Nota del
Blog: Artículo del P. R.
Thibaut aparecido en la Nouvelle
Revue Théologique 58 (1931), p. 54-56.
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Mc. VI, 8 s. concede al viajero
apostólico el bastón y el calzado que le rechazan, parece, Mt. X, 10 y Lc. IX,
3 (cf. Lc. X, 4 y XXII,
35). En vano, a fin de llevar la excepción de Mc. a la regla de Mt. y Lc.,
se ha supuesto un error en la versión griega del arameo (Wellhausen) o dado a εἰ
μὴ (sino) el sentido de sed neque (pero tampoco) (Méchineau, Études, t. 69, p. 303). Para reducir la
contradicción es necesario o bien deslizar una distinción en el objeto permitido y prohibido al mismo tiempo, o
bien no hacer ninguna, para este objeto, entre prohibición y permisión.
Los
comentadores inventaron naturalmente una cantidad de distinciones una más sutil que la otra. En otro tiempo, muchos
hubieran recurrido al simbolismo: hay que tomar o dejar el objeto material
según el sentido místico que uno le fije. Con el tiempo, las distinciones
pasaron a ser más realistas: permiso para conservar, prohibición de adquirir;
permiso para poseer un bastón, un par de calzado, prohibición de tener
de recarga; permiso para apoyarse sobre un bastón, para usar sandalias,
prohibición de armarse de un garrote, de llevar calzado para montar.
Maldonado, disgustado con
estas distinciones gratuitas, creyó desterrarlas para siempre, descubriendo
que, prácticamente, desde el punto de vista de la pobreza, prohibir o permitir
semejantes objetos mínimos tendrían aquí
el mismo valor. Cuando se prescribe dejar todo hasta el bastón, no importa mucho que se especifique inclusivamente (Mt., Lc.) o exclusivamente (Mc.). Las dos fórmulas: ni siquiera un bastón, nada más que un bastón, significan
realmente la misma cosa, representan la misma pobreza. Así, agrega Maldonado,
para expresar la misma idea de pobre equipamiento, uno dice equivalentemente:
“caminar a pie sin lanza” o “caminar
a pie con un bastón en la mano” (in Mt. X, 10).
La explicación de Maldonado
no es menos ingeniosa que las distinciones de las que nos quiere desembarazar;
desafortunadamente es gratuita. En Mt. y Lc. el bastón es citado entre otros
objetos prohibidos, sin que nada lo presente como menos para dejar que el
resto, o lo prepara de lejos para la excepción formal, del que beneficia a Mc.
junto con el calzado.
Releamos
el pasaje y si hay una distinción, saquémosla del texto, en lugar de inventar,
como se hacho a menudo hasta aquí.
“No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros
cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón (Mt. X, 9 s.)”.
“No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas”
(Lc. IX, 3).
“No llevar nada para el camino, sino sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto,
sino que fuesen calzados de sandalias,
y no se pusieran dos túnicas” (Mc. VI, 8 s.).
Así,
pues, dos clases de objetos: oro, plata, cobre, alforja, pan, segunda túnica prohibidos sin distinción;
bastón, calzado, prohibidos (Mt.-Lc.)
o permitidos (Mc.) según el
caso. Pero Mc. nota expresamente el caso en que el calzado está
permitido: hay que tenerlo en los pies, es decir, usarlo actualmente. Llevado de otra manera (βαστάζειν en Lc. X, 4), entran
en la categoría de objetos prohibidos sin distinción, y pasan a ser por ocasión
lo que los otros objetos son por naturaleza, a saber, equipajes. El bastón está permitido evidentemente en el mismo caso
que el calzado, si facilita actualmente
el andar como lo hacen él, si está sin nada,
sin carga alguna (nada más que un bastón, nota Mc.). Si sirve, por el
contrario, para llevar el menor equipaje, por ejemplo, el calzado, el ῥάβδος (bastón) de βακτηρία pasa a ser άνάφορον,
y he ahí entonces prohibido por la misma razón que el objeto que ayuda a portar
(Mt.: ni calzado ni bastón; Lc.: ni bastón ni alforja).
Las autorizaciones
particulares de Mc. no mitigan en manera alguna la prohibición general de Mt. y
Lc. Solamente precisan la razón. No se trata que los apóstoles se priven de lo necesario: se les
asegura que nada les faltará (Lc. XXII, 35 s.). Se trata únicamente de tener confianza en Dios (Mt. VI, 25 s.).
Esta es la idea esencial de este pasaje. La confianza
no debe tener límites: no se debe tomar nada para el futuro, ni siquiera esas cosas indispensables para el
viajante, como un bastón o calzado (Mt., Lc.); pero el uso actual no está prohibido (Mc.).
Los
tres evangelistas están perfectamente de acuerdo con el programa que Maldonado
ha formulado felizmente en estos términos: “no
tengan nada excepto aquellas cosas que sean necesarias para el uso actual”.