Nota
del Blog: Este nos parece uno de los más interesantes
capítulos del libro.
IV
LLEGUEMONOS CONFIADAMENTE AL TRONO
DE LA GRACIA
Heb. IV, 16
El reino había estado "cerca" (Mt. IV, 17), pero los jefes de la nación no lo habían
recibido cuando estaba "en medio de
ellos"[1]. Ahora se ha alejado. Y el Maestro dice: "Seréis mis testigos hasta las extremidades de la tierra"; era
esto anunciar que su vuelta y su reino tardarían porque era necesario que la
palabra del reino fuese antes predicada a todas las naciones
(Lc. XXIV, 47).
Pero en espera del establecimiento del reino de gloria, siempre prometido,
los discípulos debían buscar el reino de gracia que los "misterios"
les habían revelado.
Una página del evangelista
San Lucas pone de relieve estos misterios, determinando tres tiempos: Un reino
que vino, pero fué desechado. Un reino misterioso, el actual. Un reino
glorioso, por venir.
“Interrogado POR LOS
FARISEOS acerca de cuándo vendrá el reino de Dios, les respondió y dijo: “El
reino de Dios no viene con advertencia, ni dirán: “¡Está aquí!” o “¡Está allí!”
porque ya está el reino de Dios en medio de vosotros”. Dijo después A SUS DISCÍPULOS: “Vendrán días
en que desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis. Y os dirán: "¡Ved allí, ved aquí!";
no vayáis ni corráis en pos. Pues como el relámpago, fulgurando desde una (parte)
del cielo a la otra resplandece, así será el Hijo del hombre en su día. Mas primero es necesario
que él sufra mucho y que sea rechazado por la generación esta” (Lc.
XVII, 20-25).
La respuesta a los fariseos concierne al reino aparecido realmente sobre
la tierra, por la presencia corporal de Jesús: "El reino de Dios está en medio de vosotros".
Pero, sin embargo, el
reino no venía de manera que llamara la atención. No aparecía según las concepciones
rabínicas un reino mesiánico puramente terrestre. Era un reino de una naturaleza
diferente y que respondía a la palabra del Señor: "Mi reino no es de este mundo". Yo no recibiré mi realeza sino de Dios, no del mundo, como los reyes
ordinarios; regiré mi pueblo del modo que Dios quería hacerlo cuando fué rechazado
en tiempos de Samuel.
A los discípulos Jesús les dice: "Vosotros desearéis ver uno solo de los días del Hijo del hombre, y no
lo veréis".
"¡No lo veréis!". Es
el caso de todos los que esperan a Cristo desde la Ascensión. Es la época del reino
MISTERIOSO Y ESPIRITUAL — aquél — durante
el cual la Iglesia, la Esposa amada suspira.
Los hijos de Dios deberían clamar sin cesar: "¡Venga tu reino!" "¡Ven,
Señor Jesús!".
Mas un tiempo vendrá por fin en que "como el relámpago que brilla e ilumina desde un cabo del cielo hasta el
otro”, el Hijo del hombre aparecerá y establecerá su reino esplendoroso de
gloria. Entonces "todo ojo le verá".
En este texto de San Lucas
están netamente designadas las tres etapas del reino mesiánico.
Seguramente, si muchos
hubieran tenido la fe del ladrón, la espera de la Iglesia hubiera sido corta.
Si después de la Resurrección, y en la época de la
predicación apostólica, los judíos y sus sacerdotes hubieran reconocido a
Jesús, Salvador y Rey, ¿acaso no habría vuelto ya Jesús desde hace tiempo para
la manifestación de su reino visible?
Las conversiones efectuadas el día de Pentecostés a la palabra de Pedro
(Hech. II), se habrían renovado si el corazón de los auditores hubiese sido
traspasado más a menudo.
Es el arrepentimiento, es la purificación de los
corazones lo que apresurará la plenitud del número de los escogidos y por ahí
la vuelta de Cristo, como lo enseñaba San Pedro: “ARREPENTÍOS, PUES, Y
CONVERTÍOS, para que se borren vuestros pecados, DE MODO QUE VENGAN LOS TIEMPOS
DEL REFRIGERIO DE PARTE DEL SEÑOR Y QUE ÉL ENVÍE A JESÚS, EL CRISTO, EL CUAL HA
SIDO PREDESTINADO PARA VOSOTROS. A Éste es necesario que lo reciba el cielo
HASTA LOS TIEMPOS DE LA RESTAURACIÓN DE TODAS LAS COSAS, de las que Dios ha
hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas (…) Todos los profetas,
desde Samuel y los que lo siguieron, todos los que han hablado, han anunciado
asimismo estos días” (Hech. III, 19-24).
Aquí no cabe duda alguna. En esta "restauración de todas las cosas", Pedro tiene ciertamente
presente el reino mesiánico por venir, el mismo del que hablaron profusamente
todos los profetas. Será la "restauración"
maravillosa del reino que Adán perdiera.
***
El Señor Jesús conocía lo
que sería el futuro: el rechazo persistente del Evangelio por parte de los
judíos y el endurecimiento de los corazones; y es por esto que su enseñanza
sobre el reino de Dios había sido ampliamente desarrollada.
En efecto, el Maestro daba
una gran importancia a las máximas y parábolas que pronunciaba sobre los
misterios del reino, porque estaban
destinadas a sustentar la vida moral y espiritual de su Iglesia, durante el
curso de las edades, hasta su vuelta.
Quería establecer durante el tiempo de su ausencia, un
REINO DE GRACIA, para preparar y
apresurar la manifestación del reino de Gloria.
Este reino de gracia nos
fué preparado por Él mismo —
como consecuencia del rechazo que debía soportar en su primera venida, —
mientras que EL REINO DE GLORIA ES MAS PARTICULARMENTE EL DON DEL PADRE, "preparado desde la fundación del mundo"
(Mt. XXV, 34).
Las Escrituras mencionan DOS TRONOS — asociados a estos dos aspectos del
reino — el de la gracia y el de la gloria. Es
necesario que nos lleguemos, EN ESTA VIDA, al TRONO DE LA GRACIA (ver
Heb. IV, 16), pero "Jesús se sentará para juzgar en el TRONO DE
SU GLORIA" (Mt. XXV, 31).
El reino de gloria no se alcanzará sino por el de la gracia,
que se realiza y florece en lo íntimo del alma, en el seno de la Iglesia.
A este reino hace alusión
el apóstol Pablo cuando escribe a los Colosenses: "Él nos ha arrebatado de
la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor,
en quien tenemos la redención, la remisión de los pecados"
(Col. I, 13-14). Mientras estamos bajo este reino de gracia es necesario
prepararnos "para que os presente santos e inmaculados e irreprensibles delante de
Él" (Col. I, 22). Y a la Iglesia, Esposa de Cristo,
le ha sido dicho: "Se entregó Él mismo por
ella (…) a fin de presentarla delante de Sí mismo
como Iglesia gloriosa, sin mancha, ni arruga, ni nada semejante, sino santa e
inmaculada” (Ef. V, 25-27).
Nosotros no apareceremos así, delante del trono de gloria, si no hemos
sabido llegarnos en esta vida "al
trono de la gracia" y sacar de la enseñanza de Cristo la ciencia del
reino de Dios.
Esta ciencia maravillosa
está contenida principalmente en las máximas y parábolas de Cristo.
El sermón de la montaña, que debía transformar las leyes morales y las relaciones
fraternales, está basada en esta búsqueda ardiente del reino de Dios en el
alma, durante el tiempo de la gracia, para obtener el efecto de sus promesas en
el reino de la gloria que está prometido a los pobres y a los perseguidos.
Desde la barca, Jesús da
una serie de parábolas conocidas bajo el nombre genérico de "Parábolas del reino". En ellas
se UNEN EL TIEMPO DE LA GRACIA CON EL DE LA GLORIA, porque se refieren a
entrambos. Por esto las parábolas del reino siempre tendrán un carácter
misterioso y enigmático.
Jesús decía a sus
discípulos: "A VOSOTROS es dado conocer los misterios del
reino de los cielos, pero no a ELLOS” (Mt. XIII, 10-12).
"A VOSOTROS"… decía el Maestro, es decir, a todos aquellos que
para comprender esos "misterios del
reino" se dejarán penetrar por su palabra contenida en los Evangelios
y en las Escrituras.
A esos solamente será
"dado conocer", poseer
"la llave de la ciencia"
(Lc. XI, 52) y "el tesoro escondido"
(Mt. XIII, 44): porque a "ellos", a los que no profundizan las Escrituras,
quedarán ocultos los misterios. "Viene el maligno y arrebata
lo que ha sido sembrado" (Mt. XIII, 19).
Sólo la lectura atenta de
la Biblia nos permitirá distinguir los tres aspectos del reino y no
confundirlos EN EL TIEMPO[2].
Resumiremos así estos
"misterios del reino":
EN EL TIEMPO DE LA VIDA
TERRENA DE JESUS.
El reino de Dios estaba "en medio"
de Israel. Pero este reino fué rechazado por los judíos.
EN EL TIEMPO DE LA IGLESIA. Desarrollo del reino de gracia — reino misterioso
y espiritual — durante el cual pedimos el reino por venir. "¡Venga tu reino!".
EN EL TIEMPO DE LA VUELTA
DE CRISTO.
Establecimiento del reino de la gloria, reino visible[3] y plenario, universalmente reconocido.
[1] "El
reino de Dios en medio de vosotros está" (Lc. XVII, 21). Generalmente se traduce por "dentro de
vosotros está" Y SE APOYAN EN ESTA TRADUCCION PARA DECIR QUE JESUS SOLO
VINO A TRAERNOS UN REINO ESPIRITUAL, ESCONDIDO EN NUESTROS CORAZONES. No sólo
el original griego admite la traducción "en medio", o "entre
vosotros", sino que los fariseos, sus enemigos, no pueden pretender ser
aquéllos a los cuales Jesús declara que ha establecido su reino en sus
corazones ¡Qué de lamentar es que se extraiga así una frase del contexto para
darle una aplicación exclusivamente espiritual, cuando tiene un sentido literal
tan obvio!
[2] Esta confusión de los tiempos —
de las dispensaciones — es corriente en un gran número de cristianos. Hay aún
exégetas que atribuyen al tiempo de la Iglesia — a este reino invisible de la gracia — no
sólo las enseñanzas de Cristo que no le conciernen, como: "el reino está EN ME-DIO DE VOSOTROS"
sino también todas las profecías
mesiánicas no realizadas en la primera venida, y las profecías que anuncian la
reunión de los judíos antes del establecimiento del reino de la gloria.
[3] Nota del Blog: notar que no se dice necesariamente
que Cristo con sus santos vaya a estar visible.