sábado, 27 de junio de 2020

La Disputa de Tortosa (II de XXXVIII)


III. Introducción.

“Presentamos al lector la más importante de todas las Disputas habidas en el Medioevo entre cristianos y judíos”.

Con estas palabras nos introducía el P. Pacios en el largo y excelente estudio sobre este apasionante tema.

En el primer volumen realizó un minucioso análisis histórico, crítico y doctrinal, mientras que, en el segundo, presentó las actas en su original latino.

Siguiendo en líneas generales al P. Pacios, vamos a dar un resumen de toda la Disputa sin dejar por ello de analizar los argumentos a favor y en contra.


***

En el año 1413 el (anti)Papa Benedicto XIII[1] convocó a los principales Rabinos del reino de Aragón para comparecer a una disputa pública con los católicos.

La primera sesión comenzó el 7 de febrero de 1413 y la última tuvo lugar el 13 de noviembre de 1414. Como se ve, casi dos años duró todo.

En el campo católico había una sola persona: Jerónimo de Santa Fe, sobre el cual nos informa el P. Pacios lo siguiente:

“Jerónimo de Santa Fe (antes Yeoshua' ha-Lurquí), natural de Alcañiz, era médico de Benedicto XIII, y escritor de mucho predicamento entre los judíos. En 1408 compuso en el mismo Alcañiz una obra de medicina, escrita en árabe, y dedicada a su amigo D. Benveniste de la Caballería. Su nombre ha-Lurquí nos indica que su familia era originaria de la ciudad de Lorca: es nombre de familia del tiempo de la Reconquista. Un hijo suyo fué, más tarde, obispo de Siracusa.

Respecto a su conversión, venía preparándose de mucho tiempo atrás. Ya en su carta a su antiguo maestro Pablo de Santa María, escrita, lo que parece, antes de 1391, no se muestra muy seguro de su fe. El desarrollo ulterior de su conversión en los 20 años siguientes nos es desconocido. En 1412 San Vicente Ferrer le encontró y trató en Alcañiz, ultimó su conversión y le bautizó. En este mismo año escribió su libro, que sin duda venía preparando de tiempo atrás, y contiene las tesis que defendió en la Controversia. Lleva por título, en la Edic. Gesner, Zürich, 1552: "Hieronimi de Sancta Fide, judaei ad cristianismum conversi, libri duo, quorum prior fidem et religionem (judaeorum) impugnat, alter vero Talmud. Ad mandatum Domini Papae Benedicti XIII, facta relatione anno Domini 1412, mense Augusto, in Hispania". El primero de los dos libros, o sea el que impugna la religión judía, lo escribió también en hebreo, con el título de Séfer ha-Piqqurim (…) El libro que trata de los errores del Talmud está sólo en latín. En agosto de 1412 enviaba su obra al Papa y éste convocaba la Controversia, que comenzó en febrero de 1413”[2].


En todo momento se notó claramente, de parte de los católicos, la mejor buena voluntad en la discusión, como tendremos ocasión de ver en más de una oportunidad.

“La primera invitación se les cursó, según consta por el Discurso preliminar de Jerónimo (ses. 1), en el mes de agosto de 1412. En ella se les proponía la venida del Mesías como la cuestión fundamental que debía discutirse. Los judíos pidieron tiempo para prepararse, y el Papa no sólo se lo concedió, sino que incluso les envió el libro de Jerónimo para que mejor pudieran ver las razones con que iban a ser combatidos. El envío de este libro acompañó probablemente a la orden escrita que a fines de noviembre de 1412 se cursó a todas las aljamas, mandando que cada una de ellas enviase de dos a cuatro de sus sabios a la corte pontificia de Tortosa, a fin de instruirse en puntos de fe cristiana; deberían hallarse allí para el 15 de enero de 1413, pero la controversia no empezó hasta el 7 de febrero. Ese tiempo de espera lo emplearon los judíos para obviar la disputa con dinero y razones; pero sus esfuerzos se estrellaron ante la decisión del Papa en mantenerla”[3].

Como se ve, no sólo Jerónimo les dio tiempo para prepararse, sino que de antemano les entregó las objeciones para que conocieran las razones a favor de la venida del Mesías. Como se puede apreciar por la simple lectura de las Actas, en ningún momento Jerónimo se apartó de lo estipulado.

“La víspera de la apertura de la disputa recibió Benedicto XIII en audiencia a los delegados judíos, hablando en nombre de todos D. Vidal ben Benveniste de la Caballería, que luego se había de convertir con toda su familia por efecto de la Controversia[4]. El Papa les exhortó a no temer por la disputa, dándoles seguridades de que no recibirían ante él ningún engaño ni injusticia, promesa que, en efecto, cumplió fielmente…”.

Y para que no queden dudas al respecto, leemos a continuación:

“Y luego ordenó que se les diesen casas convenientes para su albergue, se les proveyese de los comestibles que según su religión podían comer[5].

Y como si nada de esto fuera suficiente en favor de la buena fe de los católicos, Benedicto XIII

“Recabó del Rey un salvoconducto, que se pregonó por la ciudad, en virtud del cual se amenazaba con la pena de muerte al que durante el período de las disputas injuriase o de alguna manera perjudicase a los judíos”.

Y unas páginas más abajo, el P. Pacios dice:

“Lo que sí podemos afirmar es que sus vidas no corrieron el más mínimo peligro y que el Papa cumplió puntualmente lo que en la audiencia de antes de la Controversia les prometiera, diciéndoles: “Prohombres del pueblo judío, pueblo escogido por Dios desde la antigüedad y que si es despreciado lo es por su culpa, no temáis por la Disputa, porque no recibiréis en mi presencia ningún engaño ni injusticia”. Esto lo sabían tan bien los mismos representantes judíos que, bien que hablen con la forma respetuosa debida a la presencia del Papa, nunca dejan de manifestar su pensamiento por temor ni se refleja en ellos la más mínima inquietud por sus personas. El mismo R. Astruch, si desea volver a su casa, no es porque en Tortosa tema por su cabeza, sino porque lamenta no poder cuidarse de los suyos que están ausentes. Y lo que es más notable todavía, ni una sola medida coercitiva se tomó durante ni después de la controversia contra ninguno de los oradores que tomaron parte en ella[6].





[1] Parece ya del todo cierto, según los principios teológicos, que la línea verdadera durante el cisma de Occidente era la romana. Sobre el tema, basta y sobra con leer el Scholion de Franzelin a la Tesis XIII de su monumental De Ecclesia (pag. 225-233).

[2] La Disputa, I.40-41, nota 19.

A partir de ahora daremos solamente en número romano el volumen, seguido, en arábigo, de la página.

[3] I.45.

[4] Como veremos más adelante, y esto es un magnífico signo de que no había presiones de ninguna clase de parte de los católicos, fueron numerosos los judíos de todo el reino de España que se convirtieron como consecuencia de la Disputa.

[5] I.51-52.

[6] I.55-57.