Nos quedan algunos pasajes por analizar a los
que debemos prestarles algo más de atención para saber si se quiere significar
el Trono o el Firmamento.
a) Apoc. VIII, 10: “Y el tercer ángel trompeteó y cayó
del cielo una estrella grande, ardiendo como antorcha y cayó sobre la
tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de aguas”.
Toda la dificultad reside aquí en saber si esta
estrella es un ángel caído o un astro luminoso. En el primer caso tendríamos el
Cielo-Trono y en el otro el Cielo-Firmamento.
Straubinger afirma que se trata de un ángel
caído diciendo que estamos ante un ángel con nombre de amargura (v. 11) y que “hace pensar en la palabra de Jesús que comparó la
caída de Satanás con la de una estrella (Lc. X, 18)”.
A lo cual podría también agregarse otra razón y
es que en Apoc. IX, 1 leemos:
“Y el quinto ángel trompeteó y vi una
estrella del cielo caída a la tierra y se le dio la llave del pozo del
abismo”.
Con lo cual, se arguye,
la estrella que San Juan ve que había caído a la tierra en IX, 1, no
puede ser sino la misma de VIII, 10; pero la de IX, 1 es
ciertamente un ángel, debido a que se le entrega una llave. Ergo.
Sin embargo, también
cabe la posibilidad que se trate de un astro, y por lo tanto estaríamos ante el
Cielo-Firmamento.
En primer lugar, el
nombre no indica, de por sí, nada concreto ya que los astros también tienen uno,
tal como lo dice Is. XL, 26:
“Levantad
vuestros ojos a lo alto y mirad:
¿Quién creó estas cosas? Aquel que hace marchar ordenadamente su ejército, y
a cada uno de ellos lo llama por su nombre. No falta ninguno, tan enorme es
su poder y tan inmensa su fuerza”.
Ver también Job
IX, 9; XXXVIII, 31 y Sal. CXLVI, 4.
En cuanto a la cita
de Lc. X, lo primero que podemos decir es que Nuestro Señor habla de la
caída de Satanás como un relámpago y
no como una estrella, pero aún así, si se insiste con que el mismo término es
usado en IX, 1 para significar un ángel, entonces toda la cuestión estará
en precisar cuándo es arrojado Satanás
del Cielo-Trono.
Ya AQUI
habíamos dado algunas hipótesis en cuanto a la cronología y decíamos que la
Mujer permanecerá en Babilonia hasta después de la cuarta Trompeta por lo
menos, y que una vez que Satán es expulsado del cielo se irá a perseguir a la
Mujer que había dado a luz a Nuestro Señor. Ahora bien, esta cronología parece
contradecir la opinión de los que ven en VIII, 10 (Tercera Trompeta) la
caída de Satanás. En otros términos, lo primero que parece hacer Satanás tras
ser arrojado a la tierra es perseguir a la Mujer y no liberar del abismo a
algunos ángeles caídos, los cuales, por otra parte, no pueden dañar a la Mujer
(ver VII, 3).
Pero claro está que este argumento prueba que
el ángel que cae no es Satanás (ya el nombre lo indica suficientemente) pero no
necesariamente que no sea otro ángel
caído.
b)
En segundo lugar tenemos dos textos parecidos:
Apoc. X, 6: “… y juró
por el Viviente por los siglos de los siglos - que creó el cielo y lo
que hay en él y la tierra y lo que hay en ella y el mar y lo que hay en él -:
"Tiempo ya no habrá…”.
Apoc. XIV,
7: “… diciendo con voz grande: “Temed a Dios y dadle
gloria, porque ha llegado la hora de su juicio” y “Postraos ante el que hizo
el cielo y la tierra y mar y fuentes de aguas”.
La frase “que creó el cielo, la tierra y el
mar” y similares tienen todo el aire de ser una fórmula típica tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento (Neh.
IX, 6; Sal. LXXXVIII, 12; CXLV, 6; Hech. IV, 24; XIV, 15; Heb. I, 10, etc.)
para designar a Dios como creador, sobre lo cual volveremos al final de esta
sección.
c)
Otro texto que debemos analizar es:
Apoc. XVI, 11: “Y
blasfemaron al Dios del cielo, a
causa de sus dolores y a causa de sus úlceras, y no se arrepintieron de sus
obras”.
No tiene mucho sentido aplicar este epíteto al
Cielo-Firmamento y, por otra parte, el término “Dios del cielo” parece ser
similar al que encontramos en otras partes del N.T.:
Mt. XVIII, 10: “Guardaos de despreciar a uno solo de estos pequeños, porque os digo
que sus ángeles, en los cielos, ven
continuamente la faz de mi Padre que
está en los cielos (τοῦ ἐν οὐρανοῖς)”.
O si se quiere “Mi Padre, el de los cielos”, pero lo cierto es que, en ningún caso, ni de los
ángeles ni de Dios, puede pensarse en el Firmamento.
Por lo demás, Apoc.
XI, 12-13 terminará de confirmarnos en nuestras sospechas:
“Y oyeron una voz grande, desde
el cielo diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y
los contemplaron sus enemigos. Y en la hora aquella hubo un terremoto grande y
el décimo de la ciudad cayó y muertos fueron, en el terremoto, nombres de
hombres millares siete y los restantes quedaron despavoridos y dieron gloria
al Dios del cielo”.
Donde tanto el lugar de donde sale la voz y a donde suben
los dos Testigos no pueden ser sino el Cielo-Trono y, por lo tanto, no hay
necesidad de interpretar de otra manera las últimas palabras del v. 13.
d) Apoc. XVI, 21 a su vez, reza:
“Y
granizo grande como talento desciende
del cielo sobre los hombres y blasfemaron los hombres a Dios por la plaga
del granizo, porque grande es su plaga sobremanera”.
Uno podría leer esta frase e interpretarla en el sentido obvio del Cielo-Firmamento pero cuando
tenemos en cuenta otros pasajes bíblicos la situación parece cambiar
drásticamente, y más si se tiene en cuenta el carácter escatológico de los
mismos.
Ecli. XXXIX, 34-35: “En el
tiempo de la consumación… fuego y granizo, hambre y peste, cosas
son hechas para el castigo”.
Job XXXVIII, 22-23: "¿Viste los depósitos de granizo que yo reservé para el tiempo
de angustia, para el Día de batalla y combate?
Por estos textos, todo parece indicar que Dios tiene
reservado un depósito de granizo para un castigo en los últimos tiempos,
castigo que San Juan parecería precisar en este versículo. Por lo demás, su
inmenso tamaño (entre 26 y 53 (?) kg según los autores) parece no dejarnos demasiadas
opciones.