Gracias
a la traducción propuesta se puede dar una interpretación satisfactoria del
mensaje en el conjunto del recitado. Ya no hay dos mensajes: anuncio de la
concepción virginal y revelación del rol de José, sino uno sólo que unifica sus
elementos subordinándolos. Si el Espíritu Santo es el autor de la
concepción, José no tiene ninguna función que cumplir en el nacimiento
milagroso. Pero dado que tiene la misión de servir de padre al Niño es que él,
hijo de David, debe, a pesar de la concepción virginal, tomar consigo a la
madre del Salvador.
Este
mensaje le es transmitido en el estilo de las Anunciaciones. Como en San
Lucas a la Virgen María, le es dado un signo. En el pasado, el signo para la
Virgen fue la milagrosa preñez de Isabel; para José es la obra del Espíritu
Santo en María, oficialmente confirmada. En el futuro, tanto para José como
para la Virgen, es el anuncio de un hijo (cf. Juec. XIII, 3-5). Luego, dado el
signo, se le confía tanto a José como a la Virgen, imponer el nombre al niño
(cf. a Agar, Gen. XVI, 11 y a Abraham, Gen. XVII, 19).
Este
doble aspecto del mensaje angélico se refleja en la cita escriturística que
sigue:
“Todo esto
sucedió para que se cumpliese la palabra que había dicho el Señor por el
profeta: “Ved ahí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán el
nombre de Emmanuel”, que se traduce: “Dios con nosotros”.”
Para
entender en qué sentido esta profecía anunciaba el suceso narrado, conviene
remarcar que el fin del recitado está distribuido en forma similar: “Y sin que la conociera, dio ella a luz un
hijo” (en lo que respecta a la concepción virginal), “y le puso por nombre Jesús” (en lo que respecta al rol de José).
Mensaje (vv. 20-21), profecía (v. 23) y recitado (v. 25) se corresponden
perfectamente, recitados los tres por καλέσεις τὸ ὄνομα αὐτοῦ (21),
καλέσουσιν τὸ ὄνομα αὐτοῦ (v. 23), ἐκάλεσεν τὸ ὄνομα αὐτοῦ (v.
25) (le pondrán por nombre). Así se
explica la modificación del texto de Isaías (καλέσουσιν [le pondrán por nombre] en lugar de καλέσεις [le pondrás por nombre]; por el plural (no necesariamente
indeterminado), José se une a la Virgen para ponerle el nombre al Niño. La
profecía viene así a justificar a su manera el rol de José en el nacimiento del
Emanuel.
El pasaje termina, pues, con
la paternidad legal de José. La concepción virginal, si es supuesta por todas partes como el suceso
mayor que ocasiona el recitado - ἐκ πνεύματος ἁγίου (del Espíritu Santo) (vv. 18.20), ἡ
παρθένος (la Virgen) (v. 23), οὐκ
ἐγίνωσκεν αὐτὴν (no la conoció)
(v. 25)- no es revelada directamente[1]. Para convencerse de ello,
hay que renunciar al concordismo espontáneo que proyectan las enseñanzas de San
Lucas sobre el recitado mateano.