III. Los que
guardan la Palabra de Dios
y los que no
han negado su Nombre.
Este grupo parece ser clave para la recta interpretación
del Apocalipsis puesto que, a diferencia de los demás, lo encontramos en
una de las siete Iglesias, es decir, sabemos que este grupo aparece en una época
determinada de la misma.
Parecería ser, además, un grupo muy importante en los
últimos tiempos y es muy probable que a ellos se haya referido Nuestro Señor en
su famoso discurso Parusíaco.
Para entrar de lleno en el tema, nada mejor que
introducir este grupo según lo que nos dice el mismo Texto sobre ellos.
III, 8: “Conozco tus obras. He aquí que he
puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar; porque no
obstante tu debilidad, has guardado mi Palabra y no has negado mi Nombre.
III, 10: “Por cuanto has guardado la
palabra de la paciencia mía Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa
hora que ha de venir sobre todo el orbe, para probar a los que habitan
sobre la tierra”.
VI, 9: “Y cuando abrió el quinto sello, vi
debajo del altar las almas de los degollados por la causa de la Palabra de
Dios y por el Testimonio que mantuvieron”.
XX, 4: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos, y
(vi) las almas de los que habían sido degollados a causa del Testimonio de
Jesús y a causa de la Palabra de Dios”.
Sobre esta última cita cfr. la Retractatio II
Sobre esta última cita cfr. la Retractatio II
Bien, estos son los lugares del Apocalipsis en los cuales
encontramos este grupo. Tenemos varias cosas por decir y es preciso ir de a
poco.
Comencemos por el tiempo al cual hacen referencia
estos sucesos. Por el cap. VI sabemos que este grupo ha sido el
encargado de predicar la Palabra de Dios, que dieron Testimonio y
que San Juan vio sus almas cuando se abrió el quinto sello, con lo cual
el Testimonio fue dado antes de abrirse ese sello. Por otra parte sabemos
que este grupo pertenece a la sexta Iglesia, es decir a la Iglesia en la cual
se convierten muchos judíos, como es claro por el vers. 9, y no debemos perder
de vista que la conversión de los judíos es obra del gran Profeta Elías,
con lo cual todo esto es, pues, futuro para nosotros.
En la Sexta Iglesia vemos dos grupos bien
diferenciados, conforme a los dos títulos de Nuestro Señor:
1) El primer grupo se identifica con el que da Testimonio
de Jesús y corresponde al título “El Santo, el Veraz”, y de aquí que
los mártires del quinto sello llamen a Jesús desta forma cuando
piden venganza por su sangre derramada: “¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y
Veraz, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre en los habitantes de la
tierra?[1]”
2) El segundo grupo no es otro más que los judíos
conversos y corresponde al título “el que tiene la llave de David[2],
el que abre y nadie cerrará, que cierra y nadie abre”, el cual título no es
sino una cita de Isaías XXII, 22, pasaje súmamente misterioso que trata
sobre la restauración[3]
del Trono de David por medio de la institución de un rey en Israel: Eliaquím[4].
Deste grupo de Judíos conversos saldrán los 144.000
sellados, es decir, la Mujer del capítulo XII que huye al desierto.
Sabiendo que todos estos acontecimientos se refieren a la
época de Elías, tratemos de avanzar un paso más y veamos en qué
consiste la prédica.
Cuando Nuestro Señor respondió las preguntas relativas a
su Parusía, la dividió claramente en dos grandes períodos: antes y después de
la señal, es decir de la abominación de la desolación. Entre los sucesos
anteriores, Jesús profetizó lo siguiente:
Marcos XIII
9. Mirad por vosotros mismos;
porque os entregarán a los sanedrines, y seréis flagelados en las sinagogas y
compareceréis ante gobernadores y reyes, a causa de Mí, para dar testimonio
ante ellos.
10. Y es
necesario primero que a todas las naciones sea proclamado el
Evangelio[5].
11. Mas cuando
os lleven para entregaros, no os afanéis anticipadamente por lo que diréis;
sino decid lo que en aquel momento os será inspirado; porque no sois vosotros
los que hablaréis, sino el Espíritu Santo.
12. El hermano
entregará a su hermano a la muerte, el padre a su hijo; y los hijos se
levantarán contra sus padres y los harán condenar a muerte.
13. Seréis
odiados de todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta
el fin, ese será salvo.
Bien, creo que por aquí ya se empieza a ver claro de
qué se trata todo esto. El v. 14 pasa a hablar de la abominación de la
desolación en el Templo, suceso que coincide con el comienzo de los tres
años y medio del reinado del Anticristo, con lo cual todo lo dicho
hasta aquí sucede antes de su venida[6].
Nuestro Señor habla deste grupo diciendo que será odiado a causa de su
Nombre y que dará Testimonio ante los perseguidores, las mismas
cualidades que vimos en Apoc. III, 8 y VI, 9 respectivamente.
Ahora bien, como ya dijimos, este grupo será el encargado de predicar la
Palabra de Dios, lo cual se identifica con lo dicho en el versículo 10: “es
necesario primero que a todas las naciones sea proclamado el
Evangelio” con lo cual ya sabemos ahora cuál es la misión deste grupo: la
predicación del Evangelio, es decir de la Buena Nueva del Reino, como ya lo
dejamos dicho antes al citar a Lacunza (cfr. AQUI).
Todo esto se confirma también por la misteriosa frase
de Nuestro Señor a la Iglesia de Filadelfia cuando le dice: “He aquí que he
puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar”, la cual
puerta es símbolo de la predicación y del Apostolado como nos lo dice San
Pablo en varias oportunidades:
Hechos XIV, 27: “Llegados reunieron la Iglesia y
refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos y cómo había
abierto a los gentiles la puerta de la fe”.
I Cor XVI, 8-9: “Me quedaré en Éfeso
hasta Pentecostés, porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y
los adversarios son muchos”.
II
Cor II, 12-13: “Llegado a Tróade para predicar el Evangelio de Cristo, y
habiéndoseme abierto una puerta en el Señor, no hallé reposo para mi
espíritu, por no haber encontrado a Tito, mi hermano…”.
Col.
IV, 2-4: “Perseverad en la oración, velando en ella y en la acción de
gracias, orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra
una puerta para la palabra, a fin de anunciar el misterio de Cristo…”.
Es decir, los perseguidores deste grupo
(los habitantes de la tierra, para ser más exactos) no podrán evitar la
predicación en todo el mundo (y acaso tal vez colaboren indirectamente con las
persecuciones) del anuncio del próximo Reinado de Jesucristo,
predicación que servirá, por otra parte, para que nadie pueda excusarse de
seguir al Anticristo cuando aparezca[7].
Este mismo grupo parecería estar aludido
en la parábola del juez inicuo, Lc. XVIII, 1-7:
“Les propuso una parábola sobre la
necesidad de que orasen siempre sin desalentarse: “Había en una ciudad un juez
que no temía a Dios y no hacía ningún caso de los hombres. Había también allí,
en esta misma ciudad, una viuda, que iba a buscarlo y le decía: “Hazme justicia
librándome de mi adversario”. Y por algún tiempo no quiso, mas después dijo
para sí: “Aunque no temo a Dios ni respeto a hombre, sin embargo, porque esta
viuda me importuna, le haré justicia, no sea que al fin venga y me arañe la
cara”. Y el Señor agregó: “¿Y Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman
a Él día y noche, y se mostrará tardío con respecto a ellos? Yo os digo que
ejercerá la venganza de ellos prontamente”.
Los elegidos que claman a Él día y noche
parecerían ser no sólo los mártires del quinto sello[8]
sino también los mártires del Anticristo ya que el famoso final del versículo
8, que no puede ser separado de todo lo que antecede, es del todo Parusíaco:
“Pero el Hijo del hombre cuando
vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?”.
Vale!
[5] No se afirma,
bajo ningún concepto, ni siquiera la mera posibilidad de una restauración de la
Iglesia tal como sueñan muchos a la espera del “Papa Angélico” y del “Rey
Santo” encargados de convertir a Europa y a medio mundo antes del Anticristo.
Nada desto va a suceder. Nada. Lo que se afirma aquí es la prédica del
Evangelio del Reino, es decir el anuncio de la proximidad del Reinado de
Jesucristo en todo el mundo y en ningún momento el texto habla (y ni siquiera se
insinúa) de la conversión de las naciones, sino solo de la predicación “en testimonio
a todos los pueblos”.
[7] Como nota al pie es
interesante destacar que esta interpretación corroboraría lo dicho sobre el primer grupo ya que al vencedor
de la Iglesia de Laodicea se le promete sentarse en el trono de Jesús,
y en el capítulo XX vemos que San Juan contempla los tronos y a
los mártires del quinto sello (Iglesia de Filadelfia).
[8] Ita Straubinger.