IV
LES HIZO HERMENÉUTICA DE
LO QUE EN TODAS
LAS ESCRITURAS HABÍA
ACERCA DE ÉL
Lc. XXIV, 27
Junto a la circunstancia
típica de que Jesús se valió para darse a conocer en Nazaret, en que dió
cumplimiento y vida al "rollo del
Libro que de Él está escrito", otros dos episodios, dos lecciones
bíblicas no menos características, nos muestran cómo, después de su
resurrección, quiso fundar la enseñanza de sus discípulos sobre el cumplimiento
de las profecías en su persona.
Jesucristo insistía sobre "todo
lo que han dicho los profetas" (Lc. XXIV, 25).
Este deseo del Maestro fué comprendido por los evangelistas. Los Evangelios
— principalmente de Juan y Mateo — refiriendo los acontecimientos de la vida de
Cristo, se apoyan constantemente sobre textos proféticos ¡Cuántas veces leemos
en el Evangelio: "A fin de que se
cumpliese la profecía" o "Está
escrito"!
Las dos lecciones bíblicas
dadas por Jesús han sido relatadas por San Lucas en el capítulo XXIV. Ellas
tuvieron lugar en la tarde de la resurrección, como conclusión de su vida de
sufrimiento. Son las primacías de la vida "de gloria" como dirá el apóstol Pedro.
El primero de los relatos
de San Lucas nos muestra a Jesús bajo el aspecto de un viajero, que encuentra a
los discípulos, que se dirigían de Jerusalén a Emmaús. Estaban tristes, Jesús les habló, "pero sus ojos estaban como cerrados" — ¡siempre ojos para no
ver! — y no le reconocieron. Entonces Jesús les preguntó y expusieron la causa
de su tristeza, la condenación a muerte, la crucifixión… de un profeta,
poderoso en obras y palabras delante de Dios: "En cuanto a nosotros
esperábamos que Él sería el que libraría a Israel". Encontramos aquí,
tomado a lo vivo el pensamiento mismo de los íntimos de Cristo.
Jesús continuó oyendo el
relato de los hechos que les había turbado, aquel de la exposición de las
mujeres, que habían dicho "que Él
estaba vivo" ¡Pero no se le había visto! “¡Oh
hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho
los profetas!, díjoles Jesús. ¿No
era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria? Y comenzando
por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas
las Escrituras había acerca de Él”.
Los discípulos no le reconocieron todavía: fué precisa la fracción del
pan: "Entonces los ojos
de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista. Y
se dijeron uno a otro: “¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo
dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las
Escrituras?” (Lc. XXIV, 31-32).
La enseñanza del Maestro ha sido comprendida y he aquí que los dos
discípulos tienen los ojos abiertos y el corazón ardiendo al darse CUENTA DE
QUE JESUS ES COMO UN ROLLO VIVO DE ESCRITURA". “¡Les hizo hermenéutica de
lo que en todas las Escrituras había acerca de Él!". Verdaderamente, delante de ellos el
Señor había desenrollado "la primera parte" del libro: les había
explicado el misterio de la Cruz, escándalo para los judíos y locura para los
gentiles.
El mismo día, algunas horas más tarde, Jesús desarrolló la misma enseñanza,
delante de los Once reunidos, diciéndoles: "Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros,
que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos se cumpla”. Entonces les abrió la inteligencia
para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: “Así estaba escrito que el
Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se
predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas
las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas (Lc.
XXIV, 44-48).
***
La dos lecciones bíblicas del Señor habían versado principalmente sobre
el misterio de su sufrimiento, aquel que había sido el más descuidado e incomprendido.
Jesús no había puesto el acento sobre el misterio de su Vuelta y de su Reino
glorioso, dejando este cuidado a sus discípulos a los cuales "por espacio de cuarenta días y hablando de las cosas del reino de Dios" (Hech. I, 3).
Por esto Pedro, Santiago y Juan y especialmente el apóstol Pablo, se
hicieron predicadores del "siglo futuro".