Nota del Blog: Interesantísimo
trabajo de Mons. Fenton publicado en American
Ecclesiastical Review, vol. C (1939), pp. 397-408 y vol. CII (1940), pp. 317-320.
Este estudio de Fenton recibió una
respuesta, a la cual replicó a su vez y de ahí los dos trabajos que vamos a
presentar en esta oportunidad. No damos la versión española de la objeción
porque no vale gran cosa y además porque en la réplica se responden las
principales.
El texto original, junto con las
objeciones, puede verse AQUI.
Diez años después insistió sobre
el mismo tema en un trabajo que ya le habíamos publicado AQUI.-
***
La parte de la teología que trata sobre el Cuerpo
Místico de Cristo ha sido muy bien estudiada durante los últimos años. En
Alemania, el P. Juergensmeier, del
seminario de Paderborn, escribió un magnífico libro sobre la aplicación de esta
enseñanza a la teología espiritual[1],
mientras en Francia el Dr. Anger de
Rennes mostró la influencia vivificante de la misma enseñanza sobre el dogma[2]. El
Padre Mersch en una obra
verdaderamente magistral mostró el desarrollo histórico de esta doctrina desde
su fuente en la Sagrada Escritura, a través de los escritos de los Padres y
teólogos[3]. El
Padre Mura ha hecho una valiosa
contribución a la ciencia de la teología al clasificar los datos del Cuerpo
Místico bajo en encabezado de las cuatro causas, delineando así la plenitud de
la vida de Cristo, en la Cabeza y en los miembros[4]. El
Padre Clerissac escribió
magistralmente sobre el carácter esencialmente sobrenatural de la Iglesia[5].
Nuestros teólogos americanos han hecho su propia y muy valiosa contribución,
tanto en el espléndido libro de Monseñor
Sheen[6] y
del Padre Gruden[7], y
en artículos muy bien escritos, entre los cuales, los del P. McGarry[8]
merecen una mención especial. En efecto, la joven “nación” americana en el
cuerpo docente de teología de la Iglesia universal ha comenzado a ejercer la
influencia que le debería pertenecer especialmente en esta sección de la teología.
Sin embargo, la plenitud misma del tema es tal que
se debe progresar más, progreso que debe ser útil a la vida y actividad de la
Iglesia. Excepto tanto del campo de estudio como del problema de visualizar
otras secciones de la teología a la luz del Cuerpo Místico, parecería que están
latentes en la doctrina ciertos elementos que escapan incluso la magistral clasificación
del P. Mura.
Según este brillante teólogo, el Cuerpo Místico de
Cristo es algo que puede ser entendido en función en cuatro causas reales
–material, formal, eficiente y final. La causa
material es definitivamente el principio, no de unidad sino de
multiplicidad. La causa material del Cuerpo Místico es la Cabeza y los miembros, aquellos que han de formar la plenitud de
Cristo.
Las otras tres causas son principios de unidad, y el
Cuerpo Místico es uno por razón de ellas. La causa formal es o ejemplar o
intrínseca. El Cuerpo Místico es uno en razón de la causa ejemplar porque hay uno y sólo un Modelo al cual se deben
conformar sus miembros. Ese ejemplar principal es el Verbo Encarnado.
La causa
interna formal es o sustancial o accidental. La Iglesia no puede tener
propiamente causa substancial porque es algo compuesto de miembros
individuales. Pero el Espíritu Santo,
a quien se atribuyen las actividades de amor de parte de la Santísima Trinidad,
es la causa cuasi-substancial del Cuerpo
Místico. Obviamente no entra en composición con los miembros para formar un
todo del cual sería parte. Cumple las
funciones de una causa substancial al constituir al Cuerpo Místico como un
organismo sobrenatural, uniendo a los miembros en su unidad colectiva.
La causa
formal accidental y secundaria del Cuerpo Místico es doble. En primer lugar,
está la sujeción moral y jurídica al
glorioso yugo de Cristo Rey dentro de la Iglesia. Además, está el lazo de perfección de la caridad.
La causa
eficiente que une e integra la Iglesia es principal e instrumental. La
causa principal es la Santísima Trinidad, y por apropiación el Espíritu Santo. La
causa instrumental es o unida o
separada. La causa instrumental unida
que hace una a la Iglesia es la humanidad
de Cristo, hipostáticamente unidad a la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad. La causa separada y secundaria
son los sacramentos, instituidos por Nuestro Señor para significar y causar
nuestra santificación en Él. La causa
final en la cual se adquiere la unidad del Cuerpo Místico es la gloria de Dios en la plenitud de Cristo[9].
Como señaló muy bien el P. Simonin[10],
debe haber una cierta imperfección en todo sistema que intenta clasificar una
realidad sobrenatural basado en estándares naturales. La obra del P. Mura es
precisa, y en cierto sentido, bastante completa. Sin embargo, la clasificación
que usó impidió una insistencia muy aguda sobre un principio de unidad, un
aspecto del Cuerpo Místico. Somos uno
con Cristo no sólo por las razones que pueden ser resumidas bajo el título de
las cuatro causas, sino porque estamos comisionados y empoderados de una manera
especial para hacer nuestro el acto y la operación propia de Cristo. El
Cuerpo Místico es uno con Cristo porque es la organización cuya tarea principal
y central es el sacrificio eterno del Redentor. Su acto, aquel por el que vino
a este mundo, es nuestro en cierto sentido, en el sentido que los miembros de
Cristo están constituidos como un sacerdocio real por una participación real en
el sacerdocio de Cristo. La unidad del Cuerpo Místico es esencialmente algo
dinámico. Lo que es el acto propio de la Cabeza es el acto propio de los
miembros que están unidos a Él.
[1] Der mystische Leib Christi als Grundprinzip der Aszetik, (6ta edición, Paderborn, 1936).
[2] La
Doctrine du Corps mystique de Jésus-Christ, d'après les principes de la
théologie de saint Thomas, (4ta ed., París, 1934).
Nota del Blog: Precioso libro, que ya en 1946
iba por su 8 edición y que pudo aprovechar la encíclica de Pío XII dedicada a
este tema.
[3] “Le Corps Mystique du Christ”, Etudes de Théologie Historique (Louvain,
1933).
[4] Le Corps Mystique du Christ, Sa Nature, et Sa Vie divine d´après Saint
Paul et la Théologie, (Paris, 1934).
[5] Le mystère de l'Eglise, (Paris, 1918).
[6] The Mystical Body of Christ, (New York,
1935).
[7] The Mystical Christ (Saint Louis, 1936).
[8]
Thought, Vol. XII, num. 1 y 2 (Marzo
a Junio, 1937).
[9]
Esto está resumido en el esquema de la obra del P. Mura, vol. 1, pag. 112.
[10]
El artículo “Implícito y Explícito en el desarrollo del dogma”, p. 126 en Angelicum, Enero, 1937.