2. Hè (ה): Esta letra está fundada sobre el poder divino, como así también sobre la majestad real de Dios. De ella proceden los resplandores que están debajo de ella, así como ella misma procede de los resplandores que están sobre ella. Si en lugar de su figura ordinaria, ה, se mueve el punto a la derecha, entonces se forma el nombre yad, יו, la mano; es la mano del Señor. La Escritura dice, Gen. II, 4:
“Este es el origen del cielo y de la tierra, cuando fueron creados, בְּהִבָּֽרְאָ֑ם”.
Separad la palabra y leed: בְּהִ בָּֽרְאָ֑ם, Él las creó por la letra HÈ.
La configuración de esta letra ofrece una abertura por abajo y otra por arriba, más estrecha y sobre el costado, para indicar que los hombres cuyos pecados los llevan al infierno pueden, en virtud de esta letra, evitar la perdición que los amenaza y ascender a la morada celestial de la eterna gloria[1]. Pero se desciende fácilmente y se asciende con dificultad. La misma letra hè desciende hasta el infierno y lleva a su cautividad hasta el cielo.
Esto no necesita explicación. ¿Quién no reconocerá en primer lugar al Verbo eterno, la segunda Hipóstasis, engendrada por el Padre y del que proceden, al mismo tiempo que del Padre, esos otros esplendores que llamamos Espíritu Santo? Ya hemos visto[2] que el mundo fue creado por Él. No solamente el Verbo eterno se humilló hasta la muerte de la cruz para librarnos del pecado, sino que, unido a su alma humana, mientras estaba separada del cuerpo divino, descendió a los infiernos para ascender al cielo con los Justos que el príncipe del pecado había tenido cautivos hasta entonces; o más bien, para servirnos de las sublimes palabras del gran Apóstol:
“Subiendo hacia lo alto llevó a cautivos consigo, y dio dones a los hombres.” Eso de subir, ¿qué significa, sino que (antes) bajó a lo que está debajo de la tierra? (Ef. IV, 8-9).
La Hè es llamada madre, no sólo porque en la lengua santa esta letra es la marca del género femenino, así como la yod, en cuanto letra servil, indica muy a menudo el masculino, sino también y más particularmente, porque la virtud divina que denota produce, junto con aquella que está por encima de ella, otra virtud divina[3]. Los cabalistas la llaman, pues, madre porque le es comunicada necesariamente por el Padre la potestad de producir, porque procede por vía de generación. En otras palabras, y tomando prestada las palabras de las expresiones teológicas: la segunda Persona divina es llamada madre, en razón de su doble relación ad alterum; de principium quod con respecto a la tercera Persona[4], y de terminus con respecto a la primera Persona[5].
3. Vav (ו): Tercera letra del tetragrama; su característica es unir por un lazo de amor, pues es la preposición y; por lo tanto, es el misterio de unión, unión absoluta de las virtudes celestiales. Tiene en sí la vía unitiva y la comunica a los demás. Tal como lo anuncia su configuración, ו, es el árbol de la vida, es el río de las gracias que fluye hacia todos, la llama extendida que va a aclarar y abrazar a todos los corazones, mientras que la yod es un carbón ardiente que forma un punto inmutable y sin figura determinada. Mira hacia arriba porque recibe su influencia de la suprema corona celestial, y se prolonga hacia abajo para comunicar esta influencia a lo que está debajo. Es la columna del mundo, ו, porque su misma esencia es la prudencia. Por último, se llama Espíritu y es hijo de yod y de hè[6].
A pesar de su lenguaje cabalístico-místico, los antiguos rabinos, en estas diversas definiciones, designaban muy claramente al Espíritu Santo.
4. El hè (ה), repetido después de la tercera letra, es esencialmente la misma que la segunda letra. Es la Divinidad terrestre[7]. Se coloca después de la vav porque en este estado, aparece después de ella, pero con esta diferencia, que las tres primeras letras se siguen en el orden del número y no del tiempo, mientras que ésta es en parte posterior en el orden del tiempo a las letras que preceden.
No hace falta advertir que la segunda hè es el Verbo hecho hombre. La santa humanidad de Nuestro Señor Jesucristo es el único sometido al tiempo, mientras que no puede haber ni anterioridad ni posteridad temporal entre las tres personas adorables del Dios uno.
5. La alef (א) debe ocupar un lugar importante en la explicación mística de los elementos del santo nombre. Hemos visto que esta letra es la característica de Ehyé, sinónimo de Jehová, del cual no difiere más que en el hecho de que aquél está en primera persona: Yo soy por esencia y eternamente, mientras que Jehová está en tercera persona: Él es por esencia y eternamente.
Alef se relaciona propia y esencialmente con la corona suprema[8] y las dos maneras de ser unidas a ella, las cuales son la sabiduría y la prudencia[9]. De ahí que los cabalistas la llamen comúnmente la vav del medio; en efecto, la alef en la pose vertical que le dan a menudo, representa una vav (ו) que figura la corona suprema, a la cual se adhieren íntimamente dos yod (י), que figuran los otros dos modos, llamados la sabiduría y la prudencia.
Alef pertenece pues a la corona suprema, puesto que esta letra escrita en pleno, (אָלֶף) da, por metátesis, el término פָּלֵא֩, pélé, que según los textos de Deut. XVII, 8 y de Jer. XXXII, 27, significa lo que está secreto, oculto, escondido, fuera del alcance de cualquier ojo[10], la naturaleza absolutamente oculta. Tal es, en cierto sentido, la primera hipóstasis que nunca tomó apariencia alguna, mientras que la segunda se manifestó al mundo en la visibilidad del cuerpo divino de Jesucristo y la tercera, bajo la forma de una paloma y de lenguas de fuego. Además, así como la alef es la primera de las letras, de la misma manera también su forma pélé designa la corona suprema que es el principio y el comienzo de las procesiones (אַצִּיל֣וֹת) divinas.
[1] Nota del Blog: ¿Por qué no se podría ver en la forma de la letra y esa abertura del costado, la llaga de Nuestro Señor causada por la lanza del soldado romano?
Con respecto a las llegas de Nuestro Señor, nos complace remitirnos al hermoso libro (póstumo) del gran simbolista y arqueólogo Católico Charbonneau-Lassay (ver AQUI lo que hemos publicado de él) intitulado El Vulnerario de Cristo. Por ahora, solamente existe en su edición original francesa (ver AQUI) y acaba de salir la flamante traducción inglesa (ver AQUI), mientras que se está trabajando sobre la traducción española, que esperemos pueda ver la luz algún día no muy lejano.
[2] Ver al comienzo del cap. I, p. 286 sig.
[3] En lenguaje católico, el Espíritu Santo procede del Hijo al mismo tiempo que del Padre.
[4] Regularmente, el principium quod se aplica al Padre. La relación del Hijo al Espíritu Santo se llama Espiración activa.
[5] Ver más arriba, pag. 298, nota a.
[6] Sobre las letras hè, vav, yod, ver los loci communes cabbalistici de la recopilación Kabbala denudata, tomo segundo.
[7] Descendida a la tierra o unida hipostáticamente a un cuerpo terrestre.
[8] La primera hipóstasis, el Padre. Ver más arriba pag. 292, 352, 387.
[9] Las dos otras hipóstasis. Ver más arriba, p. 310.
[10] “Denota algo oculto, que está alejado y escondido
a los ojos”. Cab. den. loci communes cabbalistici.