Una demostración de la Divinidad de Cristo
en la fiesta de los Tabernáculos, por Bartomeu Pascual
(I de VIII)
Nota del Blog: El siguiente estudio está tomado de Analecta Sacra Tarraconensia, Vol. II, año 1926, pag. 407-426.
(Jn. VII-IX, 34), Por el Doctor Bartomeu Pascual, Prev., Canónigo Lectoral y Rector del Seminario de Palma de Mallorca.
I
OBSERVACIONES PREVIAS ACERCA DEL EVANGELIO DE SAN JUAN
Su relación con la liturgia. - El elemento figurativo. - El método de compleja exposición doctrinal.
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Se ha dicho, no recuerdo por quién, que el prólogo de San Juan semeja una torre fachada catedralicia. Así es, en efecto, por su elevación, por su ritmo artístico, por su robusta teología. Completemos, empero, esa bella imagen y digamos que dentro de esa catedral oficia Cristo y predica Cristo, mostrándose Dios revestido de los símbolos de la liturgia y de la historia de Israel, que a Sí se aplica y en Sí verifica.
Y no se crea que ahora entretejemos frases literarias incomprobables técnicamente. Al decir eso, queremos apuntar, desde el principio de nuestro rápido estudio, dos notas características del cuarto Evangelio a nuestro propósito interesantes: la nota litúrgica y la nota singularmente figurativa, y esa no en menoscabo, antes con intensificación de la historicidad de los sermones y relatos.
a) El Evangelio de San Juan es el de las festividades de Jerusalén y tiene un manifiesto carácter litúrgico que se prolonga sobre su otra grande obra del Apocalipsis. Ya en el prólogo la manifestación del Verbo en la encarnación (ἐσκήνωσεν) es comparada a las de la gloria de Jahvveh en el tabernáculo de la alianza (I, 14). La primera vez que Jesús en su ministerio sube a la capital, se presenta en el templo como el verdadero templo de Dios vivo (II, 19). En el principio de la vida pública le señala el Bautista como el Cordero de Dios, profetizado para el gran sacrificio (I, 29.36); y al cerrarse aquélla, en la Pascua del último año, es también para el Evangelista el Cordero de Dios, que se inmola en la Cruz con puntual observancia del rito mosaico: "Hueso de él no será quebrantado" (XIX, 36).
b) El elemento figurativo que, en buena psicología popular y más aun de pueblo oriental, no podía faltar en el ministerio público de Cristo en Judea, no falta en el cuarto Evangelio; antes bien, diremos que se halla en él por manera peculiar, y más íntimo y más fuerte que en los sinópticos, porque Cristo lo utiliza no tan sólo como fórmula de proponer una verdad, sino hasta como argumento para probarla.
En los sermones de Cristo conservados por los sinópticos se multiplican las graciosas parábolas y los pequeños símiles, reflejando el panorama y la vida galilaica hasta en sus amables minuciosidades familiares.
Pero en estas comparaciones se toma un extremo que no es un caso concretamente real, sino de ficción literaria, por más que esté modelado con verosimilitud maravillosa[1].
Al contrario sucede con los sermones de Cristo a los judíos en el cuarto Evangelio: las comparaciones, si es que sólo este nombre merezcan, tienen allí la majestad y el reflejo de las grandes solemnidades en que se mueve el divino maestro: y, como elemento figurativo, asumen por lo regular[2], no algo que se reduzca a ficción literaria, sino una realidad fuerte y estrictamente histórica, ora sea un milagro de Cristo obrado al momento con intención de prefigurar la doctrina que luego expone, ora sean hechos memorables o antiguos prodigios de la historia de Israel relativos a su persona, sobre todo los de aquellos días en que, al decir de San Pablo, tantas cosas les sucedían en figura (I Cor. X, 1-11).
¡Sublime y divina pedagogía! Jesús era en verdad el gran Maestro (XIII, 13). Enseñaba con poder y con misericordia y, acomodándose soberanamente a las circunstancias, escogió este método pedagógico de duplicada y maravillosa intensidad, cuando vió que había de ser más alta y difícil su doctrina y más obstinado su auditorio. Tal sucedía de ordinario en Jerusalén, y por eso San Juan, el evangelista del ministerio de Judea, nos ofrece repetidos ejemplos de tal procedimiento, no por alegorismo ficticio y subjetivo, como ha calumniado una moderna escuela racionalista, sino por fidelidad de historiador, de testigo y de discípulo.
c) A las dos notas precedentes añadamos todavía una tercera. La doctrina sobre Cristo es bien complicada, aun cuando la estudiamos en nuestros más claros y metódicos manuales de Teología. Cristo es cifra de múltiple revelación. Divinidad y humanidad, generación eterna y generación temporal, misión del Hijo e igualdad con el Padre… son verdades de no fácil concordancia y que dan a la Cristología una real complejidad. Con todo es de advertir que Jesús no evitó esa complicación al hablar de su persona, principalmente ante los maestros de Israel. Por el contrario, la buscó y hasta la utilizó como método doctrinal, ya para que su revelación fuera simultáneamente más completa, ya también para que unas verdades yuxtapuestas templaran la viva luz de las otras, que de un solo golpe podían lastimar los ojos débiles; lográndose de esta manera, aún sin ningún elemento alegórico ni parabólico menos convenientes al orden dogmático, un efecto similar al de la combinación de sombras y claridades que hay en las parábolas de los sinópticos. Así los espíritus dóciles se iniciaban suavemente en la doctrina difícil, los renitentes se obstinaban y cerraban por su propia culpa.
Esa complejidad ha de tener presente el exégeta de San Juan para no querer marcar la marcha del pensamiento con una sola línea, y línea recta. No la olvidamos nosotros, y lo que sigue será sólo uno de los rasgos, aunque rasgo dominante, a través de la perícopa de la fiesta de los Tabernáculos, tan llena de incidencias y de doctrina.
[2] Decimos
"por lo regular" y en las enseñanzas "de Cristo a los
Judíos". En efecto es en ellas que
se encuentran las comparaciones del templo, la serpiente, el maná y las otras
del grupo de la fiesta de los Tabernáculos. Hasta la llamada alegoría del
pastor no es puramente literaria, sino que tiene sus antecedentes históricos y
proféticos en el Antiguo Testamento. Adviértase, por otra parte, que las raras
comparaciones del otro género, como son la del campo de mieses y segadores, la
mujer en parto, la vid, y alguna otra, están casi todas en las instrucciones
particulares de Cristo a los apóstoles, donde en cambio faltan las
primeras. Aun a los apóstoles iba principalmente dirigida la del grano de
trigo. Recuérdese también el Prólogo, donde afloran las grandes ideas de todo
el Evangelio. Su primer versículo, por
intencionada y profunda coincidencia verbal, apunta hacia el Pentateuco y en
los postreros las referencias explícitas o figurativas, llegan ya hasta el
desierto: la tienda, la schekina, la ley, Moisés; claro reflejo de la pública
enseñanza del Maestro.