Nota del Blog: el siguiente texto está tomado de la Revista Bíblica de Straubinger, año 1943, pag. 94 ss.
Como lo aclara el autor, el P. Benoit, este trabajo no es sino un desarrollo de la traducción dada por el P. Joüon, y coincidimos en que con esta versión se aclaran algunas obscuridades.
El Pater Noster en arameo |
Preciosísimo valor, como es sabido, tiene la traducción
de los Santos Evangelios hecha en francés por el Rev. Padre Paul Joüoun S. J.
y publicada en el tomo V de la colección “Verbum Salutis” (París, Beauchesne).
El autor, que lo
es también de una Gramática del hebreo bíblico premiada por el Instituto de
Francia, de comentarios filológicos y exegéticos al Cantar de los Cantares, al
Libro de Ruth, etc. ha aprovechado su excepcional versación en las
lenguas orientales, además de las clásicas, para ofrecernos una versión que no
sólamente se funda en el más depurado texto original griego, sino que ilumina y
resuelve muchísimas dificultades de interpretación, al tomar en cuenta el substratum
semítico, cuya importancia no puede exagerarse, no sólo con respecto al
Evangelio de San Mateo en general, originalmente escrito en arameo (o
sea el lenguaje siro-caldaico que hablaban los judíos en tiempo de Jesús
y que desde el cautiverio de Babilonia se había sustituído al hebreo) sino
también para los tres Evangelios sinópticos, cuyos autores se expresaban muchas
veces en un griego lleno de hebraísmos o aramaísmos.
El Padre Joüon, que además disfruta de un
verdadero don de claridad en el propio lenguaje francés que nos ofrece, reconoce
con hermosa modestia que el estudio gramatical y lingüístico, tratándose de los
Evangelios, es ciertamente el más inferior en dignidad, pero agrega, con gran
razón, que ese trabajo técnico, aparentemente frío, es el que nos permite conocer
mejor la divina enseñanza de N. Señor Jesucristo y nos dispone para
mejor disfrutarlo espiritualmente. De ahí el inmenso valor de este contacto
inmediato con el texto original que, como dice también el Padre Joüon, “no
puede ser sino infinitamente saludable para las almas de buena voluntad”.
Entre las muchas preciosidades que en esa luminosa
versión se descubren a los fieles, ningún pasaje parece más importante para dar
a conocer a los piadosos lectores de la Revista Bíblica, que el texto del Padre
Nuestro, cuya expresión exacta, tal como salió de los divinos labios de Cristo
según el Evangelio de San Mateo, nos ayuda inmensamente a comprender,
aclarar y simplificar su sentido. Veamos, pues, cómo nos traduce el P. Joüon
el texto del Padre Nuestro, tornado de Mateo 6, 9-13, y que es
distinto, como sobemos, del abreviado que presenta San Lucas (11, 2-4):
“He aquí, pues, dice Jesús, como oraréis:
“PADRE NUESTRO DE LOS CIELOS, QUE TU NOMBRE SEA TRATADO
SANTAMENTE”.
Desde aquí hallamos ya resueltas dos preguntas que todos
sin duda nos hemos formulado, consciente o inconcientemente:
1) Nuestro Padre Celestial, como lo llama Jesús,
es simplemente, nuestro Padre del Cielo, a diferencia de nuestro padre
de la tierra. No se trata, pues, de decir dónde está, así como a nadie se le
ocurriría dirigirse, por ejemplo, a su padre diciéndole: Padre mío que estás en
el campo, o que estás sentado en un sillón, cosa que para el caso no tiene
importancia. Sabemos además, que Dios está en todas partes; y luego, sabemos también
que Dios no está, sino que es. Nótese, finalmente, que esa dualidad
de verbos, ser y estar, que expresan un matiz de diferencia entre
lo permanente y lo simplemente actual, es exclusiva del idioma castellano, pues
tanto el griego y latín, como las lenguas romances y el inglés y el alemán, etc., tienen un solo
verbo sustantivo que significa al mismo tiempo: Yo soy y Yo estoy.
El Padre Joüon nos resuelve con toda sencillez este punto diciéndonos que el
griego O EN TOIS OURANOIS, es la expresión semítica del genitivo local,
equivalente a (Nuestro Padre) del cielo.
2) En cuanto al otro punto el Padre Joüon nos
muestra que la locución hebrea semejante al griego HAGIASTETO TO ONOMA SOU
(que tu Nombre sea santificado), significa tratar ese Nombre como una
cosa santa, es decir honrarlo soberanamente, venerarlo. Comprendemos así mejor
que no se trata de santificar algo que de suyo es santo sino de honrar y
tener la primera de nuestras devociones a ese Nombre Sacratísimo, que el
segundo mandamiento nos prohíbe tomar en vano; a ese Nombre del Padre de Jesús
y Padre nuestro, cuyo Nombre por excelencia y por antonomasia es el de Padre,
porque éste es la definición que expresa todo su contenido[1].
“VENGA TU REINO: HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN
EL CIELO”.
VENGA TU REINO: así reza el Padrenuestro en todos
les idiomas antiguos. El castellano añade el Nos, y dice vénganos
o venga a nos, forma arcaica que ha caído en desuso y que hace más
difícil su entendimiento a las gentes sencillas. No se trata de nosotros, pocos
o muchos, sino de que el Reino de Dios venga, es decir, se establezca sobre la
tierra a fin de que pueda cumplirse alguna vez lo que sigue inmediatamente, o sea que pueda hacerse plenamente en la tierra
la voluntad de Dios tal como se la hace en el cielo. Nótese cuanto más clara
es esta fórmula del Padre Joüon, que por lo demás es la usual en todos
los idiomas. El castellano agrega el adverbio así. Hágase tu voluntad
así en la tierra como en el Cielo, puede significar la petición de que
la voluntad de Dios sea hecha en ambas partes, tanto en la tierra como en el
Cielo. Suprimiendo el así, se ve claramente que se trata de la tierra, a
semejanza del Cielo. Para ello no es necesario decir como se hace
en el cielo, sino que basta con lo que
dice el Padre Joüon y también el castellano: COMO EN EL CIELO.
“DANOS HOY EL PAN DE NUESTRA SUBSISTENCIA”.
El P. Joüon examina aquí brevemente el discutido
adjetivo griego TON EPIOUSION (nom. epioúsios) que San
Lucas omite y San Mateo aplica al Pan. La Vulgata lo traduce por supersubstancial
y el Padre Joüon (como ya la Didajé), por DE NUESTRA SUBSISTENCIA,
en lo cual coincide aproximadamente con la expresión usual: el pan nuestro de
cada día. No se trata de discutir aquí las diferentes opiniones, habiendo
quienes piensan que debe sostenerse la interpretación de San Jerónimo
que dice supersubstancial, refiriéndolo al mismo Jesús, que en su
discurso eucarístico de Cafarnaúm se definió como el Pan bajado del Cielo,
aún antes de revelarnos que quedaría su presencia real en el Pan de la
Eucaristía. Este modo de pedir lo espiritual antes que lo temporal,
parecería coincidir con la enseñanza final del Maestro en el Sermón de la
Montaña (Mat. 6, 33), según la cual hemos de buscar antes el Reino de
Dios, puesto que tenemos la promesa de que todo lo demás, es decir el PAN DE
NUESTRA SUBSISTENCIA, nos será dado por añadidura.
El sentido de la petición quinta, relativa al perdón,
resulta de la fórmula usada por el Padre Joüon en Lc. 11, 4 al
decir: PERDONANOS NUESTRAS DEUDAS, Y ASí NOSOTROS PERDONAMOS A TODOS
NUESTROS DEUDORES. Nos hace notar el traductor que la noción de pecado
se expresa en arameo por la de deuda: un pecador es un deudor, cosa que todas
las versiones han retenido. Y también nos advierte algo, de la mayor
importancia, que muchos cristianos habrán ya entendido sin duda, aunque no
todos, y es: que al decir nosotros perdonamos, no estamos
refiriéndonos a lo que hacemos habitualmente, como diciendo que tenemos ya el
hábito de perdonar y que lo invocarnos como modelo del perdón que Dios Padre
debe darnos, lo cual sería tremenda presunción. Ay de nosotros si la caridad
del Padre no fuera más allá de la nuestra. El sentido es, pues, el de una
afirmación actual, como si dijéramos: estamos perdonando desde ahora; y
no a algunos, sino a todos, sin la menor excepción. De ahí, pues, la
fórmula que el Padre Joüon adopta para el francés, diciendo: Y ASÍ nosotros perdonamos,
etc.
Y NO NOS DEJES ENTRAR EN LA TENTACIÓN, MAS LÍBRANOS DEL MALIGNO
Lo primero que llama la atención en esta versión es el
final, en que no se habla del mal, sino del Maligno, o sea del
Tentador Satanás. El Padre Joüon traduce aquí lo mismo que poco
antes, en Mateo 5, 37. La expresión hebrea MIN HARA, como la griega APO TOU
PONEROU, como la latina a malo, pueden significar indistintamente del
mal, o del malo. Nuestro traductor, al elegir la segunda forma,
se apoya muy fundadamente en la oposición que aparece evidente entre los dos
términos del texto y que está señalada por el disyuntivo mas. No se
dice, como en las demás peticiones: danos esto y esto otro, sino que, en vez de
abandonarnos a la tentación, antes por el contrario nos libre del
Tentador.
Este nexo, que el Padre Joüon señala entre ambos
términos de la petición, existe también, según San Agustín, con la petición
anterior, relativa al perdón. Porque, sabiendo que el perdonar de veras es
condición para que seamos perdonados, y teniendo conciencia de nuestra miseria
e incapacidad para toda virtud, no sólo afirmamos nuestra voluntad actual de
perdonar, sino que también pedimos ser librados de la tentación de no perdonar,
que es la peor de todas: “Horrenda tentatio”, dice el
doctor de Hipona.
En cuanto al verbo entrar, en vez de caer,
el Padre Joüon traduce lo mismo que en Mat. 26, 41: “Velad y orad para que no
entréis en la tentación”. Y además nos hace observar que no se trata de
caer en el pecado efectivo, ni tampoco se trata de suprimir todo asalto de la
tentación, ya que en esto no hay falta, y aún puede haber gran provecho del
alma que sale triunfante, como lo muestra San Pablo en II Cor. 12, 9, y lo
enseña Santiago en 1, 12. Se trata, pues, de no ENTRAR (francés: être
engagé) por el camino de
la tentación, que es un lazo mediante el cual el Tentador nos lleva
inevitablemente al pecado a todos los que, escuchando su voz de sirena,
entramos en la celada.
Según le expuesto, el texto más perfecto del
Padrenuestro, tal como nos lo da el sabio y piadoso exégeta, sería el
siguiente:
“PADRE NUESTRO DE LOS CIELOS, SANTAMENTE SEA TRATADO TU
NOMBRE (de Padre). VENGA TU REINO: HAGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO. DANOS HOY EL PAN DE NUESTRA SUBSISTENCIA; Y PERDONANOS NUESTRAS DEUDAS,
Y ASI NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES; Y NO NOS DE-JES ENTRAR EN
TENTACION, MAS LIBRANOS DEL MALIGNO”.
[1] Este concepto admirable es como la síntesis del Evangelio, según lo muestra
el P. Joüon en su versión de Jn 17, 6 (confirmada en 17, 26): “Yo he
manifestado tu Nombre a los hombres”; agregando en la nota: Tu Nombre,
es decir, Tú mismo, lo que Tú eres, y sobre todo el hecho de que eres Padre.