viernes, 30 de diciembre de 2022

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 4

 4. Y se postraron ante el Dragón porque dio la autoridad a la Bestia y se postraron ante la Bestia diciendo: “¿Quién (es) semejante a la Bestia?” y “¿Quién puede guerrear contra ella?”. 

Concordancias: 

Προσεκύνησαν (se postraron): cfr. Apoc. III, 9; IV, 10; V, 14; VII, 11; XI, 16; XIII, 15; XIV, 7; XVI, 2; XIX, 4.10.20; XXII, 8-9. 

Latría: Apoc. IX, 20; XIII, 8.12; XIV, 9-11; XX, 4 (Parecería que siempre en sentido peyorativo de idolatría). 

Duda: Apoc. XI, 1; XV, 4. 

Cfr. Apoc. XIX, 10. 

δράκοντι (Dragón): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3-4.7.9.13.16-17; XIII, 2.11; XVI, 13; XX, 2. 

ἐξουσίαν (autoridad): cfr. Apoc. II, 26; VI, 8; IX, 3.10.19; XI, 6; XII, 10; XIII, 2.5.7.12; XIV, 18; XVI, 9; XVII, 12-13; XVIII, 1; XX, 6; XXII, 14. 

ὅμοιος (semejante): cfr. Apoc. I, 13.15; II, 18; IV, 3.6-7; IX, 7.10.19; XI, 1; XIII, 2.11; XIV, 14; XVIII, 18; XXI, 11.18. 

θηρίῳ (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-3.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2. 

Τίς ὅμοιος τῷ θηρίῳ (¿quién semejante a la Bestia?): cfr. Ex. XV, 11; Sal. LXX, 19; LXXXVIII, 9; Apoc. XIII, 4. 

Δύναται (puede): cfr. Apoc. II, 2; III, 8; V, 3; VI, 17; VII, 9; IX, 20; XIII, 17; XIV, 3; XV, 8. 

πολεμῆσαι (guerrear): cfr. Apoc. II, 16; XII, 7; XVII, 14; XIX, 11. Ver Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7; Lc. XIV, 31; I Cor. XIV, 8; Apoc. IX, 7.9; XI, 7; XII, 7.17; XIII, 7; XVI, 14; XIX, 19; XX, 8. Ver Lc. XXI, 9. 

 

Notas Lingüísticas: 

lunes, 26 de diciembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (X de XVIII)

 Artículo 2. - Diversas formas de liberalismo en el campo religioso (pp. 44-63) 

Junto con Liberatore (cf. La Chiesa e lo Stato), podemos reducirlos a tres: el liberalismo absoluto, el liberalismo moderado y el liberalismo que podríamos llamar de los católicos liberales. Las tres formas tienen en común que quieren emancipar el orden civil del orden religioso, es decir, el Estado de la Iglesia. Pero la primera forma quiere la dominación del Estado sobre la Iglesia; la segunda, la plena independencia del Estado de la Iglesia, y de la Iglesia del Estado; en cuanto a la tercera, busca también esta independencia, no como una verdad de derecho, sino como, en la práctica, la mejor condición de existencia y de vida. 

§ 1. La primera forma de liberalismo, el liberalismo absoluto, nos lleva al materialismo y al ateísmo (pp. 44-48). 

Concibe el Estado como el más alto poder al que le es dado ascender a la humanidad en su progreso social. El Estado no sólo no tiene nada por encima de él, sino que no tiene nada que sea igual a él o que no esté sujeto a él. Es el poder supremo y universal, al que nada puede resistirse, al que todo debe obedecer.

Esta teoría es la que rige más o menos las constituciones modernas de Europa, resultantes de la "Declaración de los Derechos del Hombre". La Iglesia no sólo ha perdido su preeminencia sobre el Estado, sino que ni siquiera tiene ya el carácter de una sociedad perfecta e independiente.

Pero esto es la negación implícita de la espiritualidad e inmortalidad del alma; es, en definitiva, materialismo. El Estado, en efecto, sólo puede concebirse como poder supremo a condición de reducir todo el destino del hombre a su vida orgánica y material.

Además, es la negación de Dios; porque, si Dios existe, es necesario reconocer que es el amo supremo y el legislador universal; es necesario reconocer que no son ni el Estado ni la opinión pública, sino los principios inmutables de la moral impresos por Dios en el alma humana, los que son la regla suprema de la acción, tanto en el orden privado como en el público; hay que reconocer, en fin, que los más altos poderes no tienen más que un derecho de mando subordinado, de modo que sólo gobiernan a los hombres según la voluntad de Dios, a la que son los primeros en someterse. 

§ 2. El liberalismo moderado es la emancipación del orden civil del orden religioso, del Estado de la Iglesia, de modo que el dominio del Estado y el de la Iglesia se consideran plenamente separables y separados, y la Iglesia y el Estado se consideran en sus respectivos dominios como plenamente independientes. 

Tal sistema, ya bastante incoherente, es:

jueves, 22 de diciembre de 2022

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 3

 3. Y (vi) una de sus cabezas como degollada para muerte y la plaga de su muerte se curó y maravillóse toda la tierra detrás de la Bestia. 

Concordancias: 

κεφαλῶν (cabeza): cfr. Apoc. I, 14; IV, 4; IX, 7.17.19; X, 1; XII, 1.3; XIII, 1; XIV, 14; XVII, 3.7.9; XVIII, 19; XIX, 12.

 ἐσφαγμένην (degollada): cfr. I Jn. III, 12; Apoc. V, 6.9.12; VI, 4.9; XIII, 8; XVIII, 24. 

θάνατον - θανάτου (muerte): cfr. Apoc. I, 18; IX, 6 (?); XX, 13.14 (muerte y hades); II, 11; XX, 6; XXI, 8 (segunda muerte); II, 23; VI, 8; XVIII, 8 (?) (peste); II, 10; XI, 17; XIII, 12; XXI, 4 (muerte). 

πληγὴ (plaga): cfr. Lc. X, 30; XII, 48; Apoc. IX, 18.20; XI, 6; XIII, 12.14; XV, 1.6.8; XVI, 9.21; XVIII, 4.8; XXI, 9; XXII, 18. 

ἐθεραπεύθη (se curó): cfr. Apoc. XIII, 12. 

ἐθαυμάσθη (se maravilló): cfr. Jud. I, 16; Apoc. XVII, 6-8. 

ὅλη (toda): cfr. Apoc. III, 10; VI, 12; XII, 9; XVI, 14. 

γῆ (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; III, 10; V, 3.6.10.13; VI, 4.8.10.13.15; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX 1.3-4; X, 2.5-6.8; XI, 4.6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 8.11-14; XIV, 3.6-7; 15-16.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 2.5.8.18; XVIII, 1.3.9.11.23-24; XIX, 2.19; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. 

ὀπίσω (detrás): cfr. Apoc. I, 10; XII, 15. 

θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1.2-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2. 

 

Notas Lingüísticas: 

Zerwick: “μίαν (acusativo) parecería depender de εἶδον (y vi, v. 2)”. 

Jünemann: “Y vi una de sus cabezas…”. 

Zerwick: “ἡ πληγὴ τοῦ θανάτου αὐτοῦ (la plaga de su muerte) es un hebraísmo que significa “su plaga mortal”. 

αὐτοῦ (sus): gen., neutro, 3 persona singular. Depende de “cabezas” que es gen., fem., 3 persona plural. 

 

Comentario: 

domingo, 18 de diciembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (IX de XVIII)

 § 1. Crítica a este principio en sí mismo 

Este principio fundamental del liberalismo es absurdo, antinatural y quimérico (pp. 22-30).

1. Absurdo (Incipit ab absurdo), ya que pretende que el bien principal del hombre está en la ausencia de cualquier vínculo capaz de obstaculizar o restringir su libertad. En efecto, el bien del hombre debe ser considerado o bien como un fin, o bien como medio para alcanzar este fin. Ahora bien, la libertad no puede ser un fin en sí misma y el fin supremo, ya que no es otra cosa que un poder o potencia operativa, puesto que todo poder o potencia es en vista a la operación, y que toda operación en esta vida consiste completamente en la búsqueda de un bien real o aparente. Por lo tanto, la libertad no puede ser para el hombre su bien considerado como fin. Por otra parte, tampoco es un bien considerado como medio para un buen fin, a no ser que esté contenido por ciertas restricciones, lo cual es la ruina misma del principio del liberalismo… a no ser que se admita o bien que la libertad, en la vida presente, es indefectible, o bien que hay que dejarla actuar siempre, sean cuales sean sus defectos. 

2. Contrario a la naturaleza (in ea progreditur quæ evidentiori naturæ intentioni contraria sunt), en cuanto pretende que todo debe ceder al bien de la libertad individual, que las necesidades sociales han multiplicado los obstáculos a esta libertad, y que el régimen ideal para el hombre es aquel en el que reine la ley del individualismo puro y perfecto; pues este individualismo es absolutamente contrario a la naturaleza humana. Si hay algo que es obvio y manifiesto, es que el estado social es la ley de la vida humana, como lo prueban las necesidades de su propia existencia corporal.

"A los demás animales, la naturaleza les ha preparado comida, ropa de piel, medios de defensa, como dientes, cuernos, garras, o, al menos, velocidad en la huida. El hombre, en cambio, fue creado sin que la naturaleza le proporcionara ninguna de estas cosas; pero, a cambio, se le dotó de la razón, que le permite preparar todas estas cosas por medio de sus manos; y como un solo hombre no es suficiente para prepararlo todo, y como, debido a su soledad, no puede procurarse los bienes que le permitirían mantener su vida, se deduce que, por su naturaleza, el hombre debe vivir en sociedad. Además, en otros animales existe una capacidad natural para discernir lo que es útil o perjudicial para ellos. Así, la oveja percibe instintivamente al lobo como enemigo. En virtud de una capacidad similar, algunos animales son capaces de distinguir de forma natural entre las plantas curativas y todo lo demás que necesitan para vivir.

El hombre sabe lo que necesita para vivir, pero sólo en general. Puede así, por medio de su razón, llegar al conocimiento de las cosas particulares necesarias para su vida por medio de principios universales. Pero no es posible que un solo hombre alcance con su razón todas las cosas de este orden. Es, pues, necesario que los hombres vivan en comunidad para ayudarse mutuamente, para dedicarse a diversas investigaciones según la diversidad de sus talentos: uno, por ejemplo, a la medicina, otro a esto, otro a aquello" (Santo Tomás de Aquino, De Regimine principum, Lib. I, cap. 1).

"¡Oh insensati sophistæ, escribe el P. Billot, quis vos ita dementavit, ut ad naturam continuo appellantes, contra naturam talia et tam enormia peccetis! [¡Oh incensatos sofistas, ¿quién os enloqueció de tal forma, que, apelando continuamente a la naturaleza, pequéis contra ella tanto y en forma tan grande!] 

miércoles, 14 de diciembre de 2022

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 2

 2. Y la Bestia que vi, era semejante a leopardo y sus pies como de oso y su boca como boca de león. Y le dio el Dragón su poder y su trono y autoridad grande. 

Concordancias: 

θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1.3-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2. 

πόδες (pies): cfr. Apoc. I, 15.17; II, 18; III, 9; X, 1-2; XI, 11; XII, 1; XIX, 10; XXII, 8. 

Στόμα (boca): cfr. Mt. IV, 4; XV, 11.17-18; II Tes. II, 8; Apoc. I, 16; II, 16; III, 16; XIX, 15.21 (Verbo); IX, 17-19 (sexta Trompeta); XI, 5 (dos Testigos); XII, 15-16 (serpiente); XII, 16 (tierra - suelo); XIII, 5-6 (Bestia); XIV, 5 (144.000 sellados); XVI, 13 (Dragón - Bestia del Mar – Falso Profeta). 

λεόντων (leones): cfr. I Ped. V, 8; Apoc. IV, 7; V, 5; IX, 8.17; X, 3. 

δράκων (Dragón): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3-4.7.9.13.16-17; XIII, 4.11; XVI, 13; XX, 2. 

Δύναμιν (poder): cfr. Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. IX, 1; XIII, 26; XIV, 62; Lc. XXI, 27; XXII, 69; II Tes. I, 7; II, 9; Apoc. III, 8; IV, 11; V, 12; VII, 12; XI, 17; XII, 10; XV, 8; XVII, 13; XVIII, 3; XIX, 1. 

θρόνον (trono): cfr. Lc. I, 52; Apoc. I, 4; II, 13; III, 21; IV, 2-6.9-10; V, 1.6-7.11.13; VI, 16; VII, 9-11.15.17; VIII, 3; XI, 16; XII, 5; XIV, 3.5; XVI, 10.17; XIX, 4-5; XX, 4.11-12; XXI, 3.5; XXII, 1.3. 

ἐξουσίαν (autoridad): cfr. Apoc. II, 26; VI, 8; IX, 3.10.19; XI, 6; XII, 10; XIII, 4-5.7.12; XIV, 18; XVI, 9; XVII, 12-13; XVIII, 1; XX, 6; XXII, 14. 

ἐξουσίαν μεγάλην (autoridad grande): cfr. Apoc. XVIII, 1. 

 

Comentario: 

Straubinger: “Pantera, oso, león: son las tres primeras Bestias de la visión de Daniel (VII, 3-7). Esta Bestia del Apocalipsis recuerda también la cuarta de Daniel por los diez cuernos. Además, reúne en sí el total de las siete cabezas de aquellas cuatro bestias. Sobre otros paralelismos con Daniel, cf. V, 7 y nota”. 

En realidad, las siete cabezas no están compuestas por las tres (o cuatro) Bestias de Daniel. 

San Juan y Daniel se complementan mutuamente y así vemos que las tres primeras Bestias que ve Daniel son las que forman la cuarta, es decir la del Mar que acá ve San Juan. 

Allo: “Esta Bestia, dice Swete, condensa en sí el poder y los vicios de las tres primeras de Daniel: la ágil ferocidad de la pantera (Dan. VII, 6), la fuerza masiva del oso (Dan. VII, 5), el orgullo del léon (Dan. VII, 4) y también la insolencia de la Bestia innominada, con diez cuernos (Dan. VII, 7 ss)”.

sábado, 10 de diciembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (VIII de XVIII)

 VI. - LIBERALISMO 

Siguiendo a León XIII, el cardenal Billot concebía el liberalismo como una herejía, como un bloque de herejías (Encíclica sobre la Constitución Cristiana de los Estados). En su opinión, el liberalismo puro y doctrinal, al igual que el liberalismo en sus formas mitigadas y en sus compromisos, deriva de la obra de la Revolución, cuya marca lleva. Lo ve como una contradicción al principio de autoridad y de jerarquía social, halagándose de encontrar la solución de todos los conflictos en los principios opuestos de libertad e igualdad, en una concepción del derecho y de la sociedad que se permite prescindir de Dios. La autoridad reside esencialmente en el pueblo, única fuente de soberanía. La ley es la expresión de la voluntad general, de la mayoría de los ciudadanos; es el derecho.

Existe una clara contradicción, una oposición irreductible, entre el Estado que aplica los principios de la nueva ley, y la Iglesia, que exige la independencia del poder espiritual.

Los conciliadores tratan de disipar este antagonismo a toda costa. Mezclan a Jesucristo con Belial, cosen la tela vieja con la nueva en contra de las prescripciones del Evangelio (Mc. XI, 21). Los católicos liberales creen haber encontrado para la religión, en sus relaciones con la Revolución, el verdadero y definitivo modus vivendi, pidiendo a la Iglesia que transija con los errores modernos y que asuma los costes de la conciliación. Distinguen entre tesis e hipótesis, afirmando teóricamente la doctrina, pero aceptando, en el campo de la acción, la libertad en el derecho común. No formulan voluntariamente los principios y los substituyen por sentimientos y verdades disminuidas. Su actitud no es tanto una doctrina como una tendencia. 

"En medio de estos errores, debemos, dice el Cardenal, restaurar los derechos de Dios, el reino de la verdad, la verdad por sí misma, la verdad libre de todo compromiso con el error, la verdad integral" (Elogio del Cardenal Pie, pág. 21). 

No era un hombre al que el desprecio de los falsos sabios, las sonrisas de los llamados diplomáticos o los encogimientos de hombros de los políticos sin alma pudieran detener en su exposición de la doctrina. Para dar una idea de su enseñanza sobre el liberalismo, nada mejor que presentar aquí un breve resumen de las enérgicas y luminosas páginas que le dedicó en el Tratado sobre la Iglesia (De Ecclesia, vol. II, pp. 19-63). Primero critica el principio fundamental del liberalismo, considerado en sí mismo y en sus aplicaciones; luego expone sus diferentes formas. 

RESUMEN DE LA DOCTRINA DEL CARDENAL BILLOT SOBRE EL ERROR DEL LIBERALISMO Y SUS DIFERENTES FORMAS SEGÚN LA EXPOSICIÓN DEL TRATADO DE LA IGLESIA 

martes, 6 de diciembre de 2022

Algunas notas a Apocalipsis XIII, 1

Capítulo XIII 

1. Y vi del mar una Bestia que sube, teniendo cuernos diez y cabezas siete y sobre sus cuernos, diez diademas y sobre sus cabezas, nombres de blasfemia. 

Concordancias: 

θαλάσσης (mar): cfr. Apoc. VII, 1-3; VIII, 8-9; X, 2.5.8; XII, 12.17; XVI, 3; XVIII, 21; XX, 13 (?); XXI, 1 (?). Ver Apoc. IV, 6; V, 13; X, 6 XIV, 7; XV, 2; XVIII, 17.19; XX, 8. 

θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 2-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2. 

ναβαῖνον (sube): cfr. Apoc. IV, 1; VII, 2; VIII, 4; IX, 2; XI, 7.12; XIII, 11; XIV, 11; XVII, 8; XIX, 3; XX, 9. 

κέρατα (cuernos): cfr. Lc. I, 69; Apoc. V, 6; IX, 13; XII, 3; XIII, 11; XVII, 3.7.12.16. 

δέκα (diez): cfr. Apoc. II, 10; XII, 3; XVII, 3.7.12.16. 

κεφαλὰς (cabezas): cfr. Apoc. I, 14; IV, 4; IX, 7.17.19; X, 1; XII, 1.3; XIII, 3; XIV, 14; XVII, 3.7.9; XVIII, 19; XIX, 12. 

διαδήματα (diademas): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XII, 3; XIX, 12. 

ὀνόματα (nombres): cfr. Apoc. II, 3.13.17; III, 1.4-5.8.12; VI, 8; VIII, 11; IX, 11; XI, 13.18; XIII, 6.8.17; XIV, 1.11; XV, 2.4; XVI, 9; XVII, 3.5.8; XIX, 12-13.16; XXI, 12.14; XXII, 4. 

βλασφημίας (blasfemia): cfr. Apoc. II, 9; XIII, 5-6; XVII, 3. 

 

Notas Lingüísticas: 

Ὀνόματα βλασφημίας (nombres de blasfemias): Hebraísmo: “nombres blasfemos”. cfr. Apoc. XVII, 3 y Ver VD 12, pag. 298. 

 

Comentario: 

viernes, 2 de diciembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (VII de XVIII)

 V. - EL PROFESOR 

Maravilloso maestro de la disciplina intelectual, el P. Billot tenía el don supremo de enseñar, en una exposición majestuosa, llena de claridad, precisión y calor. Alrededor de su cátedra magisterial se agolpaba una élite de estudiantes que se contaba por centenares, ex omni tribu et natione: italianos, franceses, españoles, alemanes, polacos, americanos, algunos pertenecientes al clero secular, otros a diversas órdenes religiosas. Iluminó a toda la Iglesia con los rayos de su ciencia y podemos aplicarle el texto de Isaías de que, por él, "la tierra se llenó del conocimiento del Señor": Repleta est terra scientia Domini. Hablaba a sus oyentes con una profunda convicción que se reflejaba incluso en sus rasgos, con todo el prestigio de un líder incomparable, y sus discípulos, extendidos ahora por las diócesis del viejo y del nuevo mundo, así como en las misiones lejanas, dan gracias a Dios por haber vislumbrado su alma rica en virtudes, por ser hijos de la sublime doctrina de un hombre inspirado, que supo poner en su enseñanza ese espíritu de fuerza y amor del que hablaba San Pablo a Timoteo: Spiritum virtutis et dilectionis (II Tim. I, 7).

Sus alumnos se dieron cuenta de que el amor a Dios, a la Iglesia y a las almas fecundaba el conocimiento que brotaba de sus labios como las aguas de un río majestuoso: Et impletus est quasi flumen, sapientia (Eccl. XLVII, 15-17).

Su enseñanza oral iba más allá de la palabra escrita. No trataba de simplificar las cuestiones difíciles ni de complicar las cosas sencillas. En la apertura de las clases, entraba en escena con soberana dignidad, recapitulando la enseñanza ya impartida, mostrando el lugar de la tesis o del tratado en cuestión en el conjunto de la doctrina, enlazando las ideas madres, los principios generadores, entrando en las profundidades del dogma, derribando las objeciones, horadando los equívocos, despejando las dudas, persiguiendo el error hasta sus pliegues más secretos, y fijando la solución definitiva no en la arena movediza, sino en la solidez de la piedra con las pruebas decisivas y luminosas.

Lleno de consideración y cuidado por sus alumnos, la mayoría de los cuales estaban destinados a ser maestros, pretendía crear en ellos un sentido teológico, una intuición de lo verdadero, esa visión superior que les permite ver con una luz trascendente y evitar el error. Les hacía comprender que las verdades divinas no sólo se aprenden con el intelecto, sino que se sienten con el corazón y se buscan con la voluntad, y que, para que el estudio no obstaculizara la piedad, disipara la fuerza mental o secara el corazón, era necesario unir la oración a la aplicación del espíritu. Nos enseñaba, dice uno de sus alumnos, "a pensar bien, a querer con fuerza, a golpear en el lugar adecuado".

lunes, 28 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 3: Israel Congregado sobre la Tierra (fin del libro)

 Apéndice 3: Israel Congregado sobre la Tierra 

Entre las profecías del Antiguo Testamento, no hay ninguna más precisa ni numerosa que las que conciernen al restablecimiento de Israel sobre la tierra prometida. 

Estas profecías sobrepasan por mucho la restauración parcial que vino después de la cautividad de Babilonia. Pedimos a los que todavía no están completamente convencidos que lean atentamente algunos de los textos de la Biblia, cuyas referencias traemos aquí: 

Las Promesas de Dios a los Patriarcas 

A Abraham: Gén. XII, 27; XIII, 14-17; XV, 18-21; XVII, 8.

A Isaac: Gén. XXVI, 1-5.

A Jacob: Gén. XXVIII, 1-15; XXXV, 10-12.

 

Delimitación del país prometido 

A Abraham: Gén. XV, 18-21.

A Moisés: Ex. XXIII, 31; Núm. XXXIX, 1-12; Deut. XI, 24; XXXIV, 1-4.

A Josué: Jos. 1, 2-4.

 

El país no fue poseído por Israel, casi por completo, más que bajo el reino de Salomón 

III Rey. IV, 21; II Par. IX, 26.

 

Castigos anunciados en caso de desobediencia 

Lev. XXVI, 14-39; Deut. IV, 26-28; XXVIII, 15-68; XXXI, 16-18.

 

Promesas de recuperación, restauración, tierra recuperada 

En tiempos de Moisés: Lev. XXVI, 40-45; Deut. IV, 30-31; XXX, 1-10. 

En tiempos de David: II Rey. VII, 10-11; Sal. L, 20; CI, 17. 

En tiempos de Isaías: Is. II, 2-5; IX, 6; 10.20-23; XI, 10-16; XXVII, 11-13; XXXIII, 17-24; XLIII, 1-13; XLIX, 8-26; LIV, 1-17; LX, 1-22; LXI, 1-11; LXII, 1-12; LXV, 8-10; LXVI, 10-14. 

En tiempos de Jeremías: Jer. III, 12-19; XI, 4-5; XXIII, 3-8; XXX, 1-24; XXXI, 1-40; XXXII, 37-44; XXXIII, 7-18; L, 2-5.19-20. 

En tiempos de Ezequiel: Ez. VI, 9; XX, 40-44; XXVIII, 25-26; XXXIV, 8-16; XXXV, 31; XXXVI, 8-12.22-38; XXXVII, 1-28; XXXIX, 25-29.

Los cap. XL-XLVIII de Ezequiel dan los detalles de la reconstrucción del Templo y de la división del territorio por las tribus. 

Si Daniel no tiene una profecía sobre la restauración de Israel es porque ha como sellado las profecías por medio de las setenta Semanas de años (Dan. IX, 24-27).

 

Los pequeños Profetas: 

Am. IX, 11-15.

Joel II, 18-32; III, 1-21.

Os. I, 10-11; II, 14-23; III, 4-5.

Miq. IV, 1-7; VII, 8-20.

Sof. III, 8-20.

Zac. II, 4-13; III, 9; VIII, 1-8.12-13.20-23; X, 6-12; XII, 7-14; XIII, 1-9; XIV, 1-21.

Mal. III, 10-12.

 

En el Nuevo Testamento 

Rom. XI, 13-32.

Hech. XV, 13-17.

jueves, 24 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (VI de XVIII)

 IV. - TEOLOGÍA POSITIVA - HISTORIA DE LOS DOGMAS O DE LAS DOCTRINAS - CRÍTICA HISTÓRICA 

El P. Billot es incomparable en la especulación dogmática, donde la fuerza de su síntesis sabe conciliar y fundir tan bien la doctrina del Ángel de la Escuela con los progresos realizados desde el siglo XIII. Pero se ha afirmado que en su enseñanza no dio un lugar suficientemente amplio a la teología positiva, a la historia de los dogmas, a la crítica histórica. En efecto, el P. Billot no mezclaba las disciplinas ni los métodos. Enseñaba, según su propia norma, la teología racional que, en la jerarquía de las disciplinas, ocupa el primer lugar. Los datos de la teología positiva y de la historia de las doctrinas son ciertamente necesarios como base para cualquier obra de teología especulativa. El cardenal Billot no lo ignoraba. También sabía que un curso de teología fundamental y un curso de historia del dogma eran enseñados en la Universidad Gregoriana y seguidos por los estudiantes simultáneamente al suyo.

Sus tratados no estaban destinados a extraer de las fuentes de la Revelación las tesis doctrinales que enseñaba. Además, las pruebas de la Escritura y de la Tradición habían sido expuestas ampliamente por Franzelin, su predecesor, por lo que no tenía que volver a los estudios puestos a disposición de todos y fácilmente consultados en autores de menor importancia, como en las obras del P. Pesch. El objeto de la enseñanza del P. Billot era demostrar que los dogmas establecidos por el recurso a la Escritura y a la Tradición, no ofreciendo a la razón humana ninguna afirmación evidentemente contraria a sus datos, podían ser objeto de asentimiento intelectual y no susceptibles de mera adhesión del sentimiento. No tenía necesidad de recopilar las pruebas de la Escritura y de los Padres para lograr su propósito. Habría perdido el tiempo en hacerlo, sin formar a sus alumnos, cuando en las decisiones de los Papas y concilios, el magisterio vivo de la verdad revelada había puesto la materia en su lugar. Le convenía tomar las fórmulas dogmáticas tal como se proponen a la fe en los cánones conciliares o las definiciones que las ponen directamente al alcance de las inteligencias. Lo hizo, y le debemos una magnífica síntesis del dogma, concebida en relación con la gran herejía de nuestro tiempo: el racionalismo. No se puede reprochar al P. Billot el haber sacrificado su exégesis y argumentos de tradición, como no se puede reprochar al escriturista el no haber dado las afirmaciones doctrinales en la forma última, distinta y explícita que tomaron, al final del crisol de las discusiones conciliares.

El dogma, sin duda, es objeto de historia. Los historiadores del dogma sitúan los textos en el contexto histórico del tiempo, el entorno y las circunstancias, operaciones todas ellas que no pertenecen al trabajo teológico. Lo mismo hay que decir de la crítica histórica, que proporciona un conjunto de reglas que garantizan la lectura e interpretación de los documentos para el conocimiento exacto de los acontecimientos.

domingo, 20 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 2: El Nacimiento Virginal del Mesías y las dos Genealogías

 Apéndice 2: El Nacimiento Virginal del Mesías y las dos Genealogías

 El Mesías Rey debía pertenecer a la casa de David. Este gran anuncio fue hecho al mismo David por medio del profeta Natán (II Rey. VII, 16), confirmado con juramento (Sal. LXXXVIII, 3-4.35-37) y reafirmado a Israel por Jeremías cuando el pueblo cayó en idolatría (Jer. XXXIII, 14-26). 

“Nunca faltará a David un descendiente

Que se siente sobre el trono de la casa de Israel” (v. 17). 

Y este hombre será llamado “Jehová, justicia nuestra” (XXIII, 6). Jeremías habla, pues, de un rey futuro, descendiente de David, pero en términos tan elevados que no pueden convenir más que a aquel de quien Isaías dice que será el Emmanuel, es decir Dios con nosotros. 

“He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is. VII, 14; cf. Mt. I, 23). 

La duda, por otra parte, no es posible, pues el mismo profeta precisó que el niño será rey, sentado sobre el trono de David: 

“Porque un Niño nos ha nacido,

Un Hijo nos ha sido dado,

Que lleva el imperio sobre sus hombros...

Se dilatará su imperio, y de la paz no habrá fin.

(Se sentará) sobre el trono de David

Y sobre su reino... desde ahora para siempre jamás” (Is. IX, 6-7).

Este anuncio se vuelve perfectamente claro si se relaciona con las palabras del ángel Gabriel a María: 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (V de XVIII)

 TRATADO SOBRE EL PECADO ORIGINAL

En esta tesis, el P. Billot analiza, en primer lugar, la noción de pecado en general, que incluye siempre un acto desordenado y un estado moralmente defectuoso consecutivo a este acto, y que designa, según los casos, uno u otro. Señala que ambos se encuentran en el pecado original: el acto en Adán, el estado en los hijos de Adán. El pecado original es, por lo tanto, un verdadero pecado.

Pero, continúa, "el pecado original tiene como nota distintiva que no es un pecado de la persona, sino de la naturaleza". Y comienza un análisis perfectamente luminoso de esta noción capital del pecado de la naturaleza.

Análisis negativo… ¿no imaginaron algunos que Adán fue, por un decreto positivo de Dios, constituido como cabeza moral o jurídica de la humanidad? En otras palabras: Dios había dictaminado, de forma muy arbitraria, que la voluntad de Adán contendría legalmente la voluntad de todos sus descendientes, de modo que todo lo que él hiciera para bien o para mal, sus descendientes deberían de haberlo hecho en él y con él. El cardenal muestra que tal teoría reduce el pecado de la naturaleza a una variedad de pecado personal, y, al mismo tiempo, hace del pecado original un dogma perfectamente ininteligible e injusto.

Análisis positivo… En lugar de recurrir a este decreto arbitrario e inicuo, constituyendo a Adán como cabeza legal o moral de la humanidad, ¿por qué no ver en él simplemente lo que es por la fuerza de las cosas: el padre, y, en consecuencia, la cabeza de la humanidad, en quien se resume como en su principio?

Ahora bien, Dios quiso que, en él, desde el principio, la naturaleza se adornara con la gracia. Pero, y aquí está el punto crucial, Dios quiso que la gracia adornara la naturaleza en Adán, no como naturaleza individual solamente, sino como naturaleza colectiva, si se puede hablar así; que Adán la poseyera, no como individuo solamente, sino como padre y cabeza de la humanidad; que estuviera en Adán, no como una cualidad individual solamente, sino como una propiedad de la especie, como una herencia familiar, para ser transmitida con la naturaleza humana y, en el pensamiento de Dios, inseparable de ella. En otras palabras, en el orden actual, Dios sólo quiere conocer una naturaleza humana: la naturaleza humana en estado de gracia. En estado de gracia, tal como se lo da a Adán, y tal como quiere que Adán lo transmita.

sábado, 12 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 1: Del Primer al Segundo Adán

 Apéndice 1: Del Primer al Segundo Adán 

A. Adán Rey –Primer Adán (I Cor. XV, 45), Eva hueso de sus huesos y carne de su carne, reina con Adán (Gén. I, 28; II, 23). 

B. Satanás Tentador (la Serpiente). Seducción (Gén. III). 

C. Promesa de Salvación (Gén. III, 15). Las profecías de la Primera Venida. 

D. Primera Venida: Evangelio del Reino rechazado por Israel. 

Israel Dispersado (Deut. XXVIII, 64-68). Rey rechazado; corona de espinas; cruz (Lc. XIX, 14; Mt. XXVII, 29-31). Tiempo de gracia: ni judío ni griego, Cristo es todo en todos (Col. III, 11). 

E. La Iglesia, Cuerpo de Cristo (Ef. I, 23) 

Israel Congregado (Deut. XXX, 1-5). Rey reconocido; corona de oro; trono (Rom. XI, 25; Apoc. XIV, 14). 

D’. Segunda Venida: Evangelio del Reino recibido por Israel. 

C’. Cumplimiento de las Promesas: Las profecías de la Segunda Venida. 

B’. Satanás Encadenado: (la Serpiente antigua). No hay más seducción (Apoc. XX, 1-3). 

A’. Cristo Rey –Segundo Adán (I Cor. XV, 45). La Iglesia que “es su Cuerpo”, reina con Cristo (Ef. V, 25-32; Apoc. V, 10; XX, 4).

La perfección del Plan de Dios aparece en la correspondencia de los miembros del cuadro, donde A corresponde a A’; B a B’ etc.

martes, 8 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (IV de XVIII)

 III. - OBRAS 

Los tratados teológicos del cardenal Billot marcan una fecha en la enseñanza de la teología. Forman un templo de la ciencia sagrada donde se acumulan tesoros, un arsenal, se podría decir también, donde, para el presente y el futuro, los defensores de la verdad encontrarán armas en el patrimonio intelectual que ha constituido, y en el principio de desarrollo que ha establecido. Su doctrina y su método son más necesarios que nunca, si queremos salvar las mentes del diluvio de errores u opiniones estériles bajo el que están sumergidas.

Estas obras no pueden dejar de ser apreciadas por cualquier mente verdaderamente teológica. La lista es larga[1]. La obra de Santo Tomás es su punto de partida y su punto de apoyo. Proporciona, en perfecto orden, el marco y esqueleto de los tratados. Entonces, el ilustre teólogo se libera de cualquier solución a priori; adopta una posición larga e integral, ampliando y simplificando la cuestión al mismo tiempo, agarrando el problema en su centro con toda la riqueza de su ciencia. Somete la idea principal a un examen cuidadoso y minucioso en la descripción analítica de los conceptos, para deducir, a la luz de los principios establecidos, con una lógica inflexible, el desarrollo de las pruebas por grupos de argumentos. En sus tratados, apoya toda su doctrina en unos pocos principios muy simples a los que se vinculan todas sus tesis, cuya construcción revela siempre la alianza de un método riguroso con una metafísica profunda y audaz. En su progreso, aprovecha todo para iluminar su pensamiento y, recordando a menudo los principios que iluminan toda la teología, sienta las bases de una doctrina inconmovible. Los párrafos bien proporcionados destacan siempre la solución central.

En sus prolegómenos filosóficos, que sirven de faro para la especulación teológica, tiene presente la recomendación de León XIII: Qui vere philosophare volant, primordia ac fundamenta doctrinæ in Thoma Aquinate ponant [Los que realmente quieran filosofar, pongan los principios y fundamentos de la doctrina en Santo Tomás] (Carta al Min. General de la F. F. Min., 25 nov. 1898).

Las tesis se suceden en proporciones armoniosas con exposiciones siempre claras y vigorosas, en las que se libera de las ataduras formadas por una masa de documentación inútil, de superfluidades vanas, a veces perjudiciales, de tantos autores o comentadores con interminables argucias. Agrupa las dificultades más características y las responde en unas pocas fórmulas escuetas y muy concisas. Nada de alegaciones sin pruebas, nada de frases vagas y retóricas, la palabra expresa exactamente el pensamiento. El pensamiento es claro y luminoso, las definiciones precisas, el razonamiento apodíctico, despejado sin ser sutil, profundo sin ser obscuro. Todo se desarrolla en un máximo de lucidez, coherencia y sublime acuerdo entre la razón y la fe.

La teología deberá seguir el camino que ha redescubierto, y sus obras no pueden dejar de ser una de las fuentes más ricas del pensamiento cristiano. A León XIII le gustaba repetir: 

"No hay problema que se plantee ante la conciencia moderna que no encuentre en Santo Tomás, a menudo la solución verdadera y adecuada, y siempre los principios necesarios para resolverlo". 

Dos ejemplos bastarán, en un breve análisis, para poner de relieve el modo de proceder del ilustre teólogo. Las tomamos de las tesis en las que, según la opinión general, después de haber criticado victoriosamente a los teólogos recentistas, ha expuesto claramente y demostrado sólidamente las tesis de los antiguos. Se trata de la esencia del pecado original y de la transubstanciación.



 

[1] He aquí una lista de las obras del cardenal Billot con la fecha de la primera edición impresa: De Verbo Incarnato, 1892; De Sacramentis, vol. I, 1893; De peccato personali, 1894; De Sacramentis, vol. II, 1895; De Deo uno, Deo trino, 1895; De Ecclesia Christi, vol. I, 1898, reeditado en 1927; De virtutibus infusis, 1901; De novissimis, 1902; De inspiratione Sacræ Scripturæ, 1903; De sacra Traditione, 1904, reeditado en 1922 y en 1929 con el título De immutabilitate traditionis; De Ecclesia, vol. II, 1910, reeditado en 1929; De peccato originali, 1912; De gratia, 1912, edición completa en 1921.

La séptima edición de De Verbo Incarnato apareció unas semanas antes de su renuncia al cardenalato. Desde entonces, ha aparecido la 5 edición del vol. I de De Ecclesia, seguida de la 4 edición de De virtutibus infusis y De Inspiratione, etc. Además, en francés, en Études, se publicaron diez artículos de 1917 a 1919, que trataban sobre la Parusía; luego diez artículos de 1919 a 1923, relativos a la Providencia de Dios y al número infinito de hombres fuera de la vía normal de salvación. También publicó varios artículos en Gregorianum, la revista de la Universidad Gregoriana.

viernes, 4 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte: Y no aprenderán más la Guerra

 7) Y no aprenderán más la Guerra 

Los triunfos del Reino pacífico del Mesías forman el haz profético más espléndido que los videntes de la Antigua Ley hayan recibido. 

Sin embargo, terminaremos nuestro estudio junto a la orilla de los tiempos del restablecimiento para el pueblo de Israel, para las naciones regeneradas y para la misma tierra. 

Hemos alcanzado nuestro objetivo. No queremos desplegar el “rollo del Libro” más que hasta la venida del Reino de Dios, reservando para un estudio ulterior el desarrollo del Reino mesiánico y la venida de “la edad de las edades”, el de los nuevos cielos y nueva tierra, colocados en relación con la caída inicial del querubín protector y de sus ángeles. 

El Reino mesiánico será edificado sobre la justicia y la paz. 

Los terribles efectos de la justa cólera divina, que hemos contemplado, nos invitan, en conclusión, a mirar hacia la paz y el amor de la edad venidera. 

El “pacifismo”, el “internacionalismo”, el “comunismo”, no son utopías sino en las condiciones de nuestra sociedad moderna; so capa de nobles sentimientos disimulan muy a menudo una secreta ruindad. Pero será muy diferente para los que vivan en los tiempos del Reino: la paz reinará entonces y el amor fraterno inspirará la conducta de todas las personas. Será un tiempo maravilloso, donde no se aprenderá más la guerra, donde los hombres pondrán todo en común (Hech. IV, 32), donde Israel y las Naciones estarán unidos bajo el mismo Rey. El “Rey de los Judíos” (Mt. II, 2; XXVII, 37) será también el “Rey de las Naciones” (Apoc. XV, 3). 

“Él (el Mesías) será árbitro entre las naciones,

Y juzgará a muchos pueblos;

Y de sus espadas forjarán rejas de arado,

Y de sus lanzas hoces.

No alzará ya espada pueblo contra pueblo,

Ni aprenderán más la guerra” (Is. II, 4). 

lunes, 31 de octubre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (III de XVIII)

 II. - EL TEÓLOGO 

La Providencia había preparado al P. Billot para la enseñanza del dogma en la Universidad Gregoriana, hogar secular de la alta ciencia eclesiástica en Roma, centro de la fe y unidad donde las corrientes de la vida y del pensamiento religioso vienen de todas las direcciones. Le precedieron en esta cátedra dogmática eminentes profesores, como el P. Perrone y el Cardenal Franzelin. Los superó a todos. Anteriormente había enseñado las ciencias sagradas en las casas de su Orden y en la Universidad Católica de Angers. En Roma comenzó su enseñanza poco después de que la encíclica Æterni Patris diera a la teología un fuerte impulso hacia la doctrina y el método de Santo Tomás.

Una deplorable interrupción había roto la gran tradición. La teología de Santo Tomás, al no poder liberarse, había quedado confinada en un coto cerrado que la había debilitado. En cuanto a la filosofía, la revolución cartesiana la había separado del Doctor Angélico. La gran voz de León XIII colocó de nuevo a la filosofía cristiana en su verdadera dirección.

Tanto para la filosofía como para la teología, el P. Billot fue a la vez discípulo e imitador de Santo Tomás; su discípulo al apropiarse su doctrina y su método, su imitador al reproducir, sin perderlo nunca de vista y sin rendirle culto servil, sus esfuerzos hacia una claridad cada vez mayor, hacia una ciencia cada vez más completa. Durante un cuarto de siglo, trabajó así en la renovación de la enseñanza doctrinal: Vetera novis augere atque perficere [aumentar y perfeccionar las cosas antiguas con cosas nuevas], según la consigna de la encíclica.

El mérito fundamental del cardenal Billot es haber redescubierto, repensado, ampliado y renovado la doctrina del Ángel de la Escuela, haberla enseñado en su pureza con un acento personal y una maestría incomparable. En el mismo plano, fue, en el campo de la fe, en momentos críticos, especialmente durante la formidable crisis del modernismo, el invencible defensor de los derechos de la Iglesia.

La obra doctrinal de Santo Tomás desaparecía bajo pesados comentarios sin vida, bajo largas elucubraciones verbales sin metafísica. El P. Billot quiso liberarla de este peso muerto; se propuso despejar el imponente edificio de las construcciones adventicias que lo desfiguraban y hacerlo visible en sus maravillosas proporciones.

Su característica como teólogo fue ir directamente, a través de las escuelas y sistemas, de la decadencia escolástica y las glosas inútiles, a la fuente más pura de la ciencia sagrada, a la gran escuela del siglo XIII, de ese siglo, uno de los más eminentes de la historia, que nos dio no sólo la visión armoniosa y mesurada de lo bello en sus catedrales, sino también, y, sobre todo, la visión de lo verdadero en la síntesis más sublime de la teología.