Descartados
los casos más improbables, pasemos ahora a los que gozan de una mayor
probabilidad.
1) Elías: Absolutamente todo el mundo está de acuerdo en que
Elías es uno de los dos Testigos. Es difícil encontrar un solo autor que no vea
a este gran Profeta del A.T. en uno de los dos personajes del cap. XI del Apocalipsis.
Para
no amontonar las citas, veamos nada más lo que nos dice Caballero Sánchez,
comentando Apoc. XI, 3:
“Toda la
antigua tradición judía y cristiana señala a Elías como a futuro Heraldo
escatológico del Día del Señor. Fúndase esa tradición en textos bíblicos
bastante claros.
Dice Malaquías:
“He aquí que yo os envío a Ellas, el profeta,
antes que venga el Día de Yahvé, Día grande y terrible. Él convertirá el
corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres, no
sea que, en viniendo, yo dé al anatema toda la tierra" (Mal. IV, 5-6).
El Eclesiástico recalca lo mismo:
"Tú, Elías, has sido adscrito y preparado
para los tiempos venideros, para aplacar la cólera antes que se inflame,
convertir el corazón del padre hacia los hijos y restablecer las tribus de
Israel. Dichosos los que te verán y se hallen hermoseados por el
Amor..." (Eccl. XLVIII, 1).
Los textos del Evangelio dan lugar a alguna
dificultad, pero se dejan interpretar en el mismo sentido. Según las palabras
de Gabriel a Zacarías, Juan Bautista será otro Elías, pues "caminará
delante del Señor en el espíritu y poder de Elías" (Luc. I, 17). Y, cuando
más tarde, los Apóstoles, precisamente después de haber visto a Elías en la
Transfiguración, y oyendo a Jesús hablar de su próxima muerte y resurrección,
le preguntan desorientados:
"Pero, ¿no dicen los Escribas que Elías debe
venir primero?"
Jesús les responde afirmativamente:
"Sí, Elías viene primero y restablecerá
todas las cosas...".
Y así
queda reafirmada la misión escatológica de Elías. Sin embargo, en relación con el otro Elías, Juan
Bautista, Jesús añade:
"También os afirmo que Elías ha venido ya, y lo
han desconocido y maltratado a su gusto, así como el Hijo del hombre padecerá
de parte de ellos". (Mat. XVII, II-12).
De modo que Juan Bautista es un Elías en espíritu y
poder. Y tan cierto como actuó él en calidad de precursor de Jesús paciente,
actuará Elías en persona, en calidad de Testigo principal y Profeta de Jesús
glorioso.
Elías,
por lo tanto, es uno de los dos Testigos.
La
tradición no es tan unánime para identificar al otro…”.
Hasta
aquí el autor.
Ahora
bien, dos grandes opciones se presentan para la identificación del otro Testigo:
Henoc y Moisés.
Por
el primero están: los antiguos en general, San Hipólito, Ambrosio,
Aretas, Ansberto, Haymo, Ricardo, Hugo, Tomás, Dionisio, Vatablo, Suárez,
Viegas, Ribera, Alápide, Fillion, Lepin, el Ps. Hipólito, Ecumenio, Drach.
Mientras
que a Moisés lo defienden: los modernos en general, Straubinger
se inclina, Caballero Sánchez, San Hilario, S. Ambrosio, Joaquín, Gagneio,
Catarino, Maldonado, Iglesias.
Puestos
a elegir, nos quedamos con Moisés y por varias razones, pero, antes que
nada, vamos por partes:
1) La primera pregunta que uno se tiene que
hacer, y que nunca se la ve planteada, es: ¿de qué son testigos?
Pues
está claro que uno testimonia sobre aquello que vio o escuchó
personalmente y no por terceros.
¿Qué
es, pues, lo que vieron o escucharon los dos Testigos?
Para
responder a esta pregunta, bueno será recordar en qué consistió la prédica del
Bautista, Jesús y los Apóstoles:
Mt.
III, 1-12: “En aquel tiempo apareció Juan el Bautista,
predicando en el desierto de Judea, y decía: “Arrepentíos, porque el reino
de los cielos esta cerca”. Este es de quien habló el profeta Isaías cuando
dijo: “Voz de uno que dama en el desierto: Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas”. Juan tenía un vestido de pelos de camello, y un cinto de
piel alrededor de su cintura; su comida eran langostas y miel silvestre.
Entonces salía hacia él Jerusalén y toda la Judea y toda la región del Jordán,
y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Mas viendo a muchos fariseos y saduceos venir a su bautismo, les dijo: “Raza
de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que viene? Producid,
pues, frutos propios del arrepentimiento. Y no creáis que podéis decir dentro
de vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”; porque yo os digo: “Puede Dios
de estas piedras hacer que nazcan hijos a Abrahán”. Ya el hacha está
puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no produce buen fruto será
cortado y arrojado al fuego. Yo, por mi parte, os bautizo con agua para el
arrepentimiento; mas Aquel que viene después de mí es más poderoso que yo, y yo
no soy digno de llevar sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y
fuego. La pala de aventar está en su mano y va a limpiar su era:
reunirá el trigo en el granero, y la paja la quemará en fuego que no se apaga”.
Lc. III, 2-14: “… la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el
desierto. Y recorrió toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento
para la remisión de los pecados, como está escrito en el libro de los
vaticinios del profeta Isaías: “Voz de uno que clama en el desierto: Preparad
el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle ha de rellenarse, y toda
montaña y colina ha de rebajarse; los caminos tortuosos han de hacerse rectos,
y los escabrosos, llanos; y toda carne verá la salvación de Dios”. Decía, pues,
a las multitudes que salían a hacerse bautizar por él: “Raza de víboras,
¿quién os ha enseñado a escapar de la cólera que os viene encima? Producid
frutos propios del arrepentimiento. Y no andéis diciendo dentro de
vosotros: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os digo que de estas piedras
puede Dios hacer que nazcan hijos a Abrahán. Ya el hacha está puesta a
la raíz de los árboles; todo árbol que no produce buen fruto va a ser tronchado
y arrojado al fuego”. Preguntábanle las gentes “¡Y bien!
¿qué debemos hacer?”. Les respondió y dijo: “Quien tiene dos túnicas, dé una
a quien no tiene; y quien víveres, haga lo mismo”. Vinieron también los
publicanos a hacerse bautizar, y le dijeron: “Maestro ¿qué debemos hacer? Les
dijo: “No hagáis pagar nada por encima de vuestro arancel”. A su vez
unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?” Les dijo: “No
hagáis extorsión nadie, no denunciéis falsamente a nadie, y contentaos con
vuestra paga”.
Mt.
IV, 17: “Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a
decir: “Arrepentíos porque el reino de los cielos ha llegado”.
Mc.
I, 14-15: “Después que Juan hubo sido encarcelado, fué Jesús
a Galilea, predicando la buena nueva de Dios, y diciendo: “El tiempo se ha
cumplido, y ha llegado el reino de Dios. Arrepentíos y creed en el Evangelio”.
Y San
Pablo resume bien la cuestión en tres puntos principales:
I Tes. I, 8-10: “Así es que desde vosotros ha repercutido la Palabra del Señor, no sólo
por Macedonia y Acaya, sino que en todo lugar la fe vuestra, que es para con
Dios, se ha divulgado de tal manera que nosotros no tenemos necesidad de decir
palabra. Pues ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra llegada a
vosotros, y cómo os volvisteis de los ídolos a Dios para servir al Dios
vivo y verdadero, y esperar de los cielos a su Hijo, a quien Él resucitó de
entre los muertos: Jesús, el que nos libra de la ira venidera”.