sábado, 2 de marzo de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (I de XIV)


Hay momentos en que el estudio de las Escrituras nos lleva por caminos insospechados, y en esta ocasión queremos analizar un buen ejemplo de ello.

A través de todo el Apocalipsis el Autor nombra insistentemente tres lugares que a primera vista parecen no ser demasiado importantes, pero luego, a poco de estudiar este maravilloso libro, vemos que plantea algunas dificultades que se deben abordar, y finalmente, parecería que de su estudio podemos extraer algunas conclusiones tal vez interesantes y no despreciables.

De los tres vocablos nos parece que uno, el mar, es el más fácil de identificar, mientras los otros dos requieren un poco más de atención. Con todo, seguiremos el orden dado en el encabezado de este artículo.

Antes que nada es imprescindible tener en cuenta un principio hermenéutico que dice que se debe suponer que el autor utiliza siempre los mismos términos o frases con el mismo significado, a menos que lo opuesto sea evidente[1]. Este principio, claro está, es universal y se aplica no sólo en la Biblia sino también en todo lenguaje humano.


I) CIELO

Primero vamos a ver los pasajes en donde este vocablo aparece en el Apocalipsis y a continuación procuraremos sacar algunas consecuencias.

Apoc. III, 12: “El que venciere, lo haré columna en el santuario de mi Dios y no saldrá más y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo desde mi Dios y mi nombre, el nuevo.

Apoc.  IV, 1-2:Después de esto ví y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la voz, la primera, que oí como de trompeta hablando conmigo, diciendo: “Sube aquí y te mostraré lo que debe suceder después de esto”. Inmediatamente fui en espíritu y he aquí un trono puesto en el cielo y sobre el trono uno sentado.

Apoc. V, 3: “Y nadie podía, en el cielo, ni sobre la tierra ni bajo la tierra, abrir el libro ni verlo.

Apoc. V, 13: “Y a toda creatura que (está) en el cielo y sobre la tierra y bajo la tierra y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí diciendo: “Al sentado sobre el trono y al Cordero, la bendición y el honor y la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”.

Apoc. VI, 13-14: “Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como una higuera arroja sus brevas, por un viento grande sacudida. Y el cielo fue retirado como un libro que se arrolla y todo monte e isla de sus lugares se movieron.

Apoc. VIII, 1: “Y cuando abrió el sello, el séptimo, se hizo silencio en el cielo como media hora”.

Apoc. VIII, 10: “Y el tercer ángel trompeteó y cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como antorcha y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de aguas”.


Apoc. IX, 1: “Y el quinto ángel trompeteó y vi una estrella del cielo caída a la tierra y se le dio la llave del pozo del abismo”.

Apoc. X, 1-8: “Y vi otro ángel fuerte descendiendo del cielo, vestido con una nube y el iris sobre su cabeza y su rostro como el sol y sus piernas (lit. sus pies) como columnas de fuego. Y teniendo en su mano un librito abierto; y puso su pie, el derecho, sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra; y clamó con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos sus voces. Y cuando hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del cielo diciendo: “Sella lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”. Y el ángel que vi estando de pie sobre el mar y sobre la tierra, alzó su mano, la diestra, al cielo, y juró por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él -: "Tiempo ya no habrá", sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando vaya a trompetear, también se consumó el misterio de Dios como evangelizó a sus siervos los profetas. Y la voz que oí del cielo, (la oí) de nuevo hablando conmigo y diciendo: “Ve, toma el libro, el abierto, (que está) en la mano del ángel, el que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”.

Apoc. XI, 6: “Estos tienen la autoridad de cerrar el cielo para que lluvia no llueva los días de su profecía y autoridad tienen sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quisieren”.

Apoc. XI, 12-13: “Y oyeron una voz grande, desde el cielo diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y los contemplaron sus enemigos. Y en la hora aquella hubo un terremoto grande y el décimo de la ciudad cayó y muertos fueron, en el terremoto, nombres de hombres millares siete y los restantes quedaron despavoridos y dieron gloria al Dios del cielo”.

Apoc. XI, 15: “Y el séptimo ángel trompeteó y se hicieron voces grandes en el cielo, diciendo: “Se hizo el reino del mundo de nuestro Señor y de su Cristo y reinará por los siglos de los siglos”.

Apoc. XI, 19: “Y se abrió el santuario de Dios, el que (está) en el cielo, y se vio el arca de su alianza en su santuario, y hubo relámpagos y voces y truenos y terremoto y granizo grande”.

Apoc. XII, 1-12: “Y un signo grande fue visto en el cielo: una mujer vestida con el sol y la luna bajo sus pies y sobre su cabeza una corona de estrellas doce, y en vientre teniendo (un niño) y clama dolorida de parto y atormentada por dar a luz. Y fue visto otro signo en el cielo, y he aquí un dragón grande, rojizo, teniendo cabezas siete y cuernos diez y sobre sus cabezas siete diademas. Y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dragón se puso de pie ante la Mujer, la que va a dar a luz, a fin que, cuando dé a luz, a su hijo devore. Y dio a luz un hijo varón, que va a destruir todas las naciones con vara férrea y fue arrebatado su hijo hacia Dios y hacia su trono. Y la Mujer huyó al desierto, donde tiene allí un lugar preparado por Dios para que allí la alimenten días mil doscientos sesenta. Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles guerreó contra el Dragón, y el Dragón guerreó y sus ángeles, y no prevalecieron ni lugar se halló para ellos ya en el cielo. Y fue arrojado el dragón, el grande, la serpiente, la antigua, que se llama Diablo (Calumniador) y el Satanás (Adversario), el engañador de todo el mundo habitado. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles con él fueron arrojados. Y oí una voz grande en el cielo diciendo: “Ahora hecha ha sido la salud y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante nuestro Dios día y noche. Y ellos lo vencieron a causa de la sangre del Cordero y a causa de la palabra de su testimonio; y no amaron sus almas hasta la muerte”. A causa de esto ¡alegráos cielos y (¿esto es?) los que en ellos tendéis los tabernáculos! ¡Ay de la tierra y del mar porque descendió el diablo (el Calumniador) a vosotros, teniendo furor grande, sabiendo que poco tiempo tiene!”.

Apoc. XIII, 6: “Y abrió su boca para blasfemias contra Dios, para blasfemar su Nombre y su Tabernáculo: los que en el cielo tienden sus tabernáculos”.

Apoc. XIII, 13: “Y hace signos grandes de forma tal que incluso fuego hace del cielo descender a la tierra delante de los hombres”.

Apoc. XIV, 2: “Y oí una voz del cielo como voz de aguas muchas y como voz de un trueno grande; y la voz que oí (era) como de citaristas citarizando con sus cítaras”.

Apoc. XIV, 7: “diciendo con voz grande: “Temed a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio” y “Postraos ante el que hizo el cielo y la tierra y mar y fuentes de aguas”.

Apoc. XIV, 13: “Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que en Señor mueren, desde ahora!”. “Sí, dice el Espíritu: que descansen de sus trabajos; en efecto, sus obras les siguen”.

Apoc. XIV, 17: “Y otro ángel salió del santuario, del que (está) en el cielo, teniendo también él una hoz afilada.

Apoc. XV, 1: “Y vi otro signo en el cielo, grande y sorprendente: ángeles siete teniendo plagas siete, las postreras, porque en ellas se consumó el furor de Dios”.

Apoc. XV, 5: “Y después de esto ví y se abrió el santuario del tabernáculo del testimonio en el cielo”.

Apoc. XVI, 11: “Y blasfemaron al Dios del cielo, a causa de sus dolores y a causa de sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras”.

Apoc. XVI, 21: “Y granizo grande como talento desciende del cielo sobre los hombres y blasfemaron los hombres a Dios por la plaga del granizo, porque grande es su plaga sobremanera”.

Apoc. XVIII, 1.4-5: Después de esto vi otro ángel descendiendo del cielo, teniendo autoridad grande y la tierra se iluminó con su gloria… Y oí otra voz del cielo que decía: “Salid, pueblo mío, de ella para que no participes de sus pecados y de sus plagas no recibas”. Pues se han conglutinado sus pecados hasta el cielo, y ha recordado Dios sus iniquidades”.

Apoc. XVIII, 20: ¡Alégrate sobre ella, cielo y (¿esto es?) los santos y los apóstoles y los profetas, pues ha juzgado Dios vuestro juicio contra ella!”.

Apoc. XIX, 1: “Después de esto oí como voz grande de multitud copiosa en el cielo que decían: “¡Aleluya! La salud y la gloria y el poder de nuestro Dios…”.

Apoc. XIX, 11: “Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sentado sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea”.

Apoc. XIX, 14: “Y los ejércitos, los (que están) en el cielo, le seguían en caballos blancos, vestidos de lino fino blanco, puro”.

Apoc. XX, 1: “Y ví un ángel descendiendo del cielo, teniendo la llave del abismo y una cadena grande sobre su mano”.

Apoc. XX, 9: “Y subieron sobre la latitud de la tierra y cercaron el campamento de los santos y la ciudad, la amada, y descendió fuego del cielo y los devoró”.

Apoc. XX, 11: “Y vi un trono grande, blanco y al sentado sobre él, de cuyo rostro huyó la tierra y el cielo y lugar no se halló para ellos”.

Apoc. XXI, 1-2: “Y vi cielo nuevo y tierra nueva; en efecto, el primer cielo y la primera tierra se fueron y el mar no es ya. Y la ciudad, la santa Jerusalén nueva, ví descendiendo del cielo desde de Dios, preparada como esposa adornada para su esposo”.

Apoc. XXI, 10-11a: “Y me llevó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la ciudad, la santa Jerusalén, descendiendo del cielo desde Dios, teniendo la Gloria de Dios”.


Conclusiones:

1) Lo primero que salta a la vista en todos estos textos es que el término es usado en dos sentidos diversos, si bien uno de ellos es el principal, tal como veremos a continuación.

2) En primer lugar hay que descartar lo que no es. Parecería por estos pasajes que el cielo no se identifica en ningún caso con la Visión Beatífica.

3) Esto se ve muy claro porque en XII, 8 se dice que “ni lugar se halló para ellos (el diablo y sus ángeles) ya en el cielo, y dado que este acontecimiento es todavía futuro y no tiene nada que ver con la caída de los ángeles al principio de la creación[2], como bien lo prueba Lacunza, entonces no queda más opción que dejar de lado la opinión que pueda tratarse de la Visión Beatífica.



[1] Cfr. Institutiones Biblicae Vol. I, De S. Scriptura in universum, Pontificio Instituto Bíblico, Lib. IV, Pars I, num. 27, 1951.

[2] Y aunque tuviera. Los ángeles no pudieron haber tenido nunca la prueba sino antes de la Visión Beatífica, con lo cual ese cielo debe ser algo distinto a ella.