jueves, 31 de agosto de 2023

La Sagrada Liturgia, por Dom Adrien Gréa (Reseña)

La Sagrada Liturgia

por Dom Adrien Gréa (Reseña),

Traducciones CJ, p. 279, año 2023

 


El gran autor del inmortal libro “La Iglesia, su divina Constitución” (que hemos publicado en el blog), y a quien el mismísimo San Pío X pensó en hacer Cardenal, nos deleita con un excelente estudio sobre la Sagrada Liturgia.

Se respira en estas páginas la misma unción que inspiraron las páginas del libro sobre la Iglesia. Si de aquel libro podía decirse que, además de ser un excelente tratado teológico, estábamos en presencia de un poema, ¿qué podremos decir en esta ocasión?

Se trata de un completo estudio sobre la Liturgia, que el Autor resume en tres párrafos en el Prefacio: 

La Santa Iglesia aquí abajo entra en contacto con los elemen­tos de este mundo destinado a perecer con todo el orden del hombre viejo, cuando se cumplan los designios de Dios sobre sus elegidos; en estos elementos, la Iglesia toma como si fuera la porción de Dios de la naturaleza, que es obra suya; extrae de ella la materia de los sacramentos, y, más allá de los sacramen­tos, reserva para el servicio de Dios y desprende de los usos profanos una porción selecta y como si fuera las primicias de las criaturas; luego, a través del órgano de las cosas creadas que se han convertido en sagradas, eleva a Dios el olor del sacrificio y la voz de la oración.

El orden natural de este estudio nos invita a comenzar por lo que concierne esencialmente al servicio de Dios, es decir, el Oficio divino y la santa Misa, que es su parte principal, a la que le es más propio el nombre de liturgia, y que le da toda su digni­dad y virtud sobrenaturales; éste será el objeto de nuestros dos primeros libros.

A continuación, consideraremos, en su relación con la sa­grada liturgia y el culto a Dios, los tiempos, personas, lugares y, finalmente, cosas y objetos muebles, que serán objeto de los cuatro libros siguientes”. 

Y en la Introducción canta las glorias de la oración: 

"¿Cómo expresar la excelencia de la oración litúrgica?

Dios creó el corazón humano para llenarlo de su amor.

Le habla y le escucha.

martes, 29 de agosto de 2023

La Armonía entre la Iglesia y la Sinagoga, vol. I (ed. Argentina)

 La Armonía entre la Iglesia y la Sinagoga, vol. I (ed. Argentina),

por el Caballero P. L. B. Drach, Rabino converso;

CJ Ediciones – Alfa Ediciones – Lectio. Páginas 509, 2023.

 


 Ya está disponible la primera edición publicada en Argentina de esta obra única, traducida por primera vez “no sólo al español sino a cualquier otro idioma”, tal como leemos en la introducción.

Ya habíamos publicado la reseña a su debido tiempo, a la cual nos remitimos (ver ACA).

El libro puede conseguirse escribiendo a librerialectio@gmail.com o llamando al teléfono 0351-4240578.

jueves, 24 de agosto de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIV, 15-16

    15. Y otro ángel salió del santuario, clamando con voz grande al sentado sobre la nube: “Envía tu hoz y siega, que ha llegado la hora de segar, que se ha secado la siega de la tierra”. 16. Y arrojó el sentado sobre la nube su hoz sobre la tierra y fue segada la tierra. 

Concordancias: 

Ἀγγελος (ángeles): cfr. Mt. XI, 10; Mc. I, 2; Lc. VII, 27 (San Juan Bautista); Lc. VII, 24; IX, 52 (mensajeros); Sant. II, 25 (dos mensajeros de Josué); Apoc. I, 1; V, 2; VII, 2; VIII, 3-5; X, 1.5.8-10; XIV, 6.8-9.18; XVIII, 1.21; XIX, 17; XXII, 16 (San Gabriel); VIII, 2.6.8.10.12-13; IX, 1.13-14; X, 7; XI, 15 (7 Arcángeles que tocan las siete trompetas); I, 20; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14 (Jerarquía); III, 5; V, 11; VII, 1.2.11; XIV, 10 (ángeles); IX, 11 (ángel del abismo); IX, 14-15 (ángeles malos de la sexta Trompeta); XII, 7 (ángeles de San Miguel); XII, 7.9 (ángeles de Satanás); XIV, 17.19 (un ángel con la hoz afilada); XV, 1.6-8; XVI, 1; XVII, 1.7; XXI, 9; XXII, 8 (ángeles de las siete Copas); XVI, 5 (ángel de las aguas); XX, 1 (San Miguel); XXI, 12 (12 Apóstoles); XXII, 6 (¿Cristo?). 

ναὸς (santuario): cfr. Apoc. III, 12; VII, 15; XI, 19; XIV, 17; XV, 5-6.8; XVI, 1.17; XXI, 22. Ver Apoc. XI, 1-2. 

κράζων (clamando): cfr. Apoc. VI, 10; VII, 2.10; X, 3; XII, 2; XVIII, 2.18-19; XIX, 17. 

Φωνῆ μεγάλη (voz grande): cfr. Apoc. I, 10; V, 2.12; VII, 2; VIII, 13; X, 3; XI, 12; XII, 10; XIV, 7.9.18; XVI, 1.17; XIX, 1.17; XXI, 3. Ver Apoc. I, 12; IV, 1; XI, 15. 

κράζων ἐν φωνῇ μεγάλῃ (clamando con voz grande): cfr. Apoc. V, 2; VII, 2; X, 3; XIX, 17. 

καθημένῳ (sentado): cfr. Mt. XIX, 28; XX, 21.23; XXV, 31; XXVI, 64; Mc. X, 37.40; XIV, 62; Lc. XXII, 30.69; Apoc. III, 21; XIV, 14.16; XX, 4. Ver Mt. XXII, 44; Mc. XII, 36; XVI, 19; Lc. XX, 42; Hech. II, 30.34; Ef. I, 20; Col. III, 1; Heb. I, 3.13; VIII, 1; X, 12; XII, 2. Ver Apoc. IV, 2-4.9-10; V, 1.7.13; VI, 16; VII, 10.15; XI, 16; XIX, 4; XX, 11; XXI, 5. 

Νεφέλης (nube): cfr. Mt. XVII, 5; Mc. IX, 7; Lc. IX, 34-35 (Transfiguración); Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. XIII, 26; XIV, 62 (Parusía); Lc. XXI, 27; Hech. I, 9-11; I Tes. IV, 7; Apoc. I, 7; XIV, 14.16. Ver Apoc. X, 1; XI, 12. 

Πέμψον (envía): cfr. Apoc. I, 11; XI, 10; XIV, 18; XXII, 16. 

Δρέπανον (hoz): cfr. Mc. IV, 29; Apoc. XIV, 14.16-19. 

Θέρισον (siega): cfr. Mt. VI, 26; XXV, 24.26; Lc. XII, 24; XIX, 21-22; Jn. IV, 36-38; I Cor. IX, 11; II Cor. IX, 6; Gal. VI, 7-9; Sant. V, 4; Apoc. XIV, 16. 

ἦλθεν (vino): cfr. Apoc. I, 7; III, 11; V, 7; VI, 1.3.5.717; VIII, 3; IX, 12; XI, 14.18; XIV, 17; XVI, 15; XVII, 1.10; XVIII, 10; XIX, 7; XXI, 9; XXII, 7.12.20. 

ὥρα (hora): cfr. Mt. XXIV, 36.44.50; XXV, 13; Mc. XIII, 32; Lc. XII, 39-40.46; Apoc. III, 3.10; IX, 15; XI, 13; XIV, 7; XVII, 12; XVIII, 10.17.19. 

Ἐξηράνθη (se ha secado): cfr. Mt. XIII, 6, Mc. IV, 6 y Lc. VIII, 6 (semilla que crece, pero se seca por la tribulación); Mt. XXI, 19-20 y Mc. XI, 20-21 (higuera maldita el lunes santo); Jn. XV, 6 (sarmientos secos separados de la vid); Apoc. XVI, 12 (Éufrates). 

Θερισμὸς (siega): cfr. Mt IX, 37-38; XIII, 30.39; Mc. IV, 29; Lc. X, 2; Jn. IV, 35. 

γῆς (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; III, 10; V, 3.6.10.13; VI, 4.8.10.13.15; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX 1.3-4; X, 2.5-6.8; XI, 4.6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 3.8.11-14; XIV, 3.6-7.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 2.5.8.18; XVIII, 1.3.9.11.23-24; XIX, 2.19; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. 

ἔβαλεν (arrojó): cfr. Mt. III, 10; V, 25.29; VI, 30; VII, 19; XIII, 42.48.50; XVIII, 8-9.30; XXI, 21; Mc. IX, 42.45.47; XI, 23; Lc. III, 9; XII, 49.58; Jn. XV, 6; Apoc. XIV, 19; XVIII, 21; XIX, 20; XX, 3.10.14-15. Ver Apoc. II, 10; VI, 13; VIII, 5.7-8; XII, 9-10.13. 

 

Notas Lingüísticas: 

martes, 22 de agosto de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIV, 14

 14. Y vi y he aquí una nube blanca y sobre la nube uno sentado, semejante a Hijo de hombre, teniendo sobre su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. 

Concordancias: 

Νεφέλη (nube): cfr. Mt. XVII, 5; Mc. IX, 7; Lc. IX, 34-35 (Transfiguración); Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. XIII, 26; XIV, 62 (Parusía); Lc. XXI, 27; Hech. I, 9-11; I Tes. IV, 7; Apoc. I, 7; XIV, 15-16. Ver Apoc. X, 1; XI, 12. 

καθήμενον (sentado): cfr. Mt. XIX, 28; XX, 21.23; XXV, 31; XXVI, 64; Mc. X, 37.40; XIV, 62; Lc. XXII, 30.69; Apoc. III, 21; XIV, 15-16; XX, 4. Ver Mt. XXII, 44; Mc. XII, 36; XVI, 19; Lc. XX, 42; Hech. II, 30.34; Ef. I, 20; Col. III, 1; Heb. I, 3.13; VIII, 1; X, 12; XII, 2. Ver Apoc. IV, 2-4.9-10; V, 1.7.13; VI, 16; VII, 10.15; XI, 16; XIX, 4; XX, 11; XXI, 5. 

ὅμοιον (semejante): cfr. Apoc. I, 13.15; II, 18; IV, 3.6-7; IX, 7.10.19; XI, 1; XIII, 2.4.11; XVIII, 18; XXI, 11.18. 

υἱὸν ἀνθρώπου (hijo de hombre): cfr. Apoc. I, 13. 

κεφαλῆς (cabezas): cfr. Apoc. I, 14; IV, 4; IX, 7.17.19; X, 1; XII, 1.3; XIII, 1.3; XVII, 3.7.9; XVIII, 19; XIX, 12. 

Στέφανον (corona): cfr. Mt. XXVII, 29; Mc. XV, 17; Jn. XIX, 2.5; I Cor. IX, 25; Fil. IV, 1; I Tes. II, 19; II Tim. IV, 8; Sant. I, 12; I Ped. V, 4; Apoc. II, 10; III, 11; IV, 4.10; VI, 2; IX, 7; XII, 1. 

χρυσοῦν (de oro): cfr. Apoc. I, 12-13.20; II, 1; IV, 4; V, 8; VIII, 3; IX, 13.20; XV, 6-7; XVII, 4; XXI 15. 

Στέφανον χρυσοῦν (corona de oro): cfr. Apoc. IV, 4.10. 

χειρὶ (mano): cfr. Apoc. I, 16; VI, 5; VII, 9; VIII, 4; X, 2.8.10; XIII, 16; XIV, 9; XVII, 4; XIX, 2; XX, 1.4. 

Δρέπανον (hoz): cfr. Mc. IV, 29; Apoc. XIV, 15-19. 

ὀξύ (afilada): cfr. Apoc. I, 16; II, 12; XIV, 17-18; XIX, 15. 

Δρέπανον ὀξύ (hoz afilada): cfr. Apoc. XIV, 17-18. 

 

Comentario: 

Straubinger: “Una nube blanca: véase I, 7 y nota. Este Hijo de hombre (sin artículo) parece que no puede ser sino el Mesías (cfr. I, 13), como lo sostienen los más. Su corona atestigua que viene triunfante, como un día lo anticipara (Mt. XVI, 27 ss; Mc. IX, 1 ss y notas). La intervención de ángeles que aquí vemos coincide con lo que Él anunció (Mt. XXIV, 30 s) y no implica necesariamente que este gran Personaje sea uno de ellos según suponen algunos, pues no le vemos descender personalmente, como en XIX, 11 ss. sino que Él los envía (Mt. XIII, 39.41) y actúa desde la nube donde “todo ojo lo verá” (I, 7)”. 

domingo, 20 de agosto de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XIV, 13

 13. Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que en Señor mueren, desde ahora!”. “Sí, dice el Espíritu: que descansen de sus trabajos; en efecto, sus obras les siguen”. 

Concordancias: 

ἤκουσα (oi): cfr. Apoc. I, 3.10; II, 7.11.17.29; III, 3.6.13.20.22; IV, 1; V, 11.13; VI, 1.3.5-7; VII, 4; VIII, 13; IX, 13.16; X, 4.8; XII, 10; XIII, 9; XIV, 2; XVI, 1.5.7; XVIII, 4; XIX, 1.6; XXI, 3; XXII, 8.17-18. Ver Apoc. IX, 20; XI, 12; XVIII, 22-23. 

φωνῆς (voz): cfr. Apoc. I, 10.12.15; III, 20; IV, 1.5; V, 2.11-12; VI, 1.6-7.10; VII, 2.10; VIII, 5.13; IX, 13; X, 3-4.7-8; XI, 12.15.19; XII, 10; XIV, 2.7.9.15.18; XVI, 1.17-18; XVIII, 2.4; XIX, 1.5-6.17; XXI, 3. Ver Apoc. XVIII, 22-23. 

οὐρανοῦ (cielo): cfr. Mt. V, 34; XXIII, 21-22; Hech. VII, 49; Apoc. III, 12; IV, 2; V, 3.13; VIII, 1; X, 1.4-6.8; XI, 12-13.15.19; XII, 1.3.7-8.10.12; XIII, 6; XIV, 2.17; XV, 1.5; XVI, 11.21; XVIII, 1.4-5.20; XIX, 1.14; XX, 1.9.11; XXI, 2.10.

 Γράψον (escribe): cfr. Apoc. I, 3.11.19; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14; XIX, 9; XXI, 5; XXII, 18-19. Ver Apoc. X, 4.

Μακάριοι (Bienaventurado): cfr. Mt. V, 3-11 (ocho Bienaventuranzas); XI, 6 (escándalo); XIII, 16 (Parábola del Sembrador); XVI, 17 (San Pedro); XXIV, 46 (arrebatados); Lc. I, 45 (la Virgen); VI, 20-22 (Bienaventuranzas); VII, 23 (escándalo); X, 23 (Revelación a los pequeños); XI, 27-28 (la Virgen y los Mártires del quinto Sello); XII, 37-38.43 (arrebatados); XIV, 14-15 (Primera Resurrección - Banquete); Jn. XX, 19 (los que creen sin ver); Tito II, 13 (Esperanza); Sant. I, 12 (Tentación).25 (práctica de las buenas obras); I Ped. III, 14 y IV, 14 (persecución por la justicia); Apoc. I, 3; XVI, 15; XIX, 9; XX, 6; XXII, 7.14. Ver Lc. XXIII, 29 (estériles – destrucción de Jerusalén); Jn. XIII, 17. 

οἱ νεκροὶ (los muertos): cfr. Apoc. I, 5.18; II, 8; III, 1; XI, 18; XVI, 3; XX, 5.12-13. 

Οἱ ἐν Κυρίῳ ἀποθνῄσκοντες (los que mueren en el Señor): Ver I Cor. XV, 18; I Tes. IV, 16 (los muertos en Cristo). 

ἀποθνήσκοντες (mueren): cfr. Apoc. III, 2; VIII, 9.11; IX, 6; XVI, 3. 

ἄρτι (ahora): cfr. Apoc. XII, 10. 

τὸ Πνεῦμα (el Espíritu): cfr. Apoc. II, 7.11.17.29; III, 6.13.22; XIX, 10; XXII, 17. 

Ἀναπαύσονται (descansen): cfr. Mt. XI, 28; Mc. VI, 31; Apoc. VI, 11 (Mártires del quinto Sello). 

κόπων (trabajos): cfr. Jn. IV, 38; I Cor. XV, 58; II Cor. VI, 5; X, 15; XI, 23.27; I Tes. I, 3; II, 9; III, 5; II Tes. III, 8; Apoc. II, 2. 

ργα (obras): cfr. Mc. XIII, 34; Apoc. II, 2.5-6.19.22-23.26; III, 1.2, 8.15; IX, 20; XV, 3; XVI, 11; XVIII, 6; XX, 12-13. Ver Apoc. XXII, 12. 

Ἀκολουθεῖ (siguen): cfr. Mt. XIX, 27-29; Jn. X, 1-18; Apoc. VI, 8; XIV, 4 (144.000 sellados).8.9; XIX, 14. Ver Apoc. III, 4; VII, 17. 

 

Comentario: 

Segunda de las siete Bienaventuranzas. 

miércoles, 16 de agosto de 2023

Orgulloso de ser romano, por John Daly (XI de XI)

 10. Los principios rectores de www.romeward.com 

Este sitio web existe para poner a disposición artículos escritos, traducidos o seleccionados por John S. Daly. La mayor parte de ellos se refieren a la crisis actual de la Iglesia y a su correcta interpretación. Otros, ya disponibles o por venir, se aventuran en la filosofía, literatura o historia. Conviene enunciar los principios rectores que se reflejan en todos ellos.

Estos principios son cuatro:

1. Fidelidad a Roma

2. Rigor científico

3. Inglés claro y correcto

4. Reconocimiento de la falibilidad del escritor.

 

1. Mi enfoque es romano. Tomo como dato la enseñanza de la Iglesia de Roma y me adhiero enérgicamente a todo el espíritu romano. Utilizo los autores aprobados por la Santa Sede y la teología alentada y utilizada por ella.

2. Mi enfoque es esencialmente científico. Los científicos que intentan explicar un fenómeno primero observan los hechos (datos empíricos) y luego buscan la hipótesis que mejor los explique. Un católico que observe la actual crisis de la Iglesia debería hacer lo mismo, pero debe entender que en este caso "los hechos" incluyen no sólo las palabras y actos observados de la jerarquía putativa, sino también la doctrina católica. La doctrina tradicional de la Iglesia forma parte de los datos inamovibles, tanto como las acciones observadas de las personas implicadas; no forma parte de la teoría el hecho de que podamos doblar o modificar algo para conseguir una buena adaptación.

Y la tesis sedevacantista en su versión no sectaria[1] me parece no sólo la teoría que mejor se ajusta, sino la única que se ajusta a los hechos. Esto no significa que lo explique todo o que no deje ningún misterio por resolver o puntos de duda que se deben respetar honestamente. Significa que ofrece el consuelo de saber que no hay conflicto necesario entre los hechos y la doctrina, ya que existe al menos una explicación que los reconcilia sin mayor dificultad.

sábado, 12 de agosto de 2023

Orgulloso de ser romano, por John Daly (X de XI)

   9. Fidelidad a Roma durante la crisis actual 

Estamos viviendo la crisis más grave que la Iglesia haya conocido: la destrucción más profunda y extensa de la Iglesia en su historia, más allá de lo que jamás lograron ni siquiera los peores heresiarcas, ocurrida en un período muy breve y aparentemente presidida por Papas. Esta es una observación, no un análisis, y expone los hechos observados en términos tomados casi textualmente de Mons. Lefebvre[1]. El Arzobispo señalaba que tal situación presenta "un grave problema para la conciencia y la fe de todos los católicos". Esto es innegable.

Es evidente que los católicos deben reaccionar ante la crisis actual de una manera compatible con su fe, con una conciencia correctamente formada y con todos sus deberes para con la Iglesia, especialmente los de Creencia, Comunión, Obediencia y Romanidad. También es evidente que muchos se han dejado llevar por el carácter extraordinario de la crisis y han reaccionado mal, adoptando posturas incompatibles con estos deberes.

La paradoja de nuestro tiempo es la de una autoridad aparentemente legitimada para decir a los católicos lo que deben creer como verdad divina, pero que cambia sus instrucciones en cuanto al objeto de la creencia, exigiendo hoy a los católicos que crean lo que ayer condenaban y que condenen lo que ayer creían. Esta paradoja ha engendrado tres reacciones inaceptables desde el punto de vista del deber fundamental de creer que llamamos fe católica.

1. El primero de estos errores consiste en substituir la fe por el voluntarismo. Algunos católicos tratan la intimación a creer que emana del Vaticano II o de las autoridades que se adhieren a él como se trataría cualquier otra mera orden. Están dispuestos a obedecer. Si hoy se les ordena creer que las mujeres no pueden ser sacerdotes y mañana se les ordena creer que sí pueden, simplemente cambiarán su creencia como cambiarían cualquier otra práctica de acuerdo con las órdenes de su suprema autoridad. Y lo mismo se aplica a los innumerables otros puntos de creencia que han cambiado en la Iglesia Conciliar, el último de los cuales es la admisibilidad de los adúlteros no arrepentidos a la Sagrada Comunión.

Esta reacción viola la naturaleza de la fe, ya que la fe no es algo meramente verbal, sino que implica una comprensión suficiente del significado de su objeto de forma tal de excluir su contradictoria e impedir que llegue a creerla. Dios ha revelado doctrinas no con el fin primordial de probar nuestra docilidad, sino porque nuestra vida espiritual depende de conocer la verdad sobre ellas[2]. La verdad es inmutable y la fe es infalible, tal como indica el acto de fe[3].

domingo, 6 de agosto de 2023

Orgulloso de ser romano, por John Daly (IX de XI)

 Romanidad: Veamos ahora lo que la Romanidad añade a los deberes de Creencia, Comunión y Obediencia, y hasta qué punto los sedeplenistas la aplican en la práctica. Hemos visto que los católicos impregnados de romanidad han hecho suyo el espíritu permanente de la Santa Sede[1]. Aman a Roma no como una mera ciudad de ladrillos y argamasa, sino como el símbolo de la Iglesia del Nuevo Testamento, así como Jerusalén fue el símbolo de la Iglesia del Antiguo Testamento. Ven la realidad con los ojos de los Papas. Están orgullosos de la Iglesia Romana[2]. Sopesan las opiniones, teólogos, partidos y libros tal como los sopesa Roma. No encuentran tensión en la fidelidad a Roma incluso cuando no se aplica la infalibilidad en sentido estricto. Saben que con Roma siempre hay seguridad, una seguridad mucho mayor de la que cualquier persona humilde, por docta que sea, puede atribuir a sus propios razonamientos[3].

Como explica el P. Faber: 

"El don de la infalibilidad no es sino una concentración, el punto culminante, la solemne manifestación oficial de la inhabitación del Espíritu Santo en la Iglesia. Al mismo tiempo que exige, como la revelación, la sumisión absoluta del corazón y del alma, todas las disposiciones menores y los modos y disposiciones de la Iglesia exigen sumisión general, docilidad y reverencia, porque toda la Iglesia es un santuario colmado de la vida del Espíritu Santo"[4]. 

O, en palabras de San Pío X: 

"Cuando se ama al Papa no se detiene uno a debatir sobre lo que aconseja o exige, a preguntarse hasta dónde llega el riguroso deber de obediencia y a marcar el límite de esta obligación. Cuando se ama al Papa, no se objeta que no haya hablado con suficiente claridad, como si estuviera obligado a repetir al oído de cada uno su voluntad, tantas veces claramente expresada, no sólo viva voce, sino también por cartas y otros documentos públicos; no se ponen en duda sus órdenes con el pretexto –fácilmente esgrimido por quien no quiere obedecer– de que no emanan directamente de él, sino de su entorno; no se limita el campo en el que puede y debe ejercer su voluntad; no se opone a la autoridad del Papa la de otras personas, por muy doctas que sean, que difieren en opinión del Papa. Además, por grande que sea su ciencia, falta su santidad, pues no puede haber santidad donde hay desacuerdo con el Papa"[5]. 

Es obvio a todos que ningún sedeplenista tiene de hecho tal actitud hacia los papas conciliares. Esto es revelador. Pero aún más grave es la observación de que, en proporción a su afán por defender la legitimidad de los pretendientes conciliares a la Santa Sede, los sedeplenistas se ven cada vez más incapacitados para mostrar esta dócil romanidad incluso hacia los Papas pre-conciliares.

miércoles, 2 de agosto de 2023

Orgulloso de ser romano, por John Daly (VIII de XI)

 Obediencia: La Iglesia tiene el poder de gobernar a los fieles mediante leyes que obligan en conciencia. De ahí que el Cardenal Billot escriba: 

"La potestad legislativa de la Iglesia tiene por objeto tanto las cuestiones de fe y costumbres como las de disciplina. Pero en materia de fe y costumbres la obligación de la ley eclesiástica se añade a la de la ley divina, mientras que en materia de disciplina toda la obligación es de ley eclesiástica. Sin embargo, la infalibilidad está siempre asociada al ejercicio de la suprema potestad legislativa, en la medida en que, con la asistencia de Dios, la Iglesia nunca puede establecer una disciplina que se oponga a las reglas de la fe y santidad evangélica"[1]. 

El deber de obediencia a la Santa Iglesia es suficientemente conocido como para no requerir aquí un análisis detallado. No se niega que la autoridad pueda equivocarse excepcionalmente en las órdenes a los individuos, ni se niega que circunstancias excepcionales desconocidas por la autoridad puedan justificar el recurso a la epiqueya, pero en las relaciones actuales entre los tradicionalistas sedeplenistas y las autoridades que reconocen como legítimas, observamos una situación que va mucho más allá.

Pongamos por caso cuatro cuestiones –representativas de un número mucho mayor:

1. La SSPX ha consagrado obispos no sólo sin mandato papal, sino incluso a pesar de la prohibición formal del hombre reconocido nominalmente como Papa.

2. La SSPX ha establecido un tribunal matrimonial capaz de pronunciarse sobre la validez o invalidez de los matrimonios y lo ha justificado con la declaración explícita de que no se pueden frecuentar los "tribunales eclesiásticos conciliares", ya que siguen una falsificación de la noción de matrimonio contenida en el Código de Derecho Canónico de 1983[2]. De hecho, una condición para solicitar el juicio del tribunal o comisión de la SSPX es firmar un compromiso de "no acudir a un tribunal eclesiástico oficial para que mi caso sea examinado o juzgado"[3].

3. Una carta conjunta de Mons. Lefebvre y Mons. de Castro Mayer a Juan Pablo II de noviembre de 1983 contiene las palabras: 

"… lanzamos este grito de alarma, hecho aún más vehemente por los errores, por no decir las herejías, del nuevo Código de derecho Canónico".