Tomado de Poirier, Les sept Eglises pag. 39 ss. Omitimos algunas notas.
“Después del nombre simbólico de la descripción de Cristo, con sus
estrellas y candelabros, los diversos nombres que toman los enemigos de las
iglesias y su acción subversiva ofrecen materia para útiles comparaciones. Los
autores se han fatigado mucho en tratar de identificarlos; y la multitud de sus
probabilidades ofrecen, a fin de cuentas, pocas garantías. Lo que quiero es,
como Ramsay, tomar las palabras tal como suenan y buscar comprender lo
que pueden significar para los destinatarios; ¿pero hasta qué punto esto es, no
digo legítimo, sino tan sólo útil? Las conclusiones de los parágrafos
precedentes nos indican que a menudo hay que buscar más allá de los
destinatarios inmediatos del Apocalipsis a fin de obtener un sentido
satisfactorio.
En cinco de las Iglesias las cartas mencionan enemigos exteriores por medio
de nombres característicos:
Éfeso: falsos apóstoles – Nicolaítas.
Esmirna: falsos judíos – Sinagoga de Satán.
Pérgamo: imitadores de Balaam – Nicolaítas
Tiatira: Jezabel y sus hijos.
Filadelfia: falsos judíos que se convierten.
En Sardes y en Laodicea[1]
el enemigo es interior: la Iglesia misma es inactiva y tibia.
De las cinco Iglesias mencionadas más arriba, Éfeso, Esmirna y Filadelfia
no son afectadas por los enemigos: Éfeso los resiste, Filadelfia los ve
convertirse, Esmirna sufre la persecución con coraje. Quedan Pérgamo y Tiatira
donde el gusano ha penetrado, ataca y arrasa. Pero es precisamente en estas dos
iglesias que San Juan utiliza los nombres de los dos personajes inicuos
del Antiguo Testamento, pervertidores del pueblo judío: Balaam y Jezabel;
y los acusa de los mismos crímenes (II, 14-20): enseñar o provocar a
comer comida inmolada a los ídolos y a fornicar. Además, según II, 15
los Nicolaítas señalados en Éfeso, son identificados en Pérgamo, con los imitadores
de Balaam[2]. En
las dos iglesias irreprochables, Esmirna y Filadelfia, se hace mención de los
judíos, los cuales, en el primer caso blasfeman y persiguen, y en el segundo se
convierten.
Vemos así divididas las Iglesias en tres grupos bien caracterizados; Éfeso
queda sola, pero posee algo de los tres grupos: merece como Esmirna y
Filadelfia, sufre tanto los enemigos exteriores al igual que Pérgamo y Tiatira,
como la decadencia interior al igual que Sardes y Laodicea, teniendo como
propio la resistencia a los falsos apóstoles.
Por último, es llamativo que Satán sea mencionado cuatro veces: en relación
con los judíos, en Esmirna y Filadelfia; con las prácticas paganas, en Pérgamo
y Tiatira. Además, la indicación de 2, 15 nos obliga a relacionarlo con los
Nicolaítas. Satán es pues, el enemigo exterior del Evangelio, sembrando la
cizaña en el campo del Señor (Mt. 13, 24-30), o buscando destruir el edificio
mismo de la Iglesia (Mt. 16, 18). En Sardes y en Laodicea, el enemigo no tiene
nombre con el que se lo pueda designar; se introduce por dentro, trabaja
ocultamente: el cristiano de Sardes se dice vivo y está muerto y el de
Laodicea, rico y es pobre…[3]
Estas similitudes dan la impresión de una composición armada, a veces
sutil, en donde el balance caprichoso y la variedad de imágenes, sin destruir
el carácter histórico, dejan entrever una intención mayor. En efecto, ¿qué
necesidad de poner aquí a Balaam, los Nicolaítas y Jezabel? ¿Por qué darle a
Esmirna y a Filadelfia sólo puntos a favor, y a Sardes y a Laodicea toda la
culpa?...”
[1] Nota nuestra: es curioso que
estas dos Iglesias sólo reciben reproches y ninguna alabanza.
[2] La identificación
ha ido más lejos en algunos casos donde ven en el griego Νικο-λαος el
equivalente al hebreo “Balaam” que significaría vencedor o destructor
del pueblo. Allo no admite esta equivalencia mientras que Charles,
por el contrario, acepta el juego de palabras como que es algo “completamente
semita”. Y puesto que no hay equivalente a Νικαv en hebreo, la similitud guarda su valor por lo menos como etimología
popular (t. I, pag. 52 s.).
No
existen referencias seguras sobre la realidad histórica de una secta llamada de
los Nicolaítas (como así tampoco de un mártir llamado Antipas). Las
fuentes que los mencionan dependen directamente del Apocalipsis. Hort
concluye, pag. 23: “Nos vemos pues, reducidos al texto del Apocalipsis”. Razón
de más para no ver aquí sino nombres simbólicos.
[3] Esta división
podría confirmarse por medio de observaciones más minuciosas, por ejemplo:
Corona para recibir = Esmirna (2, 10) y Filadelfia (3,
11).
Debilidad humana aliada a fuerza divina = Esmirna (2, 9)
y Filadelfia (3, 8).
Conservación de la fe a pesar del enemigo = Pérgamo (2, 13)
y Tiatira (2, 19).