Nota del Blog: Presentamos el prólogo de esta preciosa obrita tan alabada y citada por Straubinger. Es un libro de hermosas meditaciones del cual sólo publicaremos el prólogo, riquísimo en contenido teológico, y una o dos meditaciones por vía de ejemplo.
Mons. E. Guerry |
HOMENAJE AL PADRE
PADRE, que manifestaste tu
amor para con nosotros enviando a tu Hijo al mundo a fin de que viviésemos por
El;[1]
Padre, que nos
predestinaste a ser hijos tuyos adoptivos por medio de Jesucristo, por causa de
tu amor;[2]
Padre, que nos amaste
hasta querer hacer de nosotros verdaderamente tus hijos;[3]
Padre, que enviaste a
nuestros corazones el Espíritu de tu Hijo, el cual nos hace clamar hacia Ti:
¡Padre!;[4]
Padre, que nos colmaste en
Cristo de toda suerte de bendiciones espirituales;[5]
Padre, que nos escogiste
antes de la creación del mundo, para ser santos y sin mancha en tu presencia
por el amor;[6]
Padre, que nos arrancaste
a la potestad de las tinieblas para trasladarnos al reino de tu Hijo muy amado;[7]
Padre, que nos hiciste
capaces de tener parte en la herencia de los santos en la luz;[8]
Padre, que nos amaste y
nos diste con tu gracia el consuelo eterno y la esperanza;[9]
Padre de Jesús, que según
tu gran misericordia nos regeneraste por la resurrección de Jesucristo para una
viva esperanza;[10]
Padre de las misericordias
y Dios de toda consolación;[11]
Padre, que haces nacer el
sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores;[12]
Padre, que a nadie juzgas,
sino que todo el poder de juzgar lo diste al Hijo;[13]
Padre, que tienes en Tí
mismo la vida y diste al Hijo el tener la vida en Sí mismo;[14]
Padre, que enviaste a tu
Hijo, Jesús, para que todos los que lo ven y creen en Él tengan vida eterna;[15]
Padre de Jesús, que nos
das el verdadero pan del cielo;[16]
Padre, que ves en el
secreto de nuestras almas;[17]
Padre, que conoces todas
nuestras necesidades;[18]
Padre, que alimentas a las
aves del cielo y vistes los lirios del campo;[19]
Padre, sin cuya
disposición no cae en tierra un solo pajarillo;[20]
Padre, Señor del Cielo y
de la tierra, que tienes encubiertas estas cosas a los sabios y a los prudentes
del siglo, pero las revelas a los pequeños;[21]
Padre, que buscas
adoradores en espíritu y en verdad;[22]
Padre de Jesús, de quien
proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra;[23]
Padre de todos los
hombres, que estás por encima de todos;[24]
Padre de las luces, de
quien desciende toda dádiva preciosa y todo don perfecto;[25]
Padre, en quien no cabe
mudanza, ni sombra de variación;[26]
Yo te ofrezco,
en testimonio de mi filial
ternura,
estas pobres páginas de
meditación,
extraídas del Corazón
adorable de tu Divino Hijo,
bajo la luz de tu Espíritu
de Amor.
E. Guerry.
INTRODUCCIÓN
LA DEVOCIÓN AL PADRE - SU
OPORTUNIDAD - SU VALOR DOCTRINAL
La devoción al Padre fué
la de Jesús. ¿Cómo no habría de ser también la nuestra? Es la que el Divino
Salvador nos enseñó en la única oración compuesta por El para nosotros.
Sabemos, por el Evangelio,
que hablaba constantemente de su Padre a sus apóstoles.
Cabe preguntar, a pesar de
todo esto: Para muchos cristianos de hoy, ¿es acaso el Padre una persona viva?
Las más de las veces no
experimentan con respecto a El sino un solo sentimiento: el del temor. No se
atreven a acercarse a Él.
Sin duda se admite
fácilmente, entre los atributos de Dios, la paternidad. Mas para muchos no se
trata sino de una metáfora o una abstracción. Ahora bien: el culto de la
Iglesia no se dirige a un atributo abstracto; sube hacia una Persona.
Así también toda la liturgia de la Misa, nos invita a elevar nuestras almas hacia
el Padre, y a ofrecernos a Él en unión con su Hijo muy amado, dirigiéndole
nuestras súplicas "por medio de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina
con El, en la unidad del Espíritu Santo".
Toda plegaria católica,
dice un eminente liturgista (Dom Cabrol, La prière antique, cap.
19, pág. 262)[27], es ofrecida al Padre, por
medio del Hijo, en el Espíritu Santo.
Podemos estar pues, bien
seguros de no dejarnos llevar por un espíritu innovador, cuando pregonamos una
devoción tan sólida como ésta, que sólo puede parecer nueva en nuestro tiempo a
los que la hubiesen olvidado. Uno de los estímulos que se presentan para
hacerlo son los efectos notables de purificación y santificación que produce en
las almas, como lo han comprobado con satisfacción los predicadores y
directores de almas que la han venido extendiendo. Parece que hubiere en
hacerlo una gracia especial. ¿Por qué?
Primeramente, porque
extender esta devoción es continuar la obra misma de Jesús.
Antes de la venida del Verbo, Dios era ya conocido, mas no lo era como Padre.
La misión esencial de Jesús fué revelar al mundo que Dios era su Padre y también
el nuestro. Al dar a conocer a los hombres, que lo ignoraban, este prodigioso
misterio del Amor Infinito, continuamos por lo tanto, lo que Cristo llamó
"su obra". Sus bendiciones son para su obra.
Además, ¿no será acaso
oportuno investigar las razones providenciales por las cuales nuestra época
parece estar mejor preparada que otras, para el mensaje divino de Cristo acerca
de su Padre?
[1] I
Juan, 4, 9.
[2] Ef.,
1, 5.
[3] I
Juan, 3, 1.
[4] Gál.,
4, 6.
[5] Ef.,
1, 3.
[6] Ef.,
1, 4.
[7] Col.,
1, 13.
[8] Col.,
1, 12.
[9] II Tesal., 2, 16.
[10] I Pedro, 1, 3.
[11] II Cor., 1, 3.
[12] Mt., 5, 45.
[13] 1 Juan, 5, 22.
[14] Juan, 5, 26.
[15] Juan, 6, 40.
[16] Juan, 6, 32.
[17] Mt., 6, 18.
[18] Mt., 6, 32.
[19] Mt., 6, 26.
[20] Mt., 10, 29.
[21] Mt., 11, 25.
[22] Juan, 4, 23.
[23] Ef., 3, 15.
[24] Ef., 4, 6.
[25] Sant. 1, 17.
[26] Sant., 1. 17.
[27] Véase D. Gaspar Lefebvre: "Al Padre se dirigen en general todas
las oraciones que se hacen en la Misa." Cuando se ruega en el altar dicen
a una los Concilios de Hipona (393), y de Cartago (397) la oración siempre debe
ser dirigida al Padre. "En todo el misal romano sólo hay veintisiete oraciones
dirigidas al Hijo y son casi todas posteriores al siglo XIII". Liturgia,
c. 3, pág. 37.