lunes, 25 de enero de 2021

La Disputa de Tortosa (XXXVI de XXXVIII)

   Punto 1: 

Impugnó R. Astruch la mesianidad de Cristo. Jerónimo puso en su tratado y lo esbozó también en el discurso inaugural de la disputa, el siguiente silogismo: 

“Aquel en quien se cumplen todas las condiciones profetizadas del Mesías, es el Mesías. En Jesús Nazareno se cumplen todas esas condiciones. Luego es el Mesías”. 

Astruch negó ahora la mayor y la menor de este silogismo. 

a) La mayor, porque el Mesías ha de ser sólo uno y si hubiera de ser Mesías todo aquel en que se cumpliesen las 24 condiciones, podría darse el caso de que éstas se cumplieran en varios hombres y entonces serían también varios los Mesías. 

b) La menor, porque Jerónimo tan sólo había demostrado que algunas de las 24 condiciones del Mesías que puso en su tratado se cumplían en Cristo y habría que demostrar que se cumplieron todas. 

c) Finalmente, impugnó también Astruch algunas de las condiciones puestas por Jerónimo, tachándolas de contradictorias. 

 

Respuesta de Jerónimo: 

a) Las condiciones del Mesías son de tres clases: 

Condiciones que se refieren directamente a la persona y esencia del Mesías, tales como nacer de una virgen, sin padre carnal, ser hijo de Dios, ser Dios y hombre a la vez. Estas condiciones sólo se dan en el Mesías y es imposible que se den en otro. 

Condiciones que miran al oficio del Mesías y lo declaran, tales como morir por la salvación de los hombres, sacar del infierno las almas de los justos, resucitar al tercer día, subir a los cielos, dar nueva ley, salvar por el bautismo, etc. Tampoco estas condiciones pueden verificarse en otro que el Mesías, pues son propias de su oficio, y sólo él tiene el oficio de Mesías. 

Finalmente, hay condiciones que no miran a la persona ni al oficio del Mesías, sino a las circunstancias de lugar y tiempo en que la persona del Mesías había de llevar a cabo su obra. Naturalmente, estas condiciones no son propias y exclusivas del Mesías, ya que en el mismo lugar y en el mismo tiempo que el Mesías vivía y actuaba vivían y actuaban también otros hombres. Con todo, se llaman condiciones del Mesías, porque los profetas anunciaron se cumplirían en él. Pero de esto no se sigue que no se cumplan también en otro. 

Con esto se comprueba la verdad de la mayor del silogismo, que negara Astruch, ya que es imposible que estos tres géneros de condiciones se den simultáneamente en hombre alguno que no sea el Mesías. 

b) Indirectamente, también se prueba la menor que Astruch negara. En efecto, no es necesario demostrar que en Jesús se cumplieron las 24 condiciones. En rigor, basta demostrar que en él se cumplió alguna de las condiciones pertenecientes a las dos primeras clases, pues como ninguna de esas condiciones puede convenir más que al Mesías, si alguno tiene alguna de ellas, tiene que ser el Mesías, y, por consiguiente, convenirle también todas las demás. 

 

Punto 2: 

En este punto impugnó el orden de materias impuesto por el Papa, quien había designado como cuestión principal y primera el probar que el Mesías ya había venido. Astruch se entusiasmó tanto en su oratoria que, habiendo comenzado por querer demostrar que la cuestión de si el Mesías había venido o no, no era lo que más distanciaba a cristianos y judíos, acabó al fin asegurando que en este punto no hay ninguna verdadera oposición entre unos y otros. ¡El entusiasmo le hizo olvidar que llevaban ya más de un año batallando los rabinos tan sólo para evitar conceder que el Mesías ya había venido! 

Astruch, vino a decir, en efecto, que afirmar que el Mesías ya ha venido no sería herético para un judío[1]. 

 

Respuesta de Jerónimo: 

Esto equivalía a negar que fuese artículo de fe para un judío el aserto de que el Mesías aún no ha venido. Como en el punto 3 de su memoria había argüido rabí Astruch contra la venida del Mesías a base de que para los judíos es un artículo de fe que el Mesías aún no ha venido, es de suponer la extrañeza que sentiría la parte cristiana al oír ahora la afirmación contraria. La extrañeza fué tanta, que se preguntó inmediatamente a los demás rabinos si aprobaban las palabras de Astruch, cosa que ellos hicieron bajo juramento. 

Ante las réplicas de Jerónimo, Astruch desistió de proseguir disputando, diciendo que no tenía más para decir y que nunca había sido bueno para las disputas, lo cual no le agradó mucho a Jerónimo porque se negaba a declararse vencido. 

De ahí que, en una nueva réplica, a la que Astruch ya no respondió, después de hacer un parangón entre la aparente humildad de las últimas palabras de Astruch y la jactancia con que había comenzado la exposición de su memoria, le recordó cómo todas sus famosas razones universales habían quedado anuladas por su réplica, hizo un resumen de los defectos en que había incurrido en su argumentación y acabó advirtiéndole que nadie podía obligarle a que se declarase vencido, pero que tampoco era ello necesario, ya que para todo el mundo era patente. 

 

Opinión del P. Pacios (que hacemos nuestra): 

La respuesta de Jerónimo fué esta vez verdaderamente magistral.


 [1] Los judíos tienen un símbolo o credo, al igual que los católicos, pero de 13 artículos, de los cuales el número 12 reza así: 

“Creo con entera fe en la venida del Mesías y, si bien tarda en aparecer, no lo dejo de esperar todos los días”. 

Maimónides (Comentario a la Mischna, tratado Sanedrín, cap. 10), después de haber enumerado los 13 artículos, dice: 

“El que cree estos putos fundamentales pertenece a la comunión de Israel… pero si alguno es demasiado perverso como para negar uno de estos artículos de fe, está fuera de la comunión de Israel, y es un precepto detestarlo y exterminarlo”. 

Citado por P. Drach, vol. 1, pag. 106.