§ IV. — Consecuencias
del pecado venial con relación al prójimo
El sentimiento de la responsabilidad está muy poco
desarrollado en nosotros; nuestra ligereza tiene la culpa, no nos gusta profundizar.
Pero si del mal que no se percibe no se es culpable, no por eso deja de producir
sus malos efectos.
1º — En sentido general, puede decirse que
todos nuestros, pecados veniales son nocivos a los demás; todos, aun aquellos que
sólo nosotros conocemos. La razón es fácil de comprender. Lo que nos disminuye,
lo que nos debilita, lo que nos priva de la gracia, nos convierte en menos
aptos para cumplir con nuestros deberes, cualesquiera que sean. Nuestra
insuficiencia nos deja inferiores a la tarea impuesta; no se falta impunemente,
por ejemplo, a la prudencia, a la bondad o al valor.
2º — Una parte de nuestras faltas se deja ver
o se adivina. Aquí se presenta una responsabilidad de nuevo género, la del ejemplo.
Se inclina uno a imitar lo que ve hacer. Si lo hace uno ya, se tranquiliza
viendo que no es uno sólo el que comete tal acción. Cada una de esas acciones
defectuosas es como una mala lección lanzada en medio de la
familia o de la sociedad... ¿Cómo calcular el mal que se enseña o se autoriza
de ese modo?
Toda persona aún virtuosa se asustaría, si Dios le
revelase los efectos producidos por una falta de compostura en la Iglesia, por
una conversación ligera, o por mil otras faltas juzgadas poco graves, pues está
escrito: “¡Ay de aquél que es motivo de escándalo!''
3º — Nuestros pecados veniales no determinan
únicamente esa responsabilidad de nuestra insuficiencia y de nuestro ejemplo; la
mayor parte causan un daño directo: tal palabra demasiado violenta,
hiere y desconcierta —un reproche injusto incita a la rebelión—; el menor
desprecio aleja a veces para siempre; una falta de vigilancia puede hacer que
se produzcan ruinas morales... Sería muy larga la lista de los males que causa
una infracción, por leve que sea, a los deberes de estado.
Ya lo decimos en otro lugar: las leyes, morales
conservan el orden entre los hombres del mismo modo que las físicas lo
conservan en el universo; toda infracción lo altera irremisiblemente.
Tener conciencia no es únicamente evitar el mal que se
ve, es también buscar el medio de verlo de antemano. Jamás se está
seguro de ahorrarse esas serias responsabilidades a no ser que se prohíba todo
pecado.