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lunes, 27 de mayo de 2019

Un texto capital de San Hipólito


Un texto capital de San Hipólito

Introducción. -

El texto que presentamos a continuación está tomado del primer comentario completo cristiano que existe a uno de los Libros Sagrados[1]; nos referimos al que San Hipólito hizo del profeta Daniel, del cual ya habíamos dado en su momento la reseña de parte, nada más y nada menos, de Ramos García (ver AQUI).

El texto data de comienzos del siglo III (202-204) y es de los primeros comentarios bíblicos del santo que luego había de explicar los Salmos, el Hexamerón, el Génesis, las Bendiciones de Jacob y de Moisés, el Éxodo, el Eclesiástico, el Cantar de los Cantares, el comienzo de Isaías, algunos pasajes de Ezequiel, Zacarías y el Evangelio de San Mateo.

El libro merece la pena ser leído en su totalidad pues tiene cosas interesantísimas y no sólo la que traemos en esta ocasión; sirva como ejemplo la interpretación típica de la historia de la casta Susana, imagen de la Iglesia, perseguida por los dos viejos judíos, representantes de Israel y los gentiles; Joaquín, su Esposo, es Jesús; el baño es el Bautismo, etc. etc.

San Hipólito fue, como él mismo lo dice en otra de sus obras, y no es un dato menor, discípulo de San Ireneo, de quien seguramente aprendió parte de la escatología bíblica, como el Milenio y es digno de notar que además trae, como su maestro, la no muy conocida anécdota sobre Judas y el Milenio.

Sin más, pasemos al texto y digamos al final dos palabras:


***

Libro IV, cap. 50.

domingo, 27 de mayo de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 7-8


7. Y el Viviente, el primero semejante a un león y el segundo Viviente semejante a un becerro y el tercer Viviente tiene el rostro como de hombre y el cuarto Viviente semejante a un águila que vuela.

Comentario:

En Ez. I, 10 el orden es: hombre, león, becerro, águila.

Rosenmuller (citado por Crampon en su edición de Alápide): “El R. Abin, conocido como R. Anhu dice: Cuatro son los que tienen el principado en este mundo. Entre todos, el hombre; entre las aves el águila, entre los animales que pacen el toro y entre las bestias el león. Cada uno de ellos tiene su reinado y una cierta magnificencia; están puestos bajo el trono de la majestad divina”.

Wikenhauser: "El hecho de que sean designados como seres vivientes, en parte semejante a determinados animales, o especies de animales, y en parte al hombre, parece sugerir la idea de que en ellos se vé simbolizada la vida de las criaturas en el estado de incorruptibilidad propio del paraíso. Concretamente, el león simboliza lo más noble, el toro lo más fuerte, el hombre lo más inteligente y el águila lo más veloz de cuanto hay en el mundo".

Alápide: “Digo, pues, que estos cuatro animales son literalmente los mismos que vio Ezequiel en el cap. I y que por lo tanto son los cuatro ángeles primarios, acompañantes, príncipes y administradores de Dios, con respecto al cuidado de la Iglesia y a la salvación y régimen de todos los hombres (…) en segundo lugar porque están próximos al trono de Dios y los que están junto a Él son ángeles. Tercero, porque están llenos de ojos y tienen seis alas, las cuales significan ángeles velocísimos. Además, cantan perennemente el “Sanctus”, por lo tanto, son parecidos a los Serafines de Isaías, como diré luego. También en el cap. VI llaman a Juan y le dicen “Ven y mira[1]” y le muestran los cuatro caballos, que representan cuatro estados futuros de la Iglesia. Estos son oficios de ángeles, que presiden el gobierno de la Iglesia: Dios suele dar las profecías sobre la Iglesia e iluminarlos por medio de los ángeles que presiden sobre ellos, como consta por lo que sigue y por el profeta Daniel”.

Jünemann: “Estos cuatro seres misteriosos, parecen ser querubines, de figura humana, y de faz como reflejando los cuatro seres más excelentes de la creación visible, símbolos a su vez: el león, de la fuerza y majestad de Dios; el becerro, de su beneficencia; el hombre, de su belleza; el águila, de su sublimidad”.


8. Y los cuatro Vivientes, cada uno de ellos teniendo alas seis, alrededor y dentro llenos de ojos; y reposo no tienen día y noche, diciendo: "Santo, Santo, Santo, Yahvé Dios, el Todopoderoso, el que era y el que es y el que viene”.

jueves, 17 de mayo de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 6


6. y delante del trono como un mar de vidrio semejante a cristal; y en medio del trono y alrededor del trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.

Notas Lingüísticas:

Zerwick: "ἐν μέσῳ (en medio): ¿en medio de los cuatro costados?".


Comentario:

Flavio Josefo llama a los Querubines “vivientes alados” en Ant. Jud. 3, 6, 5.

Straubinger: “Los cuatro vivientes aparecen como seres celestiales semejantes a aquellos que vieron los Profetas como Serafines (Is. VI, 2 s) y Querubines (Ez. I, 5 ss). El libro de Enoc (71, 7) añade los Ofanim”.

Allo: “No hay dudas sobre el origen de la figura de los Animales: son los Querubines de Ezequiel, combinado con los Ofanin (ruedas) del mismo profeta y los Apócrifos (a causa de los ojos), con los "Egrégores" o "Vigilantes" de la Tradición y los Serafines de Isaías (las seis alas, el Trisagion).

(…)

En cuanto al “mar de vidrio” (el vidrio era entonces una materia preciosa, cfr. Job XXVIII, 17) es evidentemente el firmamento, las “aguas superiores”, el océano celeste del Test. Levi según las ideas cosmológicas antiguas; forman como el parqué del templo celestial sobre el que reposa el trono de Dios”.

(…)

“En su primer sentido los cuatro animales son, pues, ángeles asociados muy estrechamente al Maestro del mundo, como los querubines del propiciatorio del Arca. Pero su aspecto y su número muestran que están más bien relacionados con el universo material. Vueltos hacia los cuatro puntos cardinales, dominan y vigilan las cuatro partes del cielo, gobiernan, bajo la autoridad de Dios, la creación”.

jueves, 3 de mayo de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 5


5. Y del trono salen relámpagos y voces y truenos; y siete antorchas de fuego arden delante del trono, que son los siete espíritus de Dios.

Comentario:

Estos siete ángeles “de la presencia” son los mismos que aparecen en I, 4 (siete espíritus delante del Trono); III, 1 (siete espíritus); V, 6 (siete cuernos y siete ojos); VIII, 2 (siete ángeles de pie ante Dios).

Straubinger: “Relámpagos, voces y truenos son señales del poder de Dios (Éx. XIX, 16; Sal. XXVIII, 3 ss.). Las siete lámparas son los siete Espí­ritus que vimos en I, 4. En adelante no se habla más de ellos (cf. V, 11) y se los considera identificados con los siete ojos del Cordero (III, 1; V, 6). Señalamos aquí­, a tí­tulo de curiosidad, una reciente hipótesis de Greslebin, según la cual este capí­tulo del Apocalipsis serí­a lo que se representa en la puerta del templo del sol en Tiahuanaco. Su autor cree haber encontrado veinticuatro coincidencias entre el texto bí­blico y las esculturas precolombinas de dicho templo”.

Wikenhauser: “El espectáculo recuerda la promulgación de la ley en el Sinaí (Ex. XIX, 16) y la aparición de Dios en Ez. I, 13. En el Antiguo Testamento la tempestad acompañada de relámpagos y truenos es un símbolo corriente de la potencia y majestad de Dios cuando se revela (Sal. XVII, 14; XLIX, 3). El gran ruido del que se habla es el mismo que acompaña los truenos y relámpagos. Dentro del círculo formado por los tronos de los ancianos, pero fuera del círculo de los cuatro seres vivientes y, ciertamente, ante el trono de Dios, arden siete antorchas, que se interpretan como símbolos de los siete espíritus de Dios, los mismos de que se hacen mención también en I, 4; III, 1; V, 6. Es esta la primera vez que el vidente los contempla en visión. Si estos siete espíritus simbolizan el Espíritu septiforme de Dios, su representación en forma de antorchas significa que nada en el mundo escapa a la mirada del Señor. Según Aretas de Cesarea, tales espíritus son figura de los “ángeles de la presencia”, es decir, de la clase suprema de las jerarquías angélicas”.

Alápide: “Parecería que las voces se distinguen de los truenos, como si fueran horribles clamores de los hombres o de los ángeles. Así Alcázar asocia aquí las voces humanas con los truenos celestes. A menos que se diga que se trata de epexegesis y que “y” se pone en lugar de “esto es”, “voces (esto es), truenos” o hendíadys “voces y truenos” es decir “voces tronantes”, como si profirieran voces humanas e inteligibles. Tales voces escuchó Juan en el cap. X, 3: “Los siete truenos levantaron sus voces” y en XIX, 6 escuchó “Una voz como de grandes truenos que decían: ¡Aleluya!”.

Alápide: "Y siete lámparas…: alude a las siete luces del candelabro que estaban en el tabernáculo de Moisés y en el Templo de Salomón, a saber, en el Santo, con las cuales se representaban los siete planetas".

Sales: "Siete lámparas: alusión a las siete lámparas del Templo de Jerusalén, figura del Templo del cielo (Cfr. Éx. XXV, 37; Zac. IV, 2). Estas lámparas indican los siete espíritus, esto es, los siete ángeles ministros principales de la voluntad de Dios".

Jünemann: “Relámpagos, y voces y truenos: Señales de juicio”.

domingo, 22 de abril de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 4

    4. Y (vi) alrededor del trono, tronos veinticuatro; y sobre los tronos, veinticuatro Ancianos sentados, vestidos con vestiduras blancas y sobre sus cabezas coronas de oro.

Citas Bíblicas:

Is. XXIV, 23: “La luna se enrojecerá y el sol se oscurecerá, porque Yahvé de los ejércitos reinará en el monte Sión y en Jerusalén, y delante de sus ancianos (resplandecerá) su gloria”.

Dan. VII, 9-10: "Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos; y sentóse el Anciano de días cuyo vestido era blanco como la nieve, y el cabello de su cabeza como lana blanca. Su trono era de llamas de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. Un río de fuego corría saliendo de delante de él; millares de millares le servían y miríadas de miríadas se levantaban ante su presencia. Sentó se el tribunal y fueron abiertos los libros…".


Comentario:

Allo: “Por el origen y la función de los ancianos, cfr. tal vez, Ex. XXIV, 9, los asistentes de Moisés, y seguramente Is. XXIV, 23 y Dn VII, 10; el número 24 cfr. I Par. XXIV, 7-19, las 24 clases de sacerdotes”.

Allo: “Estos Ancianos han dado materia a muchas interpretaciones. La figura es tradicional y responde al “senado de Dios” del que hablan Isaías y Daniel (introd. Cap. V, II. I, p. LXXX). Allí hemos visto a los ángeles que presiden el desarrollo de los tiempos en las diversas fases de la historia humana. Los comentadores medievales han visto, por el contrario, a representantes de la humanidad, salidos de su seno, sea las 12 tribus (12 x 2), sea los Patriarcas y los Apóstoles, o los profetas de Israel, o la raza elegida en general (Vict., And., Alb.: “universitas sanctorum V.T et N.T”)”.

Gelin: "Los veinticuatro Ancianos están subordinados a los Animales (IV, 10) y constituyen una suerte de senado Angélico que sigue desde el cielo la historia humana y el progreso del reino de Dios en el mundo (VII, 13 ss; XI, 16)".

Biblia de Jerusalén: Estos ancianos ejercen un rol sacerdotal y real: alaban y adoran a Dios (IV, 10; V, 9; XI, 16s; XIX, 4) y le ofrecen las oraciones de los fieles (V, 8); se sientan en el gobierno del mundo (tronos) y participan de su poder real (coronas). Su número corresponde tal vez, al de las 24 órdenes sacerdotales de I Par. XXIV, 1-19”.

Ramos García: "Sobre los siete arcángeles o ejecutores de los decretos del Señor vio San Juan a 24 ancianos, que son sus consejeros natos, consejeros digo no en el sentido de que Dios tome de ellos consejo, quis enim consiliarius ejes fuit? (Is. XL, 13; Rom. XI, 34; cf. Sab. IX, 13), sino en el sentido de que comunica con ellos sus consejos adorables para que le alaben y glorifiquen por ellos, como se ve tantas veces en el Apocalipsis (Apoc. IV, 4-10; V, 8-14; XI, 16; XIX, 4). A todo mi entender estos 24 ancianos no son hombres bienaventurados, como he opinado alguna vez, sino ángeles de una categoría superior, los Domini o grandes Señores (Seniores) de la sociedad angélica, como lo expresó San Juan al contestar a uno de ellos que le preguntaba quiénes eran y de dónde habían venido los Santos que veía con vestiduras blancas: Domine mi, tu scis (Apoc. VII, 14), y de estos Domini tomaría nombre el orden de las Dominaciones que San Juan no podía omitir de ningún modo en la descripción de la celeste curia[1]

domingo, 15 de abril de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 3


3. Y el sentado, semejante a una visión de piedra jaspe y sardonio; y un iris alrededor del trono, semejante a una visión de esmeralda.

Notas Lingüísticas:

Zerwick: "ὅμοιος: similar; ὁράσει: aspecto; dativo de relación: similar en aspecto".


Citas Bíblicas:

Is. VI, 2 ss: "En el año en que murió el rey Ocías, ví al Señor sentado en un trono alto y excelso y las faldas de su vestido llenaban el Templo. Encima de Él había serafines, cada uno de los cuales tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con dos volaban. Y clamaban unos a otros diciendo: Santo, Santo, Santo, es Yahvé de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria".

Ez. X, 22 ss: "Sobre las cabezas de los seres vivientes había algo semejante a un firmamento, como de cristal deslumbrante, que se extendía por encima de sus cabezas. Y por debajo del firmamento extendíanse sus alas, una frente a la otra; cada uno tenía dos por un lado y por el otro; las cuales les cubrían el cuerpo. Y oí el ruido de sus alas, cuando se movían, como estruendo de muchas aguas, como la voz del Todopoderoso; un estruendo tumultuoso, como el estruendo de un ejército. Cuando se detenían plegaban sus alas; pues cuando salía una voz de encima del firmamento que estaba sobre sus cabezas, se detenían y plegaban sus alas. Sobre el firmamento que estaba encima de sus cabezas, había algo semejante a una piedra de zafiro, como un trono; y sobre esta especie de trono una figura semejante a un hombre (sentado) sobre él. Dentro de él y alrededor de su cintura para arriba ví como un fuego que resplandecía, alrededor de él. Como el aspecto del arco que aparece en las nubes en día de lluvia, así era el aspecto del resplandor que le rodeaba. Tal fue el aspecto de la imagen de la gloria de Yahvé. Cuando la vi me postré en tierra y oí la voz de uno que hablaba".


Comentario:

Jaspe y Sardio son la última y primera piedras del pectoral del Sumo Sacerdote que representan a Benjamín y Rubén (Ex. XXVIII, 15 ss), mientras que esmeralda es la tercera que correspondería a Leví (Gen. XLIX, 1 ss).

Straubinger: “No puede dudarse que aquí se muestra, en su excelsa y serena majestad, la Persona del divino Padre, cfr. V, 7 y nota”.

Allo: “Solecismo del masculino ὅμοιος (como) con ἶρις (iris), femenino. “Arco iris”, cfr. Gen. IX, 12-17 y Ez. I, 27 ss. Las piedras nombradas se encuentran en la Biblia griega, por ejemplo, en el ornamento de los hábitos del sumo sacerdote y Ez. XXVIII, 13 (el rey de Tiro comparado a un ángel); las piedras reaparecen en Apoc. XXI.- Hemos traducido ὁράσει no “por el aspecto”, sino “en visión”, según la analogía de Apoc. IX, 17; la palabra equivale a ὅραμα de Mt. XVII, 9 y Lc. passim”.

domingo, 1 de abril de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 2


2. Inmediatamente fui en espíritu y he aquí un trono puesto en el cielo y sobre el trono uno sentado.

Comentario:

Straubinger: “Me hallé en espíritu, exactamente como en I, 10, lo cual confirmaría lo que allí señalamos. Sobre la visión de Dios cfr. Ez. I, 22 ss y nota. Todo este capítulo, lo mismo que el siguiente, se inspira en los Profetas, especialmente Is. VI, Ez. I, Dan. VII. El rapto de Juan al cielo durará hasta el fin del capítulo IX”.

Caballero Sánchez: “Dada la orden, Juan dócil al Espíritu que obra en él, la cumple sin dilación: “Y al instante fui en espíritu”.

Nuestros doctores traducen este inciso: “caí en éxtasis”, como anteriormente “ir en Espíritu al día del Señor”, lo habían vuelto por “caer en éxtasis un día domingo”. El texto y el contexto condenan esa traducción. Porque el carisma profético que tiene Juan en acto no da lugar a ningún éxtasis particular; y porque “fui” corresponde a la orden de subir a la puerta del cielo…”.

Fillion: "Sedens: es decir, había uno sentado. La visión es dejada a propósito en una cierta vaguedad, aunque el contexto muestra claramente (ver los vv. 8-11 y también VII, 10.15; XII, 5, etc.) que se trata de Dios Padre. El recitado supone también que la divina presencia estaba simbolizada por una forma humana, como en Is. VI, 1 ss; Ez. I, 2 ss; Dan. VII, 9".

El “sentado en el trono” es, según algunos, Dios Padre. Alápide objeta que en Is. VI los Querubines cantan el trisagio "Santo, Santo, Santo", a la Ssma. Trinidad con lo cual aquí se refiere a la Divinidad en cuanto tal y no sólo al Padre.

Contra esto se puede contestar que las visiones corresponden a dos momentos diversos. Isaías vé a la Ssma. Trinidad, pero San Juan vé el consejo que se reúne en el cual se le entrega a Jesucristo el testamento que recibe de su Padre.

Este es el "Trono de mi Padre" del que habla Jesús. En VII, 10 se distingue "el Sentado en el trono" del "Cordero", y lo mismo en VI, 16 y XII, 5.

Alápide: "Alcázar cree que este trono de Dios era como el propiciatorio y los Querubines. En efecto, éstos eran el trono de Dios en el Templo de Salomón, a lo que aquí se alude. Pues los 24 Señores, dice, son los príncipes de los sacerdotes, los cuales eran 24 como se ve en I Paral. XXIV. De aquí que los siete candelabros responden también a las siete luces del candelabro, el mar de cristal al mar de bronce, los animales a los grandes Querubines, hechos por Salomón; finalmente el capítulo mismo termina con alabanzas y adoración a Dios. También cree que este mismo trono era el mismo en todas las visiones proféticas, como cuando Dios fue visto por Moisés y los ancianos, Ex. XXIV, 10, Is. VI, 1 y Ez. I, 22, excepto que, en lugar de la tabla dorada del propiciatorio, era de zafiro (Ex. XXIV, 10) y en Ez. I, 22 era cristalina; y así cree que era aquí, ya que este trono estaba en el cielo".

jueves, 22 de marzo de 2018

Algunas Notas a Apocalipsis IV, 1


Capítulo IV

1. Después de esto ví y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la voz, la primera, que oí como de trompeta hablando conmigo, diciendo: “Sube aquí y te mostraré lo que debe suceder después de esto”.

Citas Bíblicas:

Sobre la puerta abierta en el cielo, ver:

Ez. I, 1: “El año trigésimo, el día cinco del cuarto mes, estando yo en medio de los cautivos, junto al río Cobar, se abrieron los cielos, y tuve visiones de Dios”.

Hech. VII, 55-56: “Mas, lleno del Espíritu Santo y clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y exclamó: “He aquí que veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está de pie a la diestra de Dios.


Comentario:

“Después de esto” = IV, 1; VII, 9; XV, 5 y XVIII, 1 = ¿marca una nueva visión?

Esta puerta abierta coincide, en cuanto al tiempo, con la puerta abierta a la Iglesia de Filadelfia (III, 8).

Comienza la tercera parte de la profecía según la división dada en I, 19, la cual, a su vez se dividirá en dos secciones, como luego diremos. Ver AQUI.

San Juan parece darse vuelta una vez más (cf. I, 12) y volver a ver "el día del Señor".

La voz que le habla es la misma de I, 10, es decir, la de San Gabriel. Ver AQUI.

Straubinger: “Las cosas que han de suceder empezarán en el capítulo VI con la apertura de los sellos, después de esta visión. Igual expresión usa Dan. II, 29.45 y tal parece ser el objeto principal del Apocalipsis en cuanto profecía, según se ve en I, 1 (Cf. I, 19 y nota)".

En realidad, todo indica que las cosas que han de suceder comienzan en el mismo capítulo IV, con la reunión del consejo celestial.

El paralelismo de la frase final con I, 19 es clara, como ya lo notamos.

Fillion: “Después de esto: después de los hechos narrados desde I, 10 hasta III, 22. La fórmula Μετὰ ταῦτα εἶδον, después de esto vi (cfr. VII, 1.9; XV, 5; XVIII, 1), varía en este libro con Καὶ εἶδον, y vi (cfr. V, 1.6; VI, 1.2.12; VIII, 2.13; IX, 1 etc.). La primera introduce habitualmente los hechos más importantes, como el comienzo de una visión nueva; el otro concierne a detalles secundarios”.

Fillion: Como de ordinario la partícula “he aquí” señala el carácter inopinado del fenómeno. Comparar el v. 2b etc.”.

martes, 28 de noviembre de 2017

La Predicación universal del Evangelio

Encontramos en el Evangelio unas palabras de Nuestro Señor aplicadas a veces a nuestros tiempos.

Al responder la pregunta de los Apóstoles sobre los signos de la consumación del siglo, Jesús dijo (Mt. XXIV, 14):

“Y será proclamado este Evangelio del Reino en todo el mundo habitado, en testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin”.

Tenemos, pues, un acontecimiento necesario y previo a la Parusía[1], pero ¿en qué consiste exactamente?, y más importante aún, ¿es algo pasado o futuro?

Algunos autores pretenden dar esta profecía como cumplida ya en tiempos de Pío XII, pero creemos que un pequeño análisis de estos versículos nos obligará a repensar el asunto.

Primero veamos los textos en cuestión[2]:

Mt. XXIV, 9-14:

"Entonces os entregarán a tribulación y os matarán y seréis odiados por todas las naciones a causa de mi nombre. Y entonces se escandalizarán muchos, y unos a otros se entregarán y se odiarán unos a otros. Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Y por multiplicarse la iniquidad, se enfriará la caridad de los muchos. Pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo. Y será proclamado este Evangelio del Reino en todo el mundo habitado, en testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin”.

Mt. X, 17-22:

“Y guardaos de los hombres: en efecto, os entregarán a sanedrines y en sus sinagogas os azotarán, y ante gobernadores y reyes seréis llevados por mi causa en testimonio para ellos y las naciones. y cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; en efecto, os será dado en la hora aquella qué hablaréis. En efecto, no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que habla en medio de vosotros. Y entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo y se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo”.

Mc. XIII, 9-13:

“Y ved a vosotros mismos: os entregarán a sanedrines y en sinagogas seréis golpeados y ante gobernadores y reyes estaréis de pie, a causa mía, en testimonio para ellos. Y a todas las naciones primero debe proclamarse el Evangelio. Y cuando os lleven, entregando, no os preocupéis de antemano qué hablaréis; sino lo que se os dé en la hora aquella, esto hablad; en efecto, no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo. Y entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo y se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo”.

De estos textos podemos sacar en limpio las siguientes conclusiones:

sábado, 7 de enero de 2017

Retractatio V: Las LXX Semanas de Daniel, VIII. El Terminus ad quem de la Profecía.

Nehemías

Al analizar lo que dimos en llamar el terminus ad quem de las LXX Semanas de Daniel (ver AQUI) concluíamos que el año de la entrada triunfal en Jerusalén, y consiguientemente de la muerte de Nuestro Señor, sería el 32, pero conscientes del rechazo casi unánime de esa fecha por parte de los autores, nos apurábamos a decir:

“Obviamente es posible que algo estemos haciendo mal, sea en la exégesis, sea en el cómputo de los años, sea en ambos…”.

Bueno, casi sin quererlo nos encontramos con la respuesta a nuestras dudas; respuesta bastante fácil que no vimos en su momento y que recién más de dos años después apareció casi por casualidad.

Leyendo el interesante libro de J. Schiaparelli “La Astronomía en el Antiguo Testamento”[1], en una nota del cap. VIII: “El año hebraico”, decía el autor:

“Nehemías relata en sus comentarios (Neh. I, 1) que en el año vigésimo de Artajerjes, en el mes de Kislev, supo de Hanai el mal estado de las cosas en Jerusalén, y que después de varios incidentes, en el mes de Nisán del mismo año vigésimo (II, 1) obtuvo de Artajerjes el permiso de trasladarse a Judea para poner remedio a ello. Ahora bien, es fácil ver que si se computaran los años a partir de la primavera, empezando con Nisán, los datos de Nehemías implicarían una contradicción. Por lo tanto, es necesario suponer que Nehemías empezaba el año con Tischri (Sept.), según el uso civil, así como también al año civil pertenecen los nombres que él emplea; lo cual era muy conveniente para un oficial civil como Nehemías”.

¡Y aquí tenemos la respuesta! En I, 1, el mes de Kislev (Nov-Dic.) es el XX de Artajerjes, y en II, 1, que es posterior, estamos en el mes de Nisán (Mar-Abr.), pero seguimos en el XX de Artajerjes, aunque no en el mismo año solar. Si en I, 1 el año XX de Artajerjes es el 445 entonces en II, 1, que sigue siendo el año XX, no puede ser sino el año 444 solar, y así tenemos que adelantar el resto de los años en nuestro cómputo y llegamos al año 33 como el de la muerte de Nuestro Señor; siendo ésta, como se sabe, una de las dos o tres fechas consideradas aceptables por los autores.

Es sabido que sobre este tema se han escrito ríos de tinta y que son más, muchas más, las dudas y conjeturas que las certezas; por otra parte, todo aquel que quiera introducirse en el tema seguramente hará bien por empezar con el resumen, casi un clásico ya, de Holzmeister S.I., Chronologia vitae Christi[2].

No hay dudas que todo esto sigue siendo una conjetura y que puede seguir habiendo errores “sea en la exégesis, sea en el cómputo de los años, sea en ambos…”, pero lo cierto es que parece que hemos corregido un error de lo que escribimos antes.

Sobre el interesantísimo problema de la cronología de la Vida de Jesucristo tal vez tengamos oportunidad de volver en otro momento, pero creemos que con lo dicho basta para esta nueva retractatio.

Vale!





[1] Espasa, 1945.

[2] Romae: sumptibus Pontificii Instituti Biblici, 1933.

Lo de resumen es una forma de decir: casi 250 páginas de apretados datos, citas y referencias al pie de página donde analiza bastante exhaustivamente los principales datos históricos, textos bíblicos e interpretaciones.