Pusillus
Grex
“Buscad
el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura.
No temáis, pequeño rebaño, porque plugo
a vuestro Padre daros el reino” (Lc.
XII, 31-32).
Santa Teresita del Niño Jesús |
V.- Cualidades
del Pusillus
Avancemos
un paso más con las cualidades del Pusillus antes de su conversión y veamos
en qué consistirá su principal falta.
Todo
el capítulo XII (y el XIII) de San Lucas parece referirse a los mismos últimos tiempos.
Los
versículos 1-5 son una exhortación a
huir del fariseísmo, tras la cual viene
la advertencia ya conocida: “No temáis a los que matan el cuerpo, etc”.
“Mientras
tanto, habiéndose reunido miles y miles del pueblo, hasta el punto que unos a
otros se pisoteaban, se puso a decir, dirigiéndose primeramente a sus discípulos:
“Guardaos a vosotros mismos de la levadura –es decir de la hipocresía– de los
fariseos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada secreto que no
haya de ser conocido. En consecuencia, lo que hayáis dicho en las tinieblas,
será oído en plena luz; y lo que hayáis dicho al oído en los sótanos, será
pregonado sobre los techos. Os lo digo a
vosotros, amigos míos, no temáis a los que matan el cuerpo y después de esto
nada más pueden hacer. Voy a deciros a quién debéis temer: temed a Aquel que,
después de haber dado la muerte, tiene el poder de arrojar en la gehenna. Sí,
os lo digo, a Aquel temedle”.
Los
versículos 6-9 ya nos van mostrando
algo del tipo de solicitud del Pusillus:
la falta de confianza en la Providencia[1].
“¿No se venden
cinco pájaros por dos ases? Con todo, ni uno solo es olvidado de Dios. Aun los
cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tenéis vosotros que temer: valéis más que muchos pájaros. Yo os
lo digo: a quien me confesare delante de
los hombres, el Hijo del hombre lo confesará también delante de los ángeles de
Dios. Mas el que me haya negado delante de los hombres, será negado delante
de los ángeles de Dios”.
Los
versículos 10-12 nos advierten sobre
el pecado contra el Espíritu Santo y
luego San Lucas habla de los mártires
del quinto sello al citar el Discurso Parusíaco que traen Mt X, 19-20 y Mc.
XIII, 11.
“A cualquiera
que hable mal contra el Hijo del hombre, le será perdonado, pero a quien
blasfemare contra el Santo Espíritu, no le será perdonado. Cuando os llevaren
ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no os preocupéis[2]
de cómo y qué diréis para defenderos o qué hablaréis. Porque el Espíritu Santo
os enseñará en el momento mismo lo que habrá que decir”.
Los
versículos 13-31 especifican un poco
más las preocupaciones de la vida al hablar de cosas tales como: herencia (vv. 13-14), avaricia (vv. 15-21) y solicitud por la
comida, la bebida y el vestido (vv.
22-28).
Entonces uno del pueblo le dijo:
“Maestro, dile a mi hermano que parta conmigo la herencia”. Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha constituido
sobre vosotros juez o partidor?” (vv.
13-14).
“Y les dijo: “Mirad: preservaos de toda avaricia; porque, la
vida del hombre no consiste en la abundancia de lo que posee”. Y les dijo una
parábola: “Había un rico, cuyas tierras habían producido mucho. Y se hizo esta
reflexión: “¿Qué voy a hacer? porque no tengo dónde recoger mis cosechas”. Y dijo: “He
aquí lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré unos mayores; allí
amontonaré todo mi trigo y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma mía,
tienes cuantiosos bienes en reserva para un gran número de años; reposa, come,
bebe, haz fiesta”. Mas Dios le dijo: “¡Insensato! esta misma noche te van a pedir el
alma, y lo que tú has allegado, ¿para quién será?”. Así ocurre con todo aquel
que atesora para sí mismo, y no es rico ante Dios” (vv. 15-21).
“Y dijo a sus discípulos: “Por eso, os digo, no andéis solícitos por vuestra vida, qué
comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. Porque la vida
vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen
bodegas ni graneros, y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuanto más valéis
vosotros que las aves! ¿Quién de vosotros podría, a fuerza de preocuparse,
añadir un codo a su estatura? Si pues no podéis ni aun lo mínimo ¿a qué os
acongojáis por lo restante? Ved los lirios cómo crecen: no trabajan, ni hilan.
Sin embargo, Yo os digo que el mismo Salomón,
con toda su magnificencia, no estaba vestido como uno de ellos. Si pues a la
yerba que está en el campo y mañana será echada al horno, Dios viste así ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca
fe? Tampoco andéis pues afanados
por lo que habéis de comer o beber, y no estéis ansiosos. Todas estas cosas, los paganos del mundo
las buscan afanosamente; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas”
(vv. 22-30).
De
aquí que Nuestro Señor los llame “hombres de poca fe” (v. 28), y les
da la solución para todas estas
inquietudes al decirles (vv. 31-32):
“Buscad el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura.
No temáis, pequeño rebaño, porque plugo
a vuestro Padre daros el reino”.
Y
finalmente los exhorta a vender los bienes
y a hacer limosna.
“Vended
aquello que poseéis y dad limosna. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde
el ladón no llega, y donde la polilla no destruye. Porque allí donde está vuestro
tesoro, allí también está vuestro corazón” (v. 33-34).
Y
sin dudas, para terminar, notemos que estas obras en las cuales fallarán los “pequeños”,
serán cumplidas por los “grandes”, como lo dice expresamente Nuestro Señor, en Mt. V, 19:
“Por lo tanto,
quien violare uno de estos mandamientos, (aún)
los mínimos, y enseñare así a los hombres, será llamado mínimo en el reino de
los cielos; mas quien los observare y
enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Cfr. Mt. XVIII, 1-5 (Mc. IX, 33-37;
Lc. IX, 46-48); Mt. XX, 25-28 (Mc. X, 42-45).
Para
resumir todo lo dicho hasta aquí, será bueno transcribir unas lindas palabras
de Caballero Sánchez[3],
comentando la Iglesia de Filadelfia
(Apoc. III, 7):
“… existe una grande analogía entre este mensaje y el segundo a Esmirna.
Son los dos únicos donde no hay
reprehensiones, donde se cita la indigencia o la pequeñez como rasgo
característico de las Iglesias, donde se menciona a los que se dicen “judíos sin serlo”, donde se
exhorta a no temer, en fin, donde el
premio prometido se define como “corona”…”.
VI.-
Conclusión
Todos
estos pensamientos sobre la confianza filial en la Providencia nos llevan, sin
ningún esfuerzo, a Santa Teresita y
su Caminito Espiritual, cuya relación con los últimos tiempos no parece ser
menor.
Dios
suscita sus Santos y las diversas devociones conforme a las necesidades, sentimientos,
y diversas circunstancias de cada época. Por caso, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, si bien se remonta al mismísimo San Juan, se extendió y universalizó recién a partir de Santa Margarita María de Alacoque en el
siglo XVII.
Con
Santa Teresita parecería ocurrir otro tanto.
Antes
que nada, recordemos que es bien conocida su predilección por la lectura del
libro del P. Charles Arminjon El fin del mundo y los misterios de la vida
futura a lo cual pueden agregarse sus lindas palabras sobre los mártires bajo
el Anticristo.
Además,
por alguna razón el gran San Pío X
la llamó “la santa más grande de los tiempos modernos”, y nos parece que no fue
simplemente debido a la heroicidad de sus virtudes sino más bien a sus
enseñanzas y ejemplos muy aptos para estos tiempos. Los Católicos tenemos mucho
que aprender délla hoy en día.
Seguramente Santa Teresita no dijo nada nuevo bajo
el sol, pero sin dudas supo traducir en admirables páginas inspiradas, toda una
doctrina llena de sencillez y atractivo que muchos autores han hecho suyas.
Su
enseñanza sobre el desprendimiento y la confianza filial en la Providencia es
más necesaria en estos tiempos que en los anteriores, y lo será cada vez más a medida que comience a desarrollarse el gran
drama Apocalíptico, pues los Católicos encontraremos cada vez menos soporte
en este siglo malo y mayor oposición, hasta traducirse, finalmente, en
persecución sangrienta.
Creemos
que todas las citas que hemos dado en este trabajo y que sería inútil reproducir
de nuevo, fueron pronunciadas literalmente
sobre estos últimos tiempos, aunque sin perjuicio, claro está, que se apliquen
también espiritualmente a lo largo de
toda la historia de la Iglesia.
Tampoco
puede ser una mera coincidencia que Santa
Teresita haya sido declarada patrona
de las misiones, teniendo en cuenta que todavía resta predicarse el Evangelio del Reino a todo el mundo,
según las palabras de Nuestro Señor:
“Y a todas las naciones es necesario primero que sea
proclamada la Buena Nueva” (Mc. XIII, 10.
Cfr. Mt. XXIV, 14).
Predicación
que ha de ser contemporánea al Pusillus.
Por
último, estamos convencidos que las gracias que Santa Teresita nos prometió con su bella imagen de la lluvia de rosas no han sido derramadas
más que en pocas cantidades y que la gran mayoría de esos pétalos no ha caído
aún sobre la Iglesia y esperan, por lo tanto, su perfecto cumplimiento.
[1] Notar que los
dos últimos versículos coinciden con la promesa
al vencedor de la Iglesia de Sardes (Apoc.
III, 5).
[2] “No os
preocupéis” (μὴ μεριμνήσητε). En los
Evangelios, sólamente en Mateo y Lucas y siempre en el
mismo contexto. Cfr. Mt. VI,
25.27.28.31.34 = Lc. XII, 22.25.26;
Mt. X, 19 = Lc. XII, 11.
Por último, el término es usado en Lc. X, 41, en el conocido pasaje de Marta y María. Escena altamente simbólica que sin dudas coincide con todo
lo que venimos diciendo.