miércoles, 27 de enero de 2016

Y la Mujer huyó al desierto… (Apoc. XII, 6) (X de X)

Conclusión.

A través de este pequeño estudio hemos procurado conocer con mayor detalle algo más sobre esa misteriosa y no menos famosa Mujer del capítulo XII del Apocalipsis. Hemos intentado seguirla a través de su recorrido, primero desde Jerusalén hacia Babilonia, luego en su huída hacia Petra, al sur de Jordania, pasando antes por el Monte Nebo y al final, tras los tres años y medio de protección divina, la hemos visto hacer su entrada triunfal en la ciudad Santa junto a Nuestro Señor.

Por último, hemos indagado las razones que la llevaron a Babilonia como así también hemos visto su angustia expresada en muchos Salmos al verse perseguida por sus enemigos, pero también hemos sido testigos de la poderosa protección de Dios en favor de su muy amada.

Ya para terminar, actualicemos un poco la tipología bíblica.

Salida de Egipto:

1.- Egipto – Persecución Interna – Signación (Dinteles de las casas) – Castigo (muerte de los primogénitos) –  Salida – Columna de nube y de fuego - Dos Alas - Persecución Externa (Faraón envía ejércitos) – Destrucción de los ejércitos enemigos (el mar se abre y se cierra) – Cántico de los salvados[1] - Desierto – Penitencia[2] - Entrada en la tierra Prometida.

Capítulo XII del Apocalipsis:

2.- Babilonia – Persecución Interna – Signación (sexto Sello) – Castigo (Primeras cinco Trompetas) – Salida – Columna de nube y de fuego[3] - Dos Alas - Persecución Externa (Satanás envía ejércitos) – Destrucción de los ejércitos enemigos (la tierra se abre y se cierra) – Cántico de los salvados - Desierto – Penitencia - Entrada en la Tierra Prometida.


Es curioso notar cómo Israel, pueblo de dura cerviz, recién se doblega ante Dios a la segunda oportunidad, como el primero de los hijos de la parábola de Mt. XXI, 28-32.

Por ejemplo, Abrahám, antes de trasladarse a Canaán por mandato divino, se detiene en Harán (Hech. VII, 2-4) y Dios tiene que decirle por segunda vez que se traslade a la tierra prometida.

Los hermanos de José recién lo reconocen la segunda vez (Gen. XLII-XLV, citado por San Esteban en Hech. VII, 12-13. Ver la nota de Straubinger).

Israel recién entrará convertido a la Tierra prometida, la segunda vez[4], etc. etc.

Seguramente se podrán encontrar muchos ejemplos más, pero todos se resumen en esta gran verdad:

Israel no aceptó al Mesías en la Primera Venida y lo hará recién en la Segunda.

Para lo cual será preciso que Dios la saque de nuevo de la Tierra Santa, la lleve al desierto, le hable al corazón y la prepare para entrar de nuevo triunfalmente en la Tierra Prometida, según lo vemos profetizado en uno de los versos más hermosos de los Salmos (CXXV, 5-6):

“Los que siembran con lágrimas
Segarán con júbilo.
Yendo, iban llorosos,
Llevando la semilla para la siembra;
Volviendo, vendrán con exultación,
trayendo sus gavillas”.




[1] Aquí tenemos una nueva similitud con la huída a Egipto (Ex. XV), y según Lacunza (Tercera Parte, cap. VIII) se trata de El Cantar de los Cantares. Cfr. Sal. XXXII, 3; XXXIX, 4; XLI, 9; XCV, 1; XCVII, 1; CXLIII, 9; CXLIX, 1; Is. XXXV, 10; XLII, 10-11; Ver también Apoc. V, 9; XIV, 3 y XV, 3.

[2] Lo que debía haber sido una purificación o prueba terminó siendo un castigo. La rebelión de los judíos impidió que la entrada en la tierra de promisión diera lugar “al descanso sabático para el pueblo de Dios” (Heb. IV, 9) y desde entonces todo lo que le sucedió a Israel fue una figura de lo que realmente hubiera ocurrido si hubieran sido fieles.

[3] La columna de nube y fuego que protegía a Israel en su travesía por el desierto (cfr. Ex. XIII, 20; Sal. LXXVII, 14; CIV, 39; Sab. X, 17; XIX, 7; I Cor. X, 1) parece que se repetirá en los tiempos de que venimos hablando como leemos en el Sal. CXX, 5-6:

Es Yahvé quien te custodia;
Yahvé es tu umbráculo
y se mantiene a tu derecha.
De día no te dañará el sol,
ni de noche la luna.

Y el v. 8 termina el Salmo diciendo:

Yahvé custodiará tu salida y tu llegada,
ahora y para siempre.

Lo cual se aplica sin problemas a la salida de Babilonia y llegada a Petra de que venimos hablando.

[4] Lo que debió haberse cumplido la primera vez tras la salida de Egipto, debe cumplirse alguna vez, pues ese es el plan de Dios, y de ahí que haya tantas similitudes entre la huída de Egipto y la de Babilonia.