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Si
esto es así, ¿entonces qué, Henoc no viene?
La
venida de Henoc es tan cierta como la de Elías, pues la Biblia lo dice con
palabras más que claras:
“Henoc agradó a Dios, y fue transportado al
paraíso para predicar a las naciones la penitencia” (Eccli. XLIV, 16).
Sobre
lo cual Straubinger comenta:
“Los Santos Padres trasmiten en sus escritos la
misma tradición, según la cual Henoc, vendrá con Elías (cf. XLVIII, 10) para
predicar, aquél a los gentiles y éste a los judíos, si bien no todos coinciden
en que ellos sean los dos testigos de Apoc. XI, 3. Véase Jud. 14”.
En
otras palabras, y tal como lo indicábamos al comienzo, una cosa es venir y
otra muy distinta es ser uno de los dos Testigos.
Un
último personaje nos está quedando por analizar: San Juan Evangelista.
Se
han dado diversas razones sacadas tanto de las Escrituras como de la tradición,
así que será bueno repasarlas.
1) Del texto de Jn. XXI, 20-22 hay quienes han
querido ver una afirmación de Nuestro Señor de que no iba a morir.
“Volviéndose Pedro, vio que los seguía el discípulo
al cual Jesús amaba, el que, durante la cena, reclinado sobre su pecho, le
había preguntado: “Señor ¿quién es el que te ha de entregar?”. Pedro, pues,
viéndolo, dijo a Jesús: “Señor: ¿y éste, qué?”. Jesús le respondió: “Si me
place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme”.
Pero
es claro por lo que sigue que Nuestro Señor nunca afirmó semejante cosa y hasta
el mismo Evangelista parece oponerse a semejante interpretación cuando dice a
continuación:
“Y así se propagó entre los hermanos el rumor de que
este discípulo no ha de morir. Sin embargo, Jesús no le había dicho que él no
debía morir, sino: “Si me place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te
importa a ti?”.
Parecería
por estas palabras que el Evangelista está rechazando expresamente semejante
interpretación, pues de otra manera, ¿para qué agregarlas?
2) Por las palabras del Apocalipsis en el cap. X
“Y
vi otro ángel fuerte descendiendo del cielo, vestido con una nube y el iris
sobre su cabeza y su rostro como el sol y sus piernas (lit. sus pies)
como columnas de fuego. Y teniendo en su mano un
librito abierto; y puso su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre
la tierra; y clamó con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron
los siete truenos sus voces. Y cuando hablaron los siete truenos, iba a
escribir y oí una voz del cielo diciendo: “Sella lo que hablaron los siete
truenos y no lo escribas”. Y el ángel
que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra,
al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el
cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay
en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del
séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios
como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí del cielo, (la
oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el libro, el abierto, (que está) en la mano del ángel, el que
está de pie sobre el mar y sobre la tierra”. Y fui al ángel diciéndole me diera
el libro. Y me dice: “Toma y devóralo y amargará tu vientre, pero en tu boca
será dulce como miel”. Y tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré y fue
en mi boca como miel dulce y cuando lo comí se amargó mi vientre. Y me dijo: “Debes
tú de nuevo profetizar sobre pueblos y naciones y lenguas y reyes numerosos”.
Y
como esto no sucedió, se arguye, entonces algún día deberá suceder.
Pero
la respuesta es exactamente la misma que ya dimos más arriba con respecto a la
prédica de Jeremías a las naciones.
Antes
que nada, es preciso notar que el capítulo X marca la división central de la profecía
que va desde los cap. IV–XXII, pues hasta entonces las visiones habían tenido
lugar en el cielo y habían tratado (con dos excepciones) de la primera mitad de
la última Semana de Daniel, mientras que tras el capítulo X comienza una nueva
fase de la profecía: el vidente está en la tierra y todas las visiones (excepto
dos) indican lo que sucederá bajo el reinado del Anticristo, o sea la segunda
mitad de la última Semana de Daniel.
Con
esto en mente, es fácil ver que ese librito que se le da al Apóstol corresponde
a las visiones que siguen a continuación, donde vemos, además, que los términos
“pueblos, naciones, lenguas y reyes” aparecen a partir del capítulo X en el
Apocalipsis: XI, 9; XIII, 7; XIV, 6; XVI, 14; XVII, 2.15.18; XVIII, 3; XIX,
18-19.
E
incluso las dos excepciones que se leen antes del capítulo X, y que son V, 9 y
VII, 9 se refieren a los mártires del Anticristo.
En
conclusión, esta prédica a las naciones es una de las tantas similitudes del
Apocalipsis con el A.T., así como la manducación del libro ya se encontraba en
Ezequiel.
Pero,
dirá alguno, estas palabras probarían que San Juan murió, pero no niegan que
puede haber resucitado después y que Dios lo tenga reservado para predicar en
tiempos del Anticristo.
3) De hecho, es la opinión de no pocos autores[1].
Sea.
En honor a tan graves autores no negamos para nada la posibilidad de que venga San Juan, pero preferimos opinar en
contrario, creyendo que no hay ningún texto bíblico que así lo establezca, e
incluso habría que preguntarse cuántos de los autores que cita el P. Fuchs en
el artículo citado en la nota, dependen de Jn. XXI o Apoc. X para creer
lo que creen.
De
todas formas, sea lo que sea de todo esto, San Juan vendría, según esta
opinión, con Elías y Moisés (o Enoc), los cuales serían los dos Testigos y como
dijimos al comienzo, la idea de este artículo era determinar la identidad de
esos dos Testigos. Si San Juan viene (¿a predicar a las naciones, al igual que
Enoc?) sería un tercer testigo, pues,
a diferencia de Enoc, sí vio la Parusía.
Summa summarum: creemos que los dos Testigos son Elías y Moisés, que Enoc también
vendrá, y que posiblemente no lo haga san Juan.