miércoles, 9 de marzo de 2016

El Primado de San Pedro en la Epístola a los Gálatas, por el P. Bover (II de IV)

I. LA VISITA DE SAN PABLO A SAN PEDRO

Escribe el  Apóstol:

Pasados tres años, subí a Jerusalén para visitar (ἱστορῆσαι) a Cefas, y estuve con él quince días, de los demás apóstoles no vi sino a Santiago, el hermano del Señor (Gal. I, 18-19).

Antes de examinar el valor teológico de este testimonio, es indispensable una breve exegesis de este importante pasaje.

Después de su largo retiro en la Arabia, San Pablo, vuelto a Damasco, sube desde allí a Jerusalén para visitar a Cefas. Que este Cefas sea San Pedro, hoy día nadie lo pone en duda, porque es evidente. Habla San Pablo de Cefas como de uno de los apóstoles, y entre los apóstoles no había otro Cefas más que Simón Pedro. Donde es de notar este nombre de Cefas, que sin más explicación da Pablo a Simón, hijo de Joná. Se ve por aquí que el nombre arameo de Cefas que Jesu-Cristo impuso a Simón, precisamente al prometerle la autoridad suprema sobre toda la Iglesia, se empleaba corrientemente aun en el mundo griego como su nombre propio. Si ya no preferimos decir que Pablo emplea enfáticamente el nombre de Cefas, para dar razón de la visita que le hizo. Como si dijese: visité a Simón por ser el jefe supremo de la Iglesia.

La palabra visitar, que hemos empleado a falta de otra más exacta, no reproduce adecuadamente la fuerza del verbo original ἱστορῆσαι que significa conocer de vista, tener una entrevista, visitar por atención y respeto.

Con ello quiere decir San Pablo que deseó conocer personalmente a San Pedro, ofrecerle sus respetos y hablar detenidamente con él. Y con él estuvo quince días, hospedado, a lo que parece, en su misma casa. Con este interés en visitar y hablar a Cefas contrasta singularmente la actitud de Pablo respecto de los demás apóstoles. No sólo no tuvo el intento de visitarles, sino que ni siquiera les vió, a excepción de Santiago. La manera indirecta de mencionar, como por vía de preterición, el hecho de haber visto simplemente a Santiago, indica el carácter ocasional de este encuentro y la importancia secundaria que le atribuía San Pablo. Y esto que Santiago era el obispo de Jerusalén y el hermano del Señor.


Notemos aquí dos dificultades que tuvo San Pablo: una, en el hecho mismo de subir a Jerusalén; otra, en la mención de este hecho, ambas muy significativas.

Por una parte, subió a Jerusalén desde Damasco, de donde tuvo que huir con peligro de la vida, como se refiere en los Hechos (IX, 24-26) y en la segunda a los Corintios (XI, 32-33) y al subir a Jerusalén bien podía prever San Pablo las desconfianzas o prevenciones que había de hallar en los fieles y la hostilidad de los judíos, como se refiere también en los Hechos (IX, 26-30). De hecho a los quince días tuvo que huir también de Jerusalén, para no caer en manos de los judíos, que intentaban darle la muerte. En tales circunstancias, ir a Jerusalén sólo para visitar a San Pedro supone en San Pablo grandes deseos y mucho interés en verle.

Por otra parte, esta visita la menciona San Pablo no para confirmar lo que va diciendo, sino a pesar de ser una dificultad contra su tesis. Trata de probar el Apóstol el origen divino de su Evangelio, no recibido ni aprendido de hombre alguno, sino por revelación de Jesu-Cristo (Gal. I, 12). Por esto añade a continuación que luego de su conversión no subió a Jerusalén para recibir la enseñanza de los que antes que él eran apóstoles. Y, no obstante, pasados tres años, subió a Jerusalén para visitar a Pedro. Advierte, es verdad, que sólo estuvo con él quince días, tiempo realmente insuficiente para adquirir el pleno conocimiento del Evangelio que poseía, pero más que suficiente para poner de relieve el interés e importancia de la visita.

Examinemos ahora la significación de esta visita. Pablo, en circunstancias difíciles, va a Jerusalén sólo con el objeto de ver y hablar a Pedro, exclusivamente a Pedro. Pedro no era el obispo de Jerusalén, ni, por sus dotes personales sobresalía tanto sobre los demás apóstoles. ¿Cuál pudo, pues, ser el objeto de semejante visita? Evidentemente no era ésta una visita de mera curiosidad. El carácter de San Pablo y la palabra misma que él emplea para expresar el objeto de esa visita excluyen semejante hipótesis. Tampoco se dirigió a Pedro para que él le instruyese en la doctrina del Evangelio. El mismo San Pablo excluye explícitamente semejante hipótesis. El verdadero motivo de la visita no pudo ser otro que la superioridad de Pedro sobre los demás apóstoles y su posición eminente en la Iglesia. El mismo Bengel, autor protestante, dice de Pedro, con ocasión de esta visita: "Hunc ergo Paulus ceteris antetulit"[1] (In Gal. I, 18). Pero antes que él, y mejor que él, había escrito San Juan Crisóstomo, el más insigne de los Padres orientales, aficionado como nadie al gran Apóstol de los gentiles: "Ascendit velut ad maiorem ac seniorem, solusque Petri conspectus commovit illum ut eo proficisceretur… not ut disceret aliquid ab illo… profectus est, sed tantum, ut videret eum suaque praesentia honoraret. Non dixit idein id est ut cernerem Petrum sed ἱστορῆσαι, id est, ut viderem et cognoscerem: quomodo loqui solent qui magnas ac splendida urbes invisunt cognoscendi gratia: adeo iudicabat operae pretium esse tantummodo videre virum… Vide ut maiorem benevolentiam habuit erga Petrum: huius enim causa peregrinationem susceperat, et apud eum commoratus est... Nam et honorat virum et diligit plus omnibus. Neque enim ob ullum alium apostolorum narrat se ascendisse Hierosolymam, sed propter hunc solum[2]" (MG 61, 631-632).

Por consiguiente, la visita de Pablo es un testimonio espléndido de la superioridad o supremacía de San Pedro, supremacía que se levanta por encima de todos los apóstoles: supremacía en Jerusalén, sobre el mismo obispo de Jerusalén; supremacía que se extiende fuera de los límites de Palestina sobre los fieles que viven en medio de la gentilidad; supremacía no fundada en sus propias dotes personales. Semejante supremacía no puede ser sino de dignidad o de autoridad. Y como en el Evangelio no existe supremacía de mera dignidad de honor, contraria al ejemplo y a las prescripciones apremiantes del divino Maestro (Mt. XX, 24-28; Mc. X, 41,45; Lc. XXII, 24-27), hay que concluir que semejante supremacía era de autoridad o de jurisdicción.

Ahora bien: la autoridad suprema de jurisdicción, exclusivamente propia de San Pedro entre todos los apóstoles, es lo que entendemos los católicos cuando hablamos del primado de San Pedro. Podemos concluir con San Juan Crisóstomo: "Eximius erat (Petrus) inter apostolos; os discipulorum, et coetus illius caput: ideo Paulus prae aliis hunc visurus venit", o, traduciendo más exactamente, "propter hoc et Paulus ascendit tunc eum visere praeter ceteros" (In lo. hom. 88, n. 1. MG 59, 478). Por esto, porque Pedro era singularmente distinguido entre los apóstoles, porque era el portavoz y como la boca de los discípulos, porque era la cumbre, la cabeza o el jefe del coro apostólico, Pablo, dejando a los demás apóstoles, subió a Jerusalén para visitar a Pedro.




[1] Pablo lo prefirió (a Pedro) a los demás.

[2] Subió como a su mayor y señor, y solo para ver a Pedro emprendió el viaje... No para aprender algo de él… sino sólo para verlo y honrarlo con su presencia. No dijo idéin, es decir, para ver a Pedro, sino ἱστορῆσαι, es decir, para verlo y conocerlo, como suelen hablar los que visitan las grandes y espléndidas ciudades con el fin de conocerlas: por eso juzgaba importante simplemente verlo; ved cuán grande benevolencia mostró hacia Pedro, ya que emprendió el viaje por él y en su casa se hospedó... Pues honra al hombre y lo ama más que a los demás. En efecto no dice que subió a Jerusalén para ver a ningún otro apóstol sino sólo a él”.