo largo de la costa, juntarán los buenos en canastos, mientras a los malos los arrojarán afuera; lo cual sucederá en la consumación del siglo.

viernes, 20 de septiembre de 2019

La actividad doctrinal del Concilio Ecuménico, por Mons. Fenton (II de III)


En la Aeterni Patris, la Iam vos omnes, la declaración de apertura del Concilio Vaticano y la introducción a la constitución dogmática Dei Filius, el fin más inmediato del concilio ecuménico está descripto siempre en términos doctrinales. La Aeterni Patris, afirma la actividad doctrinal del concilio preocupado con “lo que puede ser lo más favorable para la definición de los dogmas de fe, para la condenación de errores agresivos, a la propagación, la explicación y la declaración más completa de la doctrina católica”.  La Iam vos omnes informa a quienes está dirigida que el Concilio Vaticano está destinado a trabajar “para disipar las tinieblas de errores tan pestíferos que, para el mayor daño de las almas, rige y se propaga diariamente por todas partes”. El Concilio Vaticano se describe a sí mismo como en sesión “para el aumento y exaltación de la fe católica y la religión y para extirpación de errores agresivos”. La constitución dogmática Dei Filius enumeró como los primeros dos logros del Concilio de Trento que “los santísimos dogmas de la religión fueron defendidos más firmemente y explicados más ricamente”, y que “los errores fueron condenados y reprimidos”.

A la luz de la enseñanza contenida en estas fuentes, es claro que la actividad doctrinal inmediata del concilio ecuménico es la declaración clara, adecuada y precisa de la verdad divinamente revelada que la Iglesia Católica ha sido encargada de enseñar infaliblemente y guardar fielmente hasta el fin del tiempo. Esta afirmación es hecha en uno de dos modos diversos. La Iglesia, en sus concilios ecuménicos, presenta esta enseñanza revelada ora positivamente, por medio de una afirmación inequívoca de la doctrina o negativamente, por medio de la condena de un error que lo contradice.

Esto se vé con fuerza especial en las palabras finales de la introducción de la Dei Filius, la constitución dogmática del Concilio Vaticano.

“Por lo tanto, nosotros, siguiendo los pasos de nuestros predecesores, en conformidad con nuestro supremo oficio apostólico, nunca hemos dejado de enseñar y defender la verdad católica, así como de condenar las doctrinas erradas. Pero ahora es nuestro propósito profesar y declarar desde esta cátedra de Pedro ante los ojos de todos, la doctrina salvadora de Cristo y, por el poder que nos es dado por Dios, rechazar y condenar los errores contrarios. Hemos de hacer esto con los obispos de todo el mundo como nuestros co-asesores y compañeros jueces, reunidos aquí como lo están en el Espíritu Santo por nuestra autoridad en este concilio ecuménico, y apoyados en la Palabra de Dios como la hemos recibido en la Escritura y la Tradición, religiosamente preservada y auténticamente expuesta por la Iglesia Católica”[1].

martes, 17 de septiembre de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (X de X)


b) Añadíamos, como segunda parte, que esa luz de la luna, y no la del sol, es la supuesta en el símil del último verso, para iluminación de la caravana mesiánica de los redimidos. Bastarán para fundamentarlo las siguientes consideraciones de filología, de antiguas costumbres, de textos bíblicos y de actuales costumbres orientales.

1. El nombre hebreo de la luna en su etimología parece que depende de la raíz "viajar, caminar" (Gesen. Wört., p. 316 y 64), indicando probablemente que es el astro de las caravanas, las cuales encontraban, en las grandes vías, ciudades de su nombre y sus lugares sagrados y sus templos (Ur, Harran, Jerichó, Sinaí, etc.); porque la antigüedad semita e idólatra, fuera de Israel, la tuvo por el dios de los caminos y de los caminantes, o sea, según las mismas palabras del himno de Ur, principal ciudad de su culto:

"El dios Nannaar (que significa "luminar", nombre poético de la luna) es el que abre la marcha, el ágil cuyas rodillas no se cansan, el preparador de los caminos a los otros dioses sus hermanos" (Cfr. H. Gressman: Altorient. Texte etc., t. I, páginas 80-81).

Esa preponderancia de la luna, desviada supersticiosamente en tantos pueblos, vino de la suavidad y comodidad de su luz intensa que contrasta con el ardor y con los peligros del sol de oriente, los cuales inspiraron a Jesús Sirach aquella descripción (Eccli. XLIII, 2-5), en que la luz solar semeja una luz enemiga. Véase sino la traducción que del original hebreo nos da Knabenbauer (Com. in Eccum. -Appendix LXI):

"Sol producit in ortu suo calorem - quam veneranda opera Jahweh!
Si meridie fulget ebullire facit orbem - ante ardorem ejus quis sustinebit?
Caminus accensus calefaciens fusionem - missus sol exurit montes
Lingua lucis consumit habitatam terram - et ab igne ejus comburitur oculus"[1].

¡Temerosas palabras las de toda esta estrofa de fuego! A ella se opone la otra dedicada seguidamente a la luna, y que termina con un dulce verso de sola luz y esplendor: "faciens lucere firmamentum ex splendore suo" (que hace lucir el firmamento con su esplendor).

Por este motivo, pues, solían las caravanas orientales comenzar su viaje al caer del día, y viajaban también durante las noches, siendo entonces la benigna luz de la luna la "Nocturna lux viantibus” (luz nocturna de los viajeros), la que "viantibus iter demonstrat latronum prodit insidias” (muestra el camino a los viajeros y proyecta las insidias de los ladrones), como dice San Ambrosio en su comentario al Hexameron (c. 9).

sábado, 14 de septiembre de 2019

La actividad doctrinal del Concilio Ecuménico, por Mons. Fenton (I de III)


La actividad doctrinal del Concilio Ecuménico, por Mons. Fenton

Nota del Blog: El siguiente texto está traducido del American Ecclesiastical Review, 141 (1959): 117-128.


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Tres documentos relacionados con el Concilio Vaticano suscitan con claridad sin igual la actividad fundamental, no sólo de esa asamblea, sino de cualquier concilio ecuménico que ha sido o será celebrado dentro de la Iglesia militante del Nuevo Testamento hasta el fin de los tiempos. Estos documentos son la Aeterni Patris, la carta apostólica con la que Pío IX convocó el Concilio Vaticano, la Iam vos omnes, una carta enviada por el mismo Sumo Pontífice “a todos los Protestantes y otros no-Católicos” que profesan aceptar a Cristo como Señor y Redentor, y el decreto de apertura del mismo concilio.

La Aeterni Patris, promulgada el 29 de junio de 1868 contiene la siguiente afirmación:

Tampoco fueron negligentes los Pontífices cuando juzgaron oportuno, y especialmente en tiempos de los más serios disturbios y calamidades para nuestra santísima religión y para la sociedad civil, convocar concilios generales, de forma que, tomando consejo de los obispos de todo el mundo católico, a quienes el Espíritu Santo ha puesto para regir la Iglesia de Dios, y uniendo fuerzas con ellos, puedan providente y sabiamente decretar lo que sea lo más propicio especialmente para la definición de los dogmas de fe, para la condena de errores agresivos, para la propagación, explicación y declaración más completa de la doctrina Católica, para la protección y restauración de la disciplina eclesiástica y para la corrección de las costumbres corruptas entre los pueblos[1].

La Iam vos omnes fue enviada el 13 de Septiembre de 1868. Explica las actividades del próximo Concilio Vaticano en sus afirmaciones de apertura.

“Ahora ya sabéis bien que Nosotros, aunque indignos, hemos sido puestos en esta sede de Pedro, y por lo tanto puestos a cargo del gobierno supremo y el cuidado de toda la Iglesia Católica, sobre la cual hemos sido puestos por el mismo Cristo Nuestro Señor, hemos juzgado oportuno convocar a todos los Venerables Hermanos Obispos de todo el mundo, y reunirlos en un concilio ecuménico que va a tener lugar el próximo año. Hemos hecho esto a fin de que Nosotros podamos ser aconsejados por estos mismos Venerables Hermanos que han sido llamados a compartir Nuestra solicitud, con respecto a lo que sea oportuno y necesario, tanto para disipar las tinieblas de tantos errores pestíferos que, para mayor daño a las almas, rigen y se propagan diariamente por todas partes, como para edificar e incrementar en el pueblo cristiano confiado a Nuestro cuidado el reino de la verdadera fe, justicia y paz de Dios[2].

La tercera de estas declaraciones fue el acto por el cual el Concilio Vaticano, como declaró en su primera sesión el 8 de diciembre de 1869, se declaró oficialmente abierto. En esta sesión de apertura, Antonio Maria Valenziani, el Obispo de Fabriano y Matelica, leyó el siguiente decreto desde el púlpito.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (IX de X)


3. Esa exultación no faltó de seguro en el pueblo de Israel, que a la natural alegría que en el espíritu humano produce siempre la visión de la luz, juntaba, sin mezcla de supersticiones, alegrías de un orden superior y todavía más legítimas, estando la neomenia consagrada, según hemos visto, como alegre fiesta religiosa por mandato del Señor. La neomenia resultaba así un verdadero "hillulim" (Cfr. Lev. XIX, 24; Juec. IX, 27) con sus danzas y ritos sacro-populares que quedaron largo tiempo entre los ritos sinagogales; pues que, como escribe I. Abrahams (New Moon. D. B. H. v. 111, p. 522b):

"Algunas de las ceremonias son claramente muy antiguas, especialmente las danzas, que hasta muy reciente era realizadas en las comunidades judías en las calles públicas”.

Uniendo, pues, esos múltiples y variados datos tocantes a los dos hemistiquios, y atendiendo a que cuando Cristo pronunció tales palabras hablaba del testimonio que de él dio San Juan, no será exégesis de fantasía el apuntar este versículo como probabilísimo paralelo de los versos 7-9 del prólogo, que tantas imágenes y conceptos del cuerpo del evangelio recapitula; y decir que Nuestro Señor aludiría entonces a las luminarias con que se testimoniaba la neomenia y a la popular demostración de júbilo que por un momento (πρὸς ὥραν. Cfr. Doughty "una hora") suscitaban; imagen cabal de lo que habían hecho los judíos con la predicación del Precursor. San Juan no era la luz verdadera, pero sí la luminaria que daba testimonio de ella, ardiente y resplandeciente como un fuego anunciador de los montes, como las antorchas de las azoteas, con que dice Bartenora parecían arder las villas judías, y a cuyo resplandor danzaban y se regocijaban los hijos de Israel momentáneamente.

a) ἀνατολὴ ἐξ ὕψους (oriente desde lo alto)
b) ἐπιφᾶναι τοῖς ἐν σκότει καὶ σκιᾷ θανάτου καθημένοις, τοῦ κατευθῦναι τοὺς πόδας ἡμῶν εἰς ὁδὸν εἰρήνης (para iluminar a los que en tinieblas y en sombra de muerte yacen, y dirigir nuestros pies por el camino de la paz).

Si las observaciones que vamos a hacer fueren suficientemente fundadas, este pasaje nos acercaría quizás al origen de la comparación que venimos estudiando. Ella habría nacido junto a la cuna del Precursor, y en boca de un personaje litúrgico, el sacerdote Zacarías y se habría propagado más tarde entre los discípulos del Bautista.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VIII, 12-13


12. Y el cuarto ángel trompeteó y fue herida la tercera parte del sol y la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas, para que se obscurezca la tercera parte de ellos y el día no alumbre la tercera parte y la noche de igual manera.

Notas Lingüísticas:

Zerwick: "φάνῃ: "parecería tratarse de la disminución de la luz".


Citas Bíblicas:

Esta plaga coincide con la novena de Egipto:

Ex. X, 21-23: "Después dijo Yahvé a Moisés: "Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya sobre la tierra de Egipto tinieblas que puedan palparse". Extendió, pues, Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas en toda la tierra de Egipto durante tres días. No se veían unos a otros, ni se levantaba nadie de su sitio por espacio de tres días, en tanto que los hijos de Israel tenían luz en sus moradas".

Cfr. también Sab. XVII, 2 ss.


Comentario:

Allo: “La mayoría de los exégetas creen que se trata de una abreviación de la duración del día y de la noche, lo que sería bastante extraño; es mucho más natural ver acá una disminución del resplandor del día y de la luz de los astros nocturnos (φάνῃ)”.

Wikenhauser: “La cuarta plaga recuerda la novena de Egipto, que consistía en una densa oscuridad de tres días. “Ser herido” es una expresión usada por los rabinos para designar el oscurecerse de las estrellas. La luz del sol, la luna y las estrellas pierde un tercio de su intensidad y de su duración”.

Fillion: "Et noctis… La noche deviene pues un tercio más oscura que de costumbre".


13. Y vi y oí un águila volando en medio del cielo, diciendo con voz grande: “Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra, a causa de las restantes voces de la trompeta de los tres ángeles, los que van a trompetear”.

jueves, 5 de septiembre de 2019

La Neomenia Mesiánica en el Prólogo del cuarto Evangelio, por B. Pascual (VIII de X)


III

Probables antecedentes del símil de la neomenia mesiánica en la literatura evangélica. - La comparación hecha por Cristo en la perícopa del testimonio paralela al prólogo: Jn. V, 31-40; los fuegos anunciadores y los regocijos populares de la neomenia. - El esquema isaiano del Benedictus, Lc. I, 78-79: la neomenia astro que nace de lo alto; la iluminación nocturna de la caravana mesiánica, costumbres antiguas, textos bíblicos, costumbres actuales del Oriente. - Conclusión general.


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Como en las soluciones nuevas no es prudente ser muy afirmativos, aun sosteniendo las ideas principales arriba expuestas, no hemos de dar por definitivas otras que son secundarias y que están escritas a rápida impresión. Dentro ese orden de probabilidades ofrecemos todavía, siquiera sea brevísimamente, otros conceptos que nos ocurren al inquirir el origen de este símil de la neomenia en la literatura evangélica. Ellos nos llevan a los días de la predicación de Cristo, y a los del nacimiento del Bautista. ¿No podríamos pensar que proviene de una tradición nacida junto a la cuna del Precursor? Los textos que entran ahora en consideración son dos: Jn. V, 35 y Lc. I, 78-79; a saber, dos pasajes en que también se habla de luz mesiánica y de San Juan Bautista y de su testimonio, y que por tanto tienen un triple título para ser considerados como paralelos al del prólogo, que en el anterior capítulo hemos estudiado.

I

a) ἐκεῖνος ἦν ὁ λύχνος ὁ καιόμενος καὶ φαίνων, (Él era antorcha que ardía y brillaba)

b) ὑμεῖς δὲ ἠθελήσατε ἀγαλλιαθῆναι πρὸς ὥραν ἐν τῷ φωτὶ αὐτοῦ (y vosotros quisisteis regocijaros un momento a su luz) Jn. V, 35

Para proceder con más orden hemos dividido el verso en dos hemistiquios; uno de la luz, otro de la exultación.

a) 1. Que ó λύχνος pueda referirse a la luz que servía para trasmitir el testimonio de la neomenia, lo prueba más que el pasaje poético de Eurípides (Cycl. 514. Cfr. 455, 614, 615) en que el término se dice del gran tizón ardiente con que Ulises debela al Cíclope en su cueva, los dos calificativos que aquí le acompañan, los cuales no son ciertamente los de una lámpara casera, sino más bien los de un fuego mayor; calificativos idénticos a los que usa Homero, al describirnos las fogatas que arden y lucen en la cumbre solitaria de los altos montes, resplandeciendo en la lejanía a los pobres marineros en horas de tempestad (Ilíada, 19, 375, etc.).

Así los dos calificativos evangélicos nos traen a la memoria aquellos otros fuegos de los montes, descritos en el Rosch ha-schana, o por lo menos las antorchas de que nos habla Bartenora, encendidas para el testimonio de la declaración oficial de la neomenia.

2. Y, por otra parte, es de testimonio, y justamente de San Juan como testigo, que se trata en este versículo donde se le compara al λύχνος. Pues hállase él en el centro de la sección V, 31-40, a saber, de la llamada perícope del testimonio, porque en ella Jesús habla de todos los testimonios que se han dado sobre su persona, y de un modo tan determinado que la palabra "testimonio" se repite hasta diez veces en los diez versículos de que consta, diciendo al llegar al Bautista:

"Vosotros enviasteis a Juan y dio testimonio a la verdad... él era la luminaria que ardía y resplandecía y vosotros quisisteis por una hora regocijaros a su luz".

b) En este segundo hemistiquio parécenos ver alusión clara a las exultaciones con que era acogida la luna nueva y con que lo serían por tanto las luminarias que la anunciaban. Además del nexo literario de esas dos imágenes en un versículo, hay para pensarlo otros indicios de carácter histórico, notables y numerosos.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VIII, 10-11


10. Y el tercer ángel trompeteó y cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como antorcha y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de aguas.

Comentario:

Antorcha se dice de los 7 Arcángeles en IV, 5, pero en este caso no parece ser Satanás.

Esta trompeta se dirige contra las aguas dulces.

Straubinger: “La caída de esta estrella, que simboliza a un ángel con nombre de amargura (v. 11, cfr. Enoc LXXXVI, 1 ss), hace pensar en la palabra de Jesús que comparó la caída de Satanás con la de una estrella (Lc. X, 18). Véase IX, 1 y nota. Cfr. XII, 9 ss”.

Como es sabido, los ángeles llevan en su nombre su misión.


11. Y el nombre de la estrella se dice “el Ajenjo”. Y se convirtió la tercera parte de las aguas en ajenjo y muchos de los hombres murieron a causa de las aguas por haberse amargado.

Notas Lingüísticas:

Πολλοὶ τῶν ἀνθρώπων (muchos de los hombres): el artículo "de los" ¿podría hacer alusión a una clase determinada de hombres, a saber, "los habitantes de la tierra"?

Abel: “Ὁ Ἄψινθος (masc.) en lugar de ἡ Ἄψινθος (fem.) porque se trata del nombre de un astro”.


Citas Bíblicas:

Jer. XXIII, 15: “Por tanto, así dice Yahvé de los ejércitos contra los profetas: “He aquí que les daré para comida ajenjo, y para bebida agua envenenada, porque de los profetas de Jerusalén la impiedad se ha difundido sobre todo el país”.

Am. V, 7: “Vosotros tornáis el derecho en ajenjo, y echáis por tierra la justicia”.

Am. VI, 13: “¿Corren acaso los caballos por las peñas? ¿O se puede arar (allí) con bueyes? Así vosotros trocáis en veneno el juicio, y el fruto de justicia en ajenjo”.


Comentario:

Allo: "No muere un "tercio" de los hombres, sino solamente "muchos"; es que la masacre de la tercera parte de los hombres está reservada a la plaga de la sexta Trompeta".

Alápide: "Y muchos de los hombres murieron: De aquí se hecha de ver que esta amargura fue excesiva y por lo tanto venenosa y letal; pues, por el contrario, la amargura moderada es sana y conserva el cuerpo de la putrefacción".

Gelin: "La tercera plaga mira sin dudas una epidemia causada por las aguas vueltas amargas y envenenadas. Un cambio semejante es notado por IV Esd. V, 9: "En las aguas dulces se encontrará sal", de la misma forma que, a la inversa, el Mar Muerto se sanará en los tiempos mesiánicos (Ez. XLVII, 8). La plaga está relacionada con la caída de una estrella, tal vez un ángel, por analogía con IX, 1, o más probablemente con un bólido…".

Garland: "Es importante notar que Dios describe la idolatría como "raíz que produzca veneno y amargura" (Deut. XXIX, 18). La idolatría es un pecado recurrente de los habitantes de la tierra durante este período del juicio (IX, 20; XIII, 15-16). Así Dios juzga su amargura de ajenjo, dándoles a beber ajenjo. Es el mismo juicio que Dios le dio a Israel por ir en pos de falsos dioses (Jer. VIII, 14; IX, 14-16; XXIII, 15). El ajenjo describe también el fruto de la injusticia, que ha de ser una característica predominante del período de la Tribulación (Am. V, 7; VI, 12; cfr. II Tim. III, 2-4)".