jueves, 3 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (I de IV)

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas

Nota del Blog: Imposible alabar en pocas palabras un libro tan hermoso y macizo como La Teología de San Pablo del P. Bover. Después de encontrar lo que él llama “el pensamiento generador” pasa luego a analizar los antecedentes de la Redención, la persona del Redentor, la Redención misma, para luego seguir con Mariología, Eclesiología, Sacramentos, Justificación y Gracia, Virtudes Teologales y para dar, al fin, con la Escatología.

El P. Bover tiene páginas maravillosas en la que resaltan una diáfana claridad unida a una piedad profunda.

Su análisis sobre la Redención y su doble elemento: la sustitución penal y la solidaridad, el estudio del texto “Hecho pecado por nosotros” (II Cor. V, 21), la explicación de la imagen de la Virgen como segunda Eva con todas sus consecuencias, la razón teológica de la muerte de la Virgen, los dos estados del Cuerpo Místico y de la justificación, la comunión, el simbolismo del Matrimonio, son algunos ejemplos de grandes desarrollos llenos de maravillosas consecuencias que uno puede encontrar en el libro[1].

Indudablemente hay cosas para observar[2], pues es imposible que no las haya en una obra de casi mil páginas, pero nada de esto empequeñece en modo alguno una obra soberbia producto de casi 40 años de estudio sobre el tema.

El manejo que el autor tiene de San pablo es realmente envidiable.

Sirvan, pues, estas páginas que transcribimos sobre el Primado de San Pedro como un pequeño homenaje para el autor.

   El texto está tomado de las pag. 539-551 de la edición de la BAC (1946).

***

Sobre la autoridad o la jerarquía eclesiástica, ¿qué enseña la Epístola a los Gálatas? La Carta magna de la libertad cristiana, ¿justifica la rebeldía de Lutero, al paso que condena como una usurpación la potestad dominadora de los obispos y la autoridad soberana del Pontífice Romano? El Papa, según San Pablo, ¿es un Vicario o bien un adversario de Jesu-Cristo?

Este problema es más vital para el cristianismo que el de la justificación por la fe; las soluciones opuestas que a él dan el catolicismo y el protestantismo constituyen la diferencia más radical que a entrambos divide. La importancia del problema justificará el empeño que pongamos en su estudio.

De un modo más general y comprensivo pudiéramos estudiar el problema, recogiendo todo cuanto en la Epístola a los Gálatas enseña San Pablo sobre la autoridad jerárquica de la Iglesia. En este sentido podríamos notar que toda la Epístola no es otra cosa que un ejercicio o actuación, al mismo tiempo que una apología, de la autoridad apostólica que para sí reclama San Pablo. Señalaríamos también el hecho significativo de que San Pablo reconoce en los jefes de la Iglesia madre de Jerusalén una autoridad superior a la suya. Mas, puesto que nuestro estudio más que exegético es teológico, prescindiremos por ahora de estos hechos secundarios, para concentrar toda nuestra atención en el problema fundamental y central de la autoridad que San Pablo reconoce en el apóstol San Pedro. Este problema es verdaderamente cuestión de vida o muerte, tanto para el protestantismo como para el catolicismo.


Los protestantes, así antiguos como modernos, han apelado frecuentemente a la Epístola a los Gálatas para hacer ver a los católicos que el Pedro de la Epístola, el Pedro real y auténtico, débil, inconsecuente, duramente reprendido por San Pablo, en nada se parece al jefe soberano de la Iglesia universal que ellos han fantaseado. Por otra parte, muchos teólogos católicos, contentos con los argumentos decisivos que en favor del primado de San Pedro suministran los Evangelios, por lo que toca a la Epístola a los Gálatas se han limitado a solventar la dificultad objetada por los protestantes. La solución de la dificultad basta, sin duda, para mantener en pie la tesis católica, abonada por otros argumentos más poderosos. Más, pues la Epístola a los Gálatas nos ofrece un argumento positivo en favor del primado de San Pedro, ¿por qué contentarnos ron una solución negativa? Si podemos revolver contra los adversarios las armas mismas que contra nosotros disparan, ¿por qué nos hemos de limitar a defendernos de sus tiros? La Epístola a los Gálatas nos invita a tomar la ofensiva; no es, por tanto, justo mantenerse a la defensiva. Dejando, pues, a un lado todas las otras consideraciones, nos proponemos demostrar que en la misma Epístola a los Gálatas nos da San Pablo repetidos testimonios de la autoridad suprema de San Pedro: testimonios, si se quiere, implícitos, tácitos, indirectos, mas no por eso menos eficaces, de la verdad católica, la cual, si en absoluto puede subsistir sin el apoyo de estos testimonios, queda, sin duda, con ellos más firmemente corroborada.

Tres son los testimonios que San Pablo da del primado de San Pedro:

1°: La visita que le hizo pocos años después de su conversión.

2°: El apostolado de la circuncisión, que en el concilio de Jerusalén él y todos los fieles reconocen en San Pedro.

3°: El discurso mismo que contra San Pedro pronuncia poco después en Antioquía.

Examinemos en particular cada uno de estos tres testimonios.






[1] También podrían agregarse otros ejemplos como la enseñanza (contra Santo Tomás) de la Encarnación del Verbo independientemente del pecado que no hace más que esbozar, y que ya había desarrollado amplia y eficazmente con argumentos tomados de la misma Escritura, en un par de artículos del número 2 de la Revista Verbum Domini.

[2] Además de algunas cosas aisladas mencionamos dos:

a) Una cierta falta de orden que se puede apreciar en la repetición de los mismos argumentos, e incluso a veces un cambio de posición, pero sobre esto ya se atajó el autor en el prólogo al decir que pulir todos estos defectos hubiera retrasado la obra mucho tiempo. Y a no dudarlo que hizo bien.

b) Por supuesto, en la escatología tenemos varias cosas con las que discrepamos, como su interpretación del famoso obstáculo y, obviamente, su rechazo del Reino Milenario.
De más está decir que no es éste el momento para señalar las razones de nuestras diferencias.