domingo, 30 de junio de 2013

El Misterio de la Iglesia, por el P. Humbert Clérissac. Prólogo I

   Nota del Blog: Con el vivo deseo que los Católicos reconozcan esa dignidad de la que hablaba el gran San León presentamos a continuación la transcripción de un hermosísimo libro, casi diríamos un clásico, sobre el tratado de la Iglesia. Por su forma, está lejos de los tratados de los teólogos dogmáticos y se acerca mucho más al estilo de un Dom Adrien Gréa o de un Abbé Joseph Anger, dos libros simplemente sublimes.
   El prólogo, rico no sólo en extensión sino también en contenido, es obra del entonces Padre José Guerra Campos, escrito a la corta edad de 26 años.

P. H. Clérissac

El Misterio de la Iglesia es la plenitud de los Misterios: es nuestra inserción viva en el organismo de los misterios sobrenaturales.
Nuestra inserción. Y andarnos la mayoría de los hombres desenraizados. En estos momentos del mundo, quemados con derroche infantil nuestros tesoros espirituales, nos encontrarnos un poco en el vacío, desgajados; solos con la terrible soledad de la pequeñez individual, sin arterias íntimas que nos integren en una comunión de corazones por comunicación de vida. Está en sequía el mundo.
¿Cuántos cristianos en esta hora angustiosa sienten el orgullo y la alegría profunda de ser ramas vivas de un árbol exuberante de vida? Porque el cristiano en el vértigo de las conmociones tiene que centrarse en la serenidad del que posee solución total y final.
Es hora de reencontrar las deliciosas alegrías del Hogar cristiano. De mirar adentro de nosotros mismos, para no estar solos: para captar en lo más interior del alma el botón jugoso por donde nos injertamos en la gran Comunidad de la vida, del amor.
Somos miembros del Cuerpo Místico. Somos la Iglesia. Y es triste que esta idea, que entusiasmaba a un espíritu de talla tan humana y exigente como el de San Agustín, deje fríos a los hombres de ahora. Sin duda, por falta de penetración en su contenido. Resbala el entendimiento por roca pelada, cuando el corazón está arraigado en la hondura de su fertilidad. Ser Iglesia (¿cuántos saborean esta fórmula vibrante?), pertenecer a la Iglesia, para muchos no es más que estar inscritos, haber sido inscritos antes del uso de razón en una sociedad encargada de velar por las buenas costumbres. Una sociedad benemérita, sin cuya intervención en el mundo quizá el salvajismo camparía a sus anchas: educadora, moralizadora, promotora de obras maravillosas de caridad y de enseñanza. Da buenos consejos. Las obligaciones, aunque fastidiosas, ocupan poco. ¿Media hora a la semana? Queda tiempo para dedicarse a la vida propia. Por lo demás, la desazón de esa media hora acaso se compense si nos sirve de salvoconducto para un posible viaje por el más allá, cuando se haya acabado la vida. Naturalmente, esta sociedad —cargada de años— seguirá todavía empleándose en la educación de los niños y el cuidado de los enfermos. ¿Por qué no? Lo ha venido haciendo y no mal. Casi por inercia. Pero calmar las angustias más vitales del mundo contemporáneo... Y no se arredran ante la afirmación: la Iglesia está gastada. Como si dijéramos: la República francesa está gastada.
Como explicación de esta postura escribimos la palabra ignorancia. ¿Culpable? ¿De quién es la culpa? No importa. El hecho es: ignorancia. Palabra dura y al mismo tiempo esperanzadora;  llena de posibilidad de redención, de luz. Y para la luz pueden ser ventana libros como el del P. Clérissac: El Misterio de la Iglesia[1]. Ventana, porque la luz ha de venir de los cielos. Invito al lector a asomarse. Está el aire puro y cargado de esencias.

sábado, 29 de junio de 2013

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. V (IV de IV)

La Quanto conficiamur moerore explicó que Dios “no consiente en modo alguno que nadie sea castigado con eternos suplicios, si no es reo de culpa voluntaria (minime patiatur, quempiam aeternis puniri suppliciis, qui voluntariae culpae reatum non habeat). Desta forma el Sumo Pontífice dirigió la atención, una vez más, sobre el hecho de que no hay neutralidad hacia Dios, la Cabeza del orden sobrenatural. Todo individuo está en este mundo, ora en estado de gracia, la condición de amistad sobrenatural con Dios, ora en estado de pecado, de aversión hacia Dios. Los infantes que mueren sin ser bautizados salen desta vida en estado de pecado, pero no tienen ofensas personales o actuales hacia Dios. Propiamente hablando no van a ser castigados cuando no son admitidos a la Visión Beatífica. Simplemente son privados de algo que no les pertenece, algo que su primer padre terrestre, Adán, renunció por ellos cuando cometió el pecado de desobediencia hacia Dios.
Por otra parte, quienes alcanzan el uso de razón están de la misma manera sea en estado de gracia sea en estado de pecado. Sin embargo, en el caso de estos individuos, Santo Tomás y sus comentadores enseñan que, si no poseen la vida de la gracia santificante, están en estado de pecado mortal. Esta enseñanza, que debe ser comprendida si queremos tener un conocimiento realmente teológico del dogma de la necesidad de la Iglesia Católica para la obtención de la salvación eterna, se encuentra en el artículo de la Summa theologica en la cual Santo Tomás considera y responde la pregunta sobre la posibilidad que el hombre esté en estado de pecado original y sea culpable de pecado venial pero no mortal. La traducción del cuerpo del artículo es la siguiente:

viernes, 28 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. V Conclusión

V. CONCLUSIÓN

El docto Cardenal Billot, muerto hace algunos años, no presenció la persecución actual de los judíos, la cual, por encima del resentimiento racial y de la lucha económica que tal vez haya contribuido en un principio, ha tomado proporciones y formas nunca vistas. Dios visita a su pueblo, quiere curarlo en su eterna misericordia.

“Pero, ¿quién hay entre vosotros que escuche y atienda, y piense en  lo que ha de venir? ¿Quién ha abandonado a Jacob e Israel para que sea presa de los que le han saqueado? ¿No es el mismo Señor contra quien hemos pecado no queriendo seguir sus caminos, ni obedecer su ley? Por eso ha descargado Él sobre éste (pueblo) su terrible indignación y le hace una guerra atroz, y le ha pegado fuego por todos sus costados, y no cayó (Israel) en la cuenta; le ha entregado a las llamas, y no ha entrado en conocimiento (de sus culpas)” (Isaías 42, 23-25). Ver Deut. 32, 6 y 29 s.

No te hagas sordo, oh Israel, en el día en que el Señor tu Dios te busque mediante la tribulación, porque Él es también quien te consuela, como dijo por boca del Profeta:

“Consuélate, oh pueblo mío, consuélate: dice vuestro Dios: Habladle al corazón a Jerusalén, alentadla, pues se acabó su aflicción; está perdonada su maldad; ha recibido de la mano del Señor el doble por todos sus  pecados" (Is. 40, 1-2)[1]




[1] A título informativo y para dar testimonio a la verdad, añadamos una palabra sobre la leyenda negra inventada contra los judíos. Se les acusaba, y se les acusa aún, de cometer "asesinatos rituales" en niños cristianos, crimen que ya el Papa Gregorio IX (siglo XIII) después de maduro examen, declaró ser una "mera invención”. Este mismo Papa, como también otros Pontífices Romanos, dispuso que los judíos no debían ser molestados en sus conciencias ni en la observación de sus fiestas. Hoy día circula también la leyenda de los "Protocolos de los Sabios de Sión” cuya falsedad igualmente con toda certeza está probada.
Nota del Blog: Palabras dignas de estudio. Llamamos la atención solamente el hecho de que, en lo que respecta a los “Protocolos”, hubo una discusión al respecto allá por los años 40 en una revista de teología muy conocida, que estaba a cargo de los jesuitas, y en la cual la misma revista tomó posición al respecto, concluyendo lo mismo que Straubinger.

jueves, 27 de junio de 2013

Las siete Bienaventuranzas

Después de algunos artículos sería bueno tratar de ir armando de a poco el rompecabezas e ir sacando algunas conclusiones.
Es sabido que el Apocalipsis está estructurado en base al número siete, y que por todas partes puede encontrarse este simbolismo. Algunos ejemplos son fáciles de encontrar (iglesias, sellos, trompetas, copas) y otros son un poco más difíciles porque están como distribuidos a través del libro[1]. Uno de estos casos, aunque un tanto conocido, es el de las siete Μακάριαι (bienaventuranzas).
¿Habrá alguna relación entre las bienaventuranzas? ¿A qué épocas y personas se refieren?
Todos estos interrogantes creemos pueden ser contestados con un detenido estudio de cada uno de los textos.
Vamos a comenzar, como de costumbre, citando los pasajes y luego procuraremos situarlos en su contexto propio para poder aplicarlos a los momentos y personas que correspondan.

martes, 25 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. IV

IV. SUCESIÓN DE LOS ACONTECIMIENTOS NOVISIMOS

Con los medios que están a nuestro alcance humano, no es del todo imposible establecer la sucesión de las postrimerías. Seguimos en la exposición de tan delicada materia, no el propio juicio, sino, en los párrafos descollantes, al más autorizado de los teólogos que trataron el tema: el Cardenal Luis Billot, el que dedica a esta cuestión gran parte de su libro "La Parousie".
Según Billot, el estado del mundo actual se acerca cada vez más al que nos describen Jesús y los Apóstoles para los últimos tiempos[1].

1) El Evangelio del Reino ha sido predicado en todos los países del mundo, hasta entre los negros y esquimales. Así se ha cumplido lo que dice el Señor en Mat. 24, 14: “Entre tanto se predicará este Evangelio del Reino en todo el mundo, en testimonio para todas las naciones; y entonces vendrá el fin”[2]. Nótese que la profecía del Señor no dice que todos los hombres aceptarán el Evangelio sino tan sólo que les será predicado. Porque bien sabe Él que habrá poca fe en el tiempo de su Retorno. Dice Él mismo: "Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?” (Luc. 18, 8).

lunes, 24 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Conclusión II de II

   Nota del Blog: terminamos aquí este macizo libro de una claridad y profundidad pocas veces vistas.

La formalidad del sacerdocio, en cuanto dada para eficaz ejercicio de la virtud de religión, es común a toda la humanidad. El Verbo se hizo hombre, para ser sacerdote. Y se hizo sacerdote asumiendo nuestra humanidad; con la cual asumió nuestro sacerdocio. Para llegar a ser sacerdote, según el orden de Melquisedek, debió hacerse hijo de hombres, aceptar un linaje de pecadores, pasar por unigénito del más humilde de los santos. No formó ex nihilo su naturaleza humana. La formó en el torrente de nuestra sangre; en medio del curso de nuestra historia. Y con ser Dios, es el Hijo del hombre: entre todos los hombres, el más humano.
Con su misma humanidad y con su misma gracia, somos (substancialmente, en ese aspecto del ser que no admite ni menos ni más) tan sacerdotes como Jesús.
Pero el Hijo del hombre es una misma persona con el Hijo de Dios. Por aquí nuestro sacerdocio adquiere una dimensión que no es de este mundo. La universalidad humana de la religión de Melquisedek ha sido sellada y ungida por la Imagen substancial del Padre. El sacerdocio de Melquisedek, partícipe ahora de la trascendencia divina, es in aeternum. Su eficacia religatoria de las creaturas con el Creador, su virtud sacrifical, ya no es la del hombre que aspira a unirse con Dios; es la de Dios que se ha unido personalmente al hombre.

domingo, 23 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. III (II de II)

Una observación final facilitará tal vez la comprensión del problema. Es propio de la profecía el que abarque a veces dos perspectivas, y dos modos de cumplirse, una figurada y otra real. Así. p. ej., el vaticinio de Jesucristo en Mat. 24 tiene dos aspectos, siendo el primero (la destrucción de Jerusalén) la figura del segundo (el fin del mundo)[1]. Muchas profecías resultan puros enigmas, si el expositor no se atiene a este principio exegético que le permite ver en el cumplimiento de una profecía la figura de un acontecimiento futuro.
Sin embargo, la interpretación de uno que otro texto no deja de ser oscura, aunque explotemos todos los recursos de la hermenéutica. Quedan envueltas en el misterio precisamente aquellas cosas que más busca la curiosidad humana.
Felizmente poseemos en la carta de San Pablo a los Romanos (11, 26 y 27), la interpretación inequívoca de uno de estos pasajes obscuros que se encuentra en Isaías 59, 19-21 y que reza como sigue:

“Con esto temerán el nombre del Señor los que están al Occidente, y los del Oriente su gloria: cuando venga como un río impetuoso, impelido del Espíritu del Señor, y llegue el Redentor que ha de redimir a Sión y a aquellos hijos de Jacob, que se convierten del pecado, dice el Señor. Y éste es mi pacto con ellos, dice el Señor: el Espíritu mío que está en ti y las palabras mías que puse Yo en tu boca, no se apartarán de tus labios, dice el Señor, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de tus nietos desde ahora  para siempre”.

jueves, 20 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Conclusión I de II

RESUMEN Y CONCLUSIONES

El hombre es, radicalmente, sacerdote. Lo es en razón de su naturaleza compósita: puente alzado entre el tiempo y la eternidad, entre los días del Creador y su reposo.
El estado de justicia paradisíaca de perfecta amistad del hombre con Dios, guarda estrecha relación con el primer mandamiento. Aquél constituye una consagración sacerdotal; éste instituye un verdadero sacrificio.
El pecado original, contra un sacrificio imperado por obediencia, fue un acto de desobediencia sacrílego. Paralelamente, la pérdida voluntaria del estado paradisíaco fué un acto de apostasía.
El sacerdocio de la humanidad, después de la culpa, es restaurado por la gracia santificante. Trátase de un sacerdocio unívoco, participado en común por todos los justos, conforme a diversos grados de santidad.
Religión, sacerdocio, sacrificio son de ley natural. Luego, no guardan relación alguna necesaria con el pecado, sino con lo más noble de la naturaleza humana; la cual es de suyo hierática y jerárquica desde el principio.
Por tanto, Jesucristo no es sacerdote “porque Dios decretó la encarnación del Verbo en orden a la redención humana”[1]. Lo es porque es hombre en gracia de Dios; y es el supremo sacerdote, a causa de la plenitud capital de su gracia; y es el sacerdote único, porque en el Cuerpo sacerdotal divino que Él instituye, es el único sacerdote naturalmente divino.
La Madre de Dios participa capitalmente la gracia capital de su Hijo, sin otras limitaciones que las que se derivan de su condición de creatura; y con todos los privilegios sagrados que hacen de ella la mujer por excelencia, el complemento paradisíaco del varón de Dios: la Ancilla Domini junto al Servus Yahveh.
No pertenece a la esfera del sacerdocio jerárquico, de poderes consagratorios prácticamente impersonales, sino que consuma, en la esfera singular transcendente de la maternidad divina, la perfección del sacerdocio personal complementario; que de un modo muy inferior realizan también los miembros del Cuerpo místico, en cuanto tales.

miércoles, 19 de junio de 2013

Retractatio II. Los que guardan la Palabra de Dios y los que no han negado su Nombre.

Al hablar sobre uno de los diversos grupos de personas en el Apocalipsis (Los que guardan la Palabra de Dios y no han negado su Nombre) decíamos que los siguientes versículos se aplicaban a los Mártires del quinto Sello:

XX, 4: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos, y les fue dado juzgar, y (vi) a las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús y a causa de la Palabra de Dios y a los que no habían adorado a la bestia, ni a su estatua, ni habían aceptado la marca en sus frentes ni en sus manos”

De esta forma quedaba implícita la afirmación de que “los que no habían adorado a la Bestia” eran los Los Mártires del Anticristo. Cfr también  El Grupo VI: Los Santos. Sin embargo cuando estábamos escribiendo el pequeño artículo sobre la Respuesta del Ángel a San Juan nos dimos cuenta que había un error y que ese grupo de almas que en principio creíamos se trataba únicamente de los Mártires del quinto Sello, resulta que corresponden, parte a ellos y parte a los Mártires del Anticristo, quedando la división desta manera:

lunes, 17 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. III (I de II)

III. LA RESTAURACIÓN DEL PUEBLO JUDÍO

No nos referimos a la restauración política[1] del pueblo israelita, que algunos han creído muy cerca por la existencia del sionismo, que trata de llevar los dispersos a Palestina, y porque ha comenzado una colonización judía en Tierra Santa, incluso el establecimiento de institutos culturales y científicos, fundados por pudientes judíos de Europa y Norteamérica en el país de sus padres.
De la restauración de Israel hablan casi todos los Profetas del Antiguo Testamento, los cuales, siempre que amenazan al pueblo infiel con el castigo de Dios, lo consuelan, para su conversión, con las promesas mesiánicas y la esperanza de una restauración cercana o remota.
A fin de no perdernos en investigaciones harto difíciles sobre el carácter de la restauración anunciada por los Profetas, recurrimos al mejor intérprete: San Pablo. El gran Apóstol no puede concluir el capítulo sobre la reprobación de su pueblo, sin añadir una de las más consoladoras promesas que jamás fué dada por Profeta alguno. Revela en el capítulo 11, vers. 25-32 de la Epístola a los Romanos, el siguiente misterio:

Por tanto, no quiero, hermanos, que ignoráis este misterio, a fin de que no tengáis sentimientos presuntuosos de vosotros mismos: una parte de Israel ha caído en la obcecación, hasta tanto que la plenitud de las naciones haya entrado. Entonces salvarse  ha todo Israel, según está escrito: Saldrá de Sión el Libertador, que desterrará de Jacob la impiedad. Y tendrá efecto la alianza que he hecho con ellos, en habiendo Yo borrado sus pecados. En orden al Evangelio son enemigos por ocasión de vosotros; mas con respecto a la elección, son muy amados a causa de sus padres, pues los dones y vocación de Dios son inmutables. Pues así como en otro tiempo vosotros no creíais en Dios, y al presente habéis alcanzado misericordia por ocasión de la incredulidad de ellos, así también los judíos están al presente sumergidos en la incredulidad para dar lugar a la misericordia que vosotros habéis alcanzado, a fin de que consigan también ellos misericordia. Porque Dios permitió que todos los hombres quedasen envueltos en la incredulidad para ejercitar su misericordia con todos”.

domingo, 16 de junio de 2013

La extraña respuesta del ángel a San Juan prohibiéndole que lo venere

San Juan tiene, en dos oportunidades, hacia el final del Apocalipsis, un gesto un tanto extraño ante el ángel, y no es menos extraña aún la respuesta que obtiene.
La explicación de la “adoración” de San Juan al ángel ya la hemos dado AQUI, con lo cual ahora nos propondremos solamente tratar la respuesta del ángel.

Los textos son los siguientes:

XIX, 10: “Caí entonces a sus pies para postrarme ante él. Más él me dijo: “Guárdate de hacerlo. Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Póstrate ante Dios. El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”.

XXII, 8-9: “Yo, Juan, soy el que he oído y visto estas cosas. Y cuando las oí y vi, caí ante los pies del ángel que me las mostraba, para postrarme ante él. Más él me dijo: “Guárdate de hacerlo, porque yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Póstrate ante Dios”.

sábado, 15 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, XIV Parte

Lo momentáneo, lo ligero (comparativamente a la eternidad y al peso de la gloria) de nuestras cruces cuotidianas, padecidas in Christo et in Ecclesia, es decir, aceptadas y ofrendadas en cuanto miembros del Cuerpo místico hace, del más obscuro vivir cristiano una espléndida oblación; que la postrera, la del alma a Dios, consuma y corona. No constituye un sacrificio vicario, supletorio como el de los ministros da culto. Es nuestro, es personal como el de la Virgen. Sus frutos son comunes; pero sus actos son intransferibles, indelegables. Ni el mismo Salvador se propuso suplirlos. Hizo suya nuestra pasión; la asumió y la significó en la propia, a fin de comunicarle su virtud y su mérito; pero sin suprimirla. “Ipsa passio Christi, licet sit aliquid signatum per alia sacrificia figuralia, est tamen signum alicuius rei observandae a nobis[1].
No es esa, con ser mucha toda la perfección sacerdotal que nos confiere el bautismo. Esta se subordina a otra inmensamente mayor, que garantiza su eficacia: la facultad de ofrecer, juntamente con el ministro celebrante, el sacrificio del altar. Por medio del celebrante, y de consuno con él, mas no como él:

“Que los fieles sean elevados a semejante dignidad, no es de maravillarnos. Porque el bautismo, con el carácter que imprime en sus almas, los hace miembros del Cuerpo místico de Cristo-Sacerdote, destinándolos al culto divino; y así participan del sacerdocio de Cristo, de un modo adecuado a su condición”[2].

viernes, 14 de junio de 2013

La Pobreza, por León Bloy.

Nota del Blog: dedicado al amigo R.M.C.

Lázaro
“Tendréis siempre pobres entre vosotros”. Desde el abismo de esta Palabra, ningún hombre ha podido jamás decir lo que es la Pobreza.
Los Santos, que se le han desposado con amor y que le han dado numerosos hijos, aseguran que es infinitamente amable. Los que no quieren su compañía mueren a menudo de espanto o de desesperación bajo su beso, y la multitud pasa “de la entraña al sepulcro” sin saber lo que es necesario pensar de ese monstruo.
Cuando se interroga a Dios, responde que es pobre: “Ego sum pauper". Cuando no se le interroga ostenta su magnificencia.
La creación parece ser una flor de la Pobreza infinita; y la suprema obra maestra de Aquel que se llama el Todopoderoso ha sido el hacerse crucificar como un ladrón en la Ignominia absoluta.
Los Angeles se callan y los Demonios temblando se arrancan la lengua para no hablar.

jueves, 13 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. II

II. EL LUGAR DE LOS JUDÍOS ES OCUPADO POR LOS GENTILES

La incredulidad del pueblo escogido trajo en consecuencia, según nos enseña San Pablo, la admisión de otros pueblos elegidos por Dios; vaticinio éste común entre los Profetas y probado con toda exactitud por la historia. Vayan como ejemplos: Deut,  32, 20 y 21; Is. 65, 1 y 2; Rom. 11, 7 ss; Ef. 2, 12 ss.

“Yo (Dios) esconderé de ellos (los judíos) mi rostro, y consideraré sus postrimerías, porque es raza perversa, e hijos infieles. Me provocaron con aquel que no era Dios, y me irritaron con sus ídolos. Yo también los provocaré con aquel que no es pueblo, y con gente necia los irritaré” (Deut. 32, 20 y 21).

La interpretación nos la da San Pablo en Rom. 10, 19 y 20; donde muestra que los que antes no fueron pueblo, los bárbaros y salvajes, serán llamados por Dios a la salud mesiánica. La "gente necia" cuya vocación al Reino irrita a los judíos, somos nosotros los cristianos que provenimos de los antiguos gentiles[1].

miércoles, 12 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, XIII Parte

5. El sacerdocio de los fieles

Así, pues, al hacer de nosotros (de todo el Cuerpo místico y de cada uno de sus miembros), sagrarios y sacerdotes del sacrificio de la cruz, la fe nos introduce en una patria que está en todas partes: la Ciudad de Dios; cuya carta de ciudadanía es el amor al prójimo. A la luz de la fe teologal, que las obras de amor aumentan y propagan, los supremos fines terrestres se truecan en medios humildes, en instrumentos deslucidos, apenas sensibles, de una espléndida realidad transhistórica: el reino de los cielos[1], la beatitud de la Ciudad de Dios.
Este lado terreno del reino de Dios es visible, continuamente necesitado de leyes temporales y de bienes corpóreos; pero se extiende a fuerza de interioridad; agranda su cuerpo a fuerza de espíritu. Su bien común es ya, muy ciertamente, aunque obscuro, el mismo de que gozan las almas fieles más allá de la fe y del tiempo. Y se da a todos y a cada uno de los miembros, de manera indivisa: “Si alguno me amare, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y a él vendremos y en él haremos mansión”[2]. “Yo en ellos; y tú en mí[3]”.
Ese estar Cristo en nosotros no es por modo substancial como en la Eucaristía, sino por modo de participación habitual; y de dos maneras: por el carácter del bautismo (y de los otros dos sacramentos que lo imprimen) y por la gracia santificante. Esta sólo establece distinciones graduales; y en lo que de ella depende, sería más sacerdote un santo que un ministro del altar mediocremente justo. Pero la diferenciación determinada por los caracteres —diferenciación óntica, ab intrínseco, nos eleva muy por encima del sacerdocio anterior a la cruz, unívocamente compartido por todos los hombres. El carácter del sacramento del orden, instrumento de la acción personal del supremo Sacerdote en su Cuerpo místico, actúa en dependencia de la fuente misma de la gracia. Es, por tanto, infalible en sus efectos. En cambio, los otros dos caracteres (que son también participaciones del Verbo Dios en cuanto humanado, es decir, en cuanto sacerdote), actúan en dependencia de la gracia que anima, hic et nunc, al simple fiel. Donde falta la gracia, cesan los efectos del bautismo y de la confirmación. Empero, estos dos caracteres son tan incorruptibles como el del orden: para gloria o para ignominia, permanecen in aeternum. He aquí el porqué:

martes, 11 de junio de 2013

El uso del verbo “Adorar” (προσκυνεῖν) en el Apocalipsis

Durero- La Adoración del Cordero
En su comentario al Apocalipsis, Castellani hace una observación muy atinada sobre la obra del P. Allo O.P., cuando dice:

“Prisionero de los exégetas protestantes y racionalistas, el P. Allo nos recuerda el dicho de Newman: “le dan cien sentidos a la Escritura, lo que es decir que no tiene sentido”. Si Allo hubiese hecho una lista escueta de sus interpretaciones o soluciones… hubiera visto quizás su desconcierto e incoherencia; pero las sumerge en un torrente o pantano de erudición, citas, y referencias, de no acabar; que cuando es erudición gramatical-lingüística sirve para entender mejor el texto griego, a veces; pero cuando es mitológico-babilónico-racionalista, poco o nada sirve, como no sea confundir”. (Comentando los últimos versículos del cap. XII)

Hasta aquí Castellani que trata con benevolencia al conocido dominico. Demasiada, diríamos. En lo personal creemos que, en su conjunto, la exégesis (si tal se puede llamar) de Allo, es lisa y llanamente basura. Sin embargo coincidimos con Castellani en que la erudición gramatical ayuda, y a veces mucho.
La idea deste pequeño artículo será analizar una de esas interesantes acotaciones del P. Allo en lo referente a la gramática de algunos pasajes del Apocalipsis.

lunes, 10 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, cap. I

I. LA REPROBACIÓN DEL PUEBLO JUDÍO

Empecemos por Moisés, el mayor de los Profetas, cuya personalidad y escritos pertenecen a los siglos XV o XVI antes de la era cristiana. De él provienen los primeros cinco libros de la Sagrada Escritura, que fueron  traducidos al griego ya en el siglo tercero antes de Cristo, y de los cuales, por lo tanto, no se puede sospechar que hayan sido escritos después de la destrucción de Jerusalén y del estado judío (a. 70 después de Cristo). En el quinto de sus libros, el Deuteronomio, vaticina el gran profeta las tremendas desgracias que iban a sobrevenir a su pueblo:

Serás hecho esclavo de un enemigo que conducirá el Señor contra ti, con hambre y sed, y desnudez, y todo género de miserias; y pondrá un yugo de hierro sobre tu cerviz, hasta que te aniquile. Desde un país remoto, del cabo del mundo hará venir el Señor contra ti, con la rapidez impetuosa con que vuela el águila, una nación cuya lengua no podrás entender; gente sumamente procaz, que no tendrá respeto al anciano, ni compasión del niño; y que devore las crías de tus ganados y los frutos de tus cosechas, de suerte que perezcas; y no te deje trigo, ni vino, ni aceite, ni manada de vacas, ni rebaños de ovejas, hasta que te destruya, y aniquile enteramente todas tus ciudades, y queden arruinados en toda tu tierra esos altos y fuertes muros en que ponías tu confianza. Quedarás sitiado dentro de tus ciudades en todo el país que te dará el Señor Dios tuyo; y llegarás a comer el fruto de tu seno, la carne de tus hijos y de tus hijas que te hubiere dado el Señor Dios, por la estrechura y desolación a que te reducirá tu enemigo. El hombre más delicado y más regalón de tu pueblo, será mezquino con su hermano, y con su esposa misma que duerme en su seno, para no darles la carne de sus hijos, que comerá por no hallar otra durante el sitio, y en la necesidad extrema con que te aniquilarán tus enemigos dentro de tus ciudades (Deut. 28, 48-55).
El Señor te desparramará por todos los pueblos desde un cabo del mundo al otro; y allí servirás a dioses ajenos que ni tú ni tus padres conocisteis, a leños y a piedra. Aun allí entre aquellas gentes no lograrás descanso, ni podrás asentar el pie; porque el Señor te dará allí un corazón espantadizo y ojos desfallecidos, y un alma consumida de tristeza. Y estará tu vida como pendiente delante de ti; temerás de día y de noche, y no confiarás por tu vida. Por la mañana dirás: ¿Quién me diera llegar a la tarde? Y por la tarde: ¿Quién me diera llegar a la mañana? Tan aterrado y despavorido estará vuestro corazón y tan horribles las cosas que sucederán a vuestros ojos. El Señor te volverá a llevar en navíos a Egipto, después que dijo que no volverías más  a ver aquel camino. Allí seréis vendidos a vuestros enemigos por esclavos, y por esclavas, y aun no habrá quien quiera compraros (Deut. 28, 64-68). Ver también la profecía de Moisés en Levítico cap. 26, que es del mismo tenor.

En estas palabras de Moisés, que constituyen sólo una parte de sus profecías, enciérranse del modo más claro las siguientes predicciones:

domingo, 9 de junio de 2013

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis, IX

IX. Los siervos.

Creemos que bajo el nombre genérico de “los siervos” se esconden algunos grupos de los que ya hemos hablado antes, a saber los Profetas y los Santos, más algunos otros.
Primero tengamos presente los textos en que son nombrados y luego veamos si se puede encontrar alguna cosa de interés.

I, 1: “Revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto[1], y significó por medio del Ángel suyo que envió a su siervo Juan…”.

VII, 3: Y dijo: “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.

X, 7: “… sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuándo él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas”.

XI, 18: “Y habíanse airado las naciones y vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar el galardón a tus siervos los profetas y los santos y a los que temen tu Nombre, os pequeños y los grandes, y para destruir a los que corrompían la tierra”.

XIX, 1-2: “¡Aleluya! La salvación, y la gloria y el poder son de nuestro Dios; porque fieles y justos son sus juicios, pues Él ha juzgado a la gran ramera, que corrompía la tierra por su prostitución, y ha vengado sobre ella la sangre de sus siervos”.

XIX, 5: “Y salió del trono una voz que decía: “Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, pequeños y grandes”.

XXII, 3: “Ya no habrá maldición alguna. El Trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos lo adorarán”.

XXII, 6: “Y me dijo: “Estas palabras son seguras y fieles; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto (τάχει)”.

sábado, 8 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, XII Parte

4. El sacerdocio de la jerarquía eclesiástica

Las referencias que hemos venido haciendo al tema del sacerdocio sacramental, suficientemente explícitas, y las que aún quedan por hacer, nos autorizan a reducir la extensión que este capítulo demandaría, si por primera vez abordáramos aquí tan magno asunto. Por eso, y para no descender del plano de los principios generales en que hemos querido mantenernos hasta ahora, sólo nos vamos a referir a dos o tres aspectos históricos y dogmáticos que miran a la esencia del ministerio del altar.
Para empezar, digamos que nos parece significativo el hecho de que ninguno de los más antiguos documentos de la fe católica (apostólicos y patrísticos), designe con el nombre de sacerdotes a los ministros del culto, así denominados hoy, en la Iglesia, desde hace mil ochocientos años. Hyperétai (ministros) y oikonómoi (dispensadores) de los misterios de Dios llama san Pablo a los apóstoles (I Cor. 4, 1). Y a todos aquellos a quienes fueron comunicados los poderes apostólicos se les denominó, de manera ya sistemática, pero con distinción poco precisa en los comienzos, obispos y presbíteros[1].
No se puede dudar que la voz hiereus fué evitada deliberadamente, para aplicada sólo a la persona de Jesús. Cuando san Pablo, en su postrer esfuerzo evangelizador ante los de su raza, predica al Señor resucitado como antitipo de todas las figuras hieráticas del Antiguo Testamento, presenta en el Mesías al Hieréa megan, al grande y único sacerdote de todos los tiempos.

viernes, 7 de junio de 2013

Ester y el Misterio del Pueblo Judío, por Mons. Straubinger, Introducción.

   Nota del blog: Damos comienzo a la transcripción del pequeño pero sustancioso libro de Mons. Straubinger sobre Israel. La perspectiva desde la cual aborda el tema es parecida a la de Bloy en su "La Salvación por los judíos", pero evidentemente que los estilos son muy diferentes entre sí.
   Este libro fue publicado en 1943, es decir, en plena segunda guerra mundial y cinco años antes de la fundación del estado de Israel. Téngase esto presente a fin de poder ubicar en su propio contexto ciertas frases del docto Obispo Alemán.

Esther


El libro de Ester, cuya traducción y explicación hemos dado en las páginas precedentes, nos permite, con mayor facilidad que extensos tratados, abarcar en un golpe de vista la historia del Antiguo Testamento, en su doble aspecto: la bondad y misericordia sin límites de Dios para con su pueblo, y la indignación tremenda para éste cuando despreciaba su santa Ley.
Cada vez que el pueblo elegido abandonaba al Señor, desviándose de los caminos rectos y confiando en sus propias fuerzas, era castigado por Él y entregado a sus enemigos. Tan pronto, empero, como se arrepentía y volvía a poner su confianza en el Señor su Dios, recibía los más asombrosos auxilios, viendo siempre humillados a sus enemigos, aun cuando eran más fuertes que él. Toda la historia del Antiguo Testamento ofrece la prueba irrefutable de esta conducta paternal de Dios, que perdona y sólo corrige para sanar y salvar.
Así también lo que se narra en ese libro, respecto a Ester y Mardoqueo que salvaron a su pueblo de la perdición, no es más que un eslabón de la larga cadena de prodigios obrados por Dios en favor de su pueblo escogido, cadena que comenzó por su salvación milagrosa de la esclavitud de Egipto; que tuvo su continuación durante siglos hasta la no menos portentosa liberación de las manos de los babilonios y sirios, y que perdura aún en el otro milagro constante de la conservación de esta nación dispersa entre otras, sin patria ni altar.
Si Ester pudo salvar a su pueblo, que estaba destinado a sucumbir, fué porque Dios lo salvó; y salvólo Dios porque ella y todo su pueblo se humillaron y confiaron única y exclusivamente en la ayuda del Todopoderoso. He aquí la clave para, la comprensión  de  la historia del Antiguo Testamento y del pueblo judío en general: Dios lo bendice siempre que se hace pequeño delante de Él, como un hijo confiado; y lo rechaza cuando se olvida del pacto que hizo Él con sus padres en el Monte Sinaí.

jueves, 6 de junio de 2013

La Ordenación de los Diáconos en el N. T. y comparación de la jerarquía eclesiástica con la angélica (V de V)

V

6. La Tradición judaica de los cuatro Órdenes. Conclusión

Prescindiendo por un momento de este orden divino, nos quedamos sólo con cuatro órdenes o categorías: los Señores (Presbyteri, Domini[1]) y las Potestades, por un lado, y los Príncipes (Archangeli), y las Virtudes[2] por otro. Y ésta parece ser la tradición que corría entre los judíos.
Efectivamente, en el Comentario arábigo al Cantar de los Cantares que escribió R. Yapheth abu Ali ibn Ali, de Bassora, doctor sapientísimo de los Caraítas, al v. 5, 15; Crura ejus sicut columnae marmoris, fundatae super basibus ex attro purissimo, etc., expone así la figura de las bases: “Per eas autem designantur angeli, quos Dominus mundorum ad inimicos Israel debellandos mittebat. Angelorum noveris quatuor esse ordines, qui et ipsi a domino nostro David (cui sit salus) commemorantur in Psalmo: Benedic, anima mea Domino (Ps. 102), duos videlicet, qui descendunt in terram, in uno eodemque versu commemoravit: Benedicite Domino, angeli ejus, potentes virtute, etc. (v. 20): duos vero alios item in uno eodemque versu commemoravit his nimirum verbis: Benedícite Domino, omnes exercitus ejus, ministri ejus, etc. (v. 21). Ex his autem ambobus prioribus ordinibus alter alterum dignitate praestat: prior enim iis angelis constat, qui ad prophetas destinantur, ut eos alloquantur, sicut v. gr. angelus, qui sermone adiit Gedeonem, et Manue et caeteros, atque de his dixit: Benedicite Domino, angeli ejus (v. 20). Alter vero ordo ex iis conflatur, qui inimicos Israel impugnant, sicut angelus Domini, a quo Sennacherib interfectus est, et sicut, angeli Domini ad bella ab Israel suscepta proficiscebantur, ita ut illorum hostes profligarentur, de quibus ille dixit: potentes virtute, facientes verbum ejus (v. 20). Ad alterum autem ordinem (el 3º ascendiendo) pertinent angeli, qui gloriae Domini adsistunt; ii sunt turmae stantes. Imperatoris exercitibus haud absimiles, atque de illís dixit: Benedicite Domino omnes exercitus eius (v. 21). Hic autem posterior ordo (el 4º ascendiendo) ex familiaribus constat angelis de quibus ille dixit: ministri ejus, qui facitis voluntatem ejus (v. 21). In hac igitur sectione (la del Cantar) duos commemoravit ordines, unum quidem ex primoribus inter sublimiores spiritus, alterum vero constantem ex inferioribus. Itaque per cincinnos ejus pendulos (Cant. 5, 11) angeli ministri ejus qui faciunt voluntatem ejus; et per verba: Crura ejus sicut columnae marmoreae angeli designantur potentes virtute. Hos antem columnis composuit ob ipsorum constantiam: et prout vocantur principes primores, sicut scriptum est: Et ecce Michael unus de principibus primoribus venit in adjutorium meum (Dan. 10,13), et insuper quia illi victoriam reportant de maximis exercitibus et numquam in fugam vertuntur (Trad. de J. J. Bargés. París, 1981, pág. 119-20).
No obstante algunos pequeños desaciertos en la interpretación de ciertos datos, esta interesante página del sabio Karaíta recoge tal vez más luz sobre la verdadera organización del mundo angélico que el entero libro De caelesti jerarchia del falso Areopagita. Lo importante de la exposición del Karaíta está en ser, según todos los indicios, un documento de la tradición judaica sobre el número de los órdenes o categorías angélicas, la cual divisa solamente cuatro, salvo el orden de los Tronos, al que ni siquiera se hace ahí alusión ninguna. Y con esta salvedad coincide esta conclusión con la que nosotros hemos podido recoger de los textos bíblicos comparados entre sí.

miércoles, 5 de junio de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. V, XI Parte

7) Feminidad y sacerdocio

Un prejuicio tenaz, no siempre declarado abiertamente, empuja y anima a quienes tachan de impropio el sacerdocio de la Virgen; y el mismo prejuicio subyace en las vacilaciones y en la debilidad dialéctica de quienes lo estiman verdadero y como tal lo defienden: el prejuicio de que a ninguna mujer le cuadra el sacerdocio.
En la doctrina cristiana, observa Laurentin, el símbolo de la mujer y del hombre expresa la relación entre la creatura redimida y Dios. El principio divino está representado por el hombre: iniciativa y potencia creadoras, providencia, legislación, gobierno. La mujer representa a la naturaleza humana: facultad receptiva y actitud de entrega, en virtud de las cuales la iniciativa de Dios germina, florece, fructifica y se extiende multiplicada. De ahí que “la virilidad de Cristo y la feminidad de María no constituyan, para la doctrina cristiana un mero fenómeno histórico, sino un misterio”[1].

martes, 4 de junio de 2013

Las LXX Semanas de Daniel, II

II

En la primera parte hemos intentado dar un vistazo general sobre los versículos estrictamente proféticos (24-27) de las LXX Semanas, pero ahora vamos a tratar de ubicarla dentro de su contexto inmediato.
El capítulo IX de Daniel se abre con una indicación en la cual el profeta relata que estaba estudiando las Escrituras (vv 1-2), tras lo cual irrumpió en una hermosa oración pidiendo el perdón por los pecados suyos y de Israel y el fin del cautiverio.

Ahora vamos a procurar analizar los primeros dos versículos, que dicen así:

1. El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la estirpe de los medos, que fue constituido rey sobre el reino de los caldeos;
2. el año primero de su reinado, yo Daniel, estaba estudiando en los libros el número de los setenta años de que Yahvé había hablado al profeta Jeremías y durante los cuales debía cumplirse la desolación de Jerusalén.

Hasta aquí estos importantes versículos.

Sabido es que Judá había sido llevado en cautiverio por Nabucodonosor en varias etapas, la primera de las cuales ocurrió en el año 605 a.C., y fue en esta deportación donde el por entonces adolescente Daniel fue llevado a Babilonia. Según Borgongini Duca[1] el primer año de Darío ocurrió en el 539 a.C.
Ahora bien, del texto citado surgen varias dudas que es preciso desentrañar de a poco para no confundirse.

1) ¿Qué pasaje de Jeremías estaba leyendo Daniel?

lunes, 3 de junio de 2013

La Ordenación de los Diáconos en el N. T. y comparación de la jerarquía eclesiástica con la angélica (IV de V)

IV

4. Luzbel, el arcángel, caído con su hueste[1].

De tomar el número siete a la letra —y no hay en ello ningún inconveniente—, los arcángeles o príncipes celestiales serían solamente siete, mas en un principio debieron de ser ocho, antes que cayera de su puesto Luzbel con su rea hueste. Luzbel, Lucifer, Satán, Beelzebub, que con estos y otros nombres se le conoce en la Escritura, es en realidad un arcángel caído, que por eso cabalmente se le llama príncipe de los demonios en San Marcos y San  Lucas (Mc. 3, 22; Lc 11, 15; Cfr. Mt. 12, 27), el mismo a quien en San Juan se le dice príncipe de este mundo (Jn. 12. 31; 14, 30; 16. 11; cfr Ef. 6, 12). Al rebelarse contra Dios arrastró consigo, al parecer, a toda su hueste, es decir que cayó el entero principado y aun algunos ángeles más de entre las Potestades, según indicios que iremos recogiendo.
La conclusión, en lo que tiene de sustancial, bien puede dársela por cierta, atendido el modo de hablar que tiene la Escritura. En el capítulo 12 del Apocalipsis se describe, en efecto, una lucha entre San Miguel y sus ángeles por un lado, y el Dragón y los suyos por otro: Et factum est prælium magnum in cælo: Michaël et angeli ejus præliabantur cum dracone, et draco pugnabat, et angeli ejus: (Apoc. 12, 7). La paridad de expresiones nos lleva a ver en el Dragón o Satán, lo mismo que en San Miguel, a un verdadero arcángel, cada uno con su ejército de ángeles, que serían sendas Virtudes a sus órdenes. En conformidad con esto, San Pablo pone entre los enemigos del hombre a las Virtudes: “Nadie nos podrá separar, dice, de la caridad de Cristo, neque angeli, neque principatus neque virtutes (Rom. 8, 38) las cuales, al contrario, serán aniquiladas algún día por el mismo Cristo, cum evacuaverit omnem principatum, et potestatem, et virtutem (I Cor. 15, 24). En esta última autoridad, entre los Principados y las Virtudes, se entreveran las Potestades, lo que nos induce a creer que con los ángeles del orden de las Virtudes, subordinados del arcángel Satán, cayeron también algunos del orden de las Potestades. Y en efecto a las Potestades se las enumera también expresamente en otra parte entre los enemigos del hombre: non est nobis colluctatio adversus carnem et sanguinem, sed adversus principes, et potestates, adversus mundi rectores tenebrarum harum, contra spiritualia nequitiæ, in cælestibus (Ef. 6, 12).[2]

domingo, 2 de junio de 2013

La Ultima Palabra del Evangelio de San Mateo, por Hugo Wast

Nota del Blog: dedicado a R.M.C., in signo amicitiae.
Tomado de la Revista Bíblica de Straubinger, año XII (1951), pag. 125.


"Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos".

Cuando veo a un sacerdote que va camino de la sacristía, para revestirse y decir misa, pienso tantas cosas.
Aunque sea de traza muy pobre, lo imagino rodeado de ángeles, que lo atienden con una reverencia conmovedora.
No sirven los cortesanos más fieles a su rey, con el amor y el respeto con que los ángeles al sacerdote que celebra. Cuando luego sale revestido de los sagrados ornamentos y asciende al altar, lo hallo transfigurado, me parece que su rostro es luminoso y que sus manos son puras y omnipotentes como las manos de Cristo.
Porque ese hombre, que allí hace las veces de Cristo, ejecutará dentro de pocos minutos el milagro de la ultima Cena.
Con unas cuantas palabras dictadas por el Maestro, convertirá el pan y el vino en el Cuerpo vivo del Redentor y, gracias a ese humilde sacerdote, se cumplirá la promesa con que se cierra el Evangelio de San Mateo: "Estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos".
De tal manera que si él no quisiera pronunciar esas palabras, y ninguno otro como él las dijese, no podría cumplirse un hecho anunciado por Cristo. Y como eso no puede ser, tendría que venir Él mismo en persona a celebrar misa.

De aquí, pues, la enorme dignidad de ese hombre sencillo, que se encamina a la sacristía para disponerse a realizar ese prodigio de la misa, por el cual se cumple la más consoladora de las promesas del Señor.

sábado, 1 de junio de 2013

La Ordenación de los Diáconos en el N. T. y comparación de la jerarquía eclesiástica con la angélica (III de V)

III

II. La Jerarquía Eclesiástica Comparada con la Angélica.

1. Reducción de los nueve coros a cinco.

Conocemos lo bastante la jerarquía eclesiástica. Para compararla con la angélica sería necesario conocer también a ésta. Mas ¿quién conoce el orden de la celeste jerarquía? Ni la Escritura ni la tradición están lo suficientemente explícitas sobre este punto. G. Bareille, en el Dictionaire de Théologie catholique, art. “Ange”, al hablar de su distribución jerárquica, tras unas palabras de San Ireneo contra las pretensiones omniscientes de los gnósticos (Adv. haer. II, 30; MG t. VII, col. 818), aduce la humilde confesión de San Agustín a su amigo Orosio: “Que en el cielo haya Tronos, Dominaciones, Principados, Virtudes, yo lo creo firmemente. Que se diferencien entre sí, no tengo la menor duda en admitirlo. Cuanto a decir lo que son y en qué se diferencian, deberías despreciar a éste, a quien tú tienes por gran doctor, pues confieso que lo ignoro” (Contr. Prisc. XIV; MG t. XLII, col. 678).
Desde que San Agustín escribió estas sinceras palabra, no se ha dado en realidad ningún paso positivo en la materia. La tradición doctrinal se estacionó en la distribución artificiosa, hecha por el falso Dionisio, de la cual son eco fiel estas palabras de San Gregorio: “Novem angelorum ordines dicimus, quia videlicet esse, testante sacro Eloquio, scimus: Angelos, Archangelos, Virtutes, Potestates, Principatus, Dominationes, Thronos, Cherubim atque Seraphim” (Hom. 31 in Ev. ante med.).
La razón en favor de la distribución novenal ya se ve cuán débil es, pues una cosa son los nombres y otra cosa las realidades significadas por los nombres. También nos ofrece la Escritura nueve o diez nombres distintos de la Divinidad y no por eso concluimos que haya nueve dioses y no uno. Se ha especulado mucho sobre la base de los nueve órdenes angélicos, cuando lo que importaba ante todo era aquilatar los datos positivos de la Escritura y la tradición, y eso es lo que vamos a ensayar aquí iniciando un estudio que pudiera tener felices resultados.
A la verdad, varios de los nombres angélicos parecen referirse  a una misma realidad y sean en primer término los nombres de Throni, Cherubim y Seraphim. Para mí que los Throni del N. T. no son más  que los Cherubim tan nombrados en el Antiguo, y que a éstos hay que identificarlos a su vez con los Seraphim de Isaías.