martes, 30 de abril de 2019

La presencia de Nuestro Señor en la Iglesia Católica, por Mons. Fenton (II de IV)


Cristo en su Iglesia durante su vida pública

Es casi imposible apreciar la realidad de la presencia de Nuestro Señor en la Iglesia hoy en día a menos que consideremos con cuidado su posición dentro de la sociedad de sus discípulos antes de su ascensión a los cielos. El hecho es que, aunque el cuerpo sagrado de Cristo está localizado ahora en el cielo, y por lo tanto en un lugar muy alejado del cual sus discípulos cumplen su voluntad en este mundo, la relación fundamental y esencial de la Iglesia para con Nuestro Señor permanece inalterada. Vive y actúa en la Iglesia, habla al mundo desde la Iglesia, esencialmente de la misma manera que lo hizo en el período que corre entre su bautismo por San Juan Bautista en el Jordán y su ascensión al cielo.

La Iglesia Católica, el Reino de Dios en el Nuevo Testamento, comenzó como un grupo de discípulos o aprendices, reunidos alrededor y guiados por Nuestro Señor, actuando como el Maestro de la revelación pública divinamente revelada. Los hombres y mujeres eran admitidos a este grupo únicamente por medio de una invitación personal, hecha por Nuestro Señor. La comunidad no tenía ni razón de existir ni unión corporativa fuera de Cristo. No estaba meramente presente dentro de este grupo, sino que el grupo era visto y entendido preeminentemente en términos de su asociación con Él. Mirando atrás a los días de la vida pública de Nuestro Señor, San Pedro podía referirse a los miembros originales del grupo como aquellos

“Que nos han acompañado durante todo el tiempo en que entre nosotros entró y salió el Señor Jesús, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue recogido de en medio de nosotros en lo alto”[1].

Knabenbauer nota que las palabras griegas εἰσῆλθεν καὶ ἐξῆλθεν traducidas como “entró y salió” constituyen un auténtico hebraísmo que se encuentra en muchas partes del Antiguo Testamento[2]. La expresión significa una íntima y continua asociación. El griego τῶν συνελθόντων ἡμῖν traducido como “que nos han acompañado”, implica otra variante de la palabra έσχομαι (entrar) y confirma el hecho de que no sólo los doce, sino también el resto de la sociedad de los discípulos, estaban continuamente en la presencia del Maestro. Así, la Iglesia era originalmente, como lo es ahora, el grupo de hombres y mujeres en la sociedad de Cristo.

sábado, 27 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (X de XIV)


h) Estos habitantes de la tierra serán los principales encargados de dar muerte al segundo gran grupo de Mártires del Apocalipsis: los del Anticristo; y así vemos el mismo fenómeno que antes: de la misma manera que las Trompetas fueron un castigo contra la tierra y sus habitantes por la muerte de los Mártires del quinto Sello, las Copas han de ser un castigo debido a la muerte de los Mártires del Anticristo:[1]

Por eso es que en Apoc. cap. XVI leemos:

5-6: “Y oí al ángel de las aguas que decía: “Justo eres, (Tú que tienes por nombre) el que Es y el que Era, el Santo, porque ésto has juzgado. Porque sangre de Santos y Profetas derramaron y sangre les has dado a beber: dignos son”.

Y ya antes, en el mismo capítulo, había indicado que las 7 Copas eran contra ellos:

1-2: “Y oí una gran voz del santuario que decía a los siete ángeles: “Id y derramad las siete copas del furor de Dios, en la tierra”. Y fue el primero y derramó su copa en la tierra y se produjo una úlcera fea y mala sobre los hombres, los que tienen la marca de la Bestia y los que se postran ante su imagen”.

Y luego:

Apoc. XVIII, 23-24: “Y luz de lámpara no alumbrará en tí ya y voz de esposo y esposa no se oirá en tí ya, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, porque con tu hechicería fueron engañadas todas las naciones. Y en ella sangre de profetas y santos fue hallada y de todos los que fueron degollados sobre la tierra”.

A lo que podríamos agregar el lugar donde se para el ángel del cap. X:

Apoc. X, 2.5-8: “Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra (…) Y el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí del cielo, (la oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el libro, el abierto, (que está) en la mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”.

i) Por si fuera poco, parecería que un grupo de hombres dice relación directa a Babilonia: los Mercaderes.

Apoc. XVIII, 11: “Y los mercaderes de la tierra llorarán y se lamentarán por ella, porque su cargamento nadie compra ya”.

Apoc. XVIII, 23-24: “Y luz de lámpara no alumbrará en tí ya y voz de esposo y esposa no se oirá en tí ya, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, porque con tu hechicería fueron engañadas todas las naciones. Y en ella sangre de profetas y santos fue hallada y de todos los que fueron degollados sobre la tierra”.

j) El primer ángel de Apoc. XIV parece predicar a todo el mundo y a Babilonia:

6-7: “Y vi otro ángel volando en medio del cielo, teniendo un Evangelio eterno para evangelizar a los sentados sobre la tierra y a toda nación y tribu y lengua y pueblo, diciendo con voz grande: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio” y “Postraos ante el que hizo el cielo y la tierra y mar y fuentes de aguas”.

Donde vemos una distinción entre “la tierra” y “toda nación, etc”. Y no se diga que el “y” debería traducirse como “esto es” como ocurre en algunos casos, porque en el pasaje paralelo del cap. XI vemos bien diferenciados ambos grupos como ya algo insinuamos AQUI en la nota 1.

Por otra parte, el término “los que están sentados sobre la tierra” parece aludir inequívocamente a Babilonia que dice de sí:

Apoc. XVII, 1.3.9.15: “Y vino uno de los siete ángeles, de los que tienen las siete copas, y habló conmigo diciendo: “(Ven) aquí: te mostraré el juicio de la ramera, la grande, la sentada sobre aguas muchas… Y me llevó a un desierto en espíritu y vi una Mujer sentada sobre una Bestia escarlata, llena de nombres de blasfemias, que tiene cabezas siete y cuernos diez… Aquí el entendimiento, el que tiene sabiduría: las siete cabezas, siete montes son, donde la mujer está sentada sobre ellos… Y me dice: “Las aguas que viste, donde la ramera está sentada, pueblos y multitudes son y naciones y lenguas”.



[1] Leemos, por ejemplo:

Apoc. VI, 10-11: “Y clamaron con voz grande diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”. Y se les dio a cada uno una túnica blanca y se les dijo que descansen todavía poco tiempo hasta que se completen sus consiervos y sus hermanos, los que van a ser matados como ellos también”.

Apoc. XIX, 2: "… porque verdaderos y justos (son) sus juicios, porque ha juzgado a la ramera, la grande, que corrompía la tierra con su fornicación y ha vengado la sangre de sus siervos, de su mano”.

miércoles, 24 de abril de 2019

La presencia de Nuestro Señor en la Iglesia Católica, por Mons. Fenton (I de IV)


Nota del Blog: El siguiente texto de Mons. Fenton está tomado del American Ecclesiastical Review, Vol. CXV, Julio de 1946, pag. 50-61.

El texto original puede verse AQUI.


***

El hecho central, el más importante sobre la Iglesia Católica, lo que la diferencia en primer lugar de cualquier otra organización religiosa sobre la faz de la tierra, es la presencia viva de Jesucristo Nuestro Señor dentro de ella. Esta inhabitación actual de Nuestro Señor dentro de la sociedad que fundó es la gran y esencial gloria de la Iglesia Católica. Es la razón fundamental por la que la Iglesia Católica puede y debe ser designada con exactitud como la verdadera Iglesia de Jesucristo, el Reino y la Ciudad y la Casa de Dios. Puesto que la comunidad y compañía de Cristo se debe encontrar dentro de la sociedad de sus discípulos Pío XII, en su magistral encíclica Mystici Corporis, puede insistir correctamente que:

Nada más glorioso, nada más noble, nada, a la verdad, más honroso se puede pensar que formar parte de la Iglesia santa, católica, apostólica y romana[1].

Ciertamente, nadie puede comenzar a darse cuenta lo que la Iglesia Católica es realmente hasta que lo considere a la luz de la presencia viva de Cristo dentro de ella. A menos que nos demos cuenta del hecho que Nuestro Señor reside realmente dentro de la Iglesia, toda designación de esta sociedad como el Cuerpo Místico de Cristo o como Esposa de Cristo va a ser, para todo propósito y finalidad, prácticamente sin sentido para nosotros. Además, a fin de amar a la Iglesia como debemos, tenemos que tomar conciencia también de la vida durable y actividad dentro de ella por parte de Nuestro Señor. El Papa Pío XII nos recuerda esto en aquella sección de la Mystici Corporis en la que nos exhorta amar a la Iglesia:

Para que este amor sólido e íntegro more en nuestras almas y aumente de día en día, es necesario que nos acostumbremos a ver en la Iglesia al mismo Cristo. Porque Cristo es quien vive en su Iglesia, quien por medio de ella enseña, gobierna y santifica[2].

Los Católicos hoy, sometidos como están a la influencia de la propaganda y actitudes del mundo a su alrededor, están en peligro de no apreciar la realidad completa de la presencia de Nuestro Señor dentro de la Iglesia Católica visible. En medio de la agitación de la presión a favor de los movimientos “interconfesionales”[3] y otros parecidos, hay una tendencia casi inevitable a imaginar que Cristo está en la Iglesia solamente de una manera imaginaria o metafórica. Esa desafortunada tendencia es ayudada y aumentada a veces por libros e instrucciones que, aunque creíbles en otros aspectos, persisten constantemente en emplear metáforas y otras expresiones figurativas al tratar sobre las relaciones de la Iglesia con Nuestro Señor. Por una u otra razón, los hombres y mujeres modernos están inclinados a rebajar como imaginario e irreal y, por lo tanto, básicamente como sin importancia, cualquier tema que se les presente predominantemente en términos metafóricos.

domingo, 21 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (IX de XIV)


e) Ahora bien, sobre la tierra y sus habitantes dirigen también los dos Testigos su poder para castigar.

Apoc. XI, 5-6: “Y si alguno quisiere dañarlos, fuego sale de la boca de ellos y devora sus enemigos. Y si alguno quisiere dañarlos, así debe ser muerto. Estos tienen la autoridad de cerrar el cielo para que lluvia no llueva los días de su profecía y autoridad tienen sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren”.

Y es por eso que este grupo de hombres se regocijará sobremanera, y más que el resto de la humanidad, tras la muerte de los dos Testigos:

Apoc. XI, 10: “Y los que habitan sobre la tierra se regocijan sobre ellos y se alegran y dones se enviarán unos a otros, porque éstos, los dos profetas, atormentaron a los que habitan sobre la tierra”.

f) La tierra está muy relacionada también con la caída de Satanás:

Apoc. XII, 4: “Y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dragón se puso de pie ante la Mujer, la que va a dar a luz, a fin que, cuando dé a luz, a su hijo devore”.

Apoc. XII, 9: “Y fue arrojado el dragón, el grande, la serpiente, la antigua, que se llama Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario), el engañador de todo el mundo habitado. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él fueron arrojados”.

Apoc. XII, 12-13: “A causa de esto ¡alegráos cielos y (¿esto es?) los que en ellos tendéis los tabernáculos! ¡Ay de la tierra y del mar porque descendió el diablo (el Calumniador) a vosotros, teniendo furor grande, sabiendo que poco tiempo tiene!”. Y cuando vio el Dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer, la cual dio a luz al varón”.

g) Como así también con la aparición de las dos Bestias:

Apoc. XIII, 11-14: “Y vi otra bestia que sube de la tierra y tenía cuernos dos semejantes a cordero y hablaba como dragón. Y la autoridad de la primera bestia todo hace delante de ella y hace que la tierra y los que en ella habitan adoren a la Bestia, la primera, de la cual se curó la plaga, la mortal, suya. Y hace signos grandes de forma tal que incluso fuego hace del cielo descender a la tierra delante de los hombres. Y engaña a los que habitan sobre la tierra a causa de los signos que se le dio hacer delante de la Bestia, diciendo a los que habitan sobre la tierra hacer una imagen a la Bestia que tiene la plaga de la cuchilla y vivió”.

Estos versículos son muy importantes porque nos ayudan a entender varias cosas, razón por la cual debemos detenernos un poco más.

miércoles, 17 de abril de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VI, 16-17


16. Y dicen a los montes y a las peñas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del sentado sobre el trono y de la ira del Cordero;

Citas Bíblicas :

Is. II, 17-21: “…Yahvé solo será ensalzado en aquel día; y todos los ídolos desaparecerán. Se esconderán en las cuevas de las peñas y en los hoyos de la tierra ante el terror de Yahvé y ante la gloria de su majestad, cuando Él se levantare para causar espanto en la tierra. En aquel día el hombre arrojará sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que se hizo para adorarlos, a los topos y a los murciélagos, para esconderse en las cavernas de las peñas, y en las hendiduras de las rocas, ante el terror de Yahvé y ante la gloria de su majestad, cuando Él se levantare para causar espanto en la tierra”.    

La expresión “caed sobre nosotros y ocultadnos” no necesariamente se refiere a los últimos tiempos:

Lc. XXIII, 30: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque vienen días, en que se dirá: ¡Felices las estériles, las entrañas que no engendraron, y los pechos que no amamantaron!”. Entonces se pondrán a decir a las montañas: “Caed sobre nosotros, y a las colinas: ocultadnos”. Porque si esto hacen con el leño verde, ¿qué será del seco?”.

Destrucción de Jerusalén

Os. X, 7-8: “Destruída será Samaría, quedando su rey como un pedazo de madera sobre las aguas. Serán destruídos los altos de Aven, el pecado de Israel; espinos y abrojos crecerán sobre sus altares. Entonces dirán a las montañas: ¡Cubridnos!; y a las colinas: ¡Caed sobre nosotros!”.

Destrucción del reino del norte (10 tribus).

Cfr. también Josué X; Lc. XXI, 26.


Comentario:

Fillion: “Es el lenguaje de hombres desesperados, que desean una pronta muerte, a fin de que su angustia finalice…”.


17. porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

Comentario:

Straubinger: “En cuanto al gran día del furor algunos suponen que es contra Israel como en Amos V, 18[1], porque en VII, 1-8 se trata de sellar a aquellos de las doce tribus que habrían de librarse de ese día. Sin embargo, en el v. 15 se ve que se trata más bien de reyes de todas las naciones como en el Salmo CIX (CX), 5s. ¿Quién puede estar en pie? cfr. Sal. I, 5 y nota".

Allo: "El gran día, dies irae, cfr. Is. LXIII, 4; Joel II, 11.31; Sof. I, 14 ss; II, 3; Cfr. Rom. II, 5; Jud. 6".

Bover: “¿Quién puede sostenerse? A esta pregunta se contesta inmediatamente”.

Sobre el Día del Señor hay mucho para decir:

domingo, 14 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (VIII de XIV)


4) Pasemos finalmente al sentido que nos parece el más importante: la tierra como sinónimo de Babilonia.

Antes que nada, notemos que el mismo Apocalipsis caracteriza bien a los habitantes de la tierra:

a) Este grupo presenta dos rasgos bien marcados: sus nombres no están escritos en el libro de la Vida y adorarán a la Bestia con culto de latría, recibiendo como marca, el nombre de la Bestia (Ver AQUI)[1].

Apoc. XIII, 8: “Y lo adorarán (a la Bestia) todos los que habitan sobre la tierra; de los cuales no está escrito el nombre en el libro de la vida del Cordero (del degollado) desde la fundación del mundo…”.

b) Los habitantes de la tierra son los que dan muerte a los Mártires del quinto Sello.

Apoc. VI, 10: “Y clamaron con voz grande diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.

c) Sobre la tierra se habían desatado los Sellos dos a cuatro, lo cual explicaría la matanza que realizan sobre los Mártires del quinto Sello:

Apoc. VI, 4.8: “Y salió otro caballo, rojizo, y al sentado sobre él se le dio quitar la paz de la tierra y que se degüellen unos a otros y se le dio una cuchilla grande… Y vi y he aquí un caballo verde y el sentado sobre él, su nombre “la muerte” (peste) y el hades seguía en pos de él. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierra…”.

Contra esto se puede objetar que los Sellos dos a cuatro aparecen en el Discurso Parusíaco y allí, en lo que correspondería al segundo Sello, Jesús dijo (Mt. XXIV, 6-7):

“Y habéis de oír guerras y oídas de guerras. ¡Ved que no os turbéis! En efecto, debe suceder, pero no es todavía el fin. Se levantará, en efecto, nación contra nación y reino contra reino”.

Donde vemos que la tierra no es Babilonia sino todo el mundo o al menos muchos países.

jueves, 11 de abril de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VI, 13-15


13. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como una higuera arroja sus brevas, por un viento grande sacudida.

Notas Lingüísticas:

Zerwick: "βάλλει: arroja, deja caer".

Jünemann: “… como una higuera arroja sus higos invernizos…”.

Allo: "La caída de los ὀλύνθους, de los higos que no maduran, se produce al fin del invierno".


Citas Bíblicas:

Is. XXXIV, 1-4: “Acercaos oh naciones, para oír; pueblos escuchad. Oiga la tierra y cuanto se contiene en ella, el orbe y cuanto en él tiene vida. Pues Yahvé está indignado contra todas las naciones e irritado contra todo su ejército; las ha destinado al exterminio, las ha entregado al matadero. Sus muertos serán arrojados, sus cadáveres exhalarán hedor, y los montes se derretirán en su sangre. Se disolverá toda la milicia celestial; se arrollarán como un libro los cielos, y todo su ejército cae como la hoja de la vid, cual hoja de la higuera”.

Sobre la milicia de los cielos cfr. Mt. XXIV, 29; Is. XIII, 10; Ez. XXXII, 7; Joel II, 10; III, 15; Mc. XIII, 24; Lc. XXI, 25.

Sobre las brevas cfr. Nah. III, 12.


14. Y el cielo fue retirado como un libro que se arrolla y todo monte e isla de sus lugares se movieron.

Citas Bíblicas:

Cfr. Sal. CIII, 27; Is. XIII, 13; XL, 22; LIV, 10; Jer. IV, 23 ss; Nah. I, 5 y Heb. I, 12; II Ped. III, 10.


Comentario:

En XIX, 11 el cielo es abierto para la batalla del Harmagedón contra la Bestia y el Falso Profeta, y aquí, para el juicio de las Naciones, el cielo es retirado.

Scío: “Un libro, o pergamino envuelto en su cilindro no puede leerse ni verse: así, el cielo cubierto de negros vapores, no podrá ya verse ni descubrirse; quiere decir que padecerán los cuerpos celestes una gran alteración y trastornos en sus movimientos (Is. XXXIV, 4)”. Citado por Straubinger (Vulg.).

Mills[1] (citado por Garland): "A fin de asegurarse que no haya ningún malentendido sobre el origen de estos desastres, Dios va a abrir los cielos por un instante y se les va a mostrar a las personas en la tierra a Dios y al Cordero en sus tronos (VI, 16). Apocalipsis VI, 14 da la imagen de un rollo extendido que se enrolla rápidamente; los dos extremos se recogen como un resorte, sobre la vara a la cual está unida el rollo. De repente la tierra puede ver el Cielo como lo hizo Esteban en Hechos VII, 56. El hombre vé al sentado en el Trono y al Cordero. Los hombres sabrán que están experimentando la ira de Dios, y este conocimiento va a ser incluso más aterrador que las grandes catástrofes naturales que hayan sufrido".


15. Y los reyes de la tierra y los magnates y los tribunos y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y en las peñas de los montes.

Comentario:

Notar las siete clases de grupos.

Garland: "Estos son los reyes que no "besaron al Hijo, a fin de que no se irrite y perezcáis en el camino, cuando su ira se encienda pronto" (Sal. II, 12). Estos son los "reyes de la tierra que fornicaron y vivieron en el lujo" con Babilonia, que fueron gobernados por ella, pero la llorarán (Apoc. XVII, 2.18; XVIII, 3.9). Estos son los reyes que "se congregan… para la batalla del gran día del Dios Omnipotente" (Apoc. XVI, 14; XIX, 19). Aquí, son "congregados como se junta a los presos en la mazmorra y serán encerrados en la prisión" (Is. XXIV, 21-22)".



[1] Mills, Revelations: An Exegetical Study of the Revelation to John.

lunes, 8 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (VII de XIV)


d) A lo cual debemos agregar “los Reyes de la tierra”, pues como podemos ver por este pasaje, se refiere a todas las naciones:

Apoc. XVIII, 1-3: “Después de esto vi otro ángel descendiendo del cielo, teniendo autoridad grande y la tierra se iluminó con su gloria. Y clamó con fuerte voz, diciendo: “Ha caído, ha caído Babilonia la grande y se hizo habitación de demonios y prisión de todo espíritu impuro y prisión de toda ave impura y odiada. Porque del vino del furor de su fornicación bebieron todas las naciones y (¿esto es?) los reyes de la tierra con ella fornicaron y los mercaderes de la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron[1].

Apoc. VI, 13-15: “Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como una higuera arroja sus brevas, por un viento grande sacudida. Y el cielo fue retirado como un libro que se arrolla y todo monte e isla de sus lugares se movieron. Y los reyes de la tierra y los magnates y los tribunos y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y en las peñas de los montes”.

Apoc. XVII, 2.5: “Con la cual fornicaron los reyes de la tierra y se embriagaron los que habitan la tierra, con el vino de su fornicación”… Y sobre su frente un nombre escrito, un misterio: “Babilonia la grande, la madre de las fornicaciones y de las abominaciones de la tierra”… La Bestia que has visto, era y no es y va a subir del abismo y a perdición ir; y se maravillarán los que habitan sobre la tierra (de los que no está escrito el nombre en el libro de la vida, desde la fundación del mundo), viendo la Bestia, que era y no es y estará presente”.

Apoc. XVII, 18: “Y la Mujer que has visto es la ciudad, la grande, la que tiene reino sobre los reyes de la tierra”.

Apoc. XVIII, 9.11: Y llorarán y harán luto por ella los reyes de la tierra, los que con ella fornicaron y (¿esto es?) vivieron en el lujo, cuando vean el humo de su incendio. Desde lejos, estando de pie a causa del temor de su tormento, diciendo: “Ay, ay, la ciudad, la grande, Babilonia, la ciudad, la fuerte, porque (en) una hora vino tu juicio”. Y los mercaderes de la tierra llorarán y se lamentarán por ella, porque su cargamento nadie compra ya”.

Apoc. XIX, 19: “Y vi a la Bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos congregados, hacer la guerra contra el sentado sobre el caballo y contra su ejército”[2].

Y lo mismo aquí:

viernes, 5 de abril de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VI, 12


12. Y vi cuando abrió el sello, el sexto y un terremoto grande se produjo y el sol se puso negro como un saco de crin y la luna toda se puso como sangre.

Comentario:

Notar lo siguiente:

a) El sol se oscurece: en Jl. II, 1-11 las langostas simbolizan los ángeles de Dios durante el juicio de las naciones, y ellos tapan la luz del sol y la luna (v. 10). Cfr. también Ex. X, 5.15.

b) En Mt. VIII, 24 se habla de un gran maremoto, al igual que en Lc. XXI, 25.

c) En Mt. XXVIII, 2 se dice que hubo un gran terremoto porque el ángel bajó del cielo.

Todo esto debe entenderse literalmente, como luego diremos.

Straubinger: Algunos consideran que este sello, el 6º en orden de colocación en el libro, no es abierto sino después del 7º (VIII, 1), porque la gran tribulación (7º sello) (?) es necesariamente anterior a las catástrofes cósmicas que aquí se anuncian y que preceden inmediatamente a la Parusía (v. 17). El Señor dice, en efecto que el oscurecimiento del sol, etc. se verificará “inmediatamente después” de la tribulación (Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24); que la Parusía vendrá después de aquello fenómenos (Lc. XXI, 25); que las persecuciones contra los justos serán “antes de todo eso” (Lc. XXI, 11-12). Es de observar que San Juan, a diferencia de los otros sellos, dice aquí “yo vi cuando Él abrió”, lo cual podría ser una visión anticipada del fin. Y parece confirmarlo el hecho de que en VII, 14 (bajo el 6º sello) nos muestra ya a los elegidos y a los que vienen de la gran tribulación, como si las calamidades del 7º sello hubiesen ya pasado. Según esto, estas serían la respuesta de Dios a la oración clamorosa de los santos del 5º sello (VI, 9-11), y así lo vemos en VIII, 3-5. Quedaría también explicado así el silencio de media hora en el cielo (VIII, 1), fenómeno que nadie aclara y que consistiría simplemente en que cesaba de oírse aquello clamor de los santos (VI, 10). La media hora sería el poco de tiempo de reposo que se les indicó en VI, 11. Gelin que ha observado este fenómeno (cf. VIII, 1 y nota), dice: “Juan utiliza el esquema sinóptico en el cual parece haber querido introducir este orden general: plagas sociales (1º a 5º) y luego las cósmicas (6º). Ha encerrado varias plagas en el 6º sello para poder derivar hacia el 7º, que está vacío, la segunda serie de calamidades”. Pero no se entiende cómo podrían continuar estas pruebas si la Parusía tiene lugar al fin del 6º sello. En todo caso, los acontecimientos escatológicos de que habla San Pablo (I Tes. IV, 15 s) no podrán ser anteriores a la gran tribulación o período del Anticristo, como dice cierta exégesis protestante, sino que se refieren, como está anunciado, únicamente a la Parusía, en la cual los muertos y “los que quedemos”, seremos, cuando Él descenderá del cielo (ibid. v. 16), arrebatados a su encuentro para estar con Él siempre (ibid. v. 17) y no solo por un período. Esto explicaría, finalmente, la existencia de justos sobre la tierra en tiempos del Anticristo (cfr. XIII, 7 y XX, 4), de modo que la promesa que Jesús hace a sus amigos de escapar a todas las calamidades (Lc. XXI, 36), repetida a la Iglesia de Filadelfia (III, 10), ha de explicarse como una especial protección, mediante la cual “no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza” (Lc. XXI, 18). Véase por ejemplo XII, 6 y 14. En cuanto a los sucesos aquí anunciados, véase los vaticinios de Jesucristo sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del siglo en Mt. XXIV y en Lc. XXI. Cfr. Is. XXIV, 19 ss; Os. X, 8; Joel II, 30-31; III, 12-15; Amós VIII, 9 s.”.

martes, 2 de abril de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (VI de XIV)


II) TIERRA

Pasando al segundo de los términos que hemos de analizar, repasemos primero los textos donde el Apocalipsis nombra la tierra y veamos qué podemos concluir de ellos.

1) Apoc. I, 5-7: “Y de Jesucristo, el Testigo, el fiel, el Primogénito de los muertos y el Príncipe de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libró de nuestros pecados en su sangre e hízonos reino, sacerdotes para Dios y su Padre; a Él la gloria y el imperio por los siglos de los siglos; amén. He aquí, viene con las nubes y verále todo ojo y los que le traspasaron y harán luto por Él todas las tribus de la tierra. Sí, Amén”.

2) Apoc. III, 10: Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la tentación, la que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para tentar a los que habitan sobre de la tierra.

3) Apoc. V, 3-6: “Y nadie podía, en el cielo, ni sobre la tierra ni bajo la tierra, abrir el libro ni verlo. Y yo lloraba mucho, porque nadie digno fue hallado de abrir el libro ni de verlo. Y uno de los Ancianos me dijo: “Deja de llorar: he aquí ha vencido el león, el de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos”. Y vi en medio del trono y de los cuatro Vivientes y en medio de los Ancianos, un Cordero estando de pie, como inmolado, teniendo cuernos siete y ojos siete, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra”.

4) Apoc. V, 10.13: “Y los has hecho para nuestro Dios reino y sacerdotes y reinan sobre la tierra… Y a toda creatura que (está) en el cielo y sobre la tierra y bajo la tierra y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí diciendo: “Al sentado sobre el trono y al Cordero, la bendición y el honor y la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”.

5) Apoc. VI, 4.8.10: “Y salió otro caballo, rojizo, y al sentado sobre él se le dio quitar la paz de la tierra y que se degüellen unos a otros y se le dio una cuchilla grande… Y vi y he aquí un caballo verde y el sentado sobre él, su nombre “la muerte” (peste) y el hades seguía en pos de él. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada y con hambre y con peste y por medio de las bestias de la tierraY clamaron con voz grande diciendo: “¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.

6) Apoc. VI, 13-15: “Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como una higuera arroja sus brevas, por un viento grande sacudida. Y el cielo fue retirado como un libro que se arrolla y todo monte e isla de sus lugares se movieron. Y los reyes de la tierra y los magnates y los tribunos y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y en las peñas de los montes”.

7) Apoc. VII, 1-3: “Después de esto vi cuatro ángeles que estaban de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, teniendo los cuatro vientos de la tierra para que no sople viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno. Y vi otro ángel subiendo del oriente del sol, teniendo (el) sello del Dios vivo y clamó con voz grande a los cuatro ángeles, a quienes se les dio dañar la tierra y el mar diciendo: “No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes”.

8) Apoc. VIII, 5-7: “Y recibió el ángel el incensario y lo llenó del fuego del altar y (lo) arrojó a la tierra. Y hubo truenos y voces y relámpagos y un terremoto. Y los siete ángeles, los que tienen las siete trompetas se prepararon para trompetear. Y el primero trompeteó y hubo granizo y fuego mezclados con sangre y fue arrojado a la tierra y la tercera parte de la tierra fue incendiada y la tercera parte de los árboles fue incendiada y toda hierba verde fue incendiada”.