sábado, 9 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VIII de IX)


Iglesia Triunfante

1) Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos en memoria de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo; y a honra de la bienaventurada siempre Virgen María, y de San Juan Bautista, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de estos Santos, y de todos los Santos; para que redunde en honra de ellos, y en nuestra salvación; y para que se dignen interceder por nosotros en el cielo aquellos cuya memoria veneramos en la tierra. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor”[1].

2) Unidos por la comunión y venerando primeramente la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y también la del Bienaventurado José, Esposo de la misma Virgen, y la de tus Santos Apóstoles y Mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; por cuyos méritos y ruegos concédenos que en todo seamos fortalecidos con el auxilio de tu protección. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén[2].

I) Concilio de Trento.[3]

Y si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra celebrar algunas Misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo, no enseña que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios solo que los ha coronado [Can. 5]. De ahí que tampoco el sacerdote suele decir: “Te ofrezco a ti el sacrificio, Pedro y Pablo”, sino que, dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra”

II) P. N. Gihr.[4]


“Sin dudas que el sacrificio no puede ser ofrecido sino a la augusta Trinidad y no a los Santos, sin embargo, el sacrificio no procura sólo la gloria y adoración de Dios, sino también el honor[5] de los Santos (in honorem) que recordamos en el altar. ¿Cuáles son los efectos del sacrificio eucarístico con respecto a los Santos que están en el cielo? Según las prescripciones de la Iglesia, que se remontan a los apóstoles, se menciona a menudo a los santos en la Misa. Es un gran honor el que se les hace, y esto se ve por las palabras: “Ofrecemos este sacrificio en honor de la bienaventurada Virgen… y de todos los Santos”. Pero esto no es todo. En esta oración se agrega: “para que redunde en honra de ellos”. Evidentemente estas palabras agregan algo más a lo que precede, y en efecto designan el fruto que el santo sacrificio como tal procura a los santos. La Misa es un sacrificio impetratorio y en esta cualidad obtiene de Dios un acrecentamiento de la gloria accidental de los santos, es decir, un aumento de su culto sobre la tierra. Este resultado es ciertamente menos ventajoso para los elegidos que para nosotros mismos ya que obtenemos un gran provecho del mayor honor que se les rinde. Al favorecer pues su culto por medio de las oraciones de la Misa, trabajamos por nuestra salvación, nobis autem ad salutem… Además, los santos se alegran cuando celebramos la Misa por ellos como sacrificio de alabanza y acción de gracias, ya que alabamos a Dios y le agradecemos por todos los dones y toda la gloria con las que los ha colmado.”

Unidos por la comunión y venerando la memoria (Communicantes et memoriam venerantes…) (estas palabras) continúan y completan de la manera más estrecha a las que preceden. Es como si dijera: te ofrecemos Señor, al igual que los fieles presentes, este sacrificio de alabanza… sin separarnos de la unidad del Cuerpo Místico de Jesucristo y unidos a la comunión de los Santos (communicantes) y realizando esta comunión con los santos que están en el cielo, venerando su memoria, memoriam venerantes.

La palabra communicantes expresa que somos hijos de la Iglesia, súbditos del reino de Jesucristo, miembros de la gran familia de Dios, en otras palabras, que pertenecemos a la comunión de los santos. Se trae aquí a colación esta participación en el Cuerpo Místico de Jesucristo ya que deseamos honorar la memoria de los bienaventurados y obtener así su intercesión en la oblación del santo sacrificio.

Todos los hombres rescatados por la sangre de Jesucristo forman su reino. Entre los ciudadanos de este reino, sea los que ya han llegado al feliz término de sus esfuerzos, los que luchen todavía sobre la tierra, o los que expíen sus faltas en el purgatorio, existe un comercio activo, un intercambio de dones y beneficios. Las acciones, sufrimientos, méritos, satisfacciones, en una palabra, todos los frutos de la gracia, son tesoro común donde cada uno extrae y al cual todos contribuyen. Sobre todo, en el sacrificio, el pensamiento de la felicidad y la gloria de pertenecer a una comunidad tan elevada en dignidad, de ser los conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios (Ef. II, 19), se presenta con mayor fuerza a nuestro espíritu. Así, después de haber intercedido por la Iglesia militante y por aquellos que la componen, el sacerdote se esfuerza por darle mayor poder y eficacia a su oración al invocar a los santos. Su mirada se extiende y eleva hasta la Jerusalén celeste. El recuerdo de su afinidad, de su unión con los habitantes del cielo, la lleva a celebrar su memoria, como para invitarlos, en calidad de reyes y sacerdotes (Apoc. V, 10) a sacrificar con nosotros, a unir su poderosa mediación a nuestras pobres súplicas y a sostenerlas por medio de sus méritos sobreabundantes. De esta forma nos será dado sentir en todas las cosas la ayuda y protección divina: ut in omnibus protectionis tuae muniamur auxilio…”.

III) San Roberto Belarmino.[6]

Cap. VIII. El sacrificio de la Misa rectamente se celebra por los Santos.

“… Esta afirmación incluye tres cosas: primero, los Sacrificios no aprovechan a los Santos para remisión de la culpa o de la pena, ni para un aumento esencial de la gracia o de la gloria… San Agustín advierte que en el sacrificio se conmemora a los Santos, pero no se ruega por ellos. Y así cuando en nuestra liturgia pedimos que la oblación les aproveche para la gloria, no rogamos por ellos sino por nosotros al pedirle a Dios la gracia de ofrecer el sacrificio santa, pía, devota y rectamente de forma tal que con razón puedan alegrarse los santos, y aumente su gloria entre los hombres… en segundo lugar… niega San Agustín, y nosotros con él, que los sacrificios se ofrezcan a los Santos, y que por lo tanto se le construyan templos y altares para ofrecerles sacrificios, sino que concede, y nosotros con él, que los sacrificios se ofrecen en memoria de los Santos, y por lo tanto los templos y altares se erigen en su memoria… en tercer lugar el Sacrificio de la Misa no fue per se instituido como a su fin propio y principal para honorar o invocar a los Santos… (Sino que) sólo fue en forma secundaria… puesto que al agradecer a Dios en el sacrificio por las victorias de los Santos, se les rinde honor; y ya que los honramos de esta manera, se sigue a su vez que ellos también nos recuerdan y ruegan por nosotros (…)”.

“Proposiciones:

Primera: “No repugna a la institución de la cena del Señor que en ella se nombre y honre a los Santos”. Esto se prueba… en segundo lugar por el testimonio de todas las liturgias, la de Santiago, Clemente, Basilio, Crisóstomo y otros; pues en todas se nombra a los santos y más de una vez… en cuarto lugar por la utilidad de este instituto. En primer lugar, sirve como manifestación de la comunión de los Santos. Pues el sacrificio del Cuerpo Real de Cristo, se ofrece y debe ser ofrecido en nombre de todo el Cuerpo Místico; por lo cual, así como se nombran a los vivientes como son los pontífices, reyes y muchos otros, así también deben nombrarse los muertos, sea los que están en el purgatorio, sea los que están en el cielo, ya que todos pertenecen al mismo cuerpo (cfr. De Civit. Dei lib. X cap. 6 y lib. 22 cap. 10)…”[7].


IV) Santo Tomás.

III, q. 83.

ARTICULO 4: “¿Están debidamente establecidas las palabras que acompañan a este sacramento? 

En segundo lugar, recuerda a los santos, cuyo patrocinio implora sobre las personas ya recordadas diciendo: Unidos en la misma comunión, veneramos la memoria, etc.”.



[1] Suscipe, sancta Trinitas, hanc oblationem, quam tibi offerimus ob memoriam passionis, resurrectionis, et ascensionis Jesu Christi Domini nostri: et in monorem beatae Mariae semper Virginis, et beati Joannis Baptistae, et sanctorum Apostolorum Petri et Pauli, et istorum, et omnium Sanctorum: ut illis proficiat ad honorem, nobis autem ad salutem: et illi pro nobis intercedere dignentur in coelis, quorum memoriam agimus in terris. Per eumdem Christum Dominum nostrum”.

[2] Communicantes et memóriam venerántes, in primis gloriósæ semper Vírginis Maríæ, genitrícis Dei et Dómini nostri Jesu Christi: sed et beatórum Apostolórum ac Mártyrum tuórum, Petri et Pauli, Andréæ, Jacóbi, Joánnis, Thomæ, Jacóbi, Philíppi, Bartholomæi, Matthæi, Simónis et Thaddæi, Cleti, Cleméntis, Xysti, Cornélii, Cypriáni, Lauréntii, Chrysógoni, Joánnis et Pauli, Cosmæ et Damiáni et ómnium sanctórum tuórum: quorum méritis precibúsque concédas, ut in ómnibus protectiónis tuæ muniámur auxílio. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. Amen”.

[3] Dz. 941.

[4] Op. cit. pag. 268 y ss.

[5] El autor comenta al pie de página:

“La edición más reciente del Misal aprobado por la S.C. de Ritos presenta la versión in honorem y con justa causa. Según su forma y sentido, estas palabras son un miembro paralelo a lo que precede: ob memoriam, y están circunscritas por las que siguen: quorum memoriam agimus. In honorem tiene pues el mismo sentido que memoriam venerantes, que se encuentra en el canon y no forma una tautología con las palabras ut illis proficiat ad honorem, como muchos lo afirmaban siguiendo a Lebrun, prefiriendo en su lugar in honorein honorem es preferible ya que concuerda mejor con el pasaje paralelo ob memoriam…”.

[6] Lib. II De Sacrificio Missae.

[7] Cfr. también el cap. XXI.