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viernes, 15 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (IX de IX)


Hasta aquí el testimonio de los teólogos. Para terminar es muy interesante observar esta verdad reflejada en el simbolismo de la fracción de la hostia.[1]

“Según el rito romano, el pan consagrado siempre se ha dividido en tres partes: según la práctica actual, a todas las consume el sacerdote, las dos más grandes juntas y la más pequeña junto con la preciosa sangre en la cual fue puesta. En los primeros siglos la costumbre era otra. Como las hostias eran mucho más grandes, cada una de estas partes estaba subdividida en muchas otras y se empleaban de diversa manera: se distribuían a los asistentes, eran llevadas a los ausentes[2], o bien conservadas para el sacrificio siguiente. La participación en la misma hostia era mirada como una marca excelente y un signo de comunión eclesiástica; para conservarla o como prueba de la comunión, el Papa y los Obispos enviaban a otros Obispos e incluso a sacerdotes, pequeñas partes de hostias consagradas; y los que la recibían las ponían en el cáliz y así las consumían.

El simbolismo de la división de la hostia en tres partes se interpreta diversamente (…) la más de las veces (se la relaciona) con su Cuerpo Místico, representado por su cuerpo verdadero, a saber: la Iglesia Militante, Sufriente y Triunfante. Aquí también se encuentran divergencias en la interpretación”.[3]


Santo Tomás, III, q. 83.

Artículo 5: ¿Son oportunas las ceremonias que se hacen en la celebración de este sacramento?

sábado, 9 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VIII de IX)


Iglesia Triunfante

1) Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos en memoria de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo; y a honra de la bienaventurada siempre Virgen María, y de San Juan Bautista, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de estos Santos, y de todos los Santos; para que redunde en honra de ellos, y en nuestra salvación; y para que se dignen interceder por nosotros en el cielo aquellos cuya memoria veneramos en la tierra. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor”[1].

2) Unidos por la comunión y venerando primeramente la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y también la del Bienaventurado José, Esposo de la misma Virgen, y la de tus Santos Apóstoles y Mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; por cuyos méritos y ruegos concédenos que en todo seamos fortalecidos con el auxilio de tu protección. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén[2].

I) Concilio de Trento.[3]

Y si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra celebrar algunas Misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo, no enseña que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios solo que los ha coronado [Can. 5]. De ahí que tampoco el sacerdote suele decir: “Te ofrezco a ti el sacrificio, Pedro y Pablo”, sino que, dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra”

II) P. N. Gihr.[4]

domingo, 3 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VII de IX)


Iglesia Sufriente

1) Recibe, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, esta hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, Dios mío, vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias; y por todos los circunstantes; y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos; a fin de que a mí y a ellos aproveche para la salvación y vida eterna. Amén[1].

2) “Acuérdate también, Señor, de tus siervos y siervas N. y N., que nos precedieron con la señal de la fe, y duermen el sueño de la paz. A éstos, Señor, y a todos los que descansan en Cristo, rogámoste les concedas el lugar de refrigerio, de luz y de paz. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén”[2].

3) Séate agradable, ¡oh Santa Trinidad!, el homenaje de tu siervo, y este sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los ojos de tu Majestad, te sea aceptable, y a mí y a todos aquellos por quienes lo he ofrecido sea, por tu piedad, propiciatorio. Por Cristo Nuestro Señor. Amén[3].

I) Concilio de Trento.

“Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y por los difuntos…”[4].


II) P. N. Gihr.

lunes, 28 de enero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VI de IX)


2) Parte Pasiva (por quiénes se ofrece):

a) Recibe, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, esta hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, Dios mío, vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias; y por todos los circunstantes; y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos; a fin de que a mí y a ellos aproveche para la salvación y vida eterna. Amén[1].

b) Ofrecémoste, Señor, el cáliz de salvación… por nuestra salvación y la de todo el mundo. Amén”[2].

c)Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos… para que redunde… en nuestra salvación[3].

d) Reciba el Señor… este Sacrificio… para provecho nuestro y de toda su santa Iglesia[4].

e) “A Ti, ¡Padre clementísimo!, por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, humildemente rogamos y pedimos que aceptes y bendigas estos dones, estas ofrendas, estos santos y puros sacrificios; los cuales te ofrecemos primeramente, por tu Santa Iglesia católica, para que te dignes pacificarla, protegerla, mantenerla unida y gobernarla por toda la redondez de la tierra, juntamente con tu siervo nuestro Papa N., nuestro Obispo N., y todos los que profesan íntegramente la fe católica y apostólica[5].

f)Séate agradable, ¡oh Santa Trinidad!, el homenaje de tu siervo, y este sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los ojos de tu Majestad, te sea aceptable, y a mí y a todos aquellos por quienes lo he ofrecido sea, por tu piedad, propiciatorio. Por Cristo Nuestro Señor. Amén[6].

I) Concilio de Trento.

martes, 22 de enero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (V de IX)


Por lo dicho hasta aquí se puede ver que existe una relación esencial entre la Santa Misa y la Iglesia en su triple status: Militante, Purgante y Triunfante, razón por la cual nos parece que no está de más indagar qué es lo que la Misa dice al respecto.

Antes que nada, debe tenerse presente que en lo que respecta a la Iglesia Militante, hay que hacer una doble distinción, a saber, aquellos que la ofrecen y aquellos por los cuales se ofrece, mientras que en el caso de la Iglesia Sufriente y Triunfante se dice por ellos y en su honor respectivamente.

Por último, téngase en cuenta, y esto es casi un lieu commun, que todas las citas tomadas de la Misa son a partir de lo que se conoce como la Misa de los fieles[1], es decir, con el comienzo del ofertorio después del Credo y esto es así ya que a la llamada Misa de los Catecúmenos podían ingresar también los no-miembros de la Iglesia, pues, como es sabido, esta primera parte de la Misa tiene un carácter más bien didáctico.

Como señala Gihr:

“Los liturgistas de la Edad Media llamaban a menudo a esta segunda parte Missa, la Misa por excelencia”.[2]

Iglesia Militante

1) Parte Activa (quién ofrece):

a)Ofrecémoste, Señor, el cáliz de salvación, implorando tu clemencia…”[3].

b) Y de tal manera sea ofrecido hoy nuestro sacrificio en tu presencia…”[4].

c) Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos…”[5].

d) “Orad, hermanos, para que este Sacrificio mío y vuestro…”[6].

e) “Por los cuales te ofrecemos, o ellos mismos te ofrecen[7].

f)Rogámoste, pues, Señor, recibas propicio esta ofrenda de nuestra servidumbre y también de todo tu pueblo[8].

g) “Por tanto, Señor, nosotros, tus siervos, y tu pueblo santoofrecemos a tu excelsa Majestad de tus propios dones y dádivas, la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada… etc.”[9].

miércoles, 6 de septiembre de 2017

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino (IV de IV)

ANEXO I

Libro IV

Cap. VI

Sobre el Pontífice como persona privada

Cuarta proposición: “Es probable y puede creerse piadosamente, no solo que el Sumo Pontífice no puede errar en cuanto Pontífice, sino que tampoco puede ser hereje como persona particular, creyendo pertinazmente algo falso contra la fe”.

En primer lugar, se prueba porque así parecería requerirlo la suave disposición de la providencia de Dios. Pues el Pontífice, no sólo no debe ni puede predicar la herejía, sino que debe enseñar siempre la fe, y sin dudas eso hace puesto que el Señor le ordenó confirmar a sus hermanos, y por eso agregó: he rogado por ti para que tu fe no desfallezca (Lc. XX, 31), es decir, la predicación de la verdadera fe no defeccionará al menos en tu trono; pero ¿cómo, pregunto, el Pontífice hereje confirmará los hermanos en la fe y siempre predicará la verdadera fe? Es cierto que Dios puede sacar la confesión de la verdadera fe de un corazón hereje, como una vez puso palabras en boca de la burra de Balaam, pero sería violento y no según la costumbre de la providencia de Dios que todo lo dispone con suavidad.

En segundo lugar, se prueba por los hechos, pues hasta aquí ninguno fue hereje o ciertamente de ninguno se puede probar que lo haya sido; por lo tanto, es un signo de que no puede serlo. Para más argumentos, ver Pighi.


ANEXO II

Billot, De Ecclesia, vol. I, (1927),
Quaestio XIV, Thesis XXIX, pag. 630-631

lunes, 21 de agosto de 2017

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino (III de IV)

Finalmente, los Padres enseñan comúnmente, no sólo que los herejes están fuera de la Iglesia, sino también que carecen por el mismo hecho (ipso facto) de toda jurisdicción y dignidad eclesiástica.

Cipriano[1]: “Decimos que absolutamente ningún hereje ni cismático tiene potestad y derecho”; y en lib. II, epist. 1 dice que los herejes que vuelven a la Iglesia deben ser recibidos como laicos, aunque antes hayan sido sacerdotes u Obispos en la Iglesia. Optato[2] enseña que los herejes y cismáticos no pueden tener las llaves del reino de los cielos, ni atar o desatar; también Ambrosio[3] y Agustín[4]; lo mismo enseña Jerónimo[5]: “No es que los que habían sido herejes puedan ser obispos, sino que consta que los que fueron recibidos no habían sido herejes”.

El Papa Celestino I[6]: “Si alguien, dice, fue excomulgado o expulsado por el Obispo Nestorio o alguno de los que lo siguen desde que comenzaron a predicar tales cosas, sea de la dignidad de obispo o de clero, es manifiesto que ha permanecido y permanece en nuestra comunión y no lo juzgamos removido: ya que no podía remover a nadie con su sentencia aquel que ya se había mostrado a sí mismo digno de ser removido”.

Y en la epístola al Clero de Constantinopla: “La autoridad, dijo, de nuestra sede sancionó que nadie, sea Obispo, Clero o cristiano por alguna profesión, que haya sido expulsado de su lugar o excomulgado por Nestorio o alguno de sus seguidores, desde que comenzaron a predicar tales cosas, sea tenido por expulsado o excomulgado, ya que aquel que se animó a predicar tales cosas, no puede expulsar o excomulgar a nadie”.

viernes, 4 de agosto de 2017

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino (II de IV)

La cuarta opinión es la de Cayetano[1] donde enseña que el Papa que es hereje manifiesto no es depuesto por el mismo hecho (ipso facto) sino que puede y debe ser depuesto por la Iglesia; la cual sentencia, según mi opinión, no puede defenderse. Pues, en primer lugar, que el hereje manifiesto esté depuesto por el mismo hecho (ipso facto), se prueba por medio de la autoridad y de la razón.

La autoridad es S. Pablo, que en la epístola a Tito, cap. III ordena que el hereje, después de dos correcciones, es decir, después que se muestre manifiestamente pertinaz, debe ser evitado, y lo entiende antes de toda excomunión y sentencia del juez, como allí mismo escribe Jerónimo, donde dice que los otros pecadores son excluidos de la Iglesia por medio de la sentencia de excomunión, mientras que los herejes por sí se alejan y separan del cuerpo de Cristo: pero el Papa que permanece como tal, no puede ser evitado, pues ¿cómo evitaremos a nuestra cabeza? ¿cómo nos alejaremos de un miembro unido a nosotros?

La razón, en efecto es certísima: el no-cristiano no puede en modo alguno ser Papa, como confiesa el mismo Cayetano en el mismo libro, cap. 26 y la razón es que no puede ser Cabeza el que no es miembro; y no es miembro de la Iglesia el que no es cristiano; pero el hereje manifiesto no es cristiano como claramente enseña Cipriano[2], Atanasio[3], Agustín[4], Jerónimo[5], y otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser Papa.

Responde Cayetano[6] que el hereje no es cristiano simpliciter sino secundum quid, puesto que dos son las cosas que hacen al cristiano: la fe y el carácter; entonces el hereje, al perder la fe, todavía retiene el carácter y en razón del mismo todavía se adhiere de algún modo a la Iglesia y es capaz de jurisdicción; por lo tanto, todavía es Papa pero debe ser depuesto; ya que por la herejía está dispuesto, con disposición última, a no ser Papa, de la misma forma que se encuentra el hombre, no muerto sino en las últimas instancias.

miércoles, 19 de julio de 2017

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino (I de IV)

El Papa hereje, por San Roberto Belarmino

Nota del Blog: Hasta donde sabemos, el famoso capítulo donde San Roberto trata las diferentes opiniones sobre la cuestión del Papa hereje no ha sido traducido al español, con lo cual buscamos, de esta manera, que los lectores de habla hispana tengan a su alcance este preciado material.

Existen pasajes más o menos largos de este capítulo, sobre todo en la reconocida obra de Xavier da Silveira y que fuera traducida a los principales idiomas (ver AQUI).

Al final se incluyen dos Anexos.


TERCERA CONTROVERSIA GENERAL

SOBRE EL ROMANO PONTIFICE

Libro II

Cap. XXX

Se resuelve el último argumento, y se trata la cuestión: si el Papa hereje puede ser depuesto[1].

Objeción décima. El Pontífice, en caso de herejía puede ser juzgado y depuesto por la Iglesia, como consta en la dist. 40, can. Si Papa; por lo tanto, el Pontífice está sujeto al juicio humano, al menos en algún caso.

Respondo: sobre este tema hay cinco opiniones.

La primera es de Alberto Pighi[2] donde afirma que el Papa no puede ser hereje; por lo tanto, no puede ser depuesto en ningún caso; la cual afirmación es probable, y puede ser defendida fácilmente, como luego mostraremos en su momento[3]. Sin embargo, como no es cierta, y la opinión común es la contraria, es preciso ver qué hay que responder si el Papa puede ser hereje.

La segunda opinión es, pues, que el Papa por lo mismo (eo ipso) que cae en herejía, incluso meramente interna, está fuera de la Iglesia y es depuesto por Dios, por lo cual puede ser juzgado por la Iglesia, es decir, ser declarado depuesto por derecho divino, si todavía rechaza ceder. Esta es la opinión de Juan de Torquemada[4], pero para mí no lo prueba. Pues la jurisdicción se da al Pontífice por Dios, pero con la intervención de los hombres, como es obvio ya que, por medio de los hombres, este hombre que antes no era Papa, comienza a ser Papa: por lo tanto, no es quitado por Dios sino por el hombre: pero el hereje oculto no puede ser juzgado por el hombre; ni él quiere dejar espontáneamente esa potestad. Agréguese que el fundamento de esta opinión es que los herejes ocultos están fuera de la Iglesia, lo que es falso y que prolijamente mostraremos en el lib. I de Eccl.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La Santidad como Nota de la Iglesia (II de II)


Nota del Blog: terminamos aquí este hermoso trabajo de Mons. Fenton sobre la nota de santidad. La primera parte puede verse AQUI

Pius P.P. XII

La sociedad de los discípulos de Cristo está dotada, según la enseñanza de Nuestro Señor, de una santidad manifiesta y dinámica como cuerpo. Esta santidad es completamente evidente en la actividad social de la Iglesia Católica, y sólo en ella. La actividad comunitaria básica de la Iglesia es el Sacrificio Eucarístico sobre el cual gira todo su sistema sacramental. El Sacrificio Eucarístico es la expresión efectiva de la oración o petición a Dios por parte de la Iglesia. La oración central de la Iglesia se encuentra en las peticiones de la Misa y de los otros libros litúrgicos. Estas peticiones, a su vez, son las expresiones de la intención o deseos de la Iglesia en este mundo. La enseñanza auténtica y reconocida de la Iglesia, a través de su jerarquía, constituye la interpretación destas peticiones. De aquí que podemos buscar en las peticiones de la Misa y en la enseñanza oficial de la Iglesia, la expresión de la caridad o santidad que, según la afirmación explícita de Cristo, iba a constituir un signo del status desta sociedad como la vera compañía de sus discípulos.

martes, 18 de septiembre de 2012

La Iglesia Católica y la Salvación, por J.C. Fenton. Capítulo II (III de III)


El Dogma y el Error de Quesnel

 Cuando la Unam Sanctam nos enseña que no puede haber remisión de los pecados fuera de la Iglesia Católica, de hecho nos está diciendo, que es imposible obtener la vida de la gracia santificante o vivir esa vida fuera deste reino sobrenatural de Dios. Lo que hace es exponer la verdad divinamente revelada de que, por institución de Dios, la vida de la gracia santificante se posee y deriva de parte de Nuestro Señor hacia aquellos que están unidos con Él, que permanecen el Él, en su Cuerpo Místico, que es la Iglesia Católica.
En este punto debemos ser especialmente claros, tanto en los conceptos como en la terminología. Lo que la Unam Sanctam ciertamente implica, al declarar la necesidad de la Iglesia para la remisión de los pecados, es la verdad que la vida de la gracia santificante y del habitus sobrenatural de la gracia santificante sólo pueden ser obtenidos y poseídos dentro de la Iglesia. De todas formas, a la luz de la doctrina Católica, es cierto y obvio que las gracias actuales se ofrecen y son recibidas por aquellos que están definitivamente “fuera de la Iglesia”, en el sentido en que se emplea este término en los documentos eclesiásticos que establecen el dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación eterna. De hecho la proposición de que “fuera de la Iglesia no se concede ninguna gracia” (extra ecclesiam nulla conceditur gratia)” es una de las tesis explícitamente condenadas por Clemente XI en su constitución dogmática Unigenitus, promulgada el 8 de Septiembre de 1713 y dirigidas contra las enseñanzas de Pascasio Quesnel[1].

viernes, 20 de julio de 2012

El Censo Parroquial y la Pertenencia a la vera Iglesia, J. C. Fenton

Nota del Blog: siguiendo con las publicaciones de Mons. Fenton, presentamos ahora un interesante trabajo sobre las distintas teorías esbozadas por los teólogos en lo que respecta a la pertenencia a la Iglesia, como así también las consecuencias que cada una déllas tiene con respecto a la visibilidad de la Iglesia. El punto de vista desde el cual aborda esta temática es del todo original y creemos que la conclusión a la que arriba es del todo cierta.
   English note: this post is the translation of Fenton´s "The Parish Census-List and Membership in the True Church". The original may be seen HERE 

Mons. J.C. Fenton

El censo parroquial y la pertenencia a la vera Iglesia

Autor: Monseñor Joseph C. Fenton, American Ecclesiastical Review CXXII, pág. 300-311. Año 1950.

Desde mediados del siglo XVI, la cuestión sobre la posibilidad que los herejes o infieles ocultos puedan ser realmente miembros de la Iglesia Católica ha sido discutida y disputada por los teólogos. Aunque S. Roberto Belarmino de ninguna manera fue el primer escritor en haber enseñado explícitamente que estos herejes ocultos puedan ser miembros de la Iglesia, sin embargo fue el primero en haber reunido las pruebas teológicas usualmente empleadas por los escritores que le sucedieron en favor de esta tesis.[1] Los argumentos contra S. Roberto sobre este tema fueron reunidos por Suárez, Tanner, Wiggers y Sylvio.[2] Además de una distinción sugerida por Pedro Dens durante el siglo XVIII y una definitiva contribución hecha por el Cardenal Billot, [3] asombrosamente ha habido poco progreso en el estudio desta cuestión desde mediados del siglo XVII. [4]

jueves, 5 de julio de 2012

El Primado de San Pedro según las Escrituras

Nota del Blog: Las siguientes páginas son un resumen de las pruebas escriturísticas del primado de San Pedro, tomadas de San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, Libro I, capítulos 17-23.

Tibi dabo claves regni cælorum


PRUEBAS DEL PRIMADO DE SAN PEDRO DE LAS ESCRITURAS.

    Además de los textos muy conocidos de Mt. XVI y Juan XXI en los que se promete/da a San Pedro el Primado (exégesis común de los Santos Padres), en el mismo Texto sagrado pueden encontrarse numerosas prerrogativas (prácticamente cada vez que se lo nombra), que si bien tomados individualmente pueden no decir mucho, todas juntas indican, por lo menos, algo especial con respecto a los demás y son las siguientes:

1) Del texto: “Pero Él les dijo: “Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación y los que ejercen poder sobre ellas son llamados bienhechores. No así vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el menor; y el que manda como quien sirva”, sin dudas puede verse que hay uno entre ellos que está por sobre los demás. (Lc. XXII; 25-26).

2) En las 4 listas de los 12 Apóstoles que traen Mt. X; 2-4; Mc. III; 16-19; Lc VI; 14-16 y Hechos I; 13, S. Pedro aparece siempre en primer lugar.