lunes, 4 de enero de 2021

La Enseñanza de los Manuales de Teología, por Mons. Fenton (I de V)

 La Enseñanza de los Manuales de Teología,

por Mons. Fenton 

Nota del Blog: El siguiente texto está traducido del American Ecclesiastical Review (abril, 1963), pp. 254-270. 

Una vez más, dejando de lado el hecho que motivó este artículo, lo importante son los principios que asienta el docto sacerdote estadounidense. 

El original puede leerse AQUI. 

 

*** 

Una de las personalidades más simpáticas entre los periti en las primeras series de reuniones del Concilio Vaticano II fue el sacerdote canadiense, el Agustino Gregory Baum. Aquellos que tuvieron la fortuna de conocerlo, lo admiraron por su admirable carácter sacerdotal y por su exquisita cortesía. Sin dudas es esa clase de hombres a los que se les escucha y que atraen atención. 

Hace poco escribió un artículo para la revista Commonweal, en la cual hizo una afirmación muy cuestionable sobre el status de la teología de los manuales escolásticos en el Concilio Vaticano II. La enseñanza, que podría haber pasado desapercibida si hubiera venido de parte de un hombre menos capaz y distinguido, atrae naturalmente la atención debido a que es una afirmación del P. Baum. Y, desafortunadamente, es una afirmación que puede ser muy desorientadora si fuera tomada en serio por nuestros Católicos, especialmente por los estudiantes de teología. 

El P. Braun concluyó su artículo con esta afirmación: 

El conflicto en el Concilio no es entre hombres que intentan introducir nuevas perspectivas y modernas vías y aquellos que intentan permanecer fieles a la gran tradición del pasado. Es más bien entre los que buscan renovar la vida de la Iglesia retornando a la tradición más auténtica de la Iglesia de todos los siglos y los que buscan consagrar como la eterna sabiduría de la Iglesia la teología de los manuales del siglo XX y el énfasis antimodernista de las que estaban penetrados[1]. 

En sí misma es una afirmación alarmante. A pesar de la manifiesta y destacada amabilidad, conocimiento y sinceridad del P. Baum, sin dudas es importante que los Católicos, especialmente los sacerdotes, investiguen la precisión e implicancias de lo que dice sobre el “conflicto” en el Concilio Vaticano II. Sin dudas, este es un tema sobre el cual no podemos permitirnos estar mal informados. 

Para asegurarnos que no estamos cometiendo ningún error sobre el tema, debemos examinar el contexto del artículo del P. Baum. En este artículo, la única historia que puede ser considerada como indicativa en algún sentido de un “conflicto” es el relato del P. Baum que, después de una votación de los Padres del Concilio, y después de una decisión del Soberano Pontífice, el esquema sobre las Fuentes de la Revelación (ahora conocido como el esquema sobre la Revelación) fue enviada de nuevo a una comisión mixta para que fuera reestructurada. Como nos han dicho muchas veces los reportes de los diarios, en esta ocasión, los Padres del Concilio votaron no continuar con la consideración detallada del esquema anterior a su reestructuración por la comisión. Alrededor del sesenta por ciento de los presentes no quiso continuar con la consideración del esquema tal como estaba. Alrededor del cuarenta por ciento firmó su deseo de proceder con la consideración del esquema tal como lo habían recibido del Santo Padre, quien, a su vez, lo había recibido de la Comisión Central Preparatoria, la cual, a su vez, lo había recibido de la misma Comisión Teológica Preparatoria. 

Como nos dicen los periódicos, esta votación no fue decisiva. El esquema se envió a la Comisión mixta para que se aclarara y acortara sólo cuando el Santo Padre intervino personalmente. Presumiblemente el mismo material, en un nuevo formato, va a ser sometido de nuevo al concilio como un todo después que la comisión mixta y la nueva comisión central interina la hayan terminado. 

En el evento mismo no había nada que podía justificar de alguna manera el lenguaje más bien sensacional empleado por el P. Baum. Ciertamente, nada indicaba que los que votaron para que se procediera con el examen del esquema tal como estaba, intentaban “consagrar como la eterna sabiduría de la Iglesia la teología de los manuales del siglo XX”. Tampoco existía el menor indicio que los hombres que querían que el esquema se rehiciera antes que el concilio lo tratara en detalle intentaban “renovar la vida de la Iglesia retornando a la tradición más auténtica de la Iglesia de todos los siglos”. Por lo que se desprende de sus palabras reveladas en el órgano de noticias oficial del Vaticano, simplemente estos hombres estaban insatisfechos con la forma en que había sido presentada la doctrina sobre las fuentes de la revelación en el texto original del esquema. 

Otro individuo, que escribe en el mismo número de Commonweal, afirma que: “Incluso los participantes en el Concilio admiten… que la oposición entre los dos grupos más importantes ha sido tal que la siguiente sesión se tuvo que posponer hasta septiembre a fin de permitir que las facciones se calmen”[2]. Si la afirmación del P. Baum fuera justificada, ciertamente habría necesidad de un período para calmar las cosas, y mucho más, pero no hay ninguna evidencia de que esta afirmación sea cierta. En efecto, parecería que este buen y joven sacerdote no sólo se equivocó sobre lo que en realidad pasó en el concilio, sino que describió un conflicto u oposición que ni ha tenido ni debe tener lugar entre los Padres del Concilio Vaticano. 

El Padre Gregorio ha hecho un perjuicio a la causa de la verdad Católica al representar erróneamente los motivos que influenciaron a los Padres del Concilio para votar a favor o en contra de la continuidad del estudio detallado del esquema sobre las fuentes de la divina revelación pública. De hecho, el problema era la aceptación de las palabras del esquema y, sobre todo, de su estilo y extensión. Algunos afirmaron que el concilio podía actuar con mayor eficacia si una comisión refunde todo el esquema. Otros creían que sería mejor proceder con la consideración del documento tal como estaba, y que los cambios se hicieran en las oraciones y párrafos individuales como resultado de las observaciones de todo el concilio. La posición de estos últimos se debilitó por el hecho de que todos los Padres y periti sabían que tal procedimiento hubiera llevado mucho tiempo. 

El P. Baum puede estar hablando solamente de los hombres que votaron continuar con la consideración del esquema tal como estaba cuando habla de aquellos “que buscan consagrar como la eterna sabiduría de la Iglesia la teología de los manuales del siglo XX y el énfasis antimodernista de las que estaban penetrados”. Y debe estar describiendo a los que votaron no proceder con el examen detallado de este esquema cuando habla de aquellos “los que buscan renovar la vida de la Iglesia retornando a la tradición más auténtica de la Iglesia de todos los siglos”. En ningún caso la designación es precisa o aceptable en modo alguno. 

Si la afirmación del P. Baum sobre el “conflicto del Concilio” fue escrito seriamente (y no hay razón para suponer que no lo haya sido), entonces ha insinuado claramente que la teología de “los manuales de teología de comienzo del siglo XX” eran y son, hasta cierto punto, no sólo diversos sino incluso opuestos a “la tradición más auténtica de la Iglesia de todos los siglos”. Obviamente, desea que concluyamos que, al menos para él, la vida de la Iglesia Católica se puede “renovar” en alguna medida si la Iglesia abandona las enseñanzas teológicas contenida en, o al menos que eran características de, los grandes manuales en uso en las universidades y seminarios durante los primeros años del siglo XX. 

Además, es bastante obvio por sus afirmaciones, que el P. Baum desea insinuar que la oposición a la herejía del modernismo manifestada en estos manuales es, de alguna manera, inaceptable para la Iglesia católica en nuestros días. Al menos quiere que imaginemos que la Iglesia sería mejorada o “renovada” si la enseñanza anti modernista de que estaban impregnados los mejores manuales de teología de comienzo del siglo fueran pasado por alto o modificados. 

Además, es obvio que el P. Baum quiere que sus lectores crean que, hoy por hoy, la doctrina impartida en nuestros seminarios dentro de la Iglesia Católica está, en algún sentido, fuera de “la tradición Católica más auténtica de todos los siglos”. Si tenemos que hacer que la Iglesia “vuelva” a semejante tradición, entonces parecería que esta tradición se perdió en alguna medida, o al menos se obscureció, durante el siglo XX. Ciertamente, la afirmación del P. Baum implica que la tradición en la cual aquellos sacerdotes que estudiaron los manuales teológicos de comienzo de siglo, no era definitivamente la tradición doctrinal más auténtica de la Iglesia Católica. 

Existen inferencias que sin dudas debemos examinar. No hay absolutamente ninguna prueba, por supuesto, que los hombres que votaron en el concilio la aceptación del esquema sobre las fuentes de la revelación, tal como fue entregado al concilio, estaban en modo alguno preocupados con las implicancias expresadas por la declaración del P. Baum. Aun así, es un hecho que desde que cerró la primera parte del concilio el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción el año pasado, ha habido muchos que han hecho afirmaciones que de alguna manera expresaban las implicancias contenidas en la afirmación del P. Baum. La mayoría de las veces estas implicancias han sido hechas menos enérgicamente que por el P. Baum. Aun así, es completamente necesario examinarlas y ver, de una vez por todas, si estas implicancias son aceptables o no.


 [1] Commonweal, LXXVII, 17 (Jan. 18, 1963), 436. 

[2] Ibid. El autor de este Segundo artículo es Gunnar D. Kumlien.