17ab. Y cuando le vi caí a sus
pies como muerto y Él puso su diestra sobre mí y dijo: “No temas:
Notas
Lingüísticas:
Zerwick: "Μὴ φοβοῦ: deja de temer".
Comentario:
Allo: "ἔπεσα (caí): Así
cayeron Isaías (VI, 5), Ezequiel (I, 28), Daniel (passim) y Enoc (XIV, 24), etc".
Allo: "Μὴ φοβοῦ (no temas): Cfr. Daniel X, 12.19 y las palabras de Nuestro Señor en el Evangelio (ἐγώ εἰμι· μὴ φοβεῖσθε,
"Soy Yo, no temáis") Mt. XIV, 27 y paralelos; Jn. VI, 20, etc".
Alápide: Caí a
sus pies como muerto: no por reverencia sino por un gran miedo, que lo dejó
como sin alma, debido a la tan augusta y terrible visión de Cristo, a la
espada que salía de su boca, y a la voz terrible que hablaba. Lo mismo le pasó
a Daniel, X, 9 y a los Apóstoles en la transfiguración de Cristo,
Mt XVII, 6”.
Notar que en XIX,
10 y en XXII, 8 no se dice que San Juan tuviera miedo, si bien tiene
el mismo gesto de caer a los pies del que le habla.
17c. Yo soy el primero y el último 18.
y el Viviente, y fui muerto y he aquí que estoy vivo por los siglos de los
siglos y tengo las llaves de la muerte y del hades.
Jesucristo se
declara no solamente Dios (el primero
y el último), sino también el Viviente por excelencia, el cual por medio
de su muerte y resurrección obtuvo poder sobre "la muerte y el hades".
En San Juan "la muerte y el Hades"
siempre representan una entidad malvada. Es llamada "la primera
muerte", por oposición a la segunda, que es el lago de fuego y azufre.
En concreto, es el lugar donde residen las almas de
los condenados, las cuales no podrán salir de allí hasta que Jesús abra sus puertas. Esto sucederá en
dos ocasiones: primero en su Parusía, donde resucitarán algunos
malvados para ser arrojados antes que los demás a la segunda muerte y en segundo
lugar en el juicio final (XX, 11 ss).
Charles: "Este
versículo nos muestra la triple concepción de Cristo en Juan: la
vida que habita por siempre que Él tenía independientemente del mundo; su
humillación incluso hasta la muerte y su resurrección a la vida no sólo eterna
en sí misma sino a la autoridad universal sobre la vida y la muerte".
I) el primero y el
último
Comentario:
Allo: "Primero y
último", también se dice de Jesús
en Apoc. XXII, 13. Título eminentemente divino; Cfr. Is. XLIV, 6; XLVIII, 12".
"El Primero y el Último" este título aparece en
I, 17; II, 8 y XXII, 13, siempre aplicado a Jesucristo.
II) el Viviente,
y fui muerto y he aquí que vivo por los siglos de los siglos
Notas Lingüísticas:
Charles: "ζῶν εἰμι εἰς τοὺς αἰῶνας τῶν αἰώνων (vivo por los siglos de los siglos): estas
palabras se dicen del Padre en IV, 9.10 y X, 6. Se encuentran en este
sentido en Dn. IV, 31, XII, 7 y Eccl. XVIII, 1".
Traducimos ἐγενόμην por “fui” al
igual que en los versículos 9 y 10 y siempre por la misma razón: la idea
que denota el verbo es de ser una acción que otro ejerce sobre la persona: San
Juan es llevado a Patmos, luego al día del Señor, y finalmente en IV, 2
al cielo, mientras que aquí Nuestro Señor fue muerto por sus enemigos.
Comentario:
Allo: "Para Jesús,
el Ἀρχηγὸν τῆς ζωῆς (el autor de la vida, Hech. III, 15), a la idea de fuente y dador de la vida, se une la de la resurrección
corporal".
Allo: “ὁ Ζῶν (el Viviente), título divino. El "Viviente" por excelencia, por esencia,
corresponde al "Yo soy el que soy" del AT".
III) tengo las
llaves de la muerte y del hades
Comentario:
Cfr. Apoc. VI, 8; XX, 13 s.
"La muerte y el hades" no parecen referirse al
limbo ya que este término es usado en el resto del libro con un solo sentido.
Sales:
"El infierno o sheol es representado como una prisión munida de un puerta muy
sólida en la cual la muerte hace entrar y encierra a los hombres (Mt. XVI, 18)".
Zerwick: "Tener la llave = tener la potestad. Aquí, de librar de la muerte y del infierno
o de arrojar a los culpables a la muerte y a los infiernos; tiene esta potestad
ya que venció a la muerte y resucitará a los muertos".
La muerte y el hades (gr.
ὁ ᾅδης) forman como un grupo que siempre se presenta unido en
el Apocalipsis: I, 18; VI, 8 y XX, 13-14.
En el Apocalipsis
y en San Mateo se nombran
varias llaves:
1) Las de la muerte
y del hades: I, 18.
2) La de David:
III, 7.
3) La del Abismo:
IX, 1; XX, 1.
4) Las del Reino
de los Cielos: Mt. XVI, 19.
* Las de la muerte y del hades parecen ser las únicas que
Nuestro Señor retiene. Las demás se las da a Eliaquím (Is. XXII),
al ángel y a San Pedro respectivamente.