miércoles, 27 de marzo de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (V de XIV)


e) Nos está quedando un solo texto, acaso el más complicado:

Apoc. XII:

1. Y un signo grande fue visto en el cielo: una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de estrellas doce,
2. y en vientre teniendo (un niño) y clama dolorida de parto y atormentada por dar a luz.
3. Y fue visto otro signo en el cielo, y he aquí un dragón grande, rojizo, teniendo cabezas siete y cuernos diez y sobre sus cabezas siete diademas.
4. Y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dragón se puso de pie ante la Mujer, la que va a dar a luz, a fin que, cuando dé a luz, a su hijo devore.
5. Y dio a luz un hijo varón, que va a destruir todas las naciones con vara férrea y fue arrebatado su hijo hacia Dios y hacia su trono.
6. Y la Mujer huyó al desierto, donde tiene allí un lugar preparado por Dios para que allí la alimenten días mil doscientos sesenta.
7. Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles guerreó contra el Dragón, y el Dragón guerreó y sus ángeles,
8. y no prevalecieron ni lugar se halló para ellos ya en el cielo.
9. Y fue arrojado el dragón, el grande, la serpiente, la antigua, que se llama Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario), el engañador de todo el mundo habitado. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él fueron arrojados.
10. Y oí una voz grande en el cielo diciendo: “Ahora hecha ha sido la salud y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante nuestro Dios día y noche.
11. Y ellos lo vencieron a causa de la sangre del Cordero y a causa de la palabra de su testimonio; y no amaron sus almas hasta la muerte”.
12. A causa de esto ¡alegráos cielos y (¿esto es?) los que en ellos tendéis los tabernáculos! ¡Ay de la tierra y del mar porque descendió el diablo (el Calumniador) a vosotros, teniendo furor grande, sabiendo que poco tiempo tiene!”.

De las siete veces que vemos aparecer el cielo en estos versículos, seis ya han sido vistos antes y dijimos que la referencia al Cielo-Trono se imponía, lo cual podría corroborarse también si se tiene en cuenta que, en XI, 19, el vidente describe lo que allí sucede y así, lo más lógico es pensar que en XII, 1 se sigue narrando lo que pasa en ese mismo lugar, salvo prueba en contrario.

Ahora bien, el v. 4 es el que nos está quedando: esa tercera parte de las estrellas, ¿son astros o demonios caídos?

Que puedan ser demonios lo afirman muchos autores, además, como dijimos, del uso que el vocablo “cielo” tiene en todo este pasaje, sumado a IX, 1 donde la estrella caída del cielo es ciertamente un ángel caído[1].

Sin embargo, parecería tratarse de simples astros, pues es curioso que en la cuarta Trompeta se habla de la misma cantidad de estrellas: un tercio y, por si fuera poco, los tiempos también parecerían coincidir, a lo cual podría agregarse el hecho de que en VI, 13 se usa una expresión parecida y se refiere claramente a las estrellas.

Veamos.


Si recordamos lo que ya dijimos en el enlace dado más arriba, la Mujer permanece en Babilonia desde el quinto Sello hasta la quinta Trompeta inclusive.

La cuarta Trompeta hiere la tercera parte de las estrellas, mientras que la quinta daña a los habitantes de la tierra durante cinco meses, lo que posibilitaría la huida de la Mujer que describe el cap. XII.

Ahora bien, no puede ser una mera casualidad que la historia se repita. En el Éxodo vemos la misma secuencia y las mismas imágenes:

En Ex. X, 21-29 Moisés narra la novena plaga de Egipto: las tinieblas palpables, de las cuales fue librado Israel[2].

A renglón seguido, en Ex. XI-XII tenemos el anuncio y el posterior cumplimiento de la décima y última plaga: el ángel pasa y mata todo primogénito.

Por fin, los judíos salen de Egipto (Ex. XII, 37 ss).

La imagen o, mejor dicho, tipología, no puede ser más patente:

Con la cuarta Trompeta tenemos las tinieblas; con la quinta, el ángel que lastima a los enemigos, tras lo cual viene la huida de Israel.

No vemos tampoco por qué no podría tomarse como sinónimas las frases “fue herida la tercera parte… de las estrellas (VIII, 12) y “su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra”, sobre todo si tenemos en cuenta que las dos primeras Trompetas también son “arrojadas” sobre la tierra.

Sea de esto último lo que sea, lo cierto es que al fin y al cabo la división que hemos hecho entre el Cielo-Trono y el Cielo-Firmamento no es nada nuevo, ya que la misma es tan antigua como el Hexamerón.

Allí leemos primero la creación del Cielo-Trono (Gen. I, 1):

“En el principio creó Dios el cielo y la tierra…”.

Y luego en el día segundo Dios crea el Cielo-Firmamento (Gen. I, 6-8):

Después dijo Dios: “Haya un firmamento[3] en medio de las aguas que separe unas aguas de otras”. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que estaban bajo el firmamento de las aguas que estaban sobre el firmamento. Y así fue. Llamó Dios al firmamento cielo”.

Y así, teniendo en cuenta esta distinción, somos de la opinión que Apoc. X, 6, XIV, 7[4] y otros pasajes similares que se presentan en la Biblia, no se refieren al Firmamento sino al Trono ya que se trata de la misma fórmula usada en Gen. I, 1.

Esta división explicaría también el famoso tercer cielo del cual habla san Pablo (II Cor. XII, 2) y donde los exégetas interpretan diciendo se trata de una visión de la esencia divina. El primer cielo sería el que hemos dado en llamar Cielo-Firmamento y el segundo, el Cielo-Trono.

Todo cuanto hemos dicho coincide con lo que enseña Santo Tomás en su II, II, q. 175, art. 3, ad 4, el cual resume hermosamente nuestro pensamiento (paréntesis y énfasis nuestros):

Bajo el nombre de tercer cielo puede entenderse también algo corpóreo, significando entonces el cielo empíreo, que se llama tercero respecto del cielo aéreo y del sideral, o más bien en relación con el cielo sidéreo (Cielo-Firmamento) y el acuoso o cristalino (Cielo-Trono). Y se dice rapto al tercer cielo no porque fuera arrebatado a ver la semejanza de alguna cosa corpórea, sino porque aquel lugar es el de la contemplación de los bienaventurados (Cielo-Visión Beatífica). Por eso dice la Glosa a II Cor. XII, 2 que el tercero es el cielo espiritual, donde los ángeles y los santos gozan de la contemplación de Dios. Y cuando dice que fue arrebatado a él, significa que Dios le mostró la vida en la cual ha de ser visto para siempre.



[1] No podemos dejar de citar estas interesantes palabras de San Vicente Ferrer en sus Sermones sobre el Anticristo y el Juicio Final, (Gráfica Boreal, 2017), p. 106.

“Buena gente, cuando los Ángeles malos cayeron del cielo, hicieron tres partes:

Una parte cayó en el infierno, son necesarios para atormentar a las almas, y que aquel mismo diablo que ha tentado en este mundo atormentará en el otro.

La segunda parte cayó acá, en el mundo y están entre nosotros y nos tientan.

La tercera parte quedó en alto en la media región del aire, donde se congela el granizo, piedra, lluvia, truenos y rayos. Estos son sus males, los cuales están así espesos como el polvo de la tierra”.

La interpretación es ciertamente sugestiva: no cayó un tercio de los ángeles, sino que los que cayeron fueron divididos en tres partes, y el Apocalipsis narraría que una de esas partes caería del cielotrono a la tierra.

[2] Y ya que estamos… la imagen es clara: todo Egipto estaba cubierto de tinieblas excepto la parte donde habitaba Israel. Si lo mismo se repite en el Apocalipsis, ¿por qué no ver ahí una imagen de “la Mujer vestida de sol” …?

[3] O bien “extensión sólida” como sinónimo, tal como lo traduce Zolli; ver Liber Genesis, Romae 1949.

[4] A decir verdad, cabe la posibilidad que se hable en estos dos casos del Cielo-Firmamento y esto por dos razones: en primer lugar, debido a que se busca aquí la conversión (al menos en XIV, 7) y es más natural que se intente probar la existencia de Dios a partir de lo visible, y la otra es porque van nombrados no sólo la tierra (como en el Génesis) sino también el mar y las fuentes de aguas.

Es decir, si se tratara aquí del Cielo-Firmamento (segundo día), “lo que hay en él” serían el sol, la luna, las estrellas (cuarto día) y tal vez las aves (quinto día) y, además, la tierra y el mar aludiría a la distinción que se lee en el tercer día y lo que hay en ellos serían los animales terrestres y el hombre (sexto día) y los peces (quinto día) respectivamente.