XIII. El siguiente pasaje está tomado del Zohar sobre el Éxodo fol. 10, col. 40.
“Ven y considera que hay colores (o esplendores) que son invisibles y otros que no lo son. Y unos y otros son un misterio sublime de la fe. Con respecto a los que son visibles, ningún hombre llegó a conocerlos antes de nuestros padres (Abraham, Isaac y Jacob); tal es el sentido de estas palabras del Señor (Ex. VI, 3): “Me he aparecido a Abraham, etc.”. ¿Y cuáles son estos colores invisibles? Son los del Dios todopoderoso, los de la visión celestial. Pero los colores que están por encima están escondidos a la vista (inteligencia). Nadie, excepto Moisés, llegó a conocerlos. En efecto, leemos que Moisés fue favorecido con el espejo de la luz. Por eso dijo el Señor (ubi supra):
“Con mi nombre de Yahvé no me di a conocer a ellos”.
Es decir, no me revelé a ellos por medio de mis colores de arriba. Ven y considera que estas luces son cuatro; tres permanecen invisibles y la cuarta se manifestó al mundo”.
Es indudable que por esta cuarta luz que se manifestó al mundo, el Zohar designa al Verbo encarnado, figurado por la cuarta letra del nombre Jehová. El Señor reveló estos misterios a los primeros Patriarcas del pueblo hebreo para darles un medio de salvación por la fe en el Mesías futuro; pero, para el misterio de las tres Personas divinas, ningún hombre fue iniciado en la antigua ley tan íntimamente como Moisés, a quien Jehová se comunicaba cara a cara (Deut. XXXIV, 10), y a quien llamaba “el más fiel en toda mi casa” (Num. XII, 7).
XIV. Rabbi Siméon-ben-Yohhaï, en versículos sueltos, fol. 109 recto, edición de Tesalónica.
“Rabbi Rehhimaï abrió la conferencia de esta manera: “Está escrito, Is. XI, 2:
“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y temor de Jehová”.
He aquí cuatro espíritus; y nadie los reúne en sí, excepto el único[1] Rey Mesías”.
Como no podemos separar de la segunda Persona encarnada las otras dos Personas divinas, y como Jesucristo Nuestro Señor es llamado espíritu hasta en su adorable humanidad[2], no se podría admitir más que en Él, y en Él solo, la reunión de los cuatro espíritus del que habla la antigua tradición que acabamos de traer, a saber, el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo y la divina humanidad de Nuestro Señor Jesucristo.
XV. La filacteria de la cabeza[3] lleva de una parte una schin, ש, con tres cabezas, y del lado opuesto, la misma letra, con cuatro cabezas. En el Zohar, tercera parte, fol. 126, col. 501, se narra una tradición de Rabbi Isaac, según la cual estas dos formas de la letra indican el misterio de la Trinidad y el misterio de las letras del tetragrama[4].
El Zohar sobre el Génesis, fol. 40, col. 59, enseña que la schin, ש, del nombre שת,[5] indica las tres ramas del árbol de arriba; ramas que reúne abajo, sobre la tierra, en una sola raíz.
“Muestra, agrega el Zohar, tres esferas arriba y tres esferas abajo. La hè que está inmediatamente después en el nombre de Moisés, מֹשֶׁ֔ה, es la divinidad de abajo. Esta última letra se repite dos veces[6], a fin que la hè de arriba y la hè de abajo estén incluidas en las tres ramas y en la triple raíz”.
Es así que leemos también en el libro cabalístico Schaarè ora (las puertas de la luz), fol. 1:
“El nombre de cuatro letras es como el ramaje. El nombre Ehyé es la raíz del árbol. Salen muchas raíces que producen ramas por todas partes”.
Lo que prueba la antigüedad en la sinagoga de la explicación misteriosa de las letras schin y hè, que acabamos de ver en el Zohar, es que los Padres Jesuitas lo encontraron entre los judíos de China. En este sentido, traducimos aquí un pasaje muy curioso de la Memoria sobre los judíos establecidos en China.
“El P. Gaubil estando un día en Han-Keou, puerto considerable de Hou-Quang, donde habitaba el P. Couteaux, supo que este Padre tenía en su casa un chino muy erudito, y que tenía un talento único para descifrar las letras antiguas. En la persuasión que tenía que las letras de la palabra Siloh[7] eran antiguamente jeroglíficos, le pidió al chino, que no sabía nada de hebreo, que le dijera lo que pensaba sobre Siloh, que escribió a la manera china, una letra encima de la otra. Cuando el chino vio esos caracteres, dijo que el primero, ש, significaba Altísimo; el segundo, י, Señor; el tercero, ל, uno; el cuarto, ה, hombre. Agregó que en chino se le daba ese nombre a aquel que llamaban Ching-Gin, es decir, el santo hombre.
La sorpresa del P. Couteaux y del P. Jacques, que estaban presentes junto con el P. Gaubil, fue extrema. La explicación de los judíos, no fue menos sorprendente; pues, habiéndolos interrogado el P. Gaubil sobre este punto, todos se quedaron callados. Comenzó por explicarles lo que los Padres y doctores entendían por ese término. Un judío, con mucha educación, le pidió permiso para hablar y le dijo que uno de sus tíos-abuelos, que había muerto hacía algún tiempo, le había asegurado que en esa palabra había algo de divino. Que la schin significaba grande; la yod, uno[8]; la lamed, ל, que desciende; la hè, hombre[9]. Era designar de una manera muy singular al Dios Salvador que descendió del cielo a la tierra”.
Ponemos ante los ojos del lector el cuadro de esta importante explicación del nombre Siloh.
Erudito
chino |
Judíos
chinos |
|
ש |
Altísimo |
Grande |
י |
Señor |
Uno |
ל |
Uno |
Que
desciende |
ה |
Hombre |
Hombre |
“Y Dios dijo: hagamos al hombre, a fin que la divinidad esté completa de todas formas”[10].
Es decir, a fin que, por la añadidura de la naturaleza humana que Dios en su suprema sabiduría había decidido unir a la divinidad, se completara el misterio significado en el inefable nombre tetragramático[11].
[2] “El Señor es el espíritu”, dice San Pablo en II Cor. III, 17. El resto de todo el capítulo, sobre todo el versículo precedente, y el artículo definido del texto griego, ὁ δὲ Κύριος, muestran que este Señor es Jesucristo. El pseudo Ambrosio y varios otros lo entienden así:
“El Señor, esto es, Cristo, es Espíritu” (ver Estio).
Santo Tomás, Comment, in Epist. sancti Pauli, dice:
“De otra manera, que por Señor se entienda a Cristo, y entonces se leería así: el Señor, esto es, Cristo, es espiritual, es decir, el Espíritu de potestad”.
Un comentario, no sabemos de quién, en la Biblia del P. Migne, dice así:
“Dado que Cristo Señor, en cuanto Dios, es Espíritu”.
Ver nuestra edición de la Biblia de Vence, en italiano. Milán, 1839. La sola autoridad del gran Doctor, el ángel de la escuela, nos dispensa de entrar en mayores detalles para refutar la prueba alegada en favor del sentimiento contrario al nuestro, a saber, que los Padres griegos oponían este pasaje a los herejes que negaban la divinidad del Espíritu Santo. San Bernardo dice que la fuerza de unión de las dos naturalezas de Jesucristo es tal que podemos muy católicamente aplicar a la santa humanidad lo que generalmente afirmamos de la divinidad (ver el texto más arriba en pag. 294). Está claro que hay que exceptuar algunos puntos como el nacimiento desde la aurora, la filiación activa, etc.
[3] Existe una filacteria de la cabeza, que se lleva sobre la frente, y una filacteria de la mano, que se lleva sobre la mano izquierda.
[4] Ver más arriba, pag. 309-310.
[5] Set, hijo de Adán, que reemplazó a Abel. Gen. IV, 25.
[6] El nombre de Moisés se repite dos veces en Ex. III, 4.
[7] El Schiloh, שילה, de la célebre profecía de Jacob (Gen. XLIX, 10).
[8] Esto es perfectamente conforme con la tradición de los demás judíos. Ver más arriba, pag. 383 ss.
[9] El Hombre-Dios, el Santo-Hombre, Ching-Gin (mejor gên) del erudito chino.
[10] Thikhunè-Zohar, fol. 33 verso.
[11] Ver más arriba, el n. 1, p. 392.