domingo, 27 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (V de XVI)

V

COSAS QUE LOS MISMOS ANGELES
DESEAN PENETRAR

I Ped. I, 12

Estascosas que los mismos ángeles desean penetrar"… ¿no son acaso los tiempos misteriosos de "el día del Señor"?

Hemos dicho que Cristo se había revelado principalmente, después de la Resurrección, como el Mesías paciente, a causa de la incomprensión que el pueblo tenía de este misterio; pero los apóstoles, enseñados por el Espíritu Santo, — "El os anunciará las cosas por venir" (Jn. XVI, 13) — van a ser los campeones de estos misterios de gloria.

Los anuncios de la Vuelta y del Reino son renovados alrededor de trescientas veinte veces en el Nuevo Testamento, pues, en adelante la atención del cristiano debe estar dirigida hacia ese día: "Helo aquí, ya viene". Los apóstoles hablan a menudo, como si el Señor debiera volver durante sus vidas.

De todas maneras, los acontecimientos pasados, aquellos de la humillación y de la muerte de Cristo son recordados igualmente y el apóstol Pedro nos propone, en su primera epístola, una síntesis muy viva y muy personal de la plenitud del misterio de Cristo.
Ha visto las horas dolorosas de su Señor; ha visto también su gloria en la Transfiguración, en la Resurrección, en la Ascensión.

Hablará con conocimiento de causa y hará notar que los profetas judíos habían escrito principalmente para los cristianos, que podrían ver el cumplimiento de las profecías: las "de los sufrimientos" y las "de las glorias".

Os regocijáis con gozo inefable y gloriosísimo, porque lográis el fin de vuestra fe, la salvación de (vuestras) almas. Sobre esta salvación inquirieron y escudriñaron los profetas, cuando vaticinaron acerca de la gracia reservada a vosotros, averiguando a qué época o cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo que profetizaba en ellos, al dar anticipado testimonio de LOS PADECIMIENTOS de Cristo y de sus GLORIAS posteriores. A ellos fue revelado que no para sí mismos sino para vosotros, administraban estas cosas que ahora os han sido anunciadas por los predicadores del Evangelio, en virtud del Espirito Santo enviado del cielo; COSAS QUE LOS MISMOS ÁNGELES DESEAN PENETRAR (I Ped. I, 8-12)”.


El espíritu de Cristo hablaba, pues, en los profetas para dictarles las palabras que el Cristo mismo vendría en seguida a explicar y a cumplir.

La primera parte está realizada; la segunda permanece en el misterio profético. Y es en este misterio donde los ángeles desean hundir sus miradas. Como nosotros, esperan su manifestación[1].


***

Hay una escena de la vida terrenal del Salvador sobre la cual los apóstoles han llamado igualmente la atención queriendo relacionarla con la gloria del Reino futuro: es la de la Transfiguración.

Jesús mismo había establecido la comparación: "En verdad, os digo, algunos de los que están aquí no gustarán la muerte sin que hayan visto al Hijo del hombre viniendo EN SU REINO(Mt. XVI, 28; Mc. IX, 1). Pedro, Santiago y Juan han comprendido evidentemente esta relación; su testimonio, por lo demás, da fe de ello. Ellos dirán al mundo lo que Jesús será en "su majestad", tal como se reveló a ellos sobre la "santa montaña" (II Ped. I, 16-18).

Juan, en la visión de Patmos, veía al Hijo del Hombre bajo un aspecto bastante semejante al de su Señor sobre el Thabor (Apoc. I, 14).

¿Y de qué otra gloria que de aquélla podía hablar en el prólogo de su Evangelio: "Hemos visto su gloria"? (Jn. I, 14). No puede tratarse de la Resurrección, pues Jesús resucitado tuvo siempre el cuidado de mostrarse en su humanidad y no en su triunfo.

Al principio de su epístola Juan nos dice también: "LA VIDA SE HA MANIFESTADO Y LA HEMOS VISTO, Y (DE ELLA) DAMOS TESTIMONIO, Y OS ANUNCIAMOS LA VIDA ETERNA".
San Pedro, más preciso, atestigua que no viene en nombre "de fábulas inventadas" a hacer conocer "el poder y la Parusía" de Jesucristo y "la gloria majestuosísima" de su reino, sino que ha visto (este reino) sobre la santa montaña con sus propios ojos (II Ped. I, 16-18)[2].
Y agrega: "Y tenemos también, más segura aun, la palabra profética, a la cual bien hacéis en ateneros –como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro hasta que amanezca el día y el astro de la mañana se levante en vuestros corazones" (II Ped. I, 19).

He aquí los hechos bien establecidos, los Apóstoles creían en la Vuelta del Señor y en el establecimiento de su Reino, apoyándose sobre la profecía, dirigiéndose por la claridad de esta "lámpara". Muy deseosos de ver estos días, enseñaban a los cristianos los medios de apresurar la aparición: Vivid en santidad y piedad para ESPERAR y APRESURAR la Parusía del día de Dios” (II Ped. III, 12).

Nosotros podemos, pues, "apresurar" la Parusía y el Reino de Cristo ¡Qué responsabilidad el no vivir "en santidad y piedad", o en balbucear con negligencia el "adveniat regnum tuum" (venga tu reino), o cantar, sin alma, en el Credo: "iterum venturus est cum gloria" (vendrá otra vez con gloria), y "exspecto... vitam venturi saeculi" (espero la vida del siglo venidero)!


***

Busquemos la claridad de la lámpara profética que ilumina nuestras tinieblas a fin de contemplar la plenitud del rostro de Cristo. No miremos solamente al pequeño niño, o al servidor, o al varón de dolores sometido al suplicio por amor, sino fijemos los ojos sobre nuestro vencedor de la muerte, sobre nuestro triunfador en los cielos, sobre aquél que volverá y reinará.

Nuestro Salvador es: Hombre y Dios, Sacerdote y Profeta, Rey y Juez. Nosotros debemos vivir todo el misterio.

La verdad del rostro del Señor nos aparecerá, en la medida en que, humildemente, con El, hayamos desenrollado "el libro donde está escrito de Él" y a la cabeza del cual resplandece para la primera como para la segunda venida: "¡Heme aquí, yo vengo!".

El misterio de Jesucristo puede resumirse así:

En Belén: "Heme aquí, yo vengo" (Sal. XL, 8).

En el Gólgota: "Está cumplido” (Jn. XIX, 30).

En la Vuelta: “He aquí, viene con las nubes" (Apoc. I, 7).

En el Reino final: "¡Hechas están!" (Apoc. XXI, 6).

Tal será la conclusión de los oráculos proféticos "del libro donde de Él está escrito", cuyos sellos levantará el León de Judá porque primero fué inmolado como Cordero (Apoc. V, 5.9).




[1] Ver en el Apéndice el cuadro profético de la vida terrenal de Cristo y de su futuro advenimiento.

[2] La liturgia de la fiesta de la Transfiguración —en el breviario sobre todo— canta "el Soberano rey de Gloria".
San León escribió: "Por su Transfiguración Jesús tuvo en vista fundar la esperanza de la Iglesia". Si Cristo se mostró en toda su gloria fué para fortalecer a sus discípulos para la hora de la Pasión, y ante todo en vista en su vuelta, como "esperanza de la Iglesia".