2. Inmediatamente fui en espíritu y he aquí un trono puesto en el cielo y sobre
el trono uno sentado.
Comentario:
Straubinger: “Me hallé
en espíritu, exactamente como en I, 10, lo cual confirmaría lo que allí
señalamos. Sobre la visión de Dios cfr. Ez. I, 22 ss y nota. Todo este
capítulo, lo mismo que el siguiente, se inspira en los Profetas, especialmente Is.
VI, Ez. I, Dan. VII. El rapto de Juan
al cielo durará hasta el fin del capítulo IX”.
Caballero Sánchez: “Dada la orden, Juan dócil al Espíritu que obra en él, la cumple sin dilación: “Y
al instante fui en espíritu”.
Nuestros doctores traducen este inciso: “caí en éxtasis”, como anteriormente
“ir en Espíritu al día del Señor”, lo habían vuelto por “caer en éxtasis un día
domingo”. El texto y el contexto condenan esa traducción. Porque el carisma
profético que tiene Juan en acto no da lugar a ningún éxtasis particular; y
porque “fui” corresponde a la orden de subir a la puerta del cielo…”.
Fillion: "Sedens: es decir, había uno sentado.
La visión es dejada a propósito en una cierta vaguedad, aunque el contexto muestra claramente
(ver los vv. 8-11 y también VII, 10.15; XII, 5, etc.) que se trata de Dios Padre. El
recitado supone también que la divina presencia estaba simbolizada por una
forma humana, como en Is. VI, 1 ss; Ez.
I, 2 ss; Dan. VII, 9".
El “sentado en el trono” es, según algunos, Dios Padre. Alápide objeta que en Is. VI los Querubines cantan el
trisagio "Santo, Santo, Santo", a la Ssma. Trinidad con lo cual aquí
se refiere a la Divinidad en cuanto tal y no sólo al Padre.
Contra esto se puede contestar que las visiones corresponden a dos momentos
diversos. Isaías vé a la Ssma. Trinidad, pero San Juan vé el consejo que se
reúne en el cual se le entrega a Jesucristo el testamento que recibe de su
Padre.
Este es el "Trono de mi Padre" del que habla Jesús. En VII, 10 se distingue "el Sentado
en el trono" del "Cordero", y lo mismo en VI, 16 y XII, 5.
Alápide: "Alcázar
cree que este trono de Dios era como el
propiciatorio y los Querubines. En efecto, éstos eran el trono de Dios en
el Templo de Salomón, a lo que aquí se alude. Pues los 24 Señores, dice, son los príncipes de los sacerdotes, los cuales
eran 24 como se ve en I Paral. XXIV. De aquí que los siete candelabros responden
también a las siete luces del candelabro, el mar de cristal al mar de bronce, los
animales a los grandes Querubines, hechos por Salomón; finalmente el capítulo
mismo termina con alabanzas y adoración a Dios. También cree que este mismo
trono era el mismo en todas las visiones proféticas, como cuando Dios fue visto
por Moisés y los ancianos, Ex. XXIV, 10, Is. VI, 1 y Ez. I, 22, excepto que, en
lugar de la tabla dorada del propiciatorio, era de zafiro (Ex. XXIV, 10) y en
Ez. I, 22 era cristalina; y así cree que era aquí, ya que este trono estaba en
el cielo".