martes, 25 de mayo de 2021

Algunas notas a Apocalipsis XII, 2

    Nota del Blog: Con respecto a este capítulo, el mejor comentario que existe es el Fenómeno VIII de Lacunza: “La Señal grande o la Mujer vestida de sol” y allí nos remitimos, pues si quisiéramos citarlo, deberíamos hacerlo casi completo. Nada puede reemplazar la lectura completa de ese fenómeno. Ver AQUI. 

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2. y en vientre teniendo (un niño) y clama dolorida de parto y atormentada por dar a luz. 

Concordancias: 

ἐν γαστρὶ ἔχουσα (en vientre teniendo): cfr. Hapax en el Apoc. cfr. Mt. I, 18.23; XXIV, 19; Mc. XIII, 17; Lc. I, 31; XXI, 23; I Tes. V, 3. 

κράζει (clama): cfr. Apoc. VI, 10; VII, 2.10; X, 3; XIV, 15; XVIII, 2.18-19; XIX, 17. 

ὠδίνουσα (dolorida de parto): Hapax en el Apoc. cfr. Gal. IV, 19.27. Ver Mt. XXIV, 8; Mc. XIII, 8; Hech. II, 24; I Tes. V, 3. 

Βασανιζομένη (atormentada): cfr. Mt. VIII, 29; Mc. V, 7; Lc. VIII, 28 (Demonios atormentados); Apoc. IX, 5 (langostas de la quinta trompeta); XI, 10 (Dos Testigos a los habitantes de la tierra); XIV, 10; (adoradores de la Bestia); XX, 10 (Adoradores de la Bestia - Habitantes de la tierra en el lago de fuego y azufre). Ver Apoc. XIV, 11; XVIII, 7.10.15 (Babilonia); Mt. VIII, 6; XIV, 24; Mc. VI, 48; II Ped. II, 8. 

τεκεῖν (dar a luz): cfr. Mt. I, 21.23.25; II, 2; Lc. I, 31.57; II, 6-7.11; Jn. XVI, 21; Gal. IV, 27; Apoc. XII, 4-5.13. 

 

Notas Lingüísticas: 

Zerwick: “ἐν γαστρὶ ἔχουσα: encinta”. 

 

Comentario: 

Allo: “ὠδίνουσα: cfr. los dolores de parto atribuidos a una mujer que representa Israel, Miq. IV, 9-10; Is. XXVI, 17; LXVI, 7 ss… en sentido metafórico passim en el AT y NT; “dolores de parto del Mesías”: término consagrado en la literatura rabínica. Cfr también IV Esd. XVI, 39; Jn XVI, 21”. 

Caballero Sánchez: “Este dolor extraordinario ha sido anunciado más de una vez por los profetas antiguos: “Oí voz como de Mujer que pare, dice Jeremías (IV, 31), gritos de angustia, como de la que pare por primera vez, voz de la Hija de Sión; se lamenta y extiende las manos: ¡Ay de mí, que mi alma desmaya a causa de los matadores!” (Ítem, VI, 24; XXX, 6-7). El contexto de todos esos pasajes es escatológico, por más que los “sabios” los quieran referir a hechos del pasado. Pero más completo y preciso es Miqueas (IV-V) en un horizonte igualmente escatológico y apocalíptico: “Ahora, Jerusalén, ¿por qué gritan tanto? ¿No hay rey en ti? ¿Pereció tu consejero que te ha dado dolor como de parto? Duélete y gime, Hija de Sión, como mujer en parto; porque ahora saldrás de la ciudad y morarás en el campo y llegarás hasta Babilonia. Pero allí serás librada, allí te redimirá Yahvé del poder de tus enemigos… (IV, 9-10).- Es claro que la interpretación de los “sabios” que buscan el reflejo de las profecías en las circunstancias históricas en que hablaron los profetas, se topa aquí y casi siempre, con dificultades insuperables; pues, en tiempos de Miqueas, era absurdo hablar de privación de rey como de cautiverio en Babilonia; y más absurdo todavía declarar que la redención mesiánica sería obtenida por Jerusalén en Babilonia de en medio de sus enemigos. Tales pinceladas no pueden referirse directamente sino a la Mujer-Sión y a la Ramera-Babilonia del Apocalipsis. Ahí solamente el cuadro encuentra su propio marco con sus colores y proporciones armónicas”. 

Eyzaguirre: “Suponemos ya al pueblo de Israel iluminado en la fe en Nuestro Señor Jesucristo y bautizado. Así, pues, Jesús está en el corazón de los israelitas o, siguiendo la alegoría de San Juan, es la mujer teniendo en su útero a Jesús; con la boca debe confesar públicamente todo el pueblo al mismo Jesús que negó públicamente y que lo entregó a Pilatos (Hech. III, 13). Esta confesión pública de la fe cristiana hecha por todo el pueblo, que ya habían hecho los judíos en privado, es llamada aquí parto de la mujer. Clamaba con dolores de parto y en las angustias del alumbramiento, ya que la confesión pública no será muy fácil en aquellos días en los cuales, las gentes, inspiradas por el diablo, repetirán exactamente el mismo clamor de los judíos que pedía a Pilatos la crucifixión de Jesús: “No tenemos rey más que el César” (Jn XIX, 15). La adoración del estado, con la apostasía de la fe cristiana, será entonces generalizada”. 

Solamente notar que, en esta ocasión, no serán todos los judíos los que confesarán públicamente a Jesús, sino una parte de ellos. 

Wikenhauser: “La mujer lleva un niño en su seno, y le ha llegado la hora de darlo a luz; sufre ya los dolores del parto, y en angustia lanza fuertes clamores. La descripción es muy realista y todos sus elementos están tomados de diversos pasajes del AT, que presentan la llegada del tiempo mesiánico bajo la imagen de una mujer en trance de dar a luz; la mujer es Israel (cfr. Is LXVI, 7 s; Miq IV, 9s). El paralelo más exacto lo hallamos en Is. XXVI, 17: “como mujer encinta cuando llega al parto, se retuerce y grita en sus dolores”. 

Salguero: “Los que ven en la Mujer la representación de Israel se fundan en razones que, a nuestra manera de ver, son de mucho peso. Son muchos los lugares de los profetas del Antiguo Testamento en que Israel es representado bajo la figura de una mujer. Dejando aparte la esposa del Cantar de los Cantares, podemos descubrir esta personificación de Israel en Oseas II, 19-20, en Jeremías III, 6-10 y en Ezequiel XVI, 22. Este último nos presenta a las dos hermanas Oola y Ooliba, que representan a los dos reinos de Samaría y Judá (XVI, 2-58). Los libros apócrifos siguen también la misma norma, como se puede ver en IV Esdras XVI (…) Por otra parte, la imagen de Sión en dolores de parto no era desconocida en el Antiguo Testamento. El profeta Miqueas exclama: “Te dueles y gimes, hija de Sión, como mujer en parto porque vas a salir ahora de la ciudad y morarás en los campos y llegarás hasta Babilonia” (IV, 10). Isaías nos presenta a los israelitas oprimidos que claman a Yahvé: “¡Como la mujer encinta cuando llega el parto se retuerce y grita en sus dolores, así estábamos nosotros lejos de ti, oh Yahvé!” (XXVI, 17). Y en otro lugar, el mismo profeta nos habla de la multiplicación de la nueva Jerusalén en estos términos: “Antes de ponerse de parto ha parido; antes de sentir los dolores dio a luz un hijo. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio nunca tal? ¿Nace un pueblo en un día? Una nación, ¿nace toda de una vez? Pues Sión ha parido a sus hijos antes de sentir los dolores (LXVI, 7-8)”. 

Además, el autor del Apocalipsis nos dice expresamente en el v. 6 que la Mujer huyó al desierto, en donde fue alimentada por Dios hasta que desapareció el peligro de parte de sus enemigos. Por el libro del Éxodo sabemos que Israel huyó de Egipto al desierto del Sinaí, en donde fue alimentado por Dios con el maná caído del cielo hasta que se convirtió en un pueblo bien constituido, capaz de enfrentarse y resistir a los pueblos enemigos. De este paralelo evidente parece seguirse que la Mujer del Apocalipsis representa al pueblo de Dios personificado”. 

Swete: “La madre mística del Señor que tiene en vista, no es la Virgen sino la Iglesia judía. Jerusalén es descrita en los Profetas como una mujer con trabajos de parto (Miq. IV, 10; Is. XXVI, 17; LXVI, 7). 

San Victorino: “Es la antigua Iglesia de los Padres, profetas, santos y apóstoles que será atormentada con los gemidos de su deseo hasta que vea surgir del pueblo a Cristo, el fruto prometido antiguamente según la carne”. 

San Agustín (in Psal. CXLII): “Esta mujer es la antigua ciudad de Dios”. 

Bonsirven: “Metáfora tradicional para representar a Israel, más tarde a Jerusalén, como una prometida, como una mujer, unida con Dios[1]. También encontramos la imagen de la mujer que sufre los dolores de parto aplicada a la nación o a Sión”[2].


 

[1] “Símbolo desarrollado ampliamente por Oseas (I, 2-3.5), reaparece en Jeremías (III, 1-13), proporciona a Ezequiel (XVI y XXIII) un cuadro ampliamente desarrollado; después el díptico sobre Jerusalén y Samaria (Ohola y Oholiba). La nueva Jerusalén, esposa de Yahvé: Isaías (LIV, 5-6); concepción dramáticamente utilizada en el apócrifo de Esdras (IX, 38-X, 59). Terminamos en el Nuevo Testamento con la palabra de San Pablo a los Gálatas (IV, 26) sobre la Jerusalén de arriba, nuestra madre. Véase también la palabra de Juan Bautista (Jn. III, 29), después de Jesús (Mc. II, 19) sobre el prometido, el recién casado”. 

[2] “Miqueas (IV, 10) e Isaías (XXVI, 17; LXVI, 7) mencionan los dolores de parto de Sión”.