lunes, 29 de octubre de 2012

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis. III


III. Los que guardan la Palabra de Dios
y los que no han negado su Nombre.


Este grupo parece ser clave para la recta interpretación del Apocalipsis puesto que, a diferencia de los demás, lo encontramos en una de las siete Iglesias, es decir, sabemos que este grupo aparece en una época determinada de la misma.
Parecería ser, además, un grupo muy importante en los últimos tiempos y es muy probable que a ellos se haya referido Nuestro Señor en su famoso discurso Parusíaco.

Para entrar de lleno en el tema, nada mejor que introducir este grupo según lo que nos dice el mismo Texto sobre ellos.

III, 8: “Conozco tus obras. He aquí que he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar; porque no obstante tu debilidad, has guardado mi Palabra y no has negado mi Nombre.

III, 10: “Por cuanto has guardado la palabra de la paciencia mía Yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que ha de venir sobre todo el orbe, para probar a los que habitan sobre la tierra”.

VI, 9: “Y cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por la causa de la Palabra de Dios y por el Testimonio que mantuvieron”.

XX, 4: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos, y (vi) las almas de los que habían sido degollados a causa del Testimonio de Jesús y a causa de la Palabra de Dios”.

Sobre esta última cita cfr. la Retractatio II


Bien, estos son los lugares del Apocalipsis en los cuales encontramos este grupo. Tenemos varias cosas por decir y es preciso ir de a poco.

Comencemos por el tiempo al cual hacen referencia estos sucesos. Por el cap. VI sabemos que este grupo ha sido el encargado de predicar la Palabra de Dios, que dieron Testimonio y que San Juan vio sus almas cuando se abrió el quinto sello, con lo cual el Testimonio fue dado antes de abrirse ese sello. Por otra parte sabemos que este grupo pertenece a la sexta Iglesia, es decir a la Iglesia en la cual se convierten muchos judíos, como es claro por el vers. 9, y no debemos perder de vista que la conversión de los judíos es obra del gran Profeta Elías, con lo cual todo esto es, pues, futuro para nosotros.

En la Sexta Iglesia vemos dos grupos bien diferenciados, conforme a los dos títulos de Nuestro Señor:

1) El primer grupo se identifica con el que da Testimonio de Jesús y corresponde al título “El Santo, el Veraz”, y de aquí que los mártires del quinto sello llamen a Jesús desta forma cuando piden venganza por su sangre derramada: “¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y Veraz, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre en los habitantes de la tierra?[1]

2) El segundo grupo no es otro más que los judíos conversos y corresponde al título “el que tiene la llave de David[2], el que abre y nadie cerrará, que cierra y nadie abre”, el cual título no es sino una cita de Isaías XXII, 22, pasaje súmamente misterioso que trata sobre la restauración[3] del Trono de David por medio de la institución de un rey en Israel: Eliaquím[4].
Deste grupo de Judíos conversos saldrán los 144.000 sellados, es decir, la Mujer del capítulo XII que huye al desierto.

Sabiendo que todos estos acontecimientos se refieren a la época de Elías, tratemos de avanzar un paso más y veamos en qué consiste la prédica.
Cuando Nuestro Señor respondió las preguntas relativas a su Parusía, la dividió claramente en dos grandes períodos: antes y después de la señal, es decir de la abominación de la desolación. Entre los sucesos anteriores, Jesús profetizó lo siguiente:

Marcos XIII

9. Mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los sanedrines, y seréis flagelados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes, a causa de Mí, para dar testimonio ante ellos.

10. Y es necesario primero que a todas las naciones sea proclamado el Evangelio[5].

11. Mas cuando os lleven para entregaros, no os afanéis anticipadamente por lo que diréis; sino decid lo que en aquel momento os será inspirado; porque no sois vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo.

12. El hermano entregará a su hermano a la muerte, el padre a su hijo; y los hijos se levantarán contra sus padres y los harán condenar a muerte.

13. Seréis odiados de todos a causa de mi nombre; pero el que perseverare hasta el fin, ese será salvo.

Bien, creo que por aquí ya se empieza a ver claro de qué se trata todo esto. El v. 14 pasa a hablar de la abominación de la desolación en el Templo, suceso que coincide con el comienzo de los tres años y medio del reinado del Anticristo, con lo cual todo lo dicho hasta aquí sucede antes de su venida[6]. Nuestro Señor habla deste grupo diciendo que será odiado a causa de su Nombre y que dará Testimonio ante los perseguidores, las mismas cualidades que vimos en Apoc. III, 8 y VI, 9 respectivamente. Ahora bien, como ya dijimos, este grupo será el encargado de predicar la Palabra de Dios, lo cual se identifica con lo dicho en el versículo 10: “es necesario primero que a todas las naciones sea proclamado el Evangelio” con lo cual ya sabemos ahora cuál es la misión deste grupo: la predicación del Evangelio, es decir de la Buena Nueva del Reino, como ya lo dejamos dicho antes al citar a Lacunza (cfr. AQUI).
Todo esto se confirma también por la misteriosa frase de Nuestro Señor a la Iglesia de Filadelfia cuando le dice: “He aquí que he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar”, la cual puerta es símbolo de la predicación y del Apostolado como nos lo dice San Pablo en varias oportunidades:

Hechos XIV, 27: “Llegados reunieron la Iglesia y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe”.

 I Cor XVI, 8-9: “Me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés, porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y los adversarios son muchos”.

 II Cor II, 12-13: “Llegado a Tróade para predicar el Evangelio de Cristo, y habiéndoseme abierto una puerta en el Señor, no hallé reposo para mi espíritu, por no haber encontrado a Tito, mi hermano…”.

 Col. IV, 2-4: “Perseverad en la oración, velando en ella y en la acción de gracias, orando al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para la palabra, a fin de anunciar el misterio de Cristo…”.

Es decir, los perseguidores deste grupo (los habitantes de la tierra, para ser más exactos) no podrán evitar la predicación en todo el mundo (y acaso tal vez colaboren indirectamente con las persecuciones) del anuncio del próximo Reinado de Jesucristo, predicación que servirá, por otra parte, para que nadie pueda excusarse de seguir al Anticristo cuando aparezca[7].

Este mismo grupo parecería estar aludido en la parábola del juez inicuo, Lc. XVIII, 1-7:

“Les propuso una parábola sobre la necesidad de que orasen siempre sin desalentarse: “Había en una ciudad un juez que no temía a Dios y no hacía ningún caso de los hombres. Había también allí, en esta misma ciudad, una viuda, que iba a buscarlo y le decía: “Hazme justicia librándome de mi adversario”. Y por algún tiempo no quiso, mas después dijo para sí: “Aunque no temo a Dios ni respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me importuna, le haré justicia, no sea que al fin venga y me arañe la cara”. Y el Señor agregó: “¿Y Dios no habrá de vengar a sus elegidos, que claman a Él día y noche, y se mostrará tardío con respecto a ellos? Yo os digo que ejercerá la venganza de ellos prontamente”.

Los elegidos que claman a Él día y noche parecerían ser no sólo los mártires del quinto sello[8] sino también los mártires del Anticristo ya que el famoso final del versículo 8, que no puede ser separado de todo lo que antecede, es del todo Parusíaco:

“Pero el Hijo del hombre cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?”.

Vale!



[1] Cfr. AQUI lo que hemos dicho al tratar sobre “los habitantes de la tierra”.

[2] La identificación de las llaves de David con las llaves del Reino de Dios es, así lo creemos, un grave error exegético.

[3] Creemos que la venida de Elías, “el que ha de restaurarlo todo”, implica no sólo la conversión (parcial) de los judíos sino también otros dos grandes sucesos de importancia capital: la reedificación del Templo de Salomón y la restauración del Trono de David. Sed circa hoc postea

[4] Sobre esto cfr. “La Restauración de Israel”, del P. Ramos García.

[5] No se afirma, bajo ningún concepto, ni siquiera la mera posibilidad de una restauración de la Iglesia tal como sueñan muchos a la espera del “Papa Angélico” y del “Rey Santo” encargados de convertir a Europa y a medio mundo antes del Anticristo. Nada desto va a suceder. Nada. Lo que se afirma aquí es la prédica del Evangelio del Reino, es decir el anuncio de la proximidad del Reinado de Jesucristo en todo el mundo y en ningún momento el texto habla (y ni siquiera se insinúa) de la conversión de las naciones, sino solo de la predicación “en testimonio a todos los pueblos”.

[6] Creemos, por más de una razón, que la prédica de Elías y el reinado del Anticristo no son contemporáneos sino que juntos suman siete años.

[7] Como nota al pie es interesante destacar que esta interpretación corroboraría lo dicho sobre el primer grupo ya que al vencedor de la Iglesia de Laodicea se le promete sentarse en el trono de Jesús, y en el capítulo XX vemos que San Juan contempla los tronos y a los mártires del quinto sello (Iglesia de Filadelfia).

[8] Ita Straubinger.