miércoles, 27 de abril de 2016

El Pelícano, por Charbonneau-Lassay (III de VI)

III. EL PELÍCANO, EMBLEMA EUCARÍSTICO

A los primeros sentidos de purificación, redención y resurrección que la simbología de  Cristo concedió primero al Pelícano, vino a añadirse otro que ha predominado desde entonces, el que hace de esta ave el emblema del amor de Cristo por las almas, expresado por la entrega de su sangre en la Eucaristía.

Como hemos dicho antes, la antigua fábula que se atribuyó al pelícano y que es el punto de partida de su
Fig. IX.- La aspersión regeneradora.
Bordado en bolsa litúrgica de Lusignan (Viena), siglo XVI (?).
papel en el simbolismo cristiano no dice nada de que los polluelos muertos resuciten mediante la imposible absorción de la sangre de su padre, sino de su vivificación por la simple ablución en sus cadáveres (Fig. IX).

En cambio, hay una antiquísima ficción egipcia, enseguida difundida en Libia y hasta Numidia, que cuenta que el Buitre, cuando no encontraba ningún alimento para dar a sus hijos, llevaba su entrega hasta el extremo de abrirse la vena del muslo para alimentar con su sangre a su nidada[1].

Buffon pretende que san Gerónimo y san Agustín, a finales del siglo IV, fueron los primeros en trasponer en el pelícano la fábula egipcia que se refería tan sólo al buitre. Por lo demás, en su Comentario del Salmo CI, san Agustín trata sólo de pasada el sentido eucarístico del pelícano, cosa que hicieron tras él poquísimos autores.

Hugo de san Víctor, en el siglo XIII, se expresaba así, tras haber contado la fábula del pelícano:

Habíamos herido a nuestro Dios en el rostro, habíamos renegado de él. Y sin embargo entregó a su Hijo al suplicio; la lanza del soldado atravesó su costado, de donde salieron el agua y la sangre que sirvieron para nuestra redención. El agua es la gracia del bautismo y la sangre es el cáliz que nos dio a beber para el perdón de nuestros pecados[2].

Ya hemos visto que santo Tomás de Aquino, en el Adoro te, no relacionó al pelícano y su gesto heroico con la nutrición eucarística, pero el simple hecho de haberlo evocado en un himno eucarístico como emblema del Redentor, contribuyó mucho a darle el carácter eucarístico que desde entonces prevaleció sobre todos los demás en el simbolismo cristiano.





[1] Cf. Horus Apolo. — Abbé Van Drival, Grammaire comparée des Langues bibliques, parte II, XVI, p. 115. Véase más arriba, Cap. LXIII, El Buitre.

[2] Véase C. HIPPEAU, introducción a Le Bestiaire divin de Guillaume, clerc de Normandie, p. 95.