lunes, 28 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 3: Israel Congregado sobre la Tierra (fin del libro)

 Apéndice 3: Israel Congregado sobre la Tierra 

Entre las profecías del Antiguo Testamento, no hay ninguna más precisa ni numerosa que las que conciernen al restablecimiento de Israel sobre la tierra prometida. 

Estas profecías sobrepasan por mucho la restauración parcial que vino después de la cautividad de Babilonia. Pedimos a los que todavía no están completamente convencidos que lean atentamente algunos de los textos de la Biblia, cuyas referencias traemos aquí: 

Las Promesas de Dios a los Patriarcas 

A Abraham: Gén. XII, 27; XIII, 14-17; XV, 18-21; XVII, 8.

A Isaac: Gén. XXVI, 1-5.

A Jacob: Gén. XXVIII, 1-15; XXXV, 10-12.

 

Delimitación del país prometido 

A Abraham: Gén. XV, 18-21.

A Moisés: Ex. XXIII, 31; Núm. XXXIX, 1-12; Deut. XI, 24; XXXIV, 1-4.

A Josué: Jos. 1, 2-4.

 

El país no fue poseído por Israel, casi por completo, más que bajo el reino de Salomón 

III Rey. IV, 21; II Par. IX, 26.

 

Castigos anunciados en caso de desobediencia 

Lev. XXVI, 14-39; Deut. IV, 26-28; XXVIII, 15-68; XXXI, 16-18.

 

Promesas de recuperación, restauración, tierra recuperada 

En tiempos de Moisés: Lev. XXVI, 40-45; Deut. IV, 30-31; XXX, 1-10. 

En tiempos de David: II Rey. VII, 10-11; Sal. L, 20; CI, 17. 

En tiempos de Isaías: Is. II, 2-5; IX, 6; 10.20-23; XI, 10-16; XXVII, 11-13; XXXIII, 17-24; XLIII, 1-13; XLIX, 8-26; LIV, 1-17; LX, 1-22; LXI, 1-11; LXII, 1-12; LXV, 8-10; LXVI, 10-14. 

En tiempos de Jeremías: Jer. III, 12-19; XI, 4-5; XXIII, 3-8; XXX, 1-24; XXXI, 1-40; XXXII, 37-44; XXXIII, 7-18; L, 2-5.19-20. 

En tiempos de Ezequiel: Ez. VI, 9; XX, 40-44; XXVIII, 25-26; XXXIV, 8-16; XXXV, 31; XXXVI, 8-12.22-38; XXXVII, 1-28; XXXIX, 25-29.

Los cap. XL-XLVIII de Ezequiel dan los detalles de la reconstrucción del Templo y de la división del territorio por las tribus. 

Si Daniel no tiene una profecía sobre la restauración de Israel es porque ha como sellado las profecías por medio de las setenta Semanas de años (Dan. IX, 24-27).

 

Los pequeños Profetas: 

Am. IX, 11-15.

Joel II, 18-32; III, 1-21.

Os. I, 10-11; II, 14-23; III, 4-5.

Miq. IV, 1-7; VII, 8-20.

Sof. III, 8-20.

Zac. II, 4-13; III, 9; VIII, 1-8.12-13.20-23; X, 6-12; XII, 7-14; XIII, 1-9; XIV, 1-21.

Mal. III, 10-12.

 

En el Nuevo Testamento 

Rom. XI, 13-32.

Hech. XV, 13-17.

jueves, 24 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (VI de XVIII)

 IV. - TEOLOGÍA POSITIVA - HISTORIA DE LOS DOGMAS O DE LAS DOCTRINAS - CRÍTICA HISTÓRICA 

El P. Billot es incomparable en la especulación dogmática, donde la fuerza de su síntesis sabe conciliar y fundir tan bien la doctrina del Ángel de la Escuela con los progresos realizados desde el siglo XIII. Pero se ha afirmado que en su enseñanza no dio un lugar suficientemente amplio a la teología positiva, a la historia de los dogmas, a la crítica histórica. En efecto, el P. Billot no mezclaba las disciplinas ni los métodos. Enseñaba, según su propia norma, la teología racional que, en la jerarquía de las disciplinas, ocupa el primer lugar. Los datos de la teología positiva y de la historia de las doctrinas son ciertamente necesarios como base para cualquier obra de teología especulativa. El cardenal Billot no lo ignoraba. También sabía que un curso de teología fundamental y un curso de historia del dogma eran enseñados en la Universidad Gregoriana y seguidos por los estudiantes simultáneamente al suyo.

Sus tratados no estaban destinados a extraer de las fuentes de la Revelación las tesis doctrinales que enseñaba. Además, las pruebas de la Escritura y de la Tradición habían sido expuestas ampliamente por Franzelin, su predecesor, por lo que no tenía que volver a los estudios puestos a disposición de todos y fácilmente consultados en autores de menor importancia, como en las obras del P. Pesch. El objeto de la enseñanza del P. Billot era demostrar que los dogmas establecidos por el recurso a la Escritura y a la Tradición, no ofreciendo a la razón humana ninguna afirmación evidentemente contraria a sus datos, podían ser objeto de asentimiento intelectual y no susceptibles de mera adhesión del sentimiento. No tenía necesidad de recopilar las pruebas de la Escritura y de los Padres para lograr su propósito. Habría perdido el tiempo en hacerlo, sin formar a sus alumnos, cuando en las decisiones de los Papas y concilios, el magisterio vivo de la verdad revelada había puesto la materia en su lugar. Le convenía tomar las fórmulas dogmáticas tal como se proponen a la fe en los cánones conciliares o las definiciones que las ponen directamente al alcance de las inteligencias. Lo hizo, y le debemos una magnífica síntesis del dogma, concebida en relación con la gran herejía de nuestro tiempo: el racionalismo. No se puede reprochar al P. Billot el haber sacrificado su exégesis y argumentos de tradición, como no se puede reprochar al escriturista el no haber dado las afirmaciones doctrinales en la forma última, distinta y explícita que tomaron, al final del crisol de las discusiones conciliares.

El dogma, sin duda, es objeto de historia. Los historiadores del dogma sitúan los textos en el contexto histórico del tiempo, el entorno y las circunstancias, operaciones todas ellas que no pertenecen al trabajo teológico. Lo mismo hay que decir de la crítica histórica, que proporciona un conjunto de reglas que garantizan la lectura e interpretación de los documentos para el conocimiento exacto de los acontecimientos.

domingo, 20 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 2: El Nacimiento Virginal del Mesías y las dos Genealogías

 Apéndice 2: El Nacimiento Virginal del Mesías y las dos Genealogías

 El Mesías Rey debía pertenecer a la casa de David. Este gran anuncio fue hecho al mismo David por medio del profeta Natán (II Rey. VII, 16), confirmado con juramento (Sal. LXXXVIII, 3-4.35-37) y reafirmado a Israel por Jeremías cuando el pueblo cayó en idolatría (Jer. XXXIII, 14-26). 

“Nunca faltará a David un descendiente

Que se siente sobre el trono de la casa de Israel” (v. 17). 

Y este hombre será llamado “Jehová, justicia nuestra” (XXIII, 6). Jeremías habla, pues, de un rey futuro, descendiente de David, pero en términos tan elevados que no pueden convenir más que a aquel de quien Isaías dice que será el Emmanuel, es decir Dios con nosotros. 

“He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is. VII, 14; cf. Mt. I, 23). 

La duda, por otra parte, no es posible, pues el mismo profeta precisó que el niño será rey, sentado sobre el trono de David: 

“Porque un Niño nos ha nacido,

Un Hijo nos ha sido dado,

Que lleva el imperio sobre sus hombros...

Se dilatará su imperio, y de la paz no habrá fin.

(Se sentará) sobre el trono de David

Y sobre su reino... desde ahora para siempre jamás” (Is. IX, 6-7).

Este anuncio se vuelve perfectamente claro si se relaciona con las palabras del ángel Gabriel a María: 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (V de XVIII)

 TRATADO SOBRE EL PECADO ORIGINAL

En esta tesis, el P. Billot analiza, en primer lugar, la noción de pecado en general, que incluye siempre un acto desordenado y un estado moralmente defectuoso consecutivo a este acto, y que designa, según los casos, uno u otro. Señala que ambos se encuentran en el pecado original: el acto en Adán, el estado en los hijos de Adán. El pecado original es, por lo tanto, un verdadero pecado.

Pero, continúa, "el pecado original tiene como nota distintiva que no es un pecado de la persona, sino de la naturaleza". Y comienza un análisis perfectamente luminoso de esta noción capital del pecado de la naturaleza.

Análisis negativo… ¿no imaginaron algunos que Adán fue, por un decreto positivo de Dios, constituido como cabeza moral o jurídica de la humanidad? En otras palabras: Dios había dictaminado, de forma muy arbitraria, que la voluntad de Adán contendría legalmente la voluntad de todos sus descendientes, de modo que todo lo que él hiciera para bien o para mal, sus descendientes deberían de haberlo hecho en él y con él. El cardenal muestra que tal teoría reduce el pecado de la naturaleza a una variedad de pecado personal, y, al mismo tiempo, hace del pecado original un dogma perfectamente ininteligible e injusto.

Análisis positivo… En lugar de recurrir a este decreto arbitrario e inicuo, constituyendo a Adán como cabeza legal o moral de la humanidad, ¿por qué no ver en él simplemente lo que es por la fuerza de las cosas: el padre, y, en consecuencia, la cabeza de la humanidad, en quien se resume como en su principio?

Ahora bien, Dios quiso que, en él, desde el principio, la naturaleza se adornara con la gracia. Pero, y aquí está el punto crucial, Dios quiso que la gracia adornara la naturaleza en Adán, no como naturaleza individual solamente, sino como naturaleza colectiva, si se puede hablar así; que Adán la poseyera, no como individuo solamente, sino como padre y cabeza de la humanidad; que estuviera en Adán, no como una cualidad individual solamente, sino como una propiedad de la especie, como una herencia familiar, para ser transmitida con la naturaleza humana y, en el pensamiento de Dios, inseparable de ella. En otras palabras, en el orden actual, Dios sólo quiere conocer una naturaleza humana: la naturaleza humana en estado de gracia. En estado de gracia, tal como se lo da a Adán, y tal como quiere que Adán lo transmita.

sábado, 12 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Apéndice 1: Del Primer al Segundo Adán

 Apéndice 1: Del Primer al Segundo Adán 

A. Adán Rey –Primer Adán (I Cor. XV, 45), Eva hueso de sus huesos y carne de su carne, reina con Adán (Gén. I, 28; II, 23). 

B. Satanás Tentador (la Serpiente). Seducción (Gén. III). 

C. Promesa de Salvación (Gén. III, 15). Las profecías de la Primera Venida. 

D. Primera Venida: Evangelio del Reino rechazado por Israel. 

Israel Dispersado (Deut. XXVIII, 64-68). Rey rechazado; corona de espinas; cruz (Lc. XIX, 14; Mt. XXVII, 29-31). Tiempo de gracia: ni judío ni griego, Cristo es todo en todos (Col. III, 11). 

E. La Iglesia, Cuerpo de Cristo (Ef. I, 23) 

Israel Congregado (Deut. XXX, 1-5). Rey reconocido; corona de oro; trono (Rom. XI, 25; Apoc. XIV, 14). 

D’. Segunda Venida: Evangelio del Reino recibido por Israel. 

C’. Cumplimiento de las Promesas: Las profecías de la Segunda Venida. 

B’. Satanás Encadenado: (la Serpiente antigua). No hay más seducción (Apoc. XX, 1-3). 

A’. Cristo Rey –Segundo Adán (I Cor. XV, 45). La Iglesia que “es su Cuerpo”, reina con Cristo (Ef. V, 25-32; Apoc. V, 10; XX, 4).

La perfección del Plan de Dios aparece en la correspondencia de los miembros del cuadro, donde A corresponde a A’; B a B’ etc.

martes, 8 de noviembre de 2022

El Cardenal Billot, Luz de la Teología, por el R. P. Henri Le Floch, S. SP., (IV de XVIII)

 III. - OBRAS 

Los tratados teológicos del cardenal Billot marcan una fecha en la enseñanza de la teología. Forman un templo de la ciencia sagrada donde se acumulan tesoros, un arsenal, se podría decir también, donde, para el presente y el futuro, los defensores de la verdad encontrarán armas en el patrimonio intelectual que ha constituido, y en el principio de desarrollo que ha establecido. Su doctrina y su método son más necesarios que nunca, si queremos salvar las mentes del diluvio de errores u opiniones estériles bajo el que están sumergidas.

Estas obras no pueden dejar de ser apreciadas por cualquier mente verdaderamente teológica. La lista es larga[1]. La obra de Santo Tomás es su punto de partida y su punto de apoyo. Proporciona, en perfecto orden, el marco y esqueleto de los tratados. Entonces, el ilustre teólogo se libera de cualquier solución a priori; adopta una posición larga e integral, ampliando y simplificando la cuestión al mismo tiempo, agarrando el problema en su centro con toda la riqueza de su ciencia. Somete la idea principal a un examen cuidadoso y minucioso en la descripción analítica de los conceptos, para deducir, a la luz de los principios establecidos, con una lógica inflexible, el desarrollo de las pruebas por grupos de argumentos. En sus tratados, apoya toda su doctrina en unos pocos principios muy simples a los que se vinculan todas sus tesis, cuya construcción revela siempre la alianza de un método riguroso con una metafísica profunda y audaz. En su progreso, aprovecha todo para iluminar su pensamiento y, recordando a menudo los principios que iluminan toda la teología, sienta las bases de una doctrina inconmovible. Los párrafos bien proporcionados destacan siempre la solución central.

En sus prolegómenos filosóficos, que sirven de faro para la especulación teológica, tiene presente la recomendación de León XIII: Qui vere philosophare volant, primordia ac fundamenta doctrinæ in Thoma Aquinate ponant [Los que realmente quieran filosofar, pongan los principios y fundamentos de la doctrina en Santo Tomás] (Carta al Min. General de la F. F. Min., 25 nov. 1898).

Las tesis se suceden en proporciones armoniosas con exposiciones siempre claras y vigorosas, en las que se libera de las ataduras formadas por una masa de documentación inútil, de superfluidades vanas, a veces perjudiciales, de tantos autores o comentadores con interminables argucias. Agrupa las dificultades más características y las responde en unas pocas fórmulas escuetas y muy concisas. Nada de alegaciones sin pruebas, nada de frases vagas y retóricas, la palabra expresa exactamente el pensamiento. El pensamiento es claro y luminoso, las definiciones precisas, el razonamiento apodíctico, despejado sin ser sutil, profundo sin ser obscuro. Todo se desarrolla en un máximo de lucidez, coherencia y sublime acuerdo entre la razón y la fe.

La teología deberá seguir el camino que ha redescubierto, y sus obras no pueden dejar de ser una de las fuentes más ricas del pensamiento cristiano. A León XIII le gustaba repetir: 

"No hay problema que se plantee ante la conciencia moderna que no encuentre en Santo Tomás, a menudo la solución verdadera y adecuada, y siempre los principios necesarios para resolverlo". 

Dos ejemplos bastarán, en un breve análisis, para poner de relieve el modo de proceder del ilustre teólogo. Las tomamos de las tesis en las que, según la opinión general, después de haber criticado victoriosamente a los teólogos recentistas, ha expuesto claramente y demostrado sólidamente las tesis de los antiguos. Se trata de la esencia del pecado original y de la transubstanciación.



 

[1] He aquí una lista de las obras del cardenal Billot con la fecha de la primera edición impresa: De Verbo Incarnato, 1892; De Sacramentis, vol. I, 1893; De peccato personali, 1894; De Sacramentis, vol. II, 1895; De Deo uno, Deo trino, 1895; De Ecclesia Christi, vol. I, 1898, reeditado en 1927; De virtutibus infusis, 1901; De novissimis, 1902; De inspiratione Sacræ Scripturæ, 1903; De sacra Traditione, 1904, reeditado en 1922 y en 1929 con el título De immutabilitate traditionis; De Ecclesia, vol. II, 1910, reeditado en 1929; De peccato originali, 1912; De gratia, 1912, edición completa en 1921.

La séptima edición de De Verbo Incarnato apareció unas semanas antes de su renuncia al cardenalato. Desde entonces, ha aparecido la 5 edición del vol. I de De Ecclesia, seguida de la 4 edición de De virtutibus infusis y De Inspiratione, etc. Además, en francés, en Études, se publicaron diez artículos de 1917 a 1919, que trataban sobre la Parusía; luego diez artículos de 1919 a 1923, relativos a la Providencia de Dios y al número infinito de hombres fuera de la vía normal de salvación. También publicó varios artículos en Gregorianum, la revista de la Universidad Gregoriana.

viernes, 4 de noviembre de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Segunda Parte: Y no aprenderán más la Guerra

 7) Y no aprenderán más la Guerra 

Los triunfos del Reino pacífico del Mesías forman el haz profético más espléndido que los videntes de la Antigua Ley hayan recibido. 

Sin embargo, terminaremos nuestro estudio junto a la orilla de los tiempos del restablecimiento para el pueblo de Israel, para las naciones regeneradas y para la misma tierra. 

Hemos alcanzado nuestro objetivo. No queremos desplegar el “rollo del Libro” más que hasta la venida del Reino de Dios, reservando para un estudio ulterior el desarrollo del Reino mesiánico y la venida de “la edad de las edades”, el de los nuevos cielos y nueva tierra, colocados en relación con la caída inicial del querubín protector y de sus ángeles. 

El Reino mesiánico será edificado sobre la justicia y la paz. 

Los terribles efectos de la justa cólera divina, que hemos contemplado, nos invitan, en conclusión, a mirar hacia la paz y el amor de la edad venidera. 

El “pacifismo”, el “internacionalismo”, el “comunismo”, no son utopías sino en las condiciones de nuestra sociedad moderna; so capa de nobles sentimientos disimulan muy a menudo una secreta ruindad. Pero será muy diferente para los que vivan en los tiempos del Reino: la paz reinará entonces y el amor fraterno inspirará la conducta de todas las personas. Será un tiempo maravilloso, donde no se aprenderá más la guerra, donde los hombres pondrán todo en común (Hech. IV, 32), donde Israel y las Naciones estarán unidos bajo el mismo Rey. El “Rey de los Judíos” (Mt. II, 2; XXVII, 37) será también el “Rey de las Naciones” (Apoc. XV, 3). 

“Él (el Mesías) será árbitro entre las naciones,

Y juzgará a muchos pueblos;

Y de sus espadas forjarán rejas de arado,

Y de sus lanzas hoces.

No alzará ya espada pueblo contra pueblo,

Ni aprenderán más la guerra” (Is. II, 4).