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sábado, 12 de mayo de 2018

El que Vuelve (Recensión)


El que Vuelve, Chasles - Pinsk - Rovira
Editorial Vórtice, pag. 298, Buenos Aires, 2018.

El que Vuelve

La Editorial Vórtice (ver AQUI) ha tenido la feliz idea de publicar un hermoso librito de tres autores seguramente conocidos por los lectores de este Blog; libro que lleva el título El que vuelve.

Se trata de una selección de textos de Madeleine Chasles, y de dos estudios escritos por los PP. Johannes Pinsk y Juan Rovira, tres grandes escritores del siglo XX representantes de diversos países, pero todos ellos con un denominador común: la segunda Venida de Jesucristo.

El Primer Libro, que es el que da el título, es la conocida obra de M. Chasles que hemos publicado en el Blog, sobre el cual el editor tuvo la atinada idea no sólo de revisar el castellano de la traducción (empezando por el título del libro), sumado también a la corrección de no pocas erratas en nuestra publicación, sino también de suprimir algunos pasajes que habían quedado o desactualizados con el transcurso del tiempo o, en otros casos, el mismo devenir de los años se encargó de mostrar algunas imprecisiones o errores de interpretación. Errores e imprecisiones, de más está decirlo, que en nada desmerecen la belleza y solidez de un tema por lo general tan difícil de abordar. Cabe agregar también que unas oportunas notas aquí y allá ayudan a aclarar algunos puntos.

El Segundo Libro está constituído por el hermoso artículo del P. Pinsk sobre el uso que la Liturgia le da a la segunda Venida de Nuestro Señor, y particularmente en el período Adviento – Navidad – Epifanía.
Para mayor comodidad del lector, el editor ha insertado en cada caso las referencias correspondientes a las antífonas, oraciones de la misa, etc. citadas profusamente por el Autor.

En el Tercer y último Libro encontramos el magistral estudio del P. Rovira que apareció en el diccionario Espasa, bajo la voz Parusía. Un profundo y largo estudio donde se encuentra el planteo del problema y posterior desarrollo del tema tratados con gran erudición y que debería ser material de consulta obligada.
Si bien, como se indica en el prólogo y contrariamente a lo que creíamos, el P. Alcañiz había ya publicado una pequeña separata con este estudio, sin embargo, se trata de una rara avis, con lo cual creemos que el editor ha prestado un gran servicio a quienes nos interesamos por estos temas; quienes hemos leído las dieciocho columnas, a dos por página, en letra pequeña, publicado por Espasa no podemos menos que sentirnos agradecidos por esta publicación.

Como se vé, se trata de tres estudios similares en cuanto al tema, pero cada uno presenta un cierto matiz que es importante señalar:

domingo, 27 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (X de X)

2. Como se sabe, la Epifanía era primitivamente, la fiesta del nacimiento del Señor. Pues bien, lo propio de una "epifanía" es ser una aparición pública, una manifestación gloriosa. Por lo tanto, está claro que si la Iglesia celebra como tal la entrada de su Señor en el mundo, es porque tiene en vista algo distinto del hecho preciso del nacimiento de Cristo; hecho en el cual casi nada deja traslucir esta gloria real. ¡En realidad, es la totalidad del misterio "epifánico" lo que la Iglesia celebra y en ese conjunto, la primera venida del Señor en la humildad de la carne, nos aparece revestida de todo el esplendor de su venida en gloria y majestad! Y justamente, lo que da a esta fiesta una profundidad sin igual es que celebra, bajo forma sacramental, la manifestación final de Cristo que será, el coronamiento de la Redención.

La celebración presente es testimonio de la realidad futura. Testimonio tan cierto para nosotros, como lo fuera para los contemporáneos de Jesús, aquellos acontecimientos de su vida que nosotros celebramos hoy. Porque no uno sino "tres prodigios han señalado este día que honramos. Hoy, la estrella guió a los magos hasta el Pesebre; hoy, el agua se hizo vino, en la fiesta nupcial; hoy día, Cristo quiso ser bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Alleluia" (Antífona del Magnificat, 2° Vísperas).

¿Qué hay de común entre estos tres sucesos? Que en cada uno de ellos se manifiesta la gloria del Señor. Manifestación evidente en la adoración de los Magos; testimonio del Padre en el Bautismo de este hombre que acaba de contarse a sí mismo entre los pecadores. En las bodas de Caná, el mismo evangelista es quien se encarga de dar la evidencia: "Este fué el primer milagro que hizo Jesús en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y creyeron en El sus discípulos" (Jn. II, 11).

jueves, 17 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (IX de X)

III LA EPIFANIA

La Epifanía encierra verdaderamente toda la plenitud de salvación que comporta la venida de Cristo. Su solo nombre lo indica ya. Epifanía significa aparición, manifestación. Es el término técnico usado en la antigüedad para designar la visita del Emperador. Cuando el emperador romano visitaba sus provincias, se le hacía gran recibimiento y brillantes fiestas, que él correspondía concediendo grandes favores y privilegios a la ciudad y sus habitantes. El privilegio más estimado era el título de ciudadano romano que otorgaba el emperador.

1. Es muy significativo ver con qué orgullo la primitiva Iglesia, que no tenía todavía poder político o cultural, designaba la venida de su Cristo con el nombre de "Epifanía". Siempre ha visto en El al Rey del imperio eterno, que honra con su visita al mundo y en particular a la ciudad de Jerusalén, para colmarla con la plenitud de su gloria.

Apenas si habrá otra Misa que contenga mayor brillo y más intensa luz que la Misa de la aparición del Señor.

"He aquí que viene el Señor Dominador: el poder está en su mano, la potencia y el imperio, (Introito).

Levántate, ilumínate, oh Jerusalén, porque viene tu luz, y se ha levantado sobre ti la gloria del Señor. Porque las tinieblas cubrirán la tierra y la obscuridad a los pueblos; más sobre tí se levantará el Señor y en tí se verá su gloria. A tu luz caminarán las naciones y los reyes al resplandor de tu aurora" (Epístola).

sábado, 5 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VIII de X)

5. Por consiguiente, para celebrar en toda su amplitud la fiesta de Navidad, es necesario pasar más allá de las circunstancias exteriores del nacimiento del Salvador, y coger aquello que constituye la realidad permanente de este misterio. El hecho histórico nos ha revelado que: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; que hemos visto su gloria, la gloria del Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad".

La unión del Verbo a la carne, que se llevó a efecto en la Encarnación es, por lo tanto, substancial e indisoluble. Es decir, que la plenitud de la vida penetra en la naturaleza humana, a través del cuerpo de Jesús, y la une así para siempre a la Segunda Persona de la Trinidad Santa. Esto es lo que con fuerza y concisión expresa el Martirologio Romano al decir: que "Jesucristo quiso consagrar el mundo por su misericordioso advenimiento".

En este sentido, consagración significa la comunicación que hace Dios de su vida divina a las cosas o personas de este mundo. Comunicación de una virtud divina, de la gracia divina. En este sentido también, la Encarnación es la consagración fundamental por la cual el mundo, salido de la mano de Dios, recibe una nueva santificación, es decir, una nueva participación a la propia vida del Creador tal como se encuentra en la Segunda Persona Divina. Toda la liturgia de Navidad está construida sobre esta idea de la "consecratio mundi". Durante el Adviento se anunció ya este reflorecimiento. Navidad habla de él como de algo ya realizado:

"Que los cielos se regocijen y que la tierra se alegre ante la faz del Señor, pues he aquí que viene".

"Todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. Hoy nos ha iluminado un día santo porque la luz ha descendido sobre la tierra. Dios ha establecido el Universo y no temblará".

martes, 25 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VII de X)

3. La misma liturgia de Navidad nos lo enseña en forma inequívoca. En las tres Misas, el hecho histórico se destaca únicamente en los Evangelios, y aún así, hay que hacer la debida reserva en lo que se refiere al Evangelio de la tercera, que es el prólogo de San Juan y el cual desborda, en forma absoluta, todo marco temporal. Los demás textos celebran el misterio de la Parusía, de la aparición de Cristo — preparada ya durante el Adviento, —o también, la generación de la Segunda Persona divina en el seno de la Santísima Trinidad. El Introito de la Misa del día: "Un Niño nos ha nacido" contradice sólo en apariencia esta afirmación porque aquí también es el caso de la visión escatológica del imperio de Dios sobre el mundo.

Lo mismo puede decirse del Oficio. De las cinco antífonas de las primeras Vísperas las dos primeras, o sea aquéllas que parecen expresar los primeros sentimientos que experimenta la Iglesia por este suceso, hablan del esplendor que corresponde de derecho al Rey de Paz.

1. "El Rey de Paz ha manifestado su gloria; Aquél cuyo rostro ansía ver toda la tierra".

2. "El Rey de Paz ha hecho brillar su magnificencia, más que todos los reyes de la tierra".

Si la tercera Antífona alude al nacimiento en Belén, la cuarta y la quinta amplían la perspectiva en un sentido nuevo y saludan en este nacimiento la llegada del Reino de Dios y de la Redención.

En los Salmos y Antífonas de Maitines no se hace referencia al hecho histórico como tal. Ciertamente algunos de los responsorios señalan los detalles y la forma en que se realizó, pero constantemente, en la mayor parte de estas fórmulas la manera de enunciarlas excede al punto de vista puramente histórico. Expresan con la mayor claridad el esplendor y el poder de este recién nacido. Además, hay que hacer aquí la misma observación que se hizo respecto de la liturgia de Adviento y que se refiere al papel que corresponde a la Virgen-Madre y al futuro nacimiento de su hijo; este papel es el de anunciar el rol que debe ser propio de la Iglesia. Este pensamiento está admirablemente desarrollado en una oración de la liturgia Mozárabe en el día de Navidad:

martes, 11 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VI de X)

II.- NAVIDAD

El examen atento de los textos litúrgicos del Adviento nos ha permitido constatar que el objeto primero y, por decirlo así, exclusivo de este período es prepararnos con la Iglesia a la venida final de Cristo en "poder y majestad". La evocación de esta segunda venida — que es coronamiento y consumación de la venida de Cristo a nuestra carne en Belén — se hace aún más insistente y actual durante las fiestas de Navidad y Epifanía.

1. Sin embargo, a primera vista, parece que esta fiesta de Navidad se apartara un poco de esta visión escatológica. Su nombre mismo, "nativitas Domini" se refiere a un hecho histórico del pasado. En cambio, el nombre de las otras dos solemnidades "Adventus Domini", "Epiphania Domini" atrae la atención al acontecimiento final del último día. Aún más, estas palabras han llegado a ser los términos técnicos con que se designa la Parusía. El hecho es que toda la liturgia de Navidad insiste siempre en el carácter histórico de esta fiesta.

Para empezar, el anuncio mismo de la fiesta en el martirologio romano, sitúa el acontecimiento dentro de la historia de la Humanidad.

"Después de la creación del mundo, cuando al principio Dios sacó de la nada el cielo y la tierra, en el año cinco mil ciento noventa y nueve; después del diluvio, en el año dos mil novecientos cincuenta y siete; después del nacimiento de Abraham, etc..., en el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma y cuarenta y dos del Imperio de Octaviano Augusto, gozando de paz el universo; en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar el mundo por su misericordioso advenimiento, habiendo sido concebido del Espíritu Santo, nace en Belén de Judá, hecho hombre de la Virgen María".

sábado, 1 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (V de X)

7. Podemos decir lo mismo de las fiestas de Navidad y Epifanía. Ellas también encierran la idea de una verdadera venida de Cristo para la cual nos prepara el Adviento. El carácter preparatorio de este período no se manifiesta sólo de un modo directo en el hecho de que las promesas de Adviento aparecen cumplidas en Pascua y Epifanía, como lo veremos más adelante; sino también en este otro hecho: muy a menudo, en la liturgia de Adviento, el sacrificio eucarístico mismo tiene claramente un carácter de preparación. Esto es de suma importancia, pues de aquí se sigue que una misa no es exactamente como otra. Ciertamente, considerado en sí mismo, cada sacrificio de la misa representa el mismo misterio de Redención, sin embargo, las palabras sagradas, tanto las del breviario como las del Misal, que preparan el sacrificio o le siguen, con-tribuyen realmente a dar a cada sacrificio su carácter particular. Solamente esta concepción explica que una Misa pueda ser celebrada como preparación a otra y serle así subordinada, en cierto modo.

"Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo; para que preparemos, con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra Redención" (Postcomunión del I Domingo de Adviento).

"Imploramos Señor, tu clemencia para que estos divinos auxilios, al purificarnos de los vicios, nos dispongan para las fiestas venideras" (Postcomunión del III Domingo de Adviento).

(Traducción sacada del Misal Lefebvre).

sábado, 24 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (IV de X)

5. Por el hecho de esta conexión se abren infinitas perspectivas sobre el sentido de la Oblación y de la Sagrada Cena (precisamente el Ofertorio y la Comunión nos proporcionan estos textos), en la liturgia de Adviento. Desgraciadamente no puedo detenerme en este punto.

Algo, sin embargo, debe ser aclarado aquí: es la participación del universo entero en el advenimiento del Señor. Esta bienaventurada venida no concierne solamente a la humanidad, todo el conjunto de la creación aspira a ella, como dice San Pablo: "con la esperanza de ser librada de la servidumbre de la corrupción y para tomar parte también de la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Rom. VIII, 21). Lo que se dice en el Apocalipsis de "cielos nuevos y tierra nueva" y cuya aparición está ligada también a la venida del Señor, el Adviento lo presenta con imágenes de una belleza sorprendente.

“En aquel día las montañas destilarán mansedumbre y los collados derramarán leche y miel. Que los cielos se regocijen y que la tierra exulte. Montañas, haced resonar vuestras alabanzas… Montañas de Israel, extended vuestros ramos, floreced y producid frutos. Que las montañas hagan estallar la alegría y los collados la justicia porque el Señor, luz del mundo, viene con poder. Las montañas y collados cantarán ante Dios alabanzas y los árboles del bosque batirán las palmas, porque el Señor vendrá como Dominador para reinar eternamente. Los campos solitarios de Israel han producido un germen de agradable olor: porque he aquí que nuestro Dios vendrá con poder y su esplendor estará con El. Se revelará la gloria del Señor y toda carne verá la salvación de nuestro Dios. La tierra desierta y sin caminos se regocijará y la soledad exultará y florecerá como la azucena. Germinando, germinará y se regocijará llena de alegría cantando alabanzas. La gloria del Líbano le ha sido dada, la belleza del Carmelo y de Sarón; ellos mismos verán la gloria del Señor y la majestad de nuestro Dios… Aguas han manado en el desierto y torrentes en la soledad y la tierra que era árida será como un pantano y la que era seca será como un surtidor de agua. En las guaridas en que habitaban entre los dragones crecerá el verdor de la caña y el junco. Y allí habrá un sendero y una vía, ella será, llamada vía santa".

sábado, 17 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (III de X)

2. Con la exposición de estos conceptos se comprende bien que el Adviento es ante todo un tiempo de alegría, precisamente porque en él se celebra el advenimiento del Señor. Por eso es absolutamente falso decir, como lo hacen ciertas explicaciones banales, que el Introito del III Domingo de Adviento: "Regocijaos siempre en el Señor" es una excepción a la tristeza y penitencia general de este período litúrgico. Aún históricamente es errado considerar el Adviento como un tiempo de tristeza y penitencia; en el siglo XII se celebraba todavía como tiempo de alegría. Contentémonos, para ilustración, con dos textos tomados entre muchos:

 "Levantaos, Jerusalén, y ponte en lo alto y vé la alegría que te viene de tu Dios. Hija de Sión regocíjate y tiembla de una alegría perfecta, hija de Jerusalén, alleluia".

Además todos los textos que hablan del poder y de "Aquél que viene" bastan para dar al Adviento esa tonalidad alegre que predomina en él. Así pues, el tercer Domingo, lejos de constituir una excepción corresponde a la misma alegría del conjunto y forma, por así decirlo, la cumbre.

3. Llama la atención ver cuántas veces Jerusalén, Sión, el pueblo de Israel, son apostrofados en los textos de Adviento:

"Jerusalén, tu salvación vendrá pronto: ¿por qué estas consumida por el dolor? ¿No tienes consejero ahora que el dolor te ha invadido? Te salvaré y te libraré, no temas. Pues es el Señor, tu Dios; el santo de Israel, tu Redentor. No llores, hija de Jerusalén, pues el Señor se ha conmovido con tus males y te quitará toda aflicción. He aquí que el Señor vendrá en su poder y su brazo dominará. Nuestra ciudad fuerte es Sión: el Salvador será puesto como muro y antemuro. Abrid las puertas porque Dios está con nosotros. Tú, pueblo de Sión, mira al Señor que viene para rescatar a las naciones, y lleno de majestad el Señor hará resonar su llamado para alegría de vuestros corazones. De Sión parte el resplandor de su gloria. Dios vendrá visiblemente, reunid alrededor de Él sus santos que han sellado con Él su alianza por santas ofrendas. Tiembla de una alegría perfecta, hija de Sión: regocíjate, hija de Jerusalén, he aquí que tu Rey viene a ti. De Sión sale la Ley y de Jerusalén la Palabra del Señor. Alza tus ojos, Jerusalén y mira el poder real. Ved, el Redentor viene para librarte de tus ligaduras. Sobre ti, Jerusalén, se levantará el Señor, y su gloria resplandecerá en ti. Como una madre consuela a sus hijos, así os consolaré, dice el Señor: de Jerusalén, mi ciudad escogida, os vendrá el socorro y vosotros le veréis y vuestro corazón se regocijará. Quiera derramar la salvación sobre Sión, y mi gloria sobre Jerusalén".

sábado, 10 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (II de X)

I. EL ADVIENTO.

1. Cuando se recorre aunque sea rápidamente la parte consagrada al Adviento en el breviario y en el misal, (y este es un trabajo elemental para cualquiera que quiera hablar o escribir sobre el Adviento) se debe reconocer que no es el nacimiento de Cristo según la carne lo que más se celebra sino más bien su venida gloriosa al fin de los tiempos.

He aquí el primer responso de la primera lección del primer Domingo de Adviento:

"Mirando desde lejos, he aquí que veo acercarse el poder de Dios y la niebla qué cubre toda la tierra. Salid a su encuentro y decid: Anunciadnos si Vos mismo sois el que habéis de reinar sobre el pueblo de Israel. Moradores del orbe, hijos de los hombres ricos y pobres. Salid a su encuentro y decid: Atendednos vos que regís a Israel, Vos que conducís a José como a una oveja. Anunciadnos si sois Vos mismo el que habéis de reinar en el pueblo de Israel. Alzad príncipes vuestras puertas y vosotros elevaos puertas eternas y hará su entrada el rey de la gloria".

A este responso corresponde el de la segunda lección:

"Miraba en la visión de la noche y he aquí que en las nubes del cielo venía el Hijo del Hombre, y le fue dado el reino y el honor. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán. Su poderío es poderío eterno el cual no le será arrebatado. Y todos los pueblos, tribus y lenguas le servirán".

El miércoles de la segunda semana de Adviento tenemos como responso de la tercera lección:

"He aquí que el Señor vendrá descendiendo con resplandor y su poder le acompañará; para visitar a su pueblo en la paz y establecer sobre él la vida eterna. He aquí que el Señor nuestro vendrá con poderío. Para visitar a su pueblo en la paz y establecer sobre él la vida eterna".

El tercer Domingo de Adviento el responso de la tercera lección es como sigue:

sábado, 3 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (I de X)

   Nota del Blog: Publicamos, como lo prometimos, este hermoso estudio del P. Pinsk anexado al final de la traducción de la obra de M. Chasles que estamos publicando.


LA VENIDA DEL SEÑOR EN LA LITURGIA

por

J. Pinsk, Doctor en teología

Publicado en: "Liturgische Zeitschrift Jahrgang", 1932-1933 y
reproducido en el "Bulletin Paroissial Liturguique" (N.o 1, 1938),
de la Abadía de "Saint André les Bruges", de Bélgica.

El advenimiento del Señor es el objetivo verdadero de la predicación cristiana, de la fe, de la esperanza y del triunfo cristiano. Es también la idea central de toda fiesta cristiana. Se puede decir que una fiesta llega a ser verdaderamente cristiana según la relación que tenga con este advenimiento, pues la Redención entera en su principio, en su curso y en su consumación descansa sobre la venida del Señor. Todas las fiestas de la Iglesia encierran así, en sí mismas, una relación necesaria con este advenimiento.

Los hechos confirman esta afirmación. Bajo una u otra forma, cada sacrificio eucarístico contiene la idea de la venida del Señor. En las fórmulas antiguas, la oración de después de la Consagración "Unde et memores" mencionaba al lado de los grandes hechos de la Redención "beata passio, resurrectio et ascensio" la "nativitas" y el "adventus Domini". En cuanto a los sacramentos, el fin de su institución está siempre en función con el advenimiento de Cristo.

Esta idea de la Parusía llena igualmente las grandes fiestas del año litúrgico. Fijemos nuestra atención por ejemplo, cuán a menudo ella reaparece en el tiempo comprendido entre Semana Santa y la fiesta de Pascua. En el transcurso del desarrollo de la liturgia, la Iglesia ha logrado expresarse plenamente en fiestas propias: el Adviento, la Natividad y la Epifanía, fiestas todas que tienen como objeto principal la venida del Señor, dejando, por así decirlo, en segundo plano los otros hechos de la Redención.

Este advenimiento de Cristo es ante todo un misterio. Considerado desde un punto de vista general es la irrupción del Hijo de Dios en el mundo a fin de hacerle participante de la vida divina. Pero esta irrupción puede revestir diversos aspectos según que se considere la Encarnación de Cristo (su nacimiento en Belén), su venida sacramental (Bautismo, Eucaristía y los otros Sacramentos) o aún su manifestación gloriosa al fin de los tiempos.