miércoles, 18 de noviembre de 2020

La Disputa de Tortosa (XXVI de XXXVIII)

    4) Is. VII, 14: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”. 

Opinión del P. Pacios: 

Es la prueba clásica de la virginidad de María. Su interpretación viene impuesta al católico por el hecho de que Mt. (I, 23) advierte que en María se cumplió esta profecía. De ahí la unanimidad de la tradición cristiana en su interpretación. Creemos inútil extender nos en la argumentación de Jerónimo, que, por otra parte, nos parece excelente. 

Sólo advertiremos: 

a) Que el testimonio que alega de David Kimhi (ses. 40) no nos parece muy convincente, ya que éste, al menos según la edición que nosotros tuvimos a mano, reconoce que la palabra alma puede aplicarse a una virgen, pero también a la que no lo es, aunque incluyendo siempre el significado de algo oculto y recatado. 

b) Que, aunque esté bien su explicación etimológica de la palabra alma, hubiera hecho mejor en insistir en el uso; de éste, en efecto, más que de la etimología, depende el significado de las palabras. Según el uso, bétulá significa virgen, hecha abstracción de la edad; alma, en cambio, doncella casadera y, por consiguiente, virgen, ya que quien no ha contraído matrimonio debe presumirse tal. 

La palabra alma se encuentra en siete pasajes, a más de Is. VII, 14: en Gen. XXIV, 43, de Rebeca; Ex. II, 8 de María, hermana de Moisés, cuando velaba a su hermano en las aguas; Cant. VI, 8, de las doncellas en el palacio de Salomón en oposición a reinas y concubinas. En estos tres lugares se toma, pues, como sinónimo de virgen joven. En otros tres lugares (Sal. XLVI, 1; LXVIII, 2; I Paral. XV, 20) aparece en plural alamót), como término musical para designar voz de soprano, es decir, atiplada, virginal. Sólo en Prov. XXX, 19 parece tratarse de una joven que no es virgen, es decir, que sin casarse es violada clandestinamente por un hombre: el escritor sagrado le da un título jurídico, porque no consta el real, que permanece oculto, por lo que tampoco aquí significa “no virgen”. Por tanto, no puede argüirse de este texto contra la significación de virgen, ya que se trata de una que se presume tal, aunque de hecho no lo sea, cosa inadmisible tratándose de la Madre del Mesías, de que habla Isaías. 

c) Tampoco insiste Jerónimo en el significado que se dio antiguamente a la palabra, cosa que, sin embargo, creemos corroboraría la prueba. En efecto, la Sinagoga entendió “virgen” hasta el s. II p. C. Sólo desde entonces, y por oposición a los cristianos, comenzó a traducirla por joven. Por “virgen” la tradujeron los LXX, judíos buenos conocedores del hebreo; su versión fué reconocida no sólo en la Diáspora, sino aun en la misma Palestina, donde se usaba en las Sinagogas de lengua griega. Y nadie reclamó contra la versión virgen hasta bien entrado el siglo II, y los que entonces reclamaron no pudieron presentar testimonios anteriores en su apoyo”. 

Por lo demás, la argumentación de Jerónimo a base de Is. VII, 14 nos parece plenamente eficaz, y creemos que la tesis quedó plenamente demostrada en la Controversia. Sólo añadiremos que su razonamiento de que Isaías anuncia un milagro y que ése no se daría si se tratase de una concepción natural y no virginal, es de honda raigambre patrística y lo juzgamos por sí solo suficiente para evidenciar que alma significa virgen. 

 

Nuestra opinión: 

No hay dudas que, como argumento de autoridad, para los cristianos el texto de Is. VII es terminante dado que lo cita San Mateo, y debería serlo también para los judíos, debido a la versión de los LXX. 

En este sentido, la prueba es contundente e inapelable. 

Con respecto al análisis de los términos, nuestra opinión es la de Drach, quien dedica buena parte de su segundo tomo de la Harmonie a analizar este texto tan importante[1]. 

Imposible descender a los detalles, así que contentémonos con un par de ideas sueltas: 

Existen en hebreo tres términos muy relacionados entre sí: 

a) Naara: Significa joven, casada o no; virgen o no. 

b) Betula: Virgen, joven o no; se trata de lo que podríamos llamar virginidad material, corporal. 

c) Alma: Es el término usado por Isaías y significa joven y virgen, pero es una virginidad integral, no sólo de cuerpo sino también de alma; es real, moral, virtuosa; es ese candor e inocencia propios de las almas puras. El término hebreo hace referencia a algo escondido. 

En una palabra, es una virginidad perfecta: en cuerpo y alma, propios de una joven. 

No hay dudas que ese es el término que mejor cabe a Nuestra Señora y el único que podía utilizar el Profeta a la hora de anunciar el signo[2]. 

d) Cuando se usa en plural, alamót no significa el tono de voz sino el coro de vírgenes que existía tanto en Israel como en todos los pueblos antiguos. 

e) El pasaje de Prov. XXX no tiene nada que ver con la violencia que se le pueda hacer a una mujer sino con otra cosa: lo que dice Salomón es que es sumamente difícil (por no decir, imposible) conocer cuándo un alma ha sucumbido al pecado después de no dejar traza del mismo[3]. 

Otro argumento, de mera congruencia a favor del nacimiento virginal, lo traen varios autores, como por ejemplo Madeleine Chasles con estas palabras: 

“La esterilidad de las esposas de los tres grandes Patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, es muy característica. Sara, Rebeca y Raquel son al principio privadas de hijo y solamente después de una intervención particular de Dios pueden exclamar, como Ana, madre de Samuel: “Incluso la estéril da a luz siete veces” (I Rey. II, 5). 

Pensamos que esta ruda prueba a la fe, bajo la cual el Señor doblegó a estas mujeres, estaba relacionada con el nacimiento virginal de Cristo. ¿No era preciso que hubiera alguna similitud entre ellas y María, la esposa de José, y una similitud entre la trilogía patriarcal y el mismo José, padre nutricio del Salvador? 

Estos nacimientos, casi fuera de las leyes naturales, prefiguraban, pues, el de Jesús. 

Pero la prueba aparece repentinamente incluso para aquellos cuyo nacimiento ha estado lleno de bendiciones. Sus vidas se ven amenazada de repente. Dios parece querer llevar consigo a los hijos que ha dado. Parece dejar el campo libre a la Serpiente para hacer la guerra a los hijos de la promesa. Esta es la razón por la que Isaac deberá ser ofrecido, Jacob huir de la casa paterna a fin de escapar del furor de Esaú y José ser vendido por sus hermanos y tenido por muerto durante años[4].


 [1] Pag. 108-383; sobre todo 111-196. 

Allí analiza no sólo la interpretación del término alma sino de todo el pasaje y la exégesis que da es del todo literal, natural y obvia. Interpretación que es la de la Sinagoga antigua y debemos confesar es la primera vez que nos ha convencido una exégesis de todo este pasaje tan difícil. 

[2] Hay tantos detalles interesantísimos en este análisis que no resistimos dar al menos uno: según la enseñanza de la Sinagoga, el signo que Isaías le pide que escoja a Acaz 

“Pide para ti una señal de parte de Yahvé tu Dios; en lo profundo del scheol, o arriba en lo alto” (VII, 11) 

Son, respectivamente, o la resurrección de un muerto o que Elías descienda del Paraíso terrestre ante su presencia. 

¿Y por qué no? 

[3] No hay dudas que todo esto es muy conciso y puede no decir mucho, pero como ya dijimos más arriba, es imposible detenernos aquí demasiado. Por otra parte, nada puede reemplazar la lectura de esas páginas, que recomendamos vivamente. 

[4] Voici je viens, cap. Isaac.